EL
ÚLTIMO LOBO DE EUROPA
por
Juan Pablo Vitali
El último lobo de Europa duerme en la floresta. Ha recorrido mucho, ha atravesado los milenios. Ahora es el último y lo sabe. Uno a uno fueron cayendo todos sus camaradas.
El lobo recuerda quiénes han sido sus perseverantes enemigos y duerme y sueña con cada uno de ellos. En el sueño crece el recuerdo de las legiones, de todos los hombres hermanos que ardieron en las profundas planicies y que hablaban con los lobos, cuando solían encontrarse en el recodo de un sendero, en un desfiladero o bajo un bosque de robles. Mucho fue lo que hombres y lobos dialogaron a través de los siglos. Guerreros y lobos se juraron lealtad y recordarse siempre cuando uno de ellos sucumbiera, cuando uno de ellos fuera definitivamente el último.
El lobo tiembla ahora en su madriguera. Tiene frío. Recuerda cosas que la sangre trae desde lejos. Ve reyes, caudillos…sueña con antiguos bosques, con resistencias desesperadas. Ve las ciudades vacías de Europa, los barcos que zarpan y los barcos que regresan. Pero sobre todo, vuelve siempre a soñar con el corazón de su tierra.
Se sabe el último y se pregunta, si todavía habrá hombres en Europa. Hace mucho que el lobo no ve hombres en Europa. No quiere verlos porque fueron ellos quienes lo han puesto en esta cruel situación: los últimos hombres, los decadentes. Antaño enarbolaban su imagen en los estandartes, y una vez tuvieron a una loba como madre, los fundadores de la ciudad de Roma. Pero ya no. Los europeos ya no quieren lobas ni ciudades. Ahora se amamantan de otra leche, sucia y agria. Y ya no tienen ciudades, porque las han vendido.
El último lobo de Europa sueña en la profundidad de la floresta. Se sabe el último y se pregunta ¿Habrá alguna vez nuevamente hombres como lobos, en nuestra amada Europa casi muerta?
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