LA
MURALLA RUSA
por
Adrian Salbuchi (*)
Como observador extranjero escribiendo desde la Argentina, las elecciones de marzo en Rusia despertaron gran expectativa, no tanto por lo que significan para Rusia sino por la trascedente importancia que la victoria presidencial de Vladímir Putin tiene para todo el mundo. Hoy Rusia, asociada a China, son las únicas naciones que pueden equilibrar el mundo ante las desmedidas agresiones imperiales y hegemónicas de Estados Unidos, el Reino Unido, Israel y Francia.
La humanidad se halla en un punto de inflexión muy delicado y vital que marcará el futuro en las décadas y siglos por venir. Nos encontramos en tiempos muy oscuros, que se volverán aún más oscuros si la Estructura de Poder Global enquistada dentro de Estados Unidos, Reino Unido, Israel y Europa no queda limitada y eventualmente desarticulada.
La Política (con mayúsculas) rara vez es una asunto blanco o negro; de “buenos” contra “malos” (¡discúlpame, Hollywood!… ¡perdóname, Casa Blanca!). No. En la Política la “verdad” siempre yace en alguna zona gris más sutil y mudable. Lo que oponentes políticos usualmente luchan, discuten y negocian es precisamente cuál es ese elusivo tono de gris “correcto”.
¡Por supuesto, jamás se ponen de acuerdo! ¿Por qué? Sencillamente porque ese tono gris “correcto” no existe. Es como la belleza: yace en la mirada del observador.
Por otra parte, tal como la lógica fundamental que rige la economía distingue entre lo “útil” y no “no útil” (y es lo que motiva y la prueba ácida de toda decisión económica); y al igual que la lógica fundamental que rige la Moral distingue entre el “Bien” y el “Mal” (que luego la ética aplica como lo correcto y lo incorrecto); también entonces la lógica fundamental de la Política distingue entre “Amigo” y “Enemigo”.
Desde luego que ni Estados Unidos, Reino Unido o Europa son de manera alguna “el Enemigo” de la Humanidad, sin embargo, la Estructura de Poder Global que ha secuestrado a esas naciones enquistándose profundamente en sus estructuras de poder públicas y privadas sí lo son.
Es tan completo el control que ejercen sobre la economía, la banca, las finanzas, la política exterior, las fuerzas armadas, los multimedios de difusión y otros resortes vitales en esos países que hacen que esa Estructura de Poder Global SÍ se transforme en nuestro Enemigo. Cada vez que vemos los indicios de su accionar operando a través del Departamento de Estado, el Pentágono, el Foreign Office, la CIA o la OTAN, con sus permanentes agresiones, descarados ataques y violentas invasiones, entonces esas instituciones públicas de gobierno SÍ se transforman circunstancialmente en instrumentos de ese insidioso Enemigo.
Cuando se dice “Enemigo”, el idioma castellano, al igual que casi todas las lenguas modernas occidentales, nos hace una mala pasada. En tiempos clásicos, el idioma latín utilizaba dos palabras muy diferentes para “Enemigo”: se hablaba entonces del inimicus (o sea, el enemigo personal de una persona que sólo es su problema y por ende, no debe escapar los límites de la esfera privada; de inimicus proviene nuestra palabra moderna “enemigo”); pero también se hablaba del hostis (o sea, el Enemigo Público de la comunidad o la Nación, al que no necesariamente se le debe odiar pero que sí hay que comprender que sus intereses y objetivos son contrarios a los nuestros, por lo que el conflicto con el hostis será inevitable; de hostis proviene nuestra palabra moderna “hostil”).
Habiendo dicho esto, como ciudadano latinoamericano, en términos geopolíticos para nuestra Región Rusia es un Amigo y aliado, no necesariamente porque Rusia y Latinoamérica compartan intereses comunes en todo, sino porque compartimos un Enemigo en común (¿o debiera decir, un hostis en común?), que es la Estructura de Poder Global privado enquistada dentro de EE. UU., Reino Unido, la Unión Europea e incluso en muchos países de nuestra región, desde luego en mi Argentina nativa.
