Los franceses le dicen NO a la Europa capitalista

   jj

El 29 de mayo el pueblo frances rechazó masivamente la Constitución de Europa: casi el 55% del electorado votó “no”, frente al 45% conseguido por el “sí” y con una participación del 70%. En las elecciones europeas de hace un año fue del 43% y en las regionales de este año fue del 65,7%. Miles de personas salieron a las calles de Francia para celebrar la victoria del “no” y exigir la dimisión de Chirac. Pero éste, en lugar de dimitir —lo que le llevaría a hacer frente a la justicia debido a varias acusaciones de corrupción— apareció ante las cámaras de televisión para anunciar un cambio de gobierno. Dos días después, el primer ministro Raffarin es destituido, convirtiéndose en el chivo expiatorio de la burguesía francesa. Esta derrota, además, reabre las luchas internas dentro de la derecha y provocará crisis importantes dentro de los dos partidos que forman la coalición de gobierno. 

La crisis se ha abierto también en el Partido Socialista Francés, que ya ha anunciado un congreso extraordinario. Durante la campaña se pudo ver la enorme división existente dentro del partido, con dos sectores bien diferenciados: por un lado el encabezado por el actual secretario general, François Hollande, defendiendo el “sí” y, por el otro, el de Laurent Fabius, que defendía el “no”, que de forma muy distorsionada se ha hecho eco del tremendo malestar social que hay en el país, sumido en una crisis económica y con un alto índice de desempleados. 

Ahora ha llegado el turno de los “analistas” políticos, que intentan explicar este descalabro de la burguesía francesa diciendo que no se trata de un “no” a la Constitución Europea sino que es un castigo a la política del gobierno de derechas francés. Todo para ocultar el fondo político de ese resultado e intentar evitar un efecto dominó en el resto de los países. Algo que no han conseguido, ya que en Holanda el “no” ha superado el 60%.

El factor fundamental que explica el “no” en Francia es el estado de movilización generalizado en el que se encuentra la población de este país desde principios de año, tanto para hacer frente a los ataques del gobierno como para exigir mejoras salariales. Esa lucha tiene que ver con el descontento que existe entre los trabajadores de toda Europa. El argumento de que los franceses han votado contra el gobierno y no contra la constitución y que, por lo tanto, “se han equivocado de urna” es una estupidez. En realidad el gobierno de Raffarin estaba poniendo en práctica lo que la constitución sanciona en su letra: privatizaciones, precarización, recorte de los gastos sociales, etc. Los trabajadores franceses han dicho “no” a todo eso.

El 80% de los trabajadores ha dicho ‘no’

Los sesudos analistas intentan hacer una similitud entre el “no” defendido por el
nacionalista Frente Nacional y el “no” defendido por los marxistas.  Pero no es real porque  el FN ha defendido el “no” basándose en una política contra la descontralada inmigración que deja sin trabajo a los propios franceses y a la política antiobrera y los ataques sociales que se están llevando a cabo en toda Europa en nombre de la UE. El “no” del Frente Nacional ha sido un voto militante, procedente sobre todo de los trabajadores y los jóvenes. 

El referéndum estuvo precedido por una enorme movilización política, cientos de miles de personas participaron en los mítines y el último debate emitido por la televisión pública francesa contó con 8 millones de espectadores. Cuanto más debate había, más aumentaba el “no”. Tampoco se puede decir, como están haciendo los medios de comunicación burgueses, que los franceses estuvieran desinformados. En Francia se han vendido más ejemplares de la constitución que en todos los países de la UE juntos y los libros a favor del “no” ocupaban los primeros lugares en las listas de ventas. 

Este resultado ha supuesto una gran conmoción para los que defienden el capitalismo salvaje en Europa —que se han sentido abruptamente deslegitimados— y provocará un terremoto político en Francia y sus ondas sísmicas se dejarán sentir en una Europa en la que la crisis económica se viene a sumar a una profunda crisis política.