Denuncia
contra Montoneros por Crímenes de Lesa Humanidad
PRESENTA
DENUNCIA POR CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD. SOLICITA REACTIVACIÓN DE
CAUSAS
Señor
Juez:
ANA
MARIA CAROLINA LUCIONI, por mi propio derecho, con domicilio real en
-- y constituyéndolo legal en Esmeralda 1376, piso 4 (Estudio del Dr.
Bernardo Menéndez) con el patrocinio letrado del Dr. Edgardo Frola
– T 34 F. 672 – a V. S. me presento y digo:
I.
OBJETO DE ESTA PRESENTACIÓN
Que
vengo a presentar formal denuncia contra todas aquellas personas que
hayan estado vinculadas con la organización terrorista
“Montoneros”, y que serán mencionadas a lo largo de esta
presentación por asociación ilícita y por la participación que
hubieran tenido directa o indirectamente en la serie de asesinatos,
secuestros, toma de rehenes y otros hechos cometidos por ese grupo, a
partir del 25 de mayo de 1973, de acuerdo con las constancias y
fundamentos que se enuncian a continuación.
Asimismo,
solicito la reactivación de todas las causas en las que se hubiere
decretado sobreseimiento o, simplemente, hubieren finalizado merced a
indultos, habida cuenta que los delitos cometidos por la citada
organización constituyen crímenes de lesa humanidad, como
seguidamente se demostrará.
También
solicito la reapertura de todas las causas en las que se hubieren
decretado indultos en favor de la organización “Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP)” y “Partido Revolucionario de los
Trabajadores (PRT)”, requiriendo sean imputados los miembros de esas
organizaciones que no hubieren sido sometidos a juicio, por la comisión
de delitos que también deben considerarse de lesa humanidad, conforme
los argumentos que se exponen seguidamente.
Que
esta presentación la efectúo a pesar de mi opinión personal acerca
del valor absoluto de la irretroactividad de la ley penal, habida
cuenta que la Corte Suprema de Justicia y otros tribunales han
violentado ese principio para los casos de juzgamiento de militares,
en orden a la lucha contra la subversión en la década del ’70, por
una cuestión de elemental igualdad ante la ley, que demanda el artículo
16 de la Constitución Nacional, se impone el juzgamiento de quienes
han sido nada menos que los agresores en esa contienda. De lo
contrario, llegaríamos al absurdo de contemplar que la ley penal
puede o no ser aplicada de manera retroactiva, según la ideología o
posición política de aquellos a quienes se pretende imputar.
Si
la retroactividad de la ley penal es injusta, más injusto resulta que
se aplique exclusivamente contra una sola de las partes de una
contienda y la otra quede preservada para siempre.
II.
EVIDENCIAS DE LA RELACIÓN “MONTONEROS” – ESTADO NACIONAL Y
PROVINCIAL
La
jurisprudencia de nuestros tribunales demanda, hasta ahora, para que
un delito sea considerado en la categoría de crimen de lesa humanidad
y tenga carácter imprescriptible, la relación con un Estado Nacional
o extranjero que haya de algún modo intervenido o ayudado en su
comisión. No compartimos esa limitación, como más adelante lo
expondremos brevemente; pero aun si aceptamos ese estrecho criterio,
existen pruebas que vinculan a la organización Montoneros con el
Estado nacional argentino y con el gobierno de la Provincia de Buenos
Aires, entre 1973 y 1974.
•
Evidencia Nº 1
En
su libro “Diario de un clandestino”, el señor Miguel Bonasso
reconoce expresamente que hacía inteligencia para la organización
Montoneros, mientras trabajaba para la Presidencia de la República,
en 1973 [1]. Los párrafos correspondientes a tal admisión dicen
textualmente:
“(Fines
de mayo y primeros días de junio de 1973) Ya está: por primera vez
en mi vida soy oficialista y trabajo en la Presidencia de la República.
Mario Cámpora me convocó y me dijo que su tío quería tenerme cerca
porque venían momentos complicados. Me muevo como asesor libre,
aunque reviste formalmente en la Secretaría de Prensa que ocupa el
veterano José María Castiñeira de Dios. Allí, uno de sus segundos,
el periodista profesional Oscar García Rey (que nunca fue peronista y
está allí respondiendo a José Gelbard) me pide que organice un
grupo de ‘inteligencia’. Le digo que sí, por supuesto y me cago
de risa. O el tipo es un cabrón y me está gastando porque sabe algo
o es un gil a la acuarela. Porque yo ya realizo tareas de inteligencia
pero para la Organización Montoneros.
(…)
“En la Organización Montoneros, hay un nuevo ámbito ‘de
gobierno’, para atender a los compañeros que nos movemos en esta
difícil ‘superestructura’. No debería ni pensarlo, pero me dio
en los huevos encontrarme allí a un oportunista que hace seis meses
era del PRT-ERP y se burlaba de Dardo y de mí, diciendo que no sabía
si defendíamos al socialismo nacional o al nacional socialismo y
ahora –que es tan cómodo y vistoso- ha decidido ‘encuadrarse’
en Montoneros. O, mejor dicho, en el funcionariado montonero”. [2]
Ese
“funcionariado montonero”, del que habla Bonasso, llegó hasta tal
nivel de poder que incluso los montoneros expulsaron del Ministerio de
Educación a sus propios compañeros que adhirieron al grupo “JP
Lealtad” o “Montoneros Lealtad”, como lo relatan Eduardo Anguita
y Martín Caparrós en su libro: “La Voluntad”. Según esa
descripción, la orden llegó desde la cúpula misma de Montoneros y
los funcionarios que ejercían la autoridad formal no podían resistir
la directiva. [3]
Como
V.S. puede fácilmente observar, del reconocimiento de Bonasso y demás
bibliografía citada, se desprenden las siguientes conclusiones:
a)
El señor Miguel Bonasso trabajaba para la Presidencia de la República,
a partir de mayo de 1973.
b)
Desde ese cargo, hacía inteligencia para “Montoneros”
c)
Había un funcionario del E.R.P. trabajando para la presidencia.
d)
Había ya no un funcionario, sino un “funcionariado montonero”,
como expresamente lo admite el autor.
e)
La coordinación entre ese “funcionariado” y la organización
terrorista era tan estrecha que “Montoneros” había creado un ámbito
para atender a “sus hombres” en el gobierno y, además, la
organización terrorista tenía verdadero poder sobre áreas de la
administración. Por si existiera alguna duda, el capítulo citado se
titula “EL GABINETE DE LOS MONTONEROS”.
