EL PC DE CHILE Y LOS DDHH

por el Pedro Godoy

 

Los DDHH son bandera predilecta de la tienda hoy de Teillier, ayer de Gladys Marín y anteayer de Lafertte.  Se quejaron de la Ley de Defensa de la Democracia y de Pisagua ahora a, varios decenios de 1973, continúan "pataleando" por la represión del general Pinochet que implica 2 mil ejecutados y desaparecidos. Constituye un compromiso moral protestar por el aniquilamiento de las libertades públicos y las persecuciones por motivos políticos ¿Acaso no lo sabré que soy exonerado de la Casa de Bello, objeto de dos allanamientos por un rector-delegado del régimen militar y mis hermanas destituidas de sus cargos? ¿Quién podría objetar, por ejemplo,  el llanto y la furia de una madre que, en aquella amarga refriega, pierde un hijo? ¿O una hija a su padre? Sin embargo, hay un requisito ineludible del PC, hábil instrumentalizador de aquella tragedia. es la exigencia de ser consecuente. es decir, no actuar como el mítico "Padre Gatica".

El PC es inconsecuente. No se ciñe al compromiso. Si los DDHH son atropellados en Cuba  defiende a rajatabla la represión del régimen de  Fidel-Raúl. Los carcelazos, supresión de las libertades ciudadanas y el millón de exiliados así como los procesos que terminaban en el paredón -opina- son estrategias para defender esa "democracia". Esto no es nuevo, en los años 30 aplauden el genocidio de la mitad del mismo PC de la URSS ordenado por el paranoico Stalín. Esa práctica asesina  continúa durante la aquella vitalicia dictadura y no cubre solo la Unión Soviética, sino también los países de Europa del este. De esto hay una amplia literatura que los "soviethinchas" chilensis repudian como "mentiras del capitalismo". Incluso soy testigo de como -en las reuniones de las JJCC efectuadas en las glorietas del Pedagógico-  la dupla  Corvalán-Marín insistía que el informe secreto del XX Congreso entregado por Nikita era otro infundio del diario "El Mercurio".

El terror staliniano se  institucionaliza en el patíbulo por simple sospecha incubada en la calumnia. Su complemento son los Gulag,    acrónimo en ruso de los "Centros Especiales de Trabajo". Se ubican en  Siberia y allí se aglutinan en masa a quienes se supone adversarios del omnipotente tirano que es objeto de  versos alabanciosos por Neruda y Nicolás Guillén y homenaje en prosa de Teitelboim. La modalidad de las purgas -denominadas también depuraciones- se exportan, por ejemplo, a la España envuelta en guerra civil (1936-1939). Allí la policía secreta despachada desde Moscú y sus sirvientes locales proceden a infiltrar las FFAA de la República y a asesinar a los republicanos que se oponen a la sovietizacion del bando que intenta contener a Franco. A León Troski - fundador del Ejército Rojo y adversario de Stalín- refugiado en el México de Cárdenas un agente de la GPU lo asesina. De aquel asedio que culmina en magnicidio  no es ajeno Pablo Neruda, entonces Cónsul de Chile.

El estilo stalinista de manejo del Partido lo reproduce el  comunismo "criollo". Como no están monopolizando el poder no se registran asesinato ni deportaciones. No obstante, una patota de delatores rentados -aprovechando la compartimentación celular- anota disidencias y registra chismes.  Como la estructura es piramidal muy pronto se llama al orden a aquellos que discrepan de "la línea". es decir, de las instrucciones provenientes de la cúpula. Con  velocidad  se impone. en el mejor de los casos, la "marginación". Lo peor es la "expulsión" que equivale a la hoguera inquisitorial.. Quedaba entonces el militante excluído de ese mundo cuya mística redentora había convertido en su "familia". No caben apelaciones por el verticalismo y por el acatamiento del resto de los afiliados que, igual que en las purgas moscovitas, creen a pie juntilla lo proveniente del siempre invisible Tribunal del Santo Oficio que es la Comisión de Control y Cuadros. Este, al expulsarlo, lo convierte en leproso.

La negativa actual a cuestionar el totalitarismo de Norcorea y de Cuba salpica a la Vallejo y hasta a Bachelet- Ese doble standard equivale a las justificaciones de las traumáticas purgas que. como se señalara, supone la ejecución no de zaristas y burgueses, sino de comunistas soviéticos que Beria y Stalin suponen "enemigos del pueblo".  El reemplazo -se ignora si parcial o total- de los gulags por clínicas psiquiatricas para recluir a disidentes es una medida civilizadora que nace con quienes son los sucesores de "el genial padre de todos los pueblos". Este personaje y sus secuaces de la Tcheca a la KGB convierten, con su brutalismo, en "niños de pecho" a  Pinochet y Contreras. Las mismos fusilamientos de Imre Nagy y 80 colaboradores que -sacados a empellones de la Embajada de Yugostavia en Budapest donde se asilan-después de represión del alzamiento húngaro-  son ordenados no por Stalín, sino por Nikita Khruschev. Por todo lo dicho resulta una grosera inconsecuencia que los  "soviethinchas" aludan a los DDHH.