No hay peor cosa en periodismo que la falta de independencia. Se
supone que el periodista antes de ponerse a escribir sobre el tema
que sea, cuenta con la suficiente independencia como para no
contaminarse de compromisos preexistentes ni de historias
oficiales. Sobre todo cuando se trata de temas sensibles a la
población general.
Uno de esos temas, quizás el más sensible de todos, es
justamente el atentado a la AMIA, el peor magnicidio sufrido por
nuestro país en los últimos años de su historia.
Y si a la fatalidad de lo sucedido le agregamos el pésimo manejo
que dieron al tema muchos de los medios y periodistas
"prestigiosos" vernáculos, la bronca se multiplica.
En estos días, por suerte, empieza a descorrerse el velo de la
historia oficial y muchas de las mentiras enquistadas en la
sociedad comienzan a ver la luz.
Ya casi no quedan argumentos para sostener la existencia de la
-nunca vista- Trafic-Bomba y las pruebas contra Irán
parecen no querer asomar por ningún lado. Asimismo, en estas últimas
horas, se empieza a instalar la verdadera trama del asunto, la
pista Siria, lo cual gratifica a quienes escriben estas líneas:
significa que durante tantos años no se ha trabajado en vano.
En dicho marco, resulta pertinente terminar de "quitar la
venda" a la sociedad sobre el último eslabón de la cadena
de encubrimientos que permitió que el atentado a la AMIA
permaneciera impune. Es el que tiene que ver con la "pata
periodística", a través de aquellos ¿colegas? que le
hicieron el juego a la desinformación y las pistas falsas. Se
trata de personajes que, en lugar de actuar como hombres de
prensa, fueron meros voceros de la historia oficial armada por el
corruptísimo juez Juan José Galeano y algunos organismos de
Inteligencia.
La trama comenzó en el mismo momento que tres de los diarios más
importantes del país -Clarín, La Nación y Página/12-
aceptaron adherir a la teoría de la inexistente Trafic-Bomba
y la culpabilidad de Irán en el atentado.
Clarín, por caso, bajo la pluma del "inefable"
Daniel Santoro habló desde un primer momento, no sólo de la
fantasmal camioneta explosiva, sino del "detonador usado
luego para hacer estallar los 300 kilos de amonal". (!!)
Pero Santoro llegó más lejos aún al hablar puntualmente del
"comando suicida que se inmoló en la Trafic que se
incrustó contra la AMIA (que) era el libanés Ibrahim Hussein
Berro". De más está decir que la Traffic nunca ha sido
vista por ningún testigo, sólo por Santoro.
Increíble, pero real...
Testigo de cargo
El periodista Gabriel Levinas en una casi
inadvertida entrevista concedida al desaparecido periódico La
Maga, el 26 de agosto de 1998, dio algunas pistas acerca de cómo
se manejo el tema AMIA en los medios:
"El periodista Omar Lavieri, el día 21 (de julio de 1994),
hace un pacto con Galeano. Hubo testigos del pacto y aparte se
puede demostrar solamente leyendo el Clarín. El pacto es
así: 'Vos solamente mandás adelante la teoría de la Trafic,
y tenés acceso irrestricto al expediente'. El pacto se cumplió.
Yo lo fui a ver en el 95 ... y el tipo me dijo claramente que él
no publica nada que no constara en el expediente. Ahora, le dije a
Lavieri, si en el expediente no hay nada, ¿vos vas a publicar
nada? Eso no es periodístico.
El 20 (de julio de 1994), Clarín decía que, a juzgar por
la forma en que se encontró el volquete, que estaba bajo los
escombros, que estaba desflorado, desgastado en todas sus partes,
eso era porque algo había explotado adentro. El 21 se olvidó de
lo que había publicado el 20, se olvidó de lo del volquete y
habló de la teoría de la Trafic. El 20 a la noche, en Clarín,
fue la reunión con Galeano con un testigo que era amigo mío y
que está dispuesto a declarar. Pero no hizo falta ya, porque
Lavieri habló, en esos días, en el programa de Aliverti y le
dijo que el pacto no lo hizo él, que lo hizo directamente Clarín.
