La conferencia de Teherán ¿Por qué no lo hago? Porque por una parte es imposible. Como escribe el incomparable Israel Shamir, “aunque los medios mundiales hayan producido miles de artículos sobre la conferencia, (…) prácticamente ninguno de los discursos y de los estudios presentados en Teherán ha tenido espacio en los mass media”. Los participantes han sido tachados de “racistas antisemitas”, aunque en la conferencia han participado no pocos judíos, venerables rabinos con chaqueta larga y sombrero negro, desdeñados por la privatización sionista de la tragedia de la guerra mundial”. (1) En definitiva, no sabemos lo que allí se ha dicho. “Los revisionistas esperaban que sus argumentos por fin fuesen escuchados”, dice Shamir, “los organizadores creían que podían romper el tabú y llegar a millones de personas. En esto, han fracasado” Era un fracaso demasiado previsible. Y el motivo del fracaso es el que ya he dicho en el pasado, y que compendía mi posición sobre la Shoah: es que esta es el centro de la religión civil de Occidente. (2) La única religión que queda. La única religión que pretende y obtiene un culto público y obligatorio. La única que obtiene el castigo de sus herejes y de sus incrédulos.
Israel Shamir dice lo
mismo, equiparando la “versión oficial del Holocausto” con las tablas de la
Ley que Dios dio a Moisés. No se podría decir mejor. Él puede decirlo porque es hebreo de nacimiento, aunque hoy sea cristiano. Si lo dijera otro, sería expuesto a la acusación de insensibilidad hacia quienes sufren y hacia las víctimas de entonces. Otro gran hebreo, Israel Shahak, me relató un episodio terrible de cuando era niño, de trece años, hambriento, en el gueto de Varsovia ocupado por los alemanes. “Nuestra resistencia mató un día a disparos de metralleta a un enemigo. Nosotros, aquellos niños, salimos a la calle y bailamos alrededor del cadáver”.
Luego añade: “Aquel
criminal era un hebreo. En el gueto, nunca hemos visto un solo SS: eran los
jefes judíos quienes seleccionaban para las SS quien de entre nosotros
tenía que ser deportado”.
Son cosas bien conocidas
entre los judíos; también Eichmann habló mucho de la colaboración que había
obtenido de los líderes sionistas, que fueron premiados al final enviándoles
hacia las líneas aliadas en tren, ellos y sus familias. Estos
colaboracionistas se convirtieron luego en ministros y funcionarios en
Israel; según Shahak era este el motivo por el que de la Shoah no se habló
en 1945 y sí desde 1967. Las víctimas que sobrevivieron, en Israel, callaban
el hecho moralmente indecible: que habían sido entregadas a los verdugos por
otros judíos, y precisamente por judíos que mandaban en Israel. Lo que relataba Shahak era en el fondo esto: que la Shoah “de la historia” era distinta de la “Shoah de la fe”. Uso deliberadamente estos términos de la jerga católico-protestante , porque se trata del mismo fenómeno. Los teólogos (o que tal cosa se consideran) católicos y protestantes tienden a distinguir un “Jesús de la fe” del “Jesús de la historia”. El primero es el ser fantástico descrito por la que llaman la “comunidad primitiva”, el hijo de Dios, el Resucitado de la muerte; pero ellos, que no son “primitivos” sino que se encuentran armados de todos los instrumentos de la ciencia, se las ingenian para demostrar que el “Jesús de la historia” era un pobrecico cualquiera y que no resucitó en absoluto porque nadie nunca ha resucitado. Pero he aquí la cuestión: esta distinción es posible sólo en una religión abandonada, devastada por la incredulidad general (sobre todo de sus propios teólogos) y ya no defendida por la autoridad dogmática y civil, como durante siglos fue la Iglesia. La Shoah, en cambio, es la religión vigente. La única religión pública que queda, y la única armada de los medios temporales y penales para aplastar la herejía. Porque precisamente toda “revisión” que indague en la historia y cómo fue realmente es la herejía. Las posiciones revisionistas son muchas y distintas y diferentemente moduladas: pero todas son comprendidas en la categoría del “negacionismo”, que se define como delito. Se ignora que se puede ser “revisionista” sin ser “negacionista”. Pongamos por hipótesis: se puede pensar en un revisionista que trate de sostener que los judíos internados en los lager no fueron seis millones, sino más, incluso 24 millones. Esto explicaría, pongamos, las decenas de miles de recién nacidos y lactantes que fueron internados y que hoy, todavía jóvenes, relatan con lucidez implacable lo que vivieron hace 63 años. Pero también esto sería tachado de “negacionismo”.
