MILAGRO:  UN CURA SE ACORDÓ DE PERÓN

por Alberto Buela

 

Es sabido por todos la tensión que ha existido siempre entre Perón y la Iglesia. Así cuando el peronismo se va gestando como un gran movimiento nacional de masas, la Iglesia había inventado la democracia cristiana, que en Nuestra América prendió en dos países: Chile y Venezuela, pues carecían ambos de grandes movimientos nacionales de masas.

La democracia cristiana no prendió en Bolivia pues estaba el MNR (movimiento nacionalista revolucionario de Paz Estensoro) ni el Brasil donde regía Getulio Vargas, ni en Colombia donde estaban los seguidores de Eliécer Gaitán, ni en Perú donde las masas seguían al Apra de Haya de la Torre. Mientras que Ecuador, Paraguay y Uruguay, dadas sus dimensiones y su escasa significación, no contaban en América del Sur.

Y en Argentina estaba el peronismo, que con todas sus fallas y falencias educó a dos generaciones de argentinos y marcó de una vez y para siempre la autoconciencia de un pueblo. Se sea o no, peronista. Así, la conciencia de libertad y de preferencia de sí mismo que posee el pueblo argentino es algo que no se encuentra fácilmente en otros pueblos, y esto es porque por acá pasó Juan Domingo Perón y su prédica: justicia social, independencia económica, soberanía política y nacionalismo cultural.

Hubo es cierto, y Perón lo reconoció infinidad de veces “una cabal coincidencia entre nuestra concepción del hombre, del mundo, de la justicia social y los principios esenciales de la Iglesia.” (1) Los roces entre ambos surgieron en la vida política práctica de todos los días y en los intereses de los poderes indirectos (ej. La masonería de la época) quienes azuzaron las diferencias y los encontronazos.

En fin, los estudiosos del peronismo, los peronólogos, ya han escrito cientos de libros sobre el tema, nosotros solo queremos recoger en este breve comentario que:

El domingo primero de julio, aniversario de la muerte del General, fuimos a misa, cosa que hacemos cada muerte de obispo, en nuestro pueblito de Atalaya que no pasa de quinientos habitantes y el cura, ante docena y media de feligreses, más no éramos, entre los nombres de los vecinos por los que se pidió un ruego, nombró en anteúltimo lugar a: Juan Domingo Perón.

¡Chapeau al curita!. Nadie le pagó, nadie lo contrató, motu proprio rogó por el descanso eterno del General. Es la primera vez en tantos años que me sucede una cosa semejante. Bienvenidos sean los curas no prejuiciados ni prejuiciosos del peronismo. Es una buena evidencia que las heridas se han ido restañando con el tiempo. Esperemos que desde el peronismo hagamos lo propio con la Iglesia que bastante cascoteada viene en estos tiempos, por los poderes indirectos. Claro está, ahora no ya por la vieja y caduca masonería sino por grupos de poder mucho más jodidos y muchísimo más poderosos. 

 

(1) Perón: Modelo Argentino para el proyecto nacional, parágrafo La Iglesia, p. 135