La Nación, por ejemplo, durante un año y medio no pudo
acceder al expediente porque no aceptó ese tipo de pacto. Al año
y medio tuvieron que transar. La prensa funcionó mal, a favor del
encubrimiento, a veces sin darse cuenta, otras veces sí"
A la hora de hablar de Página/12, Levinas señala la
figura de Román Lejtman, quien "es el tipo que hace el
negocio con Telleldín y Galeano, para hacer el libro famoso, con
el video de por medio y que también aceptó la versión oficial
de la Trafic para tener acceso irrestricto al expediente.
Lejtman me llegó a decir que para él no tenía ninguna
importancia que el juez no haya citado a los casi 300 heridos. Sólo
se ha citado a 20. Si no es importante ¿para qué se citó a 20?
A Román Lejtman le parecía que eso carecía de relevancia,
porque para su hipótesis no era importante"
El pésimo trabajo de Lejtman hoy puede ver su continuidad en la
figura del "periodista-operador" Raúl Kollman, quien
sigue la trama oficial aportada por el Juzgado de Galeano.
La cadena de la felicidad
Cuando se habla de "manipulación" de
la causa AMIA a nivel periodístico comienza a aparecer un
concepto que todos conocen pero nadie se atreve a mencionar en voz
alta: la cadena de la felicidad.
Dicha denominación se refiere a fondos reservados que salen de
dependencias de organismos como la SIDE a efectos de
"adornar" a diferentes comunicadores para que operen a
favor de ciertos intereses.
Si bien el listado de los beneficiarios de dicha cadena es
guardado bajo siete llaves y sólo es conocido por tres personas
del estamento gubernamental -uno de ellos es el presidente de la
Nación-, muchos de los nombres de los que cobran es conocido en
el ambiente periodístico.
De hecho, un par de esos nombres fue pronunciado en voz alta por
otro colega hace poco más de un mes en el marco de la causa AMIA:
Román Lejtman (ex Página/12) y Gabriel Pasquini.
Dicha mención, que no fue reflejada por ningún medio importante,
fue vociferada por el mismísimo Jorge Lanata, ex compañero de
Lejtman en el programa radial Rompecabezas, quien frente al
estupor de todos los presentes, aseguró que los citados
periodistas eran "colaboradores de los servicios".
Dichos comentarios, que ya circulaban en los corrillos periodísticos
desde hace años, lo único que hicieron fue blanquear una
situación que se conoce sobradamente. Se sabe que muchos
comunicadores reciben mensualmente suculentos sobres, no sólo por
parte de dependencias de inteligencia, sino también del generoso
bolsillo de algún importante empresario o de algún ignoto político
con ansias de trascender.
Las preguntas, entonces, surgen inevitables: ¿Qué otros
periodistas cobran o cobraron dinero en negro para hablar de la
historia oficial de la AMIA?
¿Santoro? Ese nombre me suena
Daniel Santoro es tenido por muchos como
periodista estrella de Clarín por sus -supuestas-
profundas investigaciones, muchas de las cuales sueles ser
"birladas" a conocidos colegas de gran relevancia.
"A mí Santoro me robó en su momento y sin ponerse colorado
toda la investigación sobre las cuentas de Carlos Menem en Suiza.
No sólo no me citó, sino que publicó la nota con su propio
nombre", admitió hace unos años un prestigioso hombre de
prensa que hoy vive fuera de la Argentina.
Santoro ha trascendido, y mucho, por un premio recibido a raíz de
la investigación hecha sobre el tráfico de armas a Ecuador y
Croacia, la cual pudo verse en forma de libro en nuestro país
hace un par de años, con el sugestivo título de Venta de
armas, hombres del Gobierno.
Lo primero que llama la atención de la obra es que en su título
Santoro no hable de "contrabando de armas", que es de lo
que realmente se trató.
Luego de eso, a quien escribe estas líneas le consta que Santoro
recibió, antes de terminar de escribir su libro, información
concreta que involucraba al traficante Rubén Ormart, un hombre
muy vinculado a la CIA, Al Kassar y el menemismo, en la citada
operación de "venta" de armamento.