Porque los seis millones
es el número “que la fe nos propone para que creamos”, por retomar
una expresión de la Iglesia ya abandonada. Por esto me entristezco por la conferencia de Teherán: los venerables rabinos son los de Naturei Karta, y sé lo que han ido a decir: que la persecución es consecuencia de la infidelidad de Israel, y el estado sionista es la encarnación misma de esta infidelidad a Dios, la falsificación del Reino fundada sobre la sangre y sobre el engaño y será el preludio de otras persecuciones. Pero todo lo que han obtenido, los queridos rabinos, es que en Israel estén tomando procedimientos en su contra. Hay quien quiere expulsarles; ciertamente, serán perseguidos. Y me entristezco por Faurisson: en Francia están preparándole el enésimo proceso penal por lo que ha dicho en Teherán- y que no sabemos lo que es. Y es obvio porqué no sabemos lo que los revisionistas han dicho en Teherán. Los medios no han transmitido ni una sola de sus palabras porque aunque sólo fuera una frase habría infectado los periódicos con su sacrilegio. Del mismo modo, de los herejes del pasado no sabemos verdaderamente nada. Lo que dijeron Pelagio o Arrio, lo sabemos sólo por vía indirecta, por las obras de los teólogos que les combatieron. Sus obras han sido borradas, perdidas. Sabemos sólo lo que sus adversarios pensaban de ellos y de sus doctrinas. Así, forma parte de la dogmática la imposición de creer en la “unicidad” del holocausto. No basta con que creáis que el holocausto existió. También tenéis que vetaros el proyectarlo sobre el trasfondo de la inmensa tragedia del siglo XX; no podéis situarlo junto a los seis millones de polacos muertos, junto a los 22 millones de soviéticos entre los cuales 7 millones de civiles asesinados en la guerra, junto a los ochocientos mil alemanes a quienes Eisenhower dejó morir en sus campos de concentración “después” de la guerra, de los trescientos mil cosacos que se rindieron a los ingleses y que estos entregaron a Stalin, hombres, mujeres y niños, masacrados hasta el último. No. Porque estos son “hechos” profanos. Los seis millones de judíos (ni uno más ni uno menos) no son un hecho investigable: son historia sagrada.
Y la historia sagrada es “única”
por definición, el mito fundador. Así hacen mal los revisionistas al andarse con sutilezas sobre las cámaras de gas, si existieron o no. Aquí entra en juego el símbolo, tan potente en la Escritura mosaica, de la “víctima sofocada”, aquella cuyas carnes está prohibido comer. La víctima-tabú, sacrificada del modo más ilícito. ¿Qué queréis discutir aquí? ¿Cómo os atrevéis si el mismo Papa no pone en duda la única religión que queda y cumple con los actos cultuales que esta prescribe? La pone en cuestión en cuanto religión Gabriel Ash citado por Shamir: “La lección del holocausto sirve para justificar… la ocupación genocida de Iraq, el bombardeo alfombrado israelí sobre Beirut, la futura guerra nuclear contra Irán…el holocausto es una divinidad partidista que, de una vez para siempre, nos bendice a “nosotros” y les maldice a “ellos”, mientras, al mismo tiempo, exige ser adorada por toda la humanidad en el nombre de toda la humanidad” Así es: la víctima colectiva, purificada de una vez por todas por el sacrificio absoluto, ha devenido para siempre impecable. Y puede cumplir impunemente los actos de los que ha acusado al Reich, los genocidios, la expansión cruel, la impiedad inhumana, la deshumanizació n del adversario, el odio hacia todos los goim, la sed de dominio sobre las razas inferiores y el ejercicio de este dominio sin ningún límite, ni siquiera la vergüenza. Por
esto hay que decir que el fascismo o el nazismo fueron “el mal absoluto”:
de modo que toda maldad judía se convierta así en algo relativo. (3) Nosotros, los goim, no. Y el
porqué lo dice claro Shamir: “A los gobernantes británicos,
franceses, americanos, alemanes y rusos les importan muy poco las víctimas
de una guerra que sucedió hace tiempo, ya fuesen judías o no; éstos pagan
el tributo al holocausto del mismo modo que las naciones vencidas pagan el
tributo a su conquistador” . Y espero
la liberación de esta esclavitud. Y también: “La Verdad os hará libres”. Sé que el padre de la mentira tiene el tiempo contado, y por esto se lanza sobre el mundo como el león sobre la gacela herida: porque “sabe que le queda poco tiempo”. La liberación liberará también a los judíos: la elevación de la shoah a religión pública y obligatoria- que no implica ni requiere la fe interior, sino sólo actos exteriores de sujeción- les ha privado de su legítimo dolor; les impide examinar la terrible ambigüedad de la “shoah de la historia”; también ellos deben fingir que creen en la “shoah de la fe” y postergar la condena de los propios judíos que les seleccionaron y les enviaron al matadero. También ellos son esclavos de la falsa religión anticrística.
Pero “la Verdad os hará libres”. |