HISTORIA SELECTIVA  (KATYN - IN MEMORIAM)

por Denes Martos

La Historia es un mito que
los hombres acordaron en creer.
Napoleón Bonaparte

Historia es, desde luego exactamente lo que se escribió,
pero ignoramos si es lo que sucedió.
Enrique Jardiel Poncela

 


Uno de los mantras favoritos de los ideólogos políticamente correctos, es el de la memoria. Se nos dice que no debemos olvidar. A veces hasta se dice "ni olvido ni perdón", con lo cual la memoria se vuelve funcional a la venganza escondida bajo la toga de la justicia. Se nos dice que los pueblos deben "hacerse cargo" de su pasado; eufemismo por no decir que las actuales generaciones deben sentirse culpables por lo que hicieron las generaciones anteriores y deben pagar por lo que hicieron sus antepasados. En ocasiones literalmente y no sumas baladíes para ser precisos.

La manía de levantar monumentos a la memoria nos está denegando el derecho al olvido; un derecho que se reclama cada vez más en las redes sociales informáticas para borrar traspiés juveniles y anécdotas embarazosas pero que se considera inadmisible cuando se trata de hechos históricos.

Y hay una enorme hipocresía en todo esto porque la memoria del ser humano es siempre, necesariamente, selectiva. Ni siquiera en nuestras particulares historias personales recordamos todo. Olvidamos por de pronto lo intrascendente. Pero también a veces preferimos olvidar lo desagradable una vez que lo hemos superado. Sabemos que no tiene sentido flagelarnos con fracasos o errores una vez que los mismos ya son cosa del pasado, la lección fue aprendida y la vida ha continuado. También tenemos la tendencia a embellecer vivencias pasadas y, aunque sepamos que no es tan cierto, siempre nos queda de alguna manera la sensación de que el tiempo pasado fue mejor. Por lo menos, muchas veces lo recordamos como mejor de lo que fue.

Y es humano que así sea. Por un lado nuestra memoria tiene una capacidad limitada por lo que forzosamente debemos elegir qué guardar y qué desechar. Por el otro lado, una vez aprendida la lección y extraídas las conclusiones pertinentes, no tiene ningún sentido alimentar nuestro masoquismo cargando la mochila cotidiana con la culpa por algo que, de cualquier manera que sea, ya no tiene remedio. Olvidar es humano. Prohibirlo en cuanto a los acontecimientos históricos es convertir la Historia en inhumana. No por nada hace ya unos cuantos años Humberto Eco se preguntaba "¿Quién se acuerda de Calpurnia, la mujer de Julio César?" para agregar después: "recordarlo todo es de idiotas: no se puede recordar demasiado".

La "Memoria" que nos quieren inculcar las Historias oficiales también es necesariamente selectiva. Por de pronto, en la gran mayoría de los casos esas Historias no contienen los hechos objetivamente relevantes sino aquellos hechos que el historiador consideró relevantes. Y en no pocos casos se subrayan con trazo grueso aquellos hechos que el historiador, sea por los motivos que fueren, desearía presentar como relevantes.

Con ello, la Historia, la verdadera, queda arrumbada, repleta de historias escamoteadas que en el mejor de los casos solo conocen los eruditos y los especialistas. Y es una verdadera lástima. Porque muchas de esas historias escamoteadas encierran lecciones que haríamos bien en aprender.

Permítanme contarles una de esas historias.

En 1939 el conde Galeazzo Ciano, en ese momento Ministro de Relaciones Exteriores de Italia, fue el primero en escuchar de boca de Hitler que la Unión Soviética y Alemania estaban cerca de llegar a un acuerdo para resolver de común acuerdo los problemas de Europa Oriental. El 10 de marzo de ese mismo año la radio soviética transmitió algo casi increíble: el propio Stalin en persona pronunció un largo discurso en el cual se dedicó a tratar de demostrar con profusión de argumentos que existirían muchas similitudes entre el nacionalsocialismo alemán y el comunismo ruso. La vieja guardia bolchevique debe haberlo escuchado con la boca abierta sin animarse a dar crédito a lo que estaba oyendo.

Stalin, por supuesto, sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Tenía ante la vista el mapa de 1795 cuando Polonia (o más exactamente la Mancomunidad Polaco-Lituana) fue literalmente borrada del mapa y su territorio repartido entre Rusia, Prusia y Austria para volver a constituirse como país internacionalmente reconocido recién después de la Primera Guerra Mundial a consecuencia del Tratado de Versalles.

