¿KIRCHNER
MONTONERO?
por
Seprin.com
El análisis político y económico de los
doctores Vicente Massot y Agustín Monteverde
La idea de que el gobierno del presidente
Néstor Kirchner es montonero no resulta nueva.
Desde el mismo momento en que el santacruceño recibió el bastón de mando de
manos de Eduardo Duhalde y comenzó su gestión, rodeándose de ex–miembros de
la citada organización terrorista, no fueron pocos los que creyeron ver en
la actual administración una marcada tendencia setentista, tanto más notable
cuanto que contrastaba nítidamente con la ausencia de todo reivindicación
—por parte de Kirchner, en sus años de gobernador de Santa Cruz— de los
desaparecidos, los derechos humanos, la guerra revolucionaria y otros
tópicos distintivos de las izquierdas y del progresismo en general.
¿Es este un gobierno montonero? La pregunta,
que se las trae, necesita ser contestada sin cortapisas. Pero la respuesta,
a la vez, requiere algún prólogo.
Hay quienes suponen que, por el solo hecho de haber convocado a colaborar en
la función pública a distintos integrantes de la banda que hace más de
treinta años lideraba Mario Firmenich, Néstor Kirchner merece ese
calificativo.
Claro que una visión semejante parece pasar por alto que Carlos Menem, en su
momento, también tuvo entre los integrantes de su staff de colaboradores a
varios ex–guerrilleros. Por tanto, carece de sentido sostener que el
gobierno presente es montonero en razón de que Rafael Bielsa —otrora
ministro de Relaciones Exteriores— tanto como su sucesor, Jorge Taiana, al
igual que el diputado oficialista Miguel Bonasso y tantos más, pueblan sus
filas. Al fin y al cabo, no sólo Taiana sino también Bielsa —cierto que en
una función poco significativa— estuvieron en la administración menemista.
Hay otros, todavía más exagerados, que estarían dispuestos a jurar por lo
más preciado que en algunas de las organizaciones piqueteras que existen —de
manera especial en la que lidera Luis D’Elía— hay una cierta semejanza con
la organización Montoneros. No es que las consideren facciones idénticas,
aunque puntualizan no sin marcada preocupación, que en el clima de violencia
que se vive en la Argentina y en las formas prepotentes que caracterizan al
mencionado mandamás piquetero, anida el espíritu de los montoneros. La
comparación, sin embargo, tiene algo —por no decir mucho— de forzada. Es
cierto que la prácticas dignas de una patota callejera que acostumbra
desenvolver contra sus adversarios Luis D’Elía nada tienen de civilizadas.
No lo es menos que, aún en la inaudita toma de la comisaría de La Boca —el
hecho de violencia más sonado que protagonizara el hoy subsecretario
kirchnerista— no hubo un plan orquestado para secuestrar armas o matar
policías. Confundir a D’Elia o a cualquier otro de su especie con Firmenich
o Quieto no resiste ningún análisis serio. El abismo que los separa —y sería
inconcebible no reparar en ello— es la disposición de matar y de morir,
característica de los subversivos setentistas, por completo desconocida en
los aprovechados piqueteros oficialistas. No hay punto de comparación entre
un pasamontañas y un garrote con una ametralladora. Por fin, están los que
se dejan atrapar por cierto discurso setentista del santacruceño respecto de
nuestro pasado. Para éstos, cuando Kirchner reivindica a los 30.000
desaparecidos y, sin matices de ningún tipo, considera que con ellos cayó lo
mejor de la juventud argentina, lo que está haciendo es lo mismo que los
montoneros.
Bastan las simpatías intelectuales del presidente para convertirlo en un
montonero treinta años después.¿Que Horacio Verbitsky tiene arte y parte en
el trazado de la política militar y en la designación de determinados
funcionarios? Es verdad. ¿Qué Miguel Bonasso le parece al matrimonio
Kirchner un escritor de primera? Es verdad. ¿Qué Carlos Kunkel es una suerte
de lenguaraz presidencial que muchas veces anticipa lo que su jefe no puede
decir en público? También es verdad. Aunque tamañas certezas y muchas otras
por el estilo, que podrían enunciarse casi sin solución de continuidad, lo
único que demuestran es que, efectivamente, éste es un gobierno que ha
recepcionado en su seno a muchos miembros del ERP y de Montoneros en una
gestión que, lejos de buscar la reconciliación nacional ha tratado de
exacerbar los odios todavía latentes entre los argentinos. Que haya
montoneros en esta administración y que la visión en determinadas cuestiones
públicas sea coincidente con la que expresan quienes hace tres décadas
pertenecieron a esas bandas armadas revolucionarias, no cierra la cuestión
planteada ni mucho menos. Entre otras razones porque no todos los montoneros
de ayer piensan hoy lo mismo que en 1970. Si fuese por las líneas de
razonamiento que acabamos de enumerar a grandes rasgos, habría que decir que
Lula o quienes acompañan a Michelle Bachelet en Chile son marxistas en
virtud de su pasada militancia. Bien está no olvidar los orígenes de los
actores políticos a condición de saber que las fotografías —sobre todo si
son antiguas— resultan menos importantes que la película que refleja, en
movimiento, su pasado y su presente.
Y sus conmilitones, que algo todavía conservan de su militancia juvenil, lo
guardan celosamente en algún lugar del corazón. La impronta montonera se
transparenta en la metodología de jugar continuamente a todo o nada .
Kirchner, como animal político, busca sólo el poder y en esa búsqueda
confronta sin medir riesgos. Cuando nos preguntamos porqué permite que D’Elía
haga tal o cual cosa; cuando avala los aprietes de Guillermo Moreno a los
empresarios; cuando embiste al mismo tiempo contra las Fuerzas Armadas, la
Iglesia y los empresarios, lo que hay que tener presente es que desconoce
los grises. Si no se entiende la metodología es inútil tratar de contestar
el porqué de sus decisiones. Esta en su naturaleza. De la misma manera que
estaba en la naturaleza del todo o nada matarlo a Rucci y tirárselo al
General para que se diese cuenta de quiénes tenían los fierros, o pasar a la
clandestinidad y buscar el golpe militar conforme a la idea de que “cuanto
peor, mejor”. Solo en la convicción de que siempre hay que apostar a todo o
nada el gobierno de Kirchner se parece a la organización Montoneros. Nada
más. |