Extrañamente, Santoro nunca llegó publicar lo que le fue
enviado. Mejor dicho, sólo lo publicó parcialmente y desviando
la verdadera línea del tema.
A los ejemplos me remito:
En la pagina 144 de su libro, Santoro dice lo
siguiente:
... "El otro socio y compadre de Palleros es Ruben Ormart, un
empresario argentino-brasileño con conexiones en toda America
latina, Estados Unidos y con el banco libanes de Paris y el Audi
... No se pudo comprobar si es cierto que conoce a Menem..."
Quien envió los datos acerca de Ormart a Santoro, le demostró
que el traficante sí conocía a Menem y que, lejos de estar
relacionado con bancos árabes, Ormart estaba vinculado con el
Banco Safra, el banco de capitales judíos mas importante del
mundo.
Todo al revés para Santoro. Pero la cosa sigue:
Pagina 227:
... "Recibida la detallada orden, Sarlenga pidió a Palleros
el certificado y este a su representante en Venezuela, pero
pasaban los días y el documento no llegaba. Entonces, el 6 de
noviembre, el empresario argentino-brasileño Ruben Ormart mandó
por fax al venezolano Pirella Avila un borrador con indicaciones
para la confección de un certificado de uso final falso"...
Cuando Santoro dice que Ormart envió un fax a
Venezuela con instrucciones de lo que debía hacerse, en realidad
está diciendo que Ormart no falsificó la documentación
personalmente. Ergo, lo que Santoro está haciendo en realidad es
defender implícitamente a Ormart.
Cabe aclarar que en Venezuela a Ormart se lo acusa de haber
dirigido y realizado él personalmente toda la maniobra de
falsificación de la documentación, y luego haber procedido a
falsificar la firma de un militar de aquel país o ser su
responsable mas directo y comprometido.
Finalmente, según la muy confiable fuente que envió los datos al
periodista, "Santoro no menciona aunque yo sé que lo sabía
-porque yo mismo le había pasado el dato-, que en la agenda de
Ormart figuraba Romualdo Pizzini, el vicepresidente de Hayton
Trade SA, pero Santoro no lo incluyó en su libro, como tantas
otras omisiones que realizó sobre Ormart".
Como al ex embajador James Cheek se le perdió la tortuga -luego
encontrada por la SIDE de Hugo Anzorreguy-, a Santoro se le perdió
el detonador que le facilitaron Galeano y su amigo ex hombre
fuerte del nombrado servicio estatal. Pero, lo que es peor, se les
perdió la honestidad a la hora de desentrañar la madeja del
atentado.
Como buenos dignos apéndices de un poder corrupto -el menemismo-,
todos y cada uno de ellos se limitaron a cumplir el papel que ese
mismo poder les dictó. Cuando la trama apuntaba más a Siria que
a Irán, en la misma noche del 18 de julio, se apresuraron a
distraer, confundir y finalmente obturar la verdad hasta
travestirla de fábula.
El periodismo autodenominado "serio",
"independiente" y "confiable", mostró a través
de esta cadena de encubrimiento su verdadera cara: una usina de
información al servicio de la construcción de una realidad
paralela.
Finalmente
Es grave que periodistas como Lejtman, Kollman,
Lavieri, Santoro y otros -que mucha gente toma como referentes en
temas de actualidad e investigación- sean finalmente operadores
de historias urdidas desde las peores mentes de los conspiradores
de turno.
Si bien no se puede afirmar enfáticamente que a los citados
periodistas alguien les haya pagado para hacer semejante maniobra,
la sospecha se torna demasiado elocuente cuando uno analiza la
evolución de las notas escritas por sus plumas.
Y es que está probado hoy en día que todos estos comunicadores
han sido sobradamente advertidos para que no sigan desinformando
en el tema del atentado a la AMIA e igualmente lo siguieron
haciendo deliberadamente.
Una gran mancha para el periodismo, pero más aún para los
familiares de las victimas del atentado a la AMIA.
No hay descanso para ellos... No aún.