Hitler, por supuesto, también había hecho sus cálculos. De lo que estaba seguro era de que ni los británicos ni los franceses se entusiasmarían con la idea de enviar sus tropas a morir en Polonia. Y Polonia era justamente lo que Hitler tenía en la mira. O por lo menos aquellas partes de Polonia que, luego de la Primera Guerra Mundial, las potencias vencedoras le habían quitado a Alemania en virtud del mismo Tratado de Versalles.

Relativamente pocos días después de su sorprendente discurso del 10 de Marzo, el 3 de Mayo de 1939, Stalin despidió a su Comisario de Relaciones Exteriores, Maxim Litvinov, hijo de una adinerada familia judía de Bialystok, y lo suplantó por el ruso Vyacheslav Molotov, "el mejor funcionario de toda Rusia", según la opinión, en su momento, del propio Lenin. Seguramente Stalin consideró que no era precisamente buena idea enviar a un judío a negociar un acuerdo con Joachim von Ribbentrop, el Ministro de Relaciones Exteriores de Hitler. Así y todo, que Molotov estuviese casado desde 1921 con Polina Zhemchuzhina, hija de un sastre judío de Ucrania, fue no obstante discretamente soslayado por los alemanes en aras de unas más que obvias razones de Estado.

Así las cosas, con Hitler apuntando a expandirse hacia el Este recuperando de paso territorios perdidos y Stalin especulando con anexionarse la mitad de Polonia, el Pacto Ribbentrop-Molotov se firmó el 23 de Agosto de 1939.

A partir de allí los hechos se precipitan. Dos días después de firmarse ese Pacto, polacos e ingleses firmarían un tratado de alianza militar. Siete días después, el 1° de Septiembre de 1939, Alemania y la recientemente creada República Eslovaca invadían Polonia por el Oeste y el Sur.

Dieciséis días después, el 17 de Septiembre, a las tres de la madrugada el gobierno soviético citó al embajador polaco Waclaw Grzybowski para leerle una declaración de Molotov: "El Estado polaco ya no existe (. . .) El Ejército Rojo está cruzando la frontera polaca a fin de ofrecer su ayuda fraternal al pueblo polaco, para liberarlo de la lamentable guerra a la que se vio arrastrado por la ineptitud de sus dirigentes y para ayudarlo a obtener la paz." Mientras estas palabras le eran leídas al embajador, la URSS invadía Polonia por el Este.

Para el 6 de Octubre de 1939, Polonia había dejado de existir otra vez.

A todo esto Occidente se quedó prácticamente de brazos cruzados. Los ingleses, el 3 de Septiembre de 1939 le declararon la guerra a Alemania y anunciaron un bloqueo económico pero, a los efectos prácticos, eso fue todo. Incluso después del 17 de Septiembre, cuando la URSS hizo exactamente lo mismo que Alemania, sencillamente miraron para otro lado y se hicieron los distraídos. Tal como Hitler lo había calculado: ni los ingleses, ni los franceses, salieron a dar la vida por Polonia. El mundo asistió asombrado al espectáculo y, como siempre, la enorme mayoría no entendió nada. Algunos, 73 años después, siguen entender nada.

No obstante, el que entendió fue Stalin. Los hechos claramente indicaban que al Occidente capitalista Polonia le importaba un bledo. Consecuentemente, fiel a su consigna de que "el problema no son las cosas; el problema son las personas", se dedicó a asegurar el territorio polaco ocupado por las tropas soviéticas.

Ya en Septiembre de 1939 los soviéticos comenzaron a deportar los oficiales polacos prisioneros de guerra a Kozelsk, a Ostashkov y a Starobelsk. Las deportaciones culminaron en noviembre y finalizaron a fines de ese mes. Siguiendo expresas órdenes de Stalin, el NKVD "seleccionó" a 15.400 oficiales polacos después de interrogarlos a todos, consignar la extracción social de cada uno y anotar sus opiniones políticas. Además, junto con los militares, los soviéticos hicieron una enorme redada incluyendo a más de 6.000 civiles, intelectuales, sacerdotes, profesionales y políticos de diferentes extracciones. La "lucha de clases" encontró en el procedimiento su expresión práctica en forma fría, burocrática, eficiente y deliberada.

