Nada de crucifijos en el Muro de las Lamentaciones. Es la consigna que el rabino del máximo santuario judío, Shmuel Rabinovitch, impuso el jueves a una delegación de obispos austriacos, a los que prohibió el acceso al lugar cuando se negaron a atender su petición de esconder o quitarse las cruces pectorales. Y con los que rehusó mantener un encuentro que había sido previamente concertado.
«No estamos ofendidos»
El grupo optó por retirarse a una distancia adecuada, desde donde participaron en las plegarias. «No estamos ofendidos -señaló conciliador el arzobispo de Viena, Christoph Schoenborn, que encabezaba la delegación-, decidimos no acercarnos al Muro en señal de respeto a la sensibilidad religiosa de los judíos».
Más severo se expresó el rabino, que en declaraciones a la prensa de Tel Aviv dijo sentirse «sorprendido» por la negativa de los obispos a cumplir con su solicitud, y advirtió públicamente que «presentarse de esa forma en la plaza del Muro y en una reunión conmigo es un insulto y una provocación». «Es como si un judío con tallit y filacteria (propios del ritual de oración judía) va a una Iglesia. Yo sería el primero en reprochar a ese judío por no comportarse como un mensch (un hombre a admirar)», subrayó. «Les dije que el Papa no apareció ante el Muro con la cruz, sino que la ocultó», añadió el maestro judío, aunque erróneamente, ya que en su visita a Tierra Santa en el año 2000, Juan Pablo II fue fotografiado orando ante el Kotel -nombre que recibe en hebreo el Muro- con el crucifijo perfectamente visible sobre su sotana.
Según el «Jerusalem Post», Rabinovitch es autor de una directiva que impide exhibir la Cruz Latina que representa «lo que los cristianos creen es la redentora crucifixión de Jesús» en la explanada anterior al Muro. «Desafortunadamente, no sabían que ese era el código de vestimenta», excusó la embajada austriaca, que reconoció que la delegación, «es innecesario decirlo, se sintió decepcionada» cuando se les cerró el paso al santuario.