En las últimas décadas, Rusia ha demostrado gran habilidad para superar sus errores del pasado hallando nuevos caminos para su propio bien y por extensión, para bien de muchos otros países. No existe casi ningún otro país en el mundo que haya logrado superar un cambio tan traumático como la caída de la ex Unión Soviética de la manera como lo logró Rusia.
Digo “casi” porque existe otra nación que pareciera estar resolviendo la transición desde el comunismo marxismo de una manera muy eficaz y eficiente: me refiero a China. China introdujo una reforma social y económica muy exitosa en determinadas zonas costeras permitiendo que la misma avance de manera planificada hacia su hinterland, tomándose generaciones de tiempo para hacerlo.
Hoy en el tablero geopolítico mundial, Rusia (y China) desempeñan un papel tan fundamental que de no ser por ellos nuestro mundo probablemente ya hubiera sucumbido al peor régimen monstruoso y perverso imaginable controlado por una élite corporativa-bancaria que ejercería la guerra psicológica planetaria contra todos nosotros, martillando en nuestros cerebros las máximas orwellianas de “la guerra es paz” y “¡el gran hermano te observa!”
Hoy, Rusia desempeña el rol ora de amortiguador, ora de freno y pronto tendrá que actuar de muralla de contención.
Cuando Rusia actúa como amortiguador, aún así solemos sentirnos frustrados. Por ejemplo en los casos de Libia, Irak, Afganistán, Pakistán, y Palestina, Rusia adopta una posición adversaria ante Estados Unidos y sus aliados, más permite que las potencias occidentales hagan lo que les plazca. Ello, por más que las potencias occidentales a menudo terminen disparándose un tiro en el pie, como ocurre en Irak, el sur de Líbano o Afganistán. Pero la verdad es que en estos casos Rusia (y China) limitan su accionar a grandes declaraciones y quejas pero nada más. No reposicionaron flotas de guerra ni vetaron resoluciones de las Naciones Unidas.
Pero, cuando Rusia actúa como un freno, entonces levantamos nuestra cejas en renovada esperanza, tal como ocurrió recientemente en el caso de Siria donde Rusia vetó las Resoluciones del Consejo de Seguridad promovidas por EE. UU., Reino Unido y Francia contra Siria, o cuando se rehusó a alinearse detrás del falaz informe de la Agencia Internacional de Energía Atómica para sancionar a Irán por su programa nuclear. Es entonces cuando empezamos a entrever que se prepara un escenario de duelo y nos preguntamos si realmente va a producirse un tiroteo entre las partes. Pues también vemos como EE. UU., Israel y sus aliados empiezan a ponerse nerviosos y demoran en hacer realidad sus amenazas de lanzar ataques militares unilaterales contra Irán por más que lo vienen anunciando desde hace años. En verdad, este freno ruso les obliga a recurrir a crecientes acciones clandestinas y criminales que los desenmascara aún más dejando ver que las potencias occidentales son manejadas por mafias y rufianes.
Hoy, la pregunta clave es la siguiente: ¿Qué debe ocurrir para hacer que Rusia actúe como una verdadera Muralla de Contención que le diga a las potencias occidentales de manera firme y tajante: “hasta aquí llegaron, pero no toleraremos que avancen ni un paso más”?
Si Rusia finalmente hace eso, entonces a las potencias occidentales solo les quedarán dos opciones:
-Echarse atrás, lo que marcaría el principio del fin de su hegemonía global, o
-Avanzar como una topadora contra la “muralla” rusa con todas las terribles consecuencias que ello implica.
En este fatídico año 2012, esta es una cuestión clave, por cuanto de su respuesta depende si habrá o no una tercera guerra mundial.
(*) Adrian Salbuchi es analista político, autor, conferencista y comentarista en radio y TV de Argentina. www.asalbuchi.com.ar
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