El 5 de Marzo de 1940, por medio de un documento firmado por la más alta jerarquía soviética se ordenó la ejecución de los internados en los campos de concentración. Y los mataron a todos. A la mayoría en los bosques de Katyn, a poca distancia de la ciudad de Smolensk, con el procedimiento favorito del NKVD y más tarde de la KGB: un balazo en la nuca. Hoy, hay 21.768 cadáveres identificados de la masacre de Katyn, a los cuales cabría agregar varios miles más ejecutados en otras partes. En la actualidad los especialistas del tema estiman que el total general de las víctimas, supera los 27.000 entre las cuales, irónicamente, hay que contabilizar casi un millar de judíos. No en vano, al comienzo de la guerra, el general Edward Smigly-Rydzk, Comandante en Jefe del ejército polaco había dicho: "Con los alemanes arriesgamos perder nuestra libertad. Con los rusos perdemos nuestras almas."

El Pacto Ribbentrop-Molotov tuvo una vida bastante efímera. Stalin, en otro giro de 180 grados, decidió ponerse esta vez del lado de los Aliados y en Junio de 1941, los alemanes avanzaron contra la Unión Soviética. En Katyn, los primeros en descubrir las fosas con miles de cadáveres fueron los propios alemanes. En 1943, anunciaron el descubrimiento de una fosa común con más de 4.000 cadáveres que la Cruz Roja, actuando con permiso del gobierno alemán, identificó como pertenecientes a oficiales polacos registrados como desaparecidos durante la ocupación soviética.

No obstante, durante medio siglo, se quiso ocultar la responsabilidad de los soviéticos echándole la culpa a los alemanes por la masacre. Y en esa operación los soviéticos contaron con el apoyo de ingleses, norteamericanos y la enorme mayor parte de la prensa occidental. El gobierno inglés se hizo casi inmediatamente eco de la argumentación soviética y culpó a los alemanes. Cuando ya en Noviembre de 1941 el teniente coronel polaco Szymanski le informó a sus superiores norteamericanos que algo terrible había sucedido con los polacos deportados, el general Strong le respondió secamente que "no se metiera en política" y cajoneó sus informes. Más tarde Roosevelt envió a George Howard Earle a investigar el caso Katyn. Earle lo hizo utilizando contactos búlgaros y rumanos llegando a la conclusión de que el culpable había sido la URSS. No obstante, Roosevelt desechó y suprimió el informe de Earle y cuando Earle le solicitó formalmente permiso para publicar sus resultados, Roosevelt le envió una nota por escrito ordenándole que no lo hiciera. Más aún, en Mayo de 1944 Roosevelt declaró: "Me he convencido completamente de que los culpables son los nazis."

Una "convicción" que sería desmentida por los hechos y por los propios rusos. Durante el Juicio de Nuremberg los soviéticos volvieron al ataque con un informe que acusaba a los alemanes de la muerte de 11.000 militares y civiles polacos. El Tribunal aceptó el informe como "prueba auténtica e indiscutible" el 8 de Agosto de 1945. Sin embargo, tuvieron que sobreseer y dejar caer el caso porque hasta en Nuremberg, en donde todo fue indiscutible, las "auténticas e indiscutibles" pruebas de los soviéticos en relación con Katyn no alcanzaron para condenar a nadie.

Finalmente, en 1989, Gorbachov admitió que había sido el NKVD, por orden de Stalin, el que había realizado las ejecuciones. Durante los años siguientes se descubrieron más fosas comunes, tanto en la zona de Katyn como en un bosque cerca de Kharkov y en Starobielsk. El 13 de Abril de 1990, cincuenta años después de la masacre, Boris Yeltsin oficialmente admitió la responsabilidad de la Unión Soviética en el crimen de Katyn y el 14 de Octubre de 1992, le envió al presidente polaco Lech Walesa los archivos secretos del caso.

Y después vinieron dos décadas durante las cuales de todo esto no se mencionó casi absolutamente nada.

La famosa "memoria" parece no funcionar para hechos como éste. ¿Cuántos de ustedes oyeron hablar de Katyn? ¿Cuántos de ustedes sabían en absoluto acerca de la existencia de Katyn? ¿Cuántos de ustedes sabían lo que realmente sucedió en Katyn?

Los polacos lo saben. Lo supieron siempre.

Pero claro. Al Nuevo Orden Mundial no le importa la memoria de los polacos.

Como que tampoco le importa la memoria de otras naciones.

¿No me creen? Pongan la palabra "Holodomor" en una búsqueda de Google y después me cuentan.