•
Evidencia Nº 2
Esas
tareas de inteligencia involucraban –entre otras cosas- escuchas
telefónicas realizadas por el grupo, como surge de la conjunción de
párrafos de dos libros de Bonasso. En el mismo capítulo del libro
“Diario de un clandestino” citado en la “Evidencia Nº 1”,
precisamente en un párrafo situado entre los dos que fueron
transcriptos, y separado aquí por razones metodológicas, el señor
Bonasso dice:
“Al
mismo tiempo, ando cerca de otro grupo interesante que se reúne en el
Ministerio del Interior, en torno de dos subsecretarios muy piolas:
Domingo Mercante, hijo del mitológico coronel Mercante a quien en los
cuarenta llamaban ‘el corazón de Perón’, y el excelente jurista
Leopoldo ‘Polo’ Schiffrin. Por allí andan también tres
destacados colegas: el Perro Verbitsky, Luis Guagnini y Pablo
Piacentini, que es secretario de prensa del ministro del Interior,
Esteban Righi, para quien escribe un excelente discurso dirigido a los
jefes de la Policía Federal, condenando la tortura.” [4]
Por otro lado, en su
libro “El presidente que no fue”, al describir la confrontación
de Ezeiza, durante el arribo de Perón, y un diálogo con la viuda de
John William Cooke, Bonasso escribe:
“…Walsh
opinaba exactamente lo mismo. Ayudado por el ‘Perro’, había hecho
‘escuchas’ antes, durante y después de Ezeiza, para tratar de
hacer entender a la conducción de FAR y Montoneros lo que se estaba
cocinando a nivel de contrainsurgencia y que no se detenía así nomás,
sólo exhibiendo capacidad de movilización”. [5]
Por tanto, de las
citas transcriptas de los libros “Diario de un clandestino” y
“El presidente que no fue”, ambas referidas al período
“mayo-junio” de 1973, surge:
a)
Que las tareas de inteligencia eran compartidas con Rodolfo Walsh y
Horacio Verbitsky (“el Perro”)
b)
Que, como mínimo, Verbitsky pertenecía a un grupo centrado en el
Ministerio del Interior, al que se integraba también Bonasso
c)
Que Walsh y Verbitsky hacían escuchas telefónicas para esa época,
por otro lado, no constituye un secreto que Walsh y Verbitsky pertenecían
al área de “inteligencia” de Montoneros.
Además de esto, está
claro que los miembros de Montoneros colaboraban con dinero obtenido
de sus sueldos en el Estado en favor de las arcas de esa organización
terrorista, como surge –entre otros elementos- del libro La
Voluntad, de Eduardo Anguita y Martín Caparrós, al referirse a tres
“guerrilleros notorios”, asesores de Mario Kestelboin en la
facultad de Derecho, durante la presidencia de Cámpora; lo cual
implica –además- financiamiento del terrorismo y es contrario a la
convención internacional que pide reprimir esa actividad.[6]
•
Evidencia Nº 3
Juan
Gasparini, primero militante de las FAR y después de Montoneros,
escribió –entre otras obras- el libro: “Montoneros: final de
cuentas”. Al tiempo de la publicación, según la portada del libro,
el autor trabajaba como periodista independiente desde Suiza y estaba
acreditado como corresponsal de las Naciones Unidas en Ginebra.
En
la obra citada, transcribe una autocrítica de Enrique Gorriarán
Merlo, realizada en un reportaje para la Agencia Latinoamericana de
Información, en Cali, Colombia, 1984, en la que el terrorista del ERP
sostiene que la lucha armada de esa organización, durante el gobierno
democrático nacido en 1973, “fue utilizada por parte de los
derechistas para adelantar el desplazamiento de sectores positivos del
aparato del Estado como fue el caso de Oscar Bidegain (obligado a
renunciar a la gobernación de Buenos Aires después del copamiento de
la Unidad Militar de Azul) y el de Julio Troxler, en aquel momento
subjefe de la Policía de Buenos Aires”.[7]
Como
V.S. puede ver, Gorriarán Merlo se lamenta de haber contribuido al
desplazamiento de Bidegain y Troxler del “aparato del Estado”. Tal
vinculación entre las acciones del ERP y la renuncia de Bidegain y
Troxler fue incluso consignada por el propio Gorriarán Merlo en su
libro “Memorias de Enrique Gorriarán Merlo – De los setenta a La
Tablada”, donde el guerrillero del ERP señala que el ataque al
regimiento de Azul “fue el argumento que utilizó el gobierno para
pedirle la renuncia a Oscar Bidegain, el gobernador de la provincia de
Buenos Aires. En ese momento, Julio Troxler –que era uno de los
sobrevivientes de los fusilamientos de José León Suárez- era
subjefe de la policía de la Provincia de Buenos Aires”. Y agrega:
“Directamente
Perón habló después de lo de Azul y acusó a Bidegain de haber
favorecido la acción”. [8]
Los
diarios de la época indican que efectivamente Perón culpó a
Bidegain –quien además tenía su casa en Azul- por lo ocurrido.
Los
hechos y las propias palabras de Bonasso en el ya citado libro:
“Diario de un clandestino”, parecen mostrar que las sospechas de
Perón no estaban centradas en una mera negligencia del entonces
gobernador de Buenos Aires. En efecto, Bonasso relata en esa obra que
Bidegain participó activamente de una reunión del Consejo Superior
de Montoneros, realizada en Managua, durante la revolución sandinista
(abril de 1980), y que propuso incluso pasar ciertas cuestiones a
votación, como efectivamente se hizo.[9] Además, él mismo era
miembro del Consejo Superior de Montoneros.
Por otro lado,
Eduardo Zamorano, en su libro: “Peronistas revolucionarios”,
revela que Troxler impartía entrenamiento militar a los Montoneros:
“Pero seguramente lo que más molestó a Perón, aquello que activó
sus alarmas de viejo militar, fue el proyecto de las ‘milicias
populares’.
“Es
sabido que el Delegado de la Juventud, Rodolfo Galimberti, se desdijo
rápidamente de su exabrupto y, para mayor humillación, fue
destituido de su cargo.
“Menos
conocido es que el proyecto no por eso fue desactivado.
“Montoneros
comenzó a brindar instrucción militar masiva a todos sus cuadros.
Ello se extendió incluso a los ‘aspirantes’.
“En
las agrupaciones políticas la formación militar abarcaba el ‘orden
cerrado’ y la organización por pelotones de cinco personas.
“El
manual militar tenía como guía la instrucción que recibían las
tropas de infantería de las fuerzas armadas regulares, incorporándose
los elementos acordes con la especificidad de la situación.
“Los
campamentos y las actividades desarrolladas en ellos, si bien
procuraban una cierta discreción, no eran clandestinos; en la
provincia de Buenos Aires, el Sub-Jefe de la Policía –Troxler-
conocía y facilitaba estos emprendimientos”.[10]
Más aún, José Amorín,
otro ex montonero, en su libro: “Montoneros: La buena historia”,
revela que las armas que utilizó la organización para asesinar a José
Ignacio Rucci fueron transportadas por Gustavo Lafleur, por orden de
Roqué, “en un auto oficial del gobierno de la provincia de Buenos
Aires” [11]. Este dato, que ya de por sí es
indicio suficiente de complicidad de ese gobierno con el asesinato,
podría indicar también que las propias armas fueron proporcionadas
por el Estado bonaerense.
