Al FMI, al BM y al BID se abonaron 24.983 millones de dólares, más que en cualquier otro período de la Argentina.

LOS "K" SON LOS MEJORES PAGADORES DE LA HISTORIA

por Maximiliano Montenegro

 

Todavía está por verse si la historia recordará al matrimono Kirchner como la pareja presidencial que logró mejorar la distribución del ingreso en la Argentina. Pero Néstor y Cristina ya se ganaron un lugar en los libros de economía como los mayores pagadores de la historia argentina a los organismos internacionales de crédito, con sede en Washington o en París.

Repasemos la información que surge de dos fuentes oficiales: la página web de la Secretaría de Finanzas del Ministerio de Economía y un documento enviado por Félix Camarasa, director por Argentina en el Banco Mundial, al ministro Carlos Fernández.

Los números son los siguientes:

• Al Fondo Monetario Internacional, desde 2003, se abonaron, netos de desembolsos del organismo, U$S 17.061 millones. Con el siguiente detalle: en 2003, 752 millones; en 2004, 2.596 millones; en 2005, 4.102 millones; y en 2006, cuando se canceló la totalidad de la deuda, 9.611 millones de dólares.

• Al Banco Mundial, desde la era K, se le giraron U$S 5024 millones. El desagregado es así: en 2003, 1377 millones; en 2004, 331 millones; en 2005, 854 millones; en 2006, 1014 millones, en 2007, 879 millones; y en lo que va de 2008, 569 millones de dólares.

• Al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el matrimonio presidencial le gatilló U$S 2898 millones. En 2003, 273 millones; en 2004, 584 millones; en 2005, 392 millones; en 2006, 577 millones; en 2007, 496 millones; y en 2008 hasta junio, 576 millones de dólares.

Insistimos. Los pagos de capital e intereses listados arriba son siempre netos de los desembolsos de préstamos por parte de los propios organismos. Es decir que es el dinero cash que voló desde Buenos Aires a Washington. En total, entre el FMI, Banco Mundial y BID, suman 24.983 millones de dólares en los últimos cinco años. Ningún otro período de la historia argentina del siglo pasado registra semejante transferencia de fondos a los organismos internacionales.

A PARÍS ELLA SE FUE. A la cuenta anterior, obviamente, habrá que adicionarle los U$S 6706 millones del Club de Paris. Hasta hace unos meses, desde Washington a París se reclamaba al gobierno un pago inicial cash en reservas, para refinanciar la mayor parte de la deuda. La respuesta de la Casa Rosada era que no se echaría mano a las reservas, pero que había voluntad de negociar una refinanciació n a 8 o 10 años de plazo con tasas de interés muy bajas, de entre 5 y 6 por ciento.

La versión oficial es que todas las vías de negociación requerían, por los estatutos del Club, de la intervención del Fondo Monetario. El último ensayo para tratar de saltear al FMI habría sido la semana pasada, durante la visita de Thomas Shannon. El subsecretario de Asuntos Latinoamericanos de Bush habría dejado en claro que esa alternativa no era viable.

Para el matrimonio presidencial resultaba inadmisible que las misiones del Fondo volvieran a desembarcar en Argentina, aunque más no fuera para confeccionar un documento técnico sobre la marcha de la economía que dejara tranquilos a los países miembros del Club, también principales accionistas del organismo. En los planes oficiales, el pago al Club de Paris debería cumplir dos objetivos. Por un lado, ahuyentar el fantasma de la cesación de pagos con el que vuelven a asustar las calificadoras internacionales de riesgo y despejar las turbulencias financieras. Por el otro, reabrir el canal de los préstamos para obras de infraestructura y de financiación de exportaciones, que podrían aprovechar las empresas europeas y norteamericanas radicadas en el país.

La reacción de los “mercados” no fue la esperada, ni despejó nube alguna. En medio de la crisis financiera internacional, la fuga de capitales de toda la región (incluido Brasil) hacia los bonos del Tesoro norteamericano no permitió siquiera el repunte por algunas horas de las cotizaciones de los papeles argentinos. Para un Gobierno que demuestra semejante “voluntad de pago”, no es un dato menor. En cuanto al segundo objetivo, es probable que regularizar la situación con el Club abarate algunos puntos los préstamos de bancos europeos para obras de infraestructura, como el tren bala.

