NOVEDOSA
MERCANCÍA
por
Alberto Morlachetti
Agencia
Pelota de Trapo - http://www.pelotadetrapo.org.ar/
(APe).-
La basura se ha convertido en un valor sagrado. No se puede tirar
cuando uno quiera ni donde uno quiera, no se la puede mezclar como
si careciese de categorías, es decir no se la puede abandonar a
su suerte simplemente porque tiene propietarios.
El deber de no desperdiciar los residuos se ha convertido en un
mandato cívico y las plantas de reciclaje son una nota de
necesidad y buen gusto. Macri
fue uno de los precursores del fuerte amor por los desechos y de
la importancia de los detritus urbanos y de su transformación en
mercancía cuando manifestaba hace unos años: “Es
tan delito robar la basura como robar a un señor de la
esquina”.
El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires el 26 de septiembre aprobó
una resolución fijando requisitos y normas punitivas para la
recolección de residuos. Obliga a los cartoneros a usar pechera,
guantes, cinta refractaria y una credencial para poder
alimentarse. El azote de los gobernantes debe castigar lo necesario
para que el crimen -de los que quieren comer- no vuelva a
comenzar.
Pocas cosas han logrado mejor acogida que este movimiento de
respeto a lo que hasta hace poco era tenido por mierda. Esto vale
no sólo para los excrementos materiales, también puede aplicarse
a los seres
vivos de nuestras ciudades considerados “despojos”, excluidos
o “inútiles para el mundo”.
Zonas de escaras donde la vida duele y luce desprolijamente como
saldos de ocasión que esperanzan a la muerte.
El tratamiento de las zonas donde se apila la basura humana -donde
la vida es un viento frío de orfandades o un hálito de
flores derrotadas- las políticas de Estado o privadas no
tratarán de aliviarlas sino de reciclarlas
con ayudas humanitarias: subsidios
de caridades o una maratón televisiva, un Sol para los Chicos,
Bailando por un Sueño o un concierto a toda orquesta que intentan
cambiar su dignidad por un “flaco plato de sopa” que
transforma la pobreza en materia productiva.
Los niños cartoneros saben que el único prodigio que tienen es
la vida y se la están gastando hasta dejarlas como “osamentas
frágiles de pájaros sin nido”. La noche -mientras tanto-
seguirá inventando claros de luna y los pibes volverán por lo
que es suyo, por lo que les toca: hambre,
corazón y lágrimas saltándole en los dientes.
Los echarán una y otra vez cuando vayan por la basura hasta que
se amotinen las horas.
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