Pero
además, también Bonasso publicó que “en 1973 Juan Carlos ocupó
un cargo formal en el gobierno de la provincia de Buenos Aires que
conducía Oscar Bidegain. El puesto era sólo una tapadera de
su real actividad: la conducción de la columna La Plata de
Montoneros”. [12]
Son
varias las pruebas de este género que ofrece Bonasso. En otra parte
del mismo libro revela:
“En
una reunión con mi ‘respo’ [es decir: el responsable, el superior
de Bonasso], el Cabezón Habegger, y con el Pinguli, trasmito
alborozado la buena nueva. Pinguli, en su estilo parco e introvertido,
se muestra complacido y establece que el Cabezón va a supervisar los
preparativos. Tiene credenciales para hacerlo: ha sido el responsable
del Operativo Dorrego donde la Juventud Peronista desarrolló una
tarea de asistencia a la comunidad junto con el Ejército, ha
conducido detrás de las bambalinas a los cuadros que trabajaron en la
gobernación de Oscar Bidegain y tiene muy buenas relaciones con el
empresario Miguel Nazar, que conduce la CGE bonaerense”. [13] (el
subrayado es mío).
En
conclusión:
a)
Entre 1973 y 1974, hubo un gobernador de la Provincia de Buenos Aires
–Oscar Bidegain- que pertenecía a la organización Montoneros,
integraba su Consejo Superior, participó de sus decisiones y, como mínimo,
resultaba confiable para otras organizaciones terroristas; además de
la acusación elíptica de Perón sobre su complicidad en acciones
como el ataque al Regimiento de Azul.
b)
Simultáneamente, hubo un Sub-Jefe de la Policía de la Provincia de
Buenos Aires –Julio Troxler- designado por el propio Bidegain, quien
no sólo era confiable para las organizaciones terroristas sino que
les facilitaba campos de entrenamiento e instrucción militar.
c)
Esa instrucción militar se impartía a todos los miembros de
Montoneros, sin excepción.
d)
El apoyo logístico bonaerense se extendía incluso a los atentados,
como el asesinato de José Ignacio Rucci, para el cual el gobierno de
la provincia de Buenos Aires proveyó, como mínimo, un auto oficial.
e)
El gobierno de la Provincia de Buenos Aires funcionaba como cobertura
y apoyo de las actividades terroristas, muchos de sus cuadros estaban
insertados en el escalafón bonaerense.
III.
EVIDENCIAS DE LA RELACIÓN “MONTONEROS” – ESTADOS EXTRANJEROS
Aun
en el estrecho contexto limitado por la jurisprudencia argentina hasta
el momento, para considerar a un delito entre los crímenes de lesa
humanidad, la participación de un Estado extranjero resulta
determinante. Así se ha decidido en el caso de Arancibia Clavel y
también en la reciente resolución sobre el atentado contra la AMIA.
En
orden a ese criterio, abundan pruebas que demuestran la relación de
la organización terrorista Montoneros con Estados extranjeros, como
el Líbano y Cuba, y con la Organización para la Liberación
Palestina, la cual estaba estrechamente vinculada con el estado libanés
y era poseedora de status propio en las Naciones Unidas.
•
Evidencia Nº 4
En
el profusamente difundido libro de Marcelo Larraquy: “Fuimos
soldados – Historia secreta de la contraofensiva montonera”, hay
decenas de citas que demuestran la estrecha cooperación entre
Montoneros, el Líbano y la OLP, en ambas direcciones; es decir, tanto
para la comisión de actos terroristas en la Argentina como contra
blancos israelíes.
La
colaboración llegaba a tal punto que los Montoneros recibían
instrucción militar y contaban con campos de entrenamiento en el Líbano
y, por su lado, montaron allí –con tecnología y asistencia tecnológica
propia- una fábrica de explosivos plásticos (que, naturalmente,
estaban destinados a cometer atentados en Israel y contra blancos judíos
en el mundo).
Así,
el libro citado describe que “Mendizábal [miembro de la conducción
montonera] acababa de hacer pública la alianza entre Montoneros y la
OLP en una conferencia de prensa en Beirut. La revista Cambio/16 había
recogido el tema en un artículo. Allí Mendizábal revelaba que había
instalado una fábrica de explosivos plásticos al servicio de la OLP
y los árabes pusieron sus instructores militares para los montoneros
que comenzaban a entrenarse en El Líbano”. [14]
Más
adelante, se confirma este acuerdo con algunos detalles más:
“Montoneros
se estableció en Beirut en el año 1977, después de cuatro años de
relaciones con la Organización de Liberación Palestina (OLP). Al
principio fueron contactos políticos con un delegado palestino en
Europa, luego se firmaron acuerdos de logística, documentación y
transporte de armas. Finalmente la cooperación mutua se hizo pública
en mayo de 1977 cuando el líder árabe Yasser Arafat recibió en
Beirut a los comandantes Mario Firmenich y Fernando Vaca Narvaja.
Montoneros, que sumaba el apoyo internacional de partidos y
organizaciones socialdemócratas y de izquierda, presentó la foto
como una victoria política.
“El
acuerdo con los árabes tenía una cláusula secreta: su aspecto
militar. La OLP, a través de su fracción interna Al Fatah, ofrecía
campos de entrenamiento, instructores militares y misiles RPG7, entre
otros armamentos. Montoneros, por su parte, instalaría en el sur del
Líbano una fábrica de explosivos plásticos cuya producción quedaría
bajo el mando de un técnico argentino, un ingeniero químico que
contaba con un doctorado en explosivos en el exterior. A un año y
medio de la firma, en septiembre de 1978, los acuerdos se estaban
cumpliendo…” [15]
Esto significa que
los miembros de la organización Montoneros son responsables no sólo
por los crímenes cometidos en la Argentina sino también por muchos
de los crímenes que las organizaciones terroristas islámicas
hubieran cometido en el exterior contra objetivos israelíes o
estadounidenses, con explosivos fabricados por ellos y con
conocimiento expreso de los fines a los que esos explosivos estarían
destinados.
Abundan
las referencias al apoyo de Estados extranjeros de Oriente Medio:
“Las
tropas de Infantería vivieron en forma clandestina durante tres meses
en Buenos Aires diseñando las acciones militares que luego llevarían
a cabo, pero antes se habían instruido durante otros tres meses en
Medio Oriente. Había tres bases de entrenamiento, dos en El Líbano y
otra en Siria, para la preparación de tres pelotones. Una de las
bases estaba ubicada en Damour, una aldea a 24 kilómetros al sur de
Beirut, situado sobre una costa rocosa del mar Mediterráneo, que había
sido ocupada por los palestinos en 1976, después de desalojar a los
cristianos.
