Artículo de J.L.Ontiveros, Revista Siempre, 5/5/06, México. Nueva
victoria irredentista Por: José Luis Ontiveros Los informes confidenciales que proporcionó el barón Alejandro von Humboldt, primer espía etnográfico al servicio del poder yanqui, al presidente gringo Thomas Jefferson, sirvieron como incentivo a la ambición anglosajona de hacerse de los territorios mexicanos, especialmente los del despoblado norte, pese a que la vestigial España imperial había establecido una estrategia defensiva que quedó manifiesta en los Tratados Onís-Adams, que preveían y eran una barrera a la ola de expansión de las mesnadas anglosajonas y protestantes en el norte del país. Ello se apuntaló con la presencia de don Lucas Alamán frente a la artera labor de Joel R. Poinsett, primer ministro plenipotenciario de Estados Unidos en México, cuya incomprensión radical de la cultura hispánica-mexicana la muestra en su desprecio por el retablo mayor de la catedral de México, lo que mucho sobrepasaba sus estreñidos cánones puritanos. En términos demográficos México estaba en desventaja frente a Estados Unidos y la adopción del credo mesiánico del destino manifiesto, en un territorio de más de 4 millones de kilómetros cuadrados vivían 6 millones de mexicanos, mientras que Estados Unidos duplicaba esta cifra en un ámbito geográfico semejante en su extensión a México. Ello se agravaba por la pérdida de la voluntad de poder imperial, que tenía prácticamente indefensos la parte norte del país y objeto de depredaciones cada vez más acusadas por parte de las tribus chichimecas que llegaban hasta Zacatecas y San Luis Potosí, donde al parecer se había agotado la magnífica fibra del poder español, lo que se muestra sobre todo en la grandeza arquitectónica de ambas ciudades frente a un norte que tendrían como emblema los edificios neoclásicos del declinante siglo XVIII para el orbe hispánico. La toma de 150 ciudades en Estados Unidos por los migrantes, unos 5 millones que rompieron con el temor impuesto por los WASP, la mayoría de origen mexicano, demuestra que el irredentismo es una realidad, y que México recupera Texas, Nuevo México, California, aparte de Nevada, Colorado y Florida hasta el paralelo 42, incluyendo Chicago, Nueva York y Nueva Yersey. Huntington tenía razón —más al revés— en su choque de las civilizaciones, Estados Unidos se latinoamericaniza en un proceso de victorias partisanas. Lo que es una vileza que socava este esfuerzo es la indiferencia de los cipayos mexicanos, que han permanecido indiferentes frente a la resistencia heroica del símbolo de Aztlán. ¡Volverá a reír la primavera! |