En
el día de ayer, domingo 23 de diciembre, publicamos un artículo titulado
"El
general Julio Argentino Roca".
El mismo fue escrito por Lilia Sierra para responder a la campaña
"Chau genocida Roca" que un grupo de personas está realizando.
Dichas personas están juntando firmas para retirar el monumento de Roca
del centro de la ciudad de Buenos Aires ya que acusan a Roca de genocida.
La Sra. Sierra hizo su defensa del general Roca. Pero la gente de La
Gazeta nos envía otra versión de los hechos. A continuación
reproducimos dicho texto.
JULIO
"ARGENTINO" ROCA
por
La Gazeta - www.lagazeta.com.ar
La guerra al malón
Roca auspició la entrega de tierras a sus oficiales y soldados. La mayoría
de las tierras terminaron en manos de los especuladores y proveedores del
ejército.
El comandante Prado, en su libro “La Guerra al Malón”, dice con
amargura: “Cuando nos manden a la basura por inútiles, iremos todos
ladrando de pobres, sin pan para los cachorros, mientras ellos –los
proveedores aventureros– serán ricos y panzones, cebados con sangre de
milicos, dueños sin que les cueste un medio, de todas estas tierras que
dejamos jalonadas con huesos de nuestras osamentas” y haciendo
referencia a los gauchos y milicadas que hicieron posible la conquista,
dice: “Habían conquistado veinte mil leguas de territorio, y más
tarde, cuando esa inmensa riqueza hubo pasado a manos el especulador que
la adquirió, sin mayor esfuerzo ni trabajo, muchos de ellos no hallaron
–si quiera en la estercolera del Hospital– rincón mezquino en que
exhalar el último aliento de una vida de heroísmo, de abnegación y de
verdadero patriotismo”.
Luego dice: “Al verse después, en muchos casos, despilfarrada la tierra
pública, marchanteada en concesiones fabulosas de treinta y más leguas,
al ver la garra de favoritos audaces clavadas hasta las entrañas del país,
y al ver cómo la codicia les dilataba las fauces, y le provocaba babeos
innobles de lujurioso apetito, daban ganas de maldecir la gloriosa
conquista. Pero así es el mundo, los tontos amasan la torta y los vivos
se la comen.”
Mitre, Roca, Sarmiento y compañía...
Siendo ministro de Avellaneda, hablando de candidaturas, Roca le escribía
a Juárez Celman, en julio de 1978:
“Resumiendo: tenemos a Sarmiento, que no es una solución de paz para la
República y que ya está bastante viejo. A Rocha, Irigoyen y a mí, que
no podemos ser candidatos con probabilidades de triunfo y que seríamos
muy combatidos. Yo también soy del mismo parecer: Mitre sería la ruina
para el país. Su partido es una especie de casta o de secta que cree
tener derechos divinos para gobernar la República. Tejedor, si no es jefe
de partido y tiene el mal sentido de elegir palabras (...), es hombre
recto, honrado, y no tan terco ni indócil como lo condenan las
exterioridades. Sobre todo creo que es la única carta que podríamos
jugar con éxito (...)
Poco tiempo después, Roca cambia de opinión y en mayo de 1980, le dice a
Juárez Celman:
“El Congreso, avasallado como está por las Turbas a sueldo de Tejedor,
no tenemos seguramente mayoría (...) Para vengarme de todo esto, no se me
ocurre otra cosa que Sarmiento; y también, como asegurar las situaciones
y fortunas políticas de nuestros amigos.
El Loco se nos entregará de cuerpo y alma y nos dará todo lo que
pidamos, (...) porque está poseído de la ambición más desenfrenada.
Creo que con él, no evitaremos una guerra civil, pero no la haremos en mi
nombre y así sería más seguro que los elementos militares de la Nación
cayeran en nuestras manos; quitando así la sombra de complicidad conmigo
(...) Aunque lo de Sarmiento no sea una resolución, conviene ir
preparando hábilmente el terreno. Cuando nos veamos arrinconados, le
clavaremos este agudo harpón en el medio del lomo a los señores
mitristas, autores de todo esto, y seguiremos preparándonos en silencio y
con disimulo para pasar el Rubicón en mejor oportunidad” (“Juarez
Celman”: Agustin Rivera Astengo)
Mucho dinero
Había
ya mucho dinero”invertido” en el país. Es decir, los acreedores tenían
cada vez más bonos en su poder. Había que garantizarlos a la manera
rivadaviana.
Julio A. Roca se encargará de prestigiar su figura para proyectarse como
el “gran provinciano” hacia el poder. Mientras el esquema colonial nos
llevaba a ser el granero del mundo, es decir de Inglaterra, Roca planea su
expedición. El zanjón de Alsina ya no es necesario; el indio ha dejado
de ser un problema real.
Si es exacto que la intelectualidad brotaba junto a Roca, no es menos
cierto que esa intelectualidad acabaría por frustrarse en un país hecho
a la inglesa, en que las reivindicaciones de Saldías terminarían en el
desprecio de la oligarquía, Quesada acabaría donando su biblioteca a
universidades alemanas, Peña se alejaría de toda militancia política.
Las tierras mensuradas y delimitadas sobre la marcha constituirán la
garantía de la deuda externa, al par que aumentaban el poder de la clase
ganadera. Esta ya había elegido. Roca sería presidente.
Cuando los gauchos de la provincia, dirigidos por Inocencio Arias entraron
en Buenos Aires en el 80, rompiendo las filas de Racedo y Levalle, como lo
demuestra José María Roa, Mitre y Tejedor se apresuran a hacer la paz.
“Nacionalismo” mitrista y roquismo estaban unidos como en todas la
grandes ocasiones. Buenos Aires era ya la gerencia londinense de América
del Sur. (Baring Brothers y la historia politica Argentina. - Ortega Peña
Eduardo Luis Dualde. La estrella 196. pag. 187)
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