(…)
“Después,
en la casa o fuera de ella, dos instructores árabes que hablaban inglés
–y un montonero que con la ayuda de un diccionario traducía sus
palabras al español- los interiorizaban sobre el armado, uso y
manipulación de explosivos, les enseñaban a proteger las posiciones
y a ensayar los desplazamientos adecuados para tomar un
territorio…”[16]
En otras partes del
mismo libro:
“Durante
1979, el Departamento de Logística y Personal [de Montoneros] había
continuado con el reclutamiento de combatientes en México y Madrid
para enviarlos hacia El Líbano”. [17]
(…)
“…Su
hijo Gustavo, de 18, que se había entrenado en El Líbano, era correo
internacional de la Conducción. Viajaba por Europa llevando
documentos y pasaportes.” [18]
(…)
“…Laura
viajaría al Líbano para hacer la instrucción militar y luego volvería
a la Argentina con las Tropas Especiales de Infantería (TEI).”[19]
•
Evidencia Nº 5
Tantas
o más referencias a la cooperación de El Líbano y Siria pueden
encontrarse sobre la cooperación e, incluso, instigación del Estado
cubano. La guerrilla montonera no sólo tenía en Cuba bases de
entrenamiento sino también el propio comando de operaciones y la
cooperación estrecha del Estado gobernado por el mayor instigador y
organizador de acciones terroristas en América latina.
Sin
perjuicio de la profusión de datos que puede hallarse en casi toda la
literatura sobre la época, el propio libro de Larraquy contiene
numerosas referencias que demuestran, como ya es sabido, que la
comandancia montonera funcionaba desde Cuba:
“…Una
noche, incluso, cuando todos estaban pensando cómo irse del país, le
pidió a Julia que hiciera una interferencia desde la losa abandonada
del edificio de enfrente del Regimiento 1 de Infantería de Patricios,
de Palermo. Era un pedido que provenía de la Conducción en Cuba”.
[20]
(…)
“A
juicio de la Conducción, el salto cualitativo de los conflictos era
de tal dimensión que el mismo Firmenich había reproducido la
localización geográfica de cada uno de ellos en la mesa de arena de
la sede de la Comandancia en Cuba”. [21]
(…)
“Los
pasaportes y cédulas de identidad de cada miembro serían preparados
por la Secretaría Técnica, establecida en Cuba, bajo la
responsabilidad de Firmenich”. [22]
¿Podía una
organización de este tipo instalarse en Cuba, que no es precisamente
un país libre, sin una coordinación de sus actividades con los
intereses del gobierno de la isla?
Más
aún, Cristina Zuker, en su libro: “El tren de la victoria – Una
saga familiar”, relata a propósito de las vicisitudes de algunos
militantes de Montoneros y sus familiares:
“…Los
padres de Marta, Keco y Luisa Libenson, fueron alertados por una carta
de la propia organización sobre la presencia de su nieta en la
guardería cubana. Que llegaron a México y de ahí se trasladaron a
la isla. ‘Era normal, por un mecanismo de seguridad, una suerte de
cobertura para ellos. Llegaron a La Habana en un avión cubano, y los
recogieron en la pista para que no quedara constancia de la entrada en
el pasaporte’, me había explicado Susana, responsable de la guardería
La Casita de Carmelo, en la Habana”. [23]
Nadie, que no fuera
el gobierno de Cuba podría disponer de un avión de esa nacionalidad
para recoger personas de otros países y hacerlas ingresar desde la
pista, sin el pase obligado por las oficinas de migraciones; lo cual
demuestra la estrecha cooperación existente con Montoneros.
Por
su lado, Juan Gasparini, en su ya citado libro: “Montoneros: final
de cuentas”, ofrece una larga lista de militantes montoneros que
recibieron instrucción en Cuba. Por los nombres, podemos deducir que
esto ocurrió desde los mismos comienzos:
“…Entre
otros, el ‘Zapa’ Piotti, Miguel Angel Bustos, Héctor Bruno, el
‘chino’ Prol, Luis Rodeiro, César Córdoba, el ´Gringo’ Elvio
Alberione, Mariano Pujadas, Héctor Díaz, el `Churio’ Jorge
Escribano, los hermanos Suárez, Fernando Vaca Narvaja, Alberto
‘Chacho’ Molinas, Cecilio ‘Cheche’ Salguero, el ‘pelado’
Baretta, el exseminarista Orlando `Negro’ Montero, el ‘Chichilo’
Lujàn, Humberto Orlando ‘Hilo’ Anone, Leticia Jordán, Claudio
Ehrenfeld, Susana Lesgart, Jorge Raúl Mendé, María Leonor Papaterra
y los primos Cofre procedían en gran parte de la Agrupación de
Estudios Sociales de la Universidad Católica, de la Federación de
Agrupaciones Integralistas de la Universidad Nacional y la Agrupación
barrial ‘Eva Perón’. Raúl Clemente Yagger, Fred Mario
‘Freddy’ Ernst, Roberto ‘Palometa’ Pirles, María Graciela de
los Milagros Roldán, Osvaldo Cambiaos, ‘La Vieja’ Ezpeleta,
Roberto Cirilo Perdía, Hugo Medina, el ‘Cara de Lápiz’ D’Ángelo,
los hermanos del ‘Chacho’ Molinas, Oscar Boero, Raúl Burzaco,
Ulises Amatti, René Haidar y los hermanos Oberlín, casi todos
originarios del ‘Ateneo’ universitario o de la Acción Sindical
Argentina, de Santa Fé. Varios de todos ellos obtuvieron instrucción
militar en Cuba, como Norma Arrostito, Gustavo Lafleur y Fernando Abal
Medina. He nombrado sólo a quienes ya no viven (la mayoría), muchos
de los cuales murieron heroicamente”. [24]
En
otro capítulo de la misma obra, Gasparini habla incluso de una relación
financiera con el Estado cubano: “Por cierto, es imprescindible
refrescar que la primera prueba tangible de la inversión de los
Montoneros en Cuba apareció recién al promediar 1996, con las
confesiones de Filiberto Castiñeiras Giabanes, un agente de
inteligencia de la revolución de Fidel Castro, que defeccionó a los
Estados Unidos…”. [25]
En
el reciente libro sobre el ERP, titulado: “Los Perros – Memorias
de un combatiente revolucionario”, de Luis Mattini, que es el seudónimo
de Arnol Kremer –uno de los jefes del Ejército Revolucionario del
Pueblo-, el autor señala: “Un día del año 1970 un contingente de
veinte miembros del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y
combatientes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) partimos
para un curso de dos meses en Cuba, entre ellos Hugo Alfredo Irurzún
(Santiago), Carlos Germán (Mauro), Carlos Ferreira (Lucas), Nëlida
Augier (Pola)”.[26]
Esto
indica el interés de Cuba, que por otro lado es público, por
involucrarse con la guerrilla argentina e impulsarla, desde sus mismos
comienzos. En un reciente número de Le Monde Diplomatique, edición
para el Cono Sur, el director para el área, Carlos Gabetta, reconoce
que “Cuba recibió de los países socialistas [es decir; de la URSS]
80.000 millones de dólares de ayuda en sus primeros 30 años de
revolución, sin incluir la ayuda militar.” Y en algo que parece una
extraña disculpa, agrega:
“En
honor de la Revolución Cubana y de sus dirigentes, debe insistirse en
que todo ese dinero no fue a parar, como ha ocurrido sistemáticamente
en las `democracias’ latinoamericanas, a manos de una burguesía
corrupta y expoliadora. En Cuba se utilizó para construir hospitales
y escuelas, y para mejorar el nivel de vida de la gran mayoría de la
población. También para un generoso esfuerzo internacionalista –no
sólo en dinero, sino en todo tipo de solidaridad, hasta el sacrificio
de vidas humanas- dirigido a los movimientos progresistas y
revolucionarios de América Latina y el Tercer Mundo”.[27] (El
subrayado es nuestro).
