López Obrador Por: José Luis Ontiveros Se ha dicho con el desparpajo propio de los demoliberales para los que no cuenta el honor, o la palabra empeñada, sino el oportunismo abyecto que siempre los ha caracterizado, desde los truculentos hombres de la Revolución Francesa y su aportación humanitaria la guillotina, que en la actual circunstancia que vive Latinoamérica hay una izquierda moderna, razonable y burguesa, y otra indómita, anticivil y autoritaria formada por locos, por insoportablemente auténticos, como lo ha calificado el conductor bolivariano Hugo Chávez. Esa izquierda antiimperialista, militante es la que me importa desde una perspectiva nacional-bolchevique, de la que fueran exponentes: Ernst Niekisch, Ernst von Salom y Ernst Jünger, las tres E malditas de la revuelta radical contra la usorocracia de la Konservative Revolution alemana, lo más opuesto al sentido común y a la hipocresía de los intereses materiales. Hoy la izquierda apócrifa, dependiente del Consenso de Washington, es expuesta como un progreso respecto a la verdadera izquierda que sería anacrónica por ser antimundialista y buscadora de destinos propios, revolucionaria y del todo políticamente incorrecta como lo son Cuba, Venezuela y Bolivia. El punto del pudridero más acumulativo por plusvalía política lo sería Brasil, Argentina con sus dudas y sobre todo Chile, con su neomatriarca light y su gabiene de yupiies, la antisexy y botijona, presidenta, por la gracia del voto anónimo, Verónica Michelle Bachelet. Bachelet es el continuismo del esquema de explotación neoliberal, su biografía es la sucesión de continuas abjuraciones, desde su exilio en la República Federal Alemana, el olvido de las torturas de su padre, general, apegado a Allende y su reconversión en el Fuerte McNair en Estados Unidos, donde absorbió la doctrina de seguridad hemisférica yanqui-sionista. En este sentido, López Obrador, sin tener tal raigambre ideológica linajuda-bacheleriana, pues por propia confesión las ideologías se curan con el tiempo como si fuese sarampión, en relación a su militancia en el PRI, es la reproducción nativa del fenómeno chileno, que si bien no podría ser presentada como la mujer barbuda en un circo, es suficientemente monstruosa en su andamiaje físico-dialéctico. López representa para la izquierda chichimeca el decoroso suicidio político, lo mismo que Bachelet habla de un centrismo, siervo de los dictados del poder mundialista y de la usura. López Obrador es la Bachelet travestida.
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