La administració n K, es cierto, retomó la iniciativa en materia de política económica. Pero si el objetivo central era, con lógica ortodoxa, recrear la confianza de los inversores financieros, faltó el impacto de un programa que incluyera otras medidas menos onerosas, como ser el anuncio de un proyecto para transparentar los números del Indec o de un plan para reducir gradualmente la inflación en los próximos 2 o 3 años.

En las últimas horas, en algunos despachos oficiales empezó a circular la idea de ofrecer otras “señales”, como avanzar con el descongelamiento de tarifas (gas, agua, peajes, transporte), implementar una estrategia de recompra de bonos de la deuda más agresiva y hasta sorprender con algún anuncio para contener la suba de precios, en un intento por asociar el pago al Club de París con un cambio del clima financiero. Si no aparecen resultados a la vista, semejante costo sólo para “retomar la iniciativa” luce un poquito elevado.

(AUTO)CRÍTICA KIRCHNERISTA. Desde el propio kirchnerismo, funcionarios y ex funcionarios, vertieron en privado algunas críticas interesantes a la cancelación con el Club. Desde otra perspectiva, con información de primera mano, sirven para sopesar costos y beneficios de la decisión. Veamos:

• Nunca existió la decisión política de negociar con el Club. Durante la gestión de Martín Lousteau en Economía, Luis Alberto Moreno, el colombiano que preside el BID, se había ofrecido para destrabar la refinanciació n de la deuda con el Club. Propuso oficiar de nexo con el FMI para que el informe de monitoreo económico de la Argentina no lo hiciera el Fondo sino el propio BID, un organismo políticamente correcto para los Kirchner.

• Ni el BID ni el FMI pretendían imponer, como en otras épocas, condiciones (como privatizar la banca pública o subir las tarifas) al gobierno argentino. Sí hubiesen pedido transparentar las cuentas del Indec y los números fiscales.

• Si el Gobierno no quiere sanear el Indec ni mostrar los números fiscales al Club de Paris, ¿cuál es el sentido de pagarles? El mensaje es el contrario al buscado: como no se quiere sentar a negociar para no mostrar los números reales, se les llena la cara de billetes. No se despeja ninguna de las dudas, pero el país se queda con menos reservas. La movida puede resultar un boomerang.

• En medio de la mayor crisis financiera en décadas, Argentina paga 7000 millones a los países más poderosos del mundo. El contexto actual es muy distinto a la época en que se canceló la deuda con el FMI. En aquel entonces, el Banco Central no sabía cómo hacer para frenar la caída del dólar y en 10 meses recuperó todas las reservas perdidas. Desde marzo, en cambio, el Central perdió 3000 millones por la crisis del campo y todavía no pudo recuperar nada.

• Si toda esta jugada era para destrabar el financiamiento del tren bala, mucho más barato era pagarlo cash con las reservas. El proyecto original cuesta 1400 millones, pero con el financiamiento a treinta años el costo total se eleva a 3900 millones de dólares.

• Si la intención era alejar los rumores (interesados) de un nuevo default, hubiera sido más efectivo recomprar los vencimientos de deuda del año próximo. Con U$S 5000 millones, se podía recomprar más de la mitad de los vencimientos que debería refinanciar el Estado en el 2009, y la otra mitad podía negociarse con las AFJP. Así, además de lograr un buen ahorro (hay bonos que cotizan 75 por los que habrá que pagar 100 si se espera al vencimiento) se disipaba totalmente el horizonte de la deuda en el año electoral. • Las decisiones en la cúspide del poder son imprevisibles. De despreciar la negociación con el Club de Paris a poner todo al contado. De salir desesperadamente a buscar U$S 1000 millones en Venezuela –a una tasa del 15%, que es el exorbitante costo al que Argentina consigue financiamiento en los mercados— a pagar cash 7 veces más.