IV.
EVIDENCIAS DE LA COBERTURA Y COLABORACIÓN RECIBIDA POR EL E.R.P.
Los
miembros de la organización terrorista “Ejército Revolucionario
del Pueblo”, si bien no estaban en el gobierno de Cámpora, ni en el
de Bidegain y otros gobernadores afines a la guerrilla, en la medida
en la que sí lo estaban los “Montoneros”, gozaban de cobertura y
colaboración pública, así como de la cooperación de
“Montoneros”. También ese grupo terrorista recibió apoyo de
Estados extranjeros, fundamentalmente de Cuba.
Por
tanto, por las acciones del ERP son responsables no sólo los miembros
de esa organización terrorista, sino también los funcionarios de
gobierno que, a su tiempo, les hubieren dado cobertura, y los miembros
de la organización Montoneros, por la colaboración que hubieren
prestado.
•
Evidencia Nº 6
En
la sección II, Evidencia Nº 1, c), se ha aludido, de acuerdo con
citas de Bonasso, a un funcionario del ERP trabajando para la
presidencia de Cámpora, en mayo de 1973.
•
Evidencia Nº 7
También
Bonasso reconoce que Montoneros tenía un destacamento en el monte
tucumano, “donde la principal guerrilla ha sido siempre la del
ERP”.[28]
•
Evidencia Nº 8
Como
una evidencia más de la cooperación entre ERP y Montoneros, debe
citarse la cobertura que, según el propio general Juan Domingo Perón,
habría dado el gobernador Bidegain a los terroristas del ERP que
asaltaron el regimiento de Azul, donde cometieron varios asesinatos y
secuestraron al teniente coronel Jorge Ibarzábal, a quien llevaron a
“una cárcel del pueblo”[29]. Tiempo después, como es de público
conocimiento, Ibarzábal fue asesinado por sus captores, lo cual
encuadra la acción en las prescripciones del Estatuto de Roma y de
los Convenios de Ginebra y lo convierte en un crimen de lesa
humanidad.
IV.
HECHOS
Ha
quedado demostrada la relación de Montoneros con el Estado nacional,
durante 1973, y con el Estado provincial bonaerense, durante 1973 y
1974. Asimismo, quedó también probada la relación de esa organización
terrorista con Estados extranjeros, como el Líbano, Siria, Cuba y la
Organización para la Liberación Palestina, con status similar a un
Estado; en el caso de Cuba, durante prácticamente toda la existencia
de Montoneros, y en el caso de los países de Medio Oriente,
fundamentalmente desde 1975.
Tales
relaciones no resultan imprescindibles, conforme al Derecho
Internacional, para considerar un crimen en el carácter de lesa
humanidad, pero la jurisprudencia de nuestra Corte Suprema se orienta
en el sentido de exigir esa vinculación.
Por
tanto, solicito a V.S. la investigación de todos los hechos que haya
producido la organización Montoneros durante las etapas señaladas.
Algunos de esos hechos, por su carácter emblemático, son citados a
continuación, pero ellos no agotan la larga lista de actos
terroristas llevados a cabo por el grupo y con apoyo estatal.
También
solicito se reabra, por donde corresponda, la investigación por el
asesinato del teniente coronel Ibarzábal y se indague también la
colaboración que los terroristas del Ejército Revolucionario del
Pueblo hubieran recibido de la organización Montoneros y del entonces
gobernador Bidegain.
1)
Asesinato de José Ignacio Rucci
No
existe duda sobre la autoría de Montoneros respecto del asesinato del
secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, en septiembre de
1973, dos días después de las elecciones que otorgaron el triunfo a
Juan Domingo Perón, pero mientras todavía estaba en la presidencia Héctor
J. Cámpora. Lo reconoce el ex montonero Miguel Bonasso, en su ya
citado libro “Diario de un clandestino”[30] y, aunque ahí se
desliga de la preparación del atentado, tal aseveración debería
compatibilizarse con sus confesadas funciones de inteligencia, dentro
de Montoneros e incluso mientras revistaba en la Presidencia de la República.
Mucho tiempo después, Bonasso dijo que ellos –los Montoneros- se
equivocaron, pues debieron haber matado a López Rega, en lugar de
Rucci. [31]
José
Amorín revela –como ya se dijo en este escrito- que las armas con
las que mataron a Rucci fueron transportadas en un auto oficial del
gobierno de la provincia de Buenos Aires, donde gobernaba Oscar
Bidegain, miembro de la organización Montoneros, como también se
demostró porque participaba de sus asambleas con voz y voto, incluso
en el exterior, como ocurrió en Nicaragua. Más aún, como lo señala
Gasparini, Bidegain era miembro del Consejo Superior de Montoneros,
junto con Obregón Cano.[32]
La
militancia montonera, en las calles, coreaba: “Rucci, traidor,
saludos a Vandor”[33]
Por
otro lado, Rucci venía siendo criticado ácidamente por la revista
Militancia, dirigida por el actual Secretario de Derechos Humanos,
Eduardo Luis Duhalde, a punto tal que el primer número de esa
publicación, en junio de 1973, ya aparece con una foto de Rucci en la
tapa.
En
el capítulo correspondiente al asesinato de Rucci, José Amorín,
citando a Roberto Perdía, atribuye gran importancia a la influencia
de esa revista. [34]
2)
Asesinato del padre Carlos Mujica
Juan
Gasparini, también en su momento miembro de Montoneros, reconoce que
esa organización fue la que asesinó al padre Carlos Mujica, fundador
del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo: “El mayor
montonero Antonio Nelson Latorre, que se jactó en la ESMA de haber
sido quien abatió al capitán Roberto Máximo Chavarri en Ezeiza (y
no Horacio ‘Beto’ Simona), afirmaba muy suelto de cuerpo que
fueron montoneras las balas que desplomaron al padre Mujica en la
noche del sábado 10 de mayo de 1974 a la salida de la capilla de San
Francisco Solano. Según él, el hecho se había justificado por la
conducta que tuvo en el último tiempo quien fuera fundador del
Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo en la Argentina; evaluándola
como próxima a López Rega, lo que podía despertar ilusiones
contrarias a la política de ruptura con el justicialismo”.[35]
Este
reconocimiento es coherente con las críticas que, otra vez, la
revista Militancia hizo contra el sacerdote, a quien llegó a situar
en su sección “Cárcel del Pueblo”; un lugar donde aparecían
personajes que después solían ser asesinados, como ocurrió con
Mujica, una semana después.[36]
3)
Asesinato de Arturo Mor Roig y David Kraiselburd
Producido
el 15 de julio de 1974, también por Montoneros, a la salida de un
restaurante en la localidad bonaerense de San Justo. “El día 15, un
escopetaza del ‘Gallego Guillermo’ (Eduardo Molinete), jefe de la
columna montonera del oeste del Gran Buenos Aires, fulminó a Arturo
Mor Roig, personero de la Standard Oil y ex ministro del Interior de
Lanusse. El 17, Carlos Alberto Starita, a quemarropa, abatió a David
Kraiselburd, director del diario El Día, de La Plata…” [37]
4)
Ataque al Regimiento de Infantería de Monte 29, de Formosa
Hecho
producido el 5 de octubre de 1975, por la organización Montoneros.
