PALESTINA: ORÍGENES DE LA NAKBApor José Steinsleger
Revés y revés de una tragedia moderna: el 15 de mayo el Estado de Israel festejará un nuevo aniversario de la declaración unilateral de su independencia” (1948), y los palestinos (20 por ciento de la población, más los millones de la díáspora), recordarán el inicio de la nakba (o naqba). La voz nakba denota el holocausto más antiguo y duradero de la historia contemporánea, y se lo emplea para nombrar la “catástrofe”, pérdida o humillación que representó el establecimiento ilegal del Estado sionista: la expulsión y éxodo de 700 mil palestinos, precedidos de la limpieza étnica ejecutada por las milicias armadas sionistas. Las fuentes idóneas para investigar la nakba, provienen de estudiosos y políticos judíos. Vislumbrando el drama, Judah Magnes (rector de la Universidad Hebrea de Jerusalén) escribió: “La partición de Palestina no detendrá las actividades terroristas de los grupos judíos que, tras conseguir la participación por medio del terror, intentarán conseguir el resto del país para los judíos por los mismos medios” (The New York Times, 28/9/1946). Y otros, como el ex premier Yitzhak Shamir, expresaron con descarnado cinismo: “Gracias al terror fundamos el Estado judío” (Reuters, 4/5/1991). En tanto, militares, como el general Rafael Eitan, declararon, muy suelto de pecho: “Cuando nos hayamos asentado en la tierra, lo único que los árabes (o sea los palestinos) podrán hacer es dar vueltas como cucarachas borrachas dentro de una botella” (El País, Madrid, 25/11/04). Uno de los documentos más reveladores de la nakba son los Diarios, del polaco sionista Ben Gurion (1886-1973), fundador del Estado de Israel. El primero de abril de 1948, los milicianos del Palmaj recibieron sus órdenes para la Operación Najson: “el principal objetivo es la destrucción de las aldeas árabes… y la expulsión de los aldeanos para que se conviertan en lastre económico para las fuerzas árabes”. Aquí hay que destacar un dato del historiador israelí Ilan Pappé (Haifa, 1954), autor de La limpieza étnica de Palestina. Reprendido por uno de los principales líderes socialistas de la organización sindical Histadrut (que cuestionó el ataque a los campesinos en lugar de confrontar con sus patronos), Ben Gurion respondió: “No estoy de acuerdo con usted en que nos enfrentemos a los efendis (latifundistas), y no a campesinos: nuestros enemigos son los campesinos árabes” (Crítica, Barcelona, 2008, p. 414 y ss.). Inserta en el estratégico Plan Dalet, la Operación Najson consiguió, por primera vez, la coordinación bajo un mando único de las milicias sionistas Haganah (1920), con las bandas fascistas de Zeev Jabotinsky (Irgún, 1931), y Abraham Stern (Lehi, 1940). Logro político que a finales de 1948 llevó a la fusión de las tres vertientes paramilitares en el ejército de Israel (Tzahal), eufemísticamente llamado “de autodefensa”. La sugerencia de Ben Gurion a las milicias fue clara: que no se perdonara a una sola aldea “árabe”. Entre abril y mayo de 1948, la Brigada Alexandroni arrasó con todas las aldeas de la costa, y la Brigada Golani limpió el oriente de Galilea. Aunque en rigor, la limpieza había empezado el 30 de enero (aldea de Sheik, 60 muertos), y el 14 de febrero (aldea de Sa’sa, 20 casas dinamitadas con sus habitantes adentro, 60 muertos). Sin embargo, la masacre más sonada tuvo lugar el 9 de abril de 1948 en Deir Yassin, pacífica aldea pastoril situada en una colina de Jerusalén occidental, cerca del barrio judío de Givat Shaul. Los campesinos de Deir Yassin habían celebrado un pacto de no agresión con la Haganá. Así es que las bandas de Irgún y Lehi se encargaron de la tarea. Cerca de un centenar de víctimas (incluidos 30 bebés) fueron arrojadas a un pozo. En 1972, el coronel Meir Bail dio su testimonio: “Los soldados peinaron las casas, arrojaron explosivos en su interior, usaron todas las armas que tenían contra hombres desarmados, jóvenes, ancianos, mujeres y niños. Los oficiales no movieron un dedo para impedir las atrocidades. Después, 25 hombres fueron subidos a un camión, paseados por Jerusalén en un desfile de la victoria, llevados a una cantera y fusilados”. Deir Yassin quedó enterrada bajo Kfar Shaul, suburbio de Jerusalén occidental, y fue uno de los 418 poblados palestinos demolidos sobre cuyas ruinas se erigieron ciudades y urbanizaciones israelíes. Y el 15 de mayo, cuando Israel declaró su “independencia”, 200 civiles palestinos fueron fusilados en el cementerio de Tantura. En mayo de 2009, la Knésset (parlamento israelí), aprobó el castigo con tres años de prisión a quienes participen en actos conmemorativos de la nakba. Dos meses después, Israel Twito, vocero del ministro de Educación, Gideo Sa’ar, comentó: “Es inconcebible hablar, en Israel, acerca del establecimiento de nuestro Estado como si fuera una catástrofe”. Y anunció que la palabra sería borrada de los textos destinados a los colegios palestinos-israelíes (Reuters, 26/7/09). El premier Benjamin Netanyahu comentó que el uso de la expresión nakba equivale a difundir “propaganda en contra de Israel”. El historiador Ilan Pappé disiente: la nakba continúa.
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