Fuente: Eugenio García Gascón (www.huelvainformacion.es)
Haya sido manifestación deliberada o una metedura de pata, lo cierto
es que Ehud Olmert ha llevado a las primeras páginas de los periódicos
la cuestión nuclear en Israel, un país en el que los analistas no se
ponen de acuerdo a la hora de valorar las palabras que el primer
ministro pronunció el lunes en Alemania.
El martes, el Yediot Ahronot, el rotativo de mayor difusión en el
país, abrió su portada con el titular Desliz de lengua nuclear, pero
hay otros comentaristas que aseguran que no hubo ningún lapsus y que
Olmert dijo lo que quería decir con el fin de que los iraníes lo
escucharan alto y claro.
Lo novedoso es que por primera vez desde que Israel inició su programa
nuclear a finales de los cincuenta con la ayuda de Charles de Gaulle,
un primer ministro hebreo reconoce públicamente que su país dispone de
armas nucleares.
Su afirmación echa por tierra la posición tradicional que Israel ha
mantenido hasta ahora y que consistía en decir mecánicamente que
“Israel no será el primer país que introduzca armas nucleares en
Oriente Próximo”, una fórmula engañosa que acuñó Simon Peres el 2 de
abril de 1963, cuando el presidente John F. Kennedy le pidió
explicaciones; el mismo Simon Peres que, por encargo de David Ben
Gurión, planificó el desarrollo del reactor de Dimona en los 50.
Lo cierto es que la capacidad nuclear israelí es un secreto a voces
desde hace décadas. A principios de los 90, un grupo de expertos
occidentales estimó que este país disponía entonces de entre 200 y 400
cabezas nucleares, y es muy posible que ese número se haya
incrementado en los últimos años.
¿Para qué necesita este pequeño país tantas cabezas nucleares? Los
analistas sostienen que Israel desea disuadir a los enemigos que le
rodean. Pero siendo Israel un país tan militarista y con tantos
extremistas en el Parlamento, no deja de ser un peligro para la región.
Es el caso del viceprimer ministro Avigdor Lieberman, un
ultranacionalista que en estos momentos, según las últimas encuestas,
se sitúa en el segundo lugar de intención de voto, muy cerca de
Benjamin Netanyahu, que es el primero. ¿Qué ocurriría si Lieberman
fuera primer ministro sabiendo que hace sólo unos meses se mostró
partidario de bombardear las capitales árabes?
Desde la década de los 90 la capacidad nuclear israelí se ha ampliado
notablemente en cuanto a extensión gracias a los submarinos del tipo
Dolphin que Alemania ha regalado a Israel, o más exactamente se los ha
vendido a un precio simbólico e irrisorio con el consentimiento de
EEUU.
Algunos analistas militares comentan que hace diez meses Olmert envió
a Teherán un mensaje amenazador señalando que los submarinos Dolphin
estaban patrullando en las aguas del Golfo Pérsico, donde hay una
fuerte presencia naval norteamericana.
El
mensaje lo captaron los iraníes pero no respondieron, al menos
públicamente. Por su parte, EEUU puso en su momento dos condiciones
para permitir el desarrollo nuclear de Israel: que no hiciera pruebas
nucleares (y al parecer las hizo con la Suráfrica del apartheid) y no
amenazara explícitamente a ningún país vecino con utilizar la bomba.
Las revelaciones de Olmert llegaron una semana después de la
comparecencia ante el Congreso del nuevo secretario de Defensa
estadounidense, Robert Gates, donde afirmó que Israel dispone de armas
nucleares –algo que nunca había dicho ningún funcionario
norteamericano–, al tiempo que justificó en cierta manera que Irán
quisiera alcanzar la bomba nuclear puesto que está rodeado por países
que la poseen, como Pakistán, Rusia, India, Israel y la flota
estadounidense desplegada en el Golfo Pérsico.
Por otra parte, hasta esta semana Israel era el único país del mundo
con arsenal nuclear que no lo reconocía. Las agencias internacionales
que se encargan de estas cuestiones han hecho hasta hoy la vista gorda
y han preferido mirar hacia otra parte.
Ahora está por ver si esas agencias continuarán ignorando las
instalaciones nucleares del desierto del Neguev una vez que Olmert
haya reconocido públicamente la existencia de una fuerza nuclear en su
país.
Teherán se ha dirigido al Consejo de Seguridad de la ONU y a la
Conferencia Islámica para que intervengan y ordenen a Israel que ponga
fin a sus “amenazas”, y han recordado que, a diferencia de Israel, el
régimen islámico jamás ha iniciado una guerra contra sus vecinos.
En Israel, en cambio, destacan que el presidente Ahmadineyad ha
declarado en varias ocasiones que Israel debería borrarse del mapa.
Esta misma semana, durante la Conferencia que se celebró en Teherán
sobre el Holocausto, Ahmadineyad matizó que Israel será borrada del
mapa de una manera semejante a la Unión Soviética.
El programa nuclear de los iraníes, que según Irán tiene un fin
exclusivamente energético, está sirviendo a Israel para apartar la
atención de la opinión pública internacional sobre lo que ocurre en
los territorios palestinos y, con toda seguridad, los israelíes
continuarán poniendo énfasis sobre ese programa con el mismo fin.