[38]
5)
Asesinato del general Cesáreo Cardozo, jefe de la Policía Federal
Cometido
por una militante de la organización Montoneros que se acercó y trabó
amistad con la hija del general Cardozo, al solo efecto de tener
acceso a la vivienda familiar y colocar una bomba bajo la cama
matrimonial. El atentado ocurrió el 16 de junio de 1976. [39]
6)
Asesinato del Teniente Primero Oscar Abel Lucioni.
No
puedo dejar de mencionar aquí el asesinato de mi padre, el Teniente
Primero Lucioni, que fuera abatido por la banda Montoneros en un
alevoso ataque perpetrado el 21 de octubre de 1976 a las 07.20 de la
mañana. El grupo atacante - denominado por ellos GEC (Grupo Especial
de Combate)- lo integraban seis terroristas armados comandados por el
Oficial Segundo Montonero Ignacio Pedro Ojea Quintana, que lo
acribillaron por la espalda impactándolo con más de nueve disparos.
Mi padre agonizó nueve días falleciendo en el Hospital Militar el 30
del mismo mes.
7)
Todos los hechos producidos en la “Contraofensiva montonera”,
incluyendo los ejecutados en el Líbano
Se
denominó de tal forma al período en el cual los montoneros en el
exilio, tanto desde Cuba como desde Oriente Medio, pergeñaron múltiples
operaciones terroristas en la Argentina, con apoyo de los Estados que
los cobijaban; fundamentalmente entre 1977 y 1980 y, a la vez,
contribuyeron a los objetivos terroristas de la OLP.
8)
Asociación ilícita
Además
de los delitos específicos que deberán investigarse, corresponde la
reapertura de las causas tramitadas por asociación ilícita contra
miembros de la organización Montoneros.
V.
LESA HUMANIDAD, IMPRESCRIPTIBILIDAD Y NULIDAD DE LOS INDULTOS
Los
atentados terroristas señalados como ejemplo y todos los que hubieren
sido cometidos por Montoneros durante los períodos indicados
constituyen crímenes de lesa humanidad y son, por tanto,
imprescriptibles. Asimismo, debe decretarse la nulidad de los indultos
que hubieren beneficiado a miembros de la citada organización
terrorista.
En
el caso específico de Miguel Bonasso, fue beneficiado con el indulto
dispuesto por decreto 1003/89, en la causa 5148, tramitada ante el
Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional
Federal, por asociación ilícita. Ese indulto fue declarado nulo por
el juez federal Daniel Rafecas, el 25 de julio pasado. Si bien el
magistrado tuvo en vista a otros beneficiarios de ese indulto, que
eran militares acusados de violaciones a los derechos humanos, parece
difícil sostener que un decreto pueda resultar nulo para algunos y no
para otros. De cualquier modo, si así se entendiera, solicito la
nulidad en cuanto respecta a Miguel Bonasso y demás miembros de la
organización Montoneros alcanzados por el beneficio.
También
deberá decretarse la nulidad de todos los indultos que involucren a
miembros de la organización Montoneros.
Este
pedido tiene los siguientes fundamentos jurídicos:
1)
Crímenes de lesa humanidad
El
Estatuto de Roma incluye, entre los crímenes de lesa humanidad, la
“persecución de un grupo o colectividad con identidad propia
fundada en motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos,
culturales, religiosos, de género…”
Los
militares, los empresarios extranjeros, los miembros de la policía,
etc., constituyen cada uno de ellos, un grupo con identidad propia,
muchas veces objetivo de atentados por su mera pertenencia al grupo.
Las
proclamas y manifiestos de Montoneros y ERP están colmadas de
referencias a: “militares asesinos”, “burocracia sindical”,
“empresarios explotadores”, etc.
Los
empresarios Salustro o Samuelson no fueron secuestrados por un
problema personal entre ellos y ciertos terroristas, sino por su
pertenencia, respectivamente, a Fiat y Esso, ambas empresas
multinacionales.
El
asesinato, la encarcelación, la tortura, la ya citada persecución de
un grupo con identidad propia, etc. son todas conductas con las que el
artículo 7 del Estatuto de Roma define a los crímenes de lesa
humanidad, siempre que esos actos se cometan “como parte de un
ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con
conocimiento de dicho ataque”.
Inmediatamente,
el mismo artículo se ocupa de aclarar que “por ‘ataque contra una
población civil’ se entenderá una línea de conducta que implique
la comisión múltiple de actos mencionados en el párrafo 1 contra
una población civil, de conformidad con la política de un Estado o
de una organización de cometer ese ataque o para promover esa política”.
No
cabe duda de que el conjunto de acciones del grupo terrorista
Montoneros, a lo largo de toda su existencia, implicó:
a)
Una línea de conducta
b)
La comisión de múltiples actos de los mencionados, tales como
asesinatos, torturas, encarcelamientos, persecución, etc.
c)
La conformidad con la política de una organización, que era
Montoneros, grupo al cual ellos mismos llamaban, y aun denominan, la
“Organización Montoneros” (véanse múltiples citas en los
nombrados libros de Bonasso).
Esta
definición hace innecesaria la intervención de un Estado para que un
delito sea considerado “de lesa humanidad”. Sin embargo, vemos que
también se cumple esta condición.
2)
Crímenes de guerra
El
Estatuto de Roma no sólo define los crímenes de lesa humanidad sino
también, en su artículo 8, los crímenes de guerra y, dentro de esa
categoría, los que se cometieren en conflictos armados de carácter
no internacional.
El
citado artículo 8 ofrece una lista de ejemplos de crímenes de
guerra, casi todos los cuales encuadran en acciones cometidas por
Montoneros:
“En
caso de conflicto armado que no sea de índole internacional, las
violaciones graves del artículo 3 común a los cuatro Convenios de
Ginebra de 12 de agosto de 1949, a saber, cualquiera de los siguientes
actos cometidos contra personas que no participen directamente en las
hostilidades, incluidos los miembros de las fuerzas armadas que hayan
depuesto las armas y las personas puestas fuera de combate por
enfermedad, herida, detención o por cualquier otra causa:
i)
Los atentados contra la vida y la integridad corporal, especialmente
el homicidio en todas sus formas, las mutilaciones, los tratos crueles
y la tortura;
ii)
Los ultrajes contra la dignidad personal, especialmente los tratos
humillantes y degradantes;
iii)
La toma de rehenes;
iv)
Las condenas dictadas y las ejecuciones sin previo juicio ante un
tribunal regularmente constituido, con todas las garantías judiciales
generalmente reconocidas como indispensables.”
Una
lista similar contienen los Convenios de Ginebra, de 1949, que definen
los crímenes de guerra, pero en el “Protocolo Adicional Relativo a
la Protección de Víctimas de Conflictos Armados Sin Carácter
Internacional”, en su artículo 4, inciso 2, menciona expresamente
los actos de terrorismo.
3)
Actos de terrorismo
Como
ya hemos visto, la Convención de Ginebra incluye, entre los crímenes
de guerra, los actos de terrorismo. Debemos saber, entonces, qué se
entiende por actos de terrorismo.
El
“Convenio Internacional para la Represión de la Financiación del
Terrorismo” define al terrorismo como: “cualquier otro acto
destinado a causar la muerte o lesiones corporales graves a un civil o
a cualquier otra persona que no participe directamente de las
hostilidades en una situación de conflicto armado, cuando el propósito
de dicho acto, por su naturaleza o contexto, sea intimidar a una
población u obligar a un gobierno o a una organización internacional
a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo”.
Como
reconocen algunos de los ex miembros de Montoneros, citados en sus
respectivos libros, el asesinato de Rucci y el asesinato de Mor Roig
–por citar sólo dos de los tantos ejemplos- tuvieron como propósito,
respectivamente, forzar al gobierno peronista a una negociación y, en
el caso de Mor Roig, ese objetivo estaba dirigido a la UCR.
Por
otro lado, existe una variedad de convenciones que definen tipos específicos
de terrorismo, como la Convención sobre Actos Terroristas Cometidos
con Bombas, por ejemplo.
De
cualquier modo, y más allá de toda definición de terrorismo, las
acciones descriptas por el Estatuto de Roma al describir los crímenes
de lesa humanidad, y las acciones enunciadas por el Estatuto de Roma y
los Convenios de Ginebra, para catalogar los crímenes de guerra,
coinciden con las acciones llevadas a cabo por la organización
Montoneros; sean o no tales acciones definidas como actos terroristas.
4)
Imprescriptibilidad
Resta
ahora analizar si los delitos cometidos por Montoneros son
imprescriptibles. La conclusión es muy sencilla, porque toda vez que
esos actos constituyen crímenes de guerra y crímenes de lesa
humanidad, se aplica, como su propio título lo indica, la “Convención
sobre Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes
de Lesa Humanidad”.
Dicha
convención, en artículo 1, establece que tales actos son
imprescriptibles, cualquiera sea la fecha en la que se hubieren
cometido.
Además,
sobre la retroactividad, ya se ha expedido nuestra Corte Suprema, en
los casos Priebke, Arancibia Clavel, Julián y Lariz Iriondo (a
contrario sensu).
Se
trata, entonces, de un mero silogismo:
Ø
Las acciones de Montoneros corresponden a la descripción de delitos
de lesa humanidad y crímenes de guerra (Estatuto de Roma y Convenios
de Ginebra), como demostramos en los apartados 1 y 2 de esta sección.
Ø
Los crímenes de lesa humanidad y los crímenes de guerra son
imprescriptibles (Convención sobre Imprescriptibilidad de los Crímenes
de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad)
Ø
Los delitos cometidos por los miembros de la organización Montoneros
son imprescriptibles
5)
El papel del Estado
Aunque
no están claros los motivos y, en cualquier caso, no compartimos el
razonamiento, la Corte Suprema exige, para considerar un delito como
crimen de lesa humanidad y, por tanto, imprescriptible, que haya
existido intervención del Estado. Así se expidió en los casos
Arancibia Clavel, Priebke, Julián y, de la misma manera, pero
deducida a contrario sensu, en Lariz Iriondo.
También
el juez Canicoba Corral incluyó al Estado iraní en su resolución
por la que se pide la captura de diplomáticos de la República de Irán
en la causa AMIA. Como se ve, no se ha hecho distinción entre el
Estado en la Argentina (Estado Nacional, Estado provincial, etc.) y un
Estado extranjero.
En
el caso Lariz Iriondo, se habla incluso de “eliminación de
opositores”; tal como ocurrió durante el gobierno de Cámpora en el
Estado Nacional y Bidegain en la Provincia de Buenos Aires, con el
asesinato de Rucci, por ejemplo.
Durante
la contraofensiva montonera, en cambio, el apoyo fue externo: el Líbano,
Cuba y la Organización para la Liberación Palestina.
La
imprescriptibilidad alcanza, incluso, al delito de asociación ilícita
(Cfr. Arancibia Clavel).
Adicionalmente,
y habida cuenta del reconocimiento del montaje y operación de una fábrica
de explosivos plásticos en el Líbano, en el curso de la confrontación
de la Organización para la Liberación Palestina contra Israel, deberá
investigarse también qué tipo de atentados pudieron haber sido
cometidos con esos explosivos por el terrorismo islámico, ya que
también se trata de delitos de lesa humanidad para los que la
organización Montoneros ha prestado una cooperación activa y
fundamental.7
Por
tanto, se cumple aun –en el caso de Montoneros- con el requisito
exigido en exceso por la Corte Suprema; es decir, la cobertura o
colaboración de un Estado.
Adviértase,
por ejemplo, en orden a la colaboración que pudieron haber obtenido
del gobierno nacional (inteligencia) y del gobierno de la provincia de
Buenos Aires (inteligencia, logística, entrenamiento, etc.), hasta qué
punto son aplicables a la asociación ilícita Montoneros las
prescripciones, por ejemplo, del caso Arancibia Clavel, en el que la
Corte habla incluso de la imprescriptibilidad en los actos cometidos
por los particulares y de la imprescriptibilidad de la asociación ilícita.
En
tal sentido, y a propósito de la asociación ilícita, el Dr.
Petracchi, al tiempo que citó un fallo de la jurisprudencia de los
Estados Unidos, se expresó en favor de la necesidad de “proceder en
contra de aquellos que ya han manifestado suficientemente su disposición
al delito, y al mismo tiempo, para actuar frente a ‘los peligros
particulares y constantes que derivan de la actividad grupal’.
Y
en otra parte, en el numeral 56 del voto del Dr. Maqueda, claramente
se señala que: “las disposiciones de la Convención sobre la
Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de
Lesa Humanidad se aplicarán a los representantes de la autoridad del
Estado y a los particulares que participen como autores o cómplices o
que inciten directamente a la perpetración de alguno de esos crímenes,
o que conspiren para cometerlos, cualquiera que sea su grado de
desarrollo, así como a los representantes de la autoridad del Estado
que toleren su perpetración”.
Esta
tolerancia debe incluir el encubrimiento de los actos cometidos por
las bandas terroristas, toda vez que miembros de la organización
Montoneros participaban del aparato del Estado, durante el gobierno
del Dr. Cámpora (incluyendo tareas de inteligencia) y del Dr.
Bidegain y, no obstante no haber podido ignorar la identidad de los
autores de los atentados cometidos en esa época, faltaron a su
obligación de denunciar.
En
consecuencia, deben ser declarados nulos la totalidad de los indultos
que hayan beneficiado a miembros de la organización Montoneros,
incluido el indulto al señor Miguel Bonasso, si se considerara que no
le resulta aplicable la nulidad ya decretada por el señor juez Daniel
Rafecas respecto del decreto 1003/89.
VI.
CALIDAD DE QUERELLANTE
Como
más arriba lo expreso, mi padre fue asesinado por la banda terrorista
Montoneros, que me dejó huérfana cuando contaba solamente con un año
y medio de edad. Soy por ende también una víctima de los actos ilícitos
de esa banda terrorista, lo que creo es suficiente argumento como para
que se me considere como persona con capacidad civil particularmente
ofendida por un delito de acción pública y, como tal, se me tenga en
esta causa como querellante particular con las facultades que
determina el art. 82 y s.s. del Código Procesal Penal de la Nación.
Simplemente agrego, como ejemplo, V.S., las diversas causas que se
llevan en la Justicia Federal contra militares o policías por la
actuación de estos durante la represión al terrorismo. En las mismas
se tiene por querellante a cualquier ONG o particular que lo
peticiona, sin que los fiscales, en muchos de los casos, hayan dicho
“esta boca es mía”. Por ende, peticiono que se acepte el carácter
de particular damnificado que invoco.
VII.
PETITORIO
Por
tanto, a V.S. pido:
a)
Tenga por presentada la denuncia;
b)
Ordene la verificación del material bibliográfico citado;
c)
Se me reconozca el papel de querellante particular;
d)
Se dé vista al Sr. Fiscal a fin de que realice el correspondiente
requerimiento de instrucción peticionando la reapertura de las
diversas causas que en su momento se originaron por los ilícitos
cometidos por la banda Montoneros y/o ERP-PRT, disponiendo la
reconstrucción de las que no puedan ser halladas, a los fines de que
se afecte a las mismas a los autores, cómplices, instigadores y
encubridores que puedan ser identificados y detenidos.
e)
Se libre oficio a la Embajada de Israel a fin de ponerla en
conocimiento de la circunstancia relatada en la “Evidencia Nº 4º”,
a fin de permitir el ejercicio de la jurisdicción de ese país, si
hubiere lugar.
Proveer
de conformidad:
SERÁ
JUSTICIA
Ana
M.C. Lucioni
Edgardo
Frola
Abogado
T.
34 F. 672
Citas:
[1]
Diario La Nación, 23 de marzo de 1997
[2]
BONASSO, Miguel: “Diario de un clandestino”; Buenos Aires, Grupo
Editorial
Planeta,
2ª edición, octubre de 2006, capítulo: “El gabinete de los
montoneros”, pág.125
[3]
ANGUITA, Eduardo y CAPARRÓS, Martín: “LA VOLUNTAD – Tomo 3”,
Bu8enos Aires, Booket, 2006, pág.435 y siguientes.
[4]
BONASSO, Miguel. Loc.cit
[5]
BONASSO, Miguel: “El presidente que no fue”; Buenos Aires, Grupo
Editorial Planeta, 8ª edición, octubre de 2006, capítulo:
“Disparen sobre el ‘imberbe”, pág.734
[6]
ANGUITA, Eduardo y CAPARRÓS, Martín: LA VOLUNTAD, tomo 3, pág.71
[7]
GASPARINI, Juan: “Montoneros: final de cuentas”; Buenos Aires,
Ediciones de la Campana, 2005, capítulo: “La escalada”, pág.70
[8]
GORRIARÁN MERLO, Enrique: “Memorias de Enrique Gorriarán Merlo –
De los Setenta a La Tablada”; Buenos Aires, editorial Planeta y Catálogos,
2003, capítulo 21, pág.212
[9]
BONASSO, Miguel: Diario de un clandestino…, capítulo: “La última
cena”, pág.324, 325
[10]
ZAMORANO, Eduardo: “Peronistas revolucionarios”; Buenos Aires,
editorial Distal, 2005, capítulo décimo tercero, apartado 6:
“Milicias populares”, pág.178
[11]
AMORÍN, José: “Montoneros: La buena historia”; Buenos Aires,
editorial Catálogos, 2005, cuarta parte, pág.255
[12]
BONASSO, Diario….; capítulo: “El general y el guerrillero”, pág.214
y 215
[13]
BONASSO, Diario….; capítulo: “Operación Gelbard”, pág.157
[14]
LARRAQUY, Marcelo: “Fuimos soldados - Historia secreta de la
contraofensiva montonera”; Buenos Aires, Aguilar – Altea –
Taurus – Alfaguara S.A., 2006, capítulo 4, pág.56
[15]
LARRAQUY…op.cit; capítulo 9, pág.131
[16]
LARRAQUY…op.cit; capítulo 10, pág.155 y 156
[17]
LARRAQUY…op.cit; capítulo 11, pág.180
[18]
LARRAQUY…op.cit; capítulo 11, pág.199, nota al pie
[19]
LARRAQUY…op.cit; capítulo 6, pág.98
[20]
LARRAQUY…op.cit; capítulo 7, pág.110
[21]
LARRAQUY…op.cit; capítulo 8, pág.133
[22]
LARRAQUY…op.cit; capítulo 11, pág.185
[23]
ZUKER, Cristina: “El tren de la victoria – Una saga familiar”;
Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2004, capítulo: “El duelo”,
pág.225
[24]
GASPARINI,…op.cit; pág.28 y 29
[25]
GASPARINI…Op.cit.; pág.297
[26]
MATTINI, Luis: “Los Perros – Memorias de un combatiente
revolucionario”; capítulo I, pág.22
[27]
GABETTA, Carlos: “Cuba después de la URSS”, en “Le Monde
Diplomatique – Edición para el Cono Sur”, abril 2007.
[28]
BONASSO, MIeguel: Diario…, pàg.215 (Capítulo: El general y el
guerrillero)
[29]
PLIS-STERENBERG, Gustavo: Monte Chingolo; Buenos Aires, Booket, pág.47.
[30]
BONASSO…: “Diario de un clandestino”; capítulo: “El atentado
contra Rucci”, pág.139
[31]
La Nación, 23 de marzo de 1997
[32]
GASPARINI…Op.cit., pág, 169
[33]
AMORÍN… Op.cit; pág.261
[34]
AMORÍN… Op.cit; pág.254
[35]
GASPARINI…Op.cit; pág.85
[36]
Militancia, Nº 31
[37]
GASPARINI, Juan, obra citada, pág.75
[38]
MÁRQUEZ, Nicolás: “La otra parte de la verdad”, Buenos Aires,
Nicolás Márquez, 2004, pág.52 y sig.
[39]
LARRAQUY, Marcelo, obra citada, pág.115 y sig.
PRENSA
NACIONAL ALTERNATIVA
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