DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN, EMIGRACIÓN Y ENVEJECIMIENTO

por CNSC  -  http://cnscmadrid.blogspot.com

 

Evolución de la población castellana a lo largo del siglo XX.

A comienzos del siglo XX la población total de Castilla era de cerca de 5 millones de personas, el 25,5% de la población del Estado español. En 1998, según datos del Censo de Población y el Padrón Municipal de Habitantes publicados por el INE, la población era el doble, 10.082.872 personas, representando el 25,3% de la población estatal.

Si bien estos datos hacen pensar que la evolución de la población castellana ha seguido la misma evolución que la que ha experimentado la población estatal, nada más lejos de la realidad, ya que a la hora de realizar cálculos, los datos poblacionales de la provincia de Madrid, que en 1998 contaba con más de 5 millones de habitantes, distorsionan las medias del conjunto castellano. Así, en 1900 los 1.378.000 habitantes de las provincias de la actual comunidad autónoma de Castilla-La Mancha representaban el 7,4% de la población estatal, en 1998 los 1.716.152 habitantes de esas cinco provincias solo suponían el 4,3%. Dinámicas similares han experimentado Castilla y León (del 12,5 de 1900 al 6,2 de 1998), Santander (del 1,5 al 1,3) y Logroño (del 1,04 al 0,66), mientras que Madrid ha pasado de representar el 4,13% de la población estatal en 1900 con 736.593 habitantes al 12,7 de 1998 con 5.091.336 habitantes.

La evolución seguida por las provincias castellanas es más dispar. En 1998 sólo Burgos, León, Madrid, Salamanca, Santander, Toledo y Valladolid eran capaces de superar el número de habitantes de 1900, aunque en ninguno de los casos, a excepción de Madrid, se llegara a alcanzar el crecimiento medio del país. Ni siquiera tomando como referencia la década de los 50, cuando estas provincias alcanzan sus mayores números de habitantes, el incremento de la población con respecto al inicio de la centuria fue comparable a la media estatal.

 

Saldo vegetativo: natalidad y mortalidad.

Los diversos movimientos migratorios experimentados por la población castellana a lo largo del siglo XX han trastocado selectivamente la estructura de edades y ha provocado la destrucción del equilibrio entre varones, lo que ha supuesto la perdida de potencial natalista en esta tierra. En el medio rural castellano, en general, y en algunas provincias y comarcas en particular, ha supuesto hipotecar la capacidad de reemplazo generacional, estimado para una media de 2,1 hijos y que en Castilla esta media es de 1,1 hijos por mujer.

La mortalidad, el segundo componente que determina el movimiento natural de la población, es del 9,6 por mil, dos puntos por encima de la media estatal. Este elevado índice se debe a causas exclusivamente demográficas ya que la disminución de la natalidad hace que los tramos de edades superiores, en los que son mayores la probabilidades de muerte, representen cada vez porcentajes más altos.

Nacimientos y defunciones se combinan, dejando al margen los posibles movimientos migratorios, para formar el saldo vegetativo, de quien dependerá finalmente el aumento o descenso del número de habitantes. Así, en 1999 se registraron en Castilla 91.976 nacimientos y 89.578 defunciones, con lo que se obtiene un saldo vegetativo positivo de 2.389 personas. Cifra que, influenciada por los indicadores de la provincia de Madrid, donde se producen 52.293 nacimientos frente a 39.000 defunciones, oculta unos saldos negativos como el que se registra en Castilla la Vieja y León que es de -9.947.

 

Estructura de edades y sexos.

Actualmente la edad media de la población castellana ronda los 39 años, 10 años mayor que la que se registraba a principios de siglo. Con las edades medias más altas de entre las registradas en el estado se colocan Castilla y León con 39,8 años y Logroño con 39,2 debido a que la natalidad ha sido durante los últimos años muy débil, por debajo del 8 por 1.000 a partir de 1993 y la tasa bruta de mortalidad creciente, por encima del 9 por 1.000. Hasta los veinte años, los índices de masculinidad por edades son similares a los del resto de la península. A partir de esa edad comienzan a aumentar, alcanzándose la máxima diferencia entre los 35 y 39 años. Esta sobremasculinidad es el resultado de los movimientos migratorios que cuantitativamente han afectado más a las mujeres.

La baja natalidad, continuada a lo largo de los años, ha traído como consecuencia el que los menores de quince años, un 15, 43% de la población total castellana, representen un porcentaje inferior al del resto del estado. Su tendencia a la reducción a lo largo del siglo ha seguido pareja con la evolución de la natalidad y de la mortalidad, así en 1991 era la mitad que noventa años antes.

El porcentaje del grupo de edades de quince a sesenta y cuatro años es el que menos variaciones ha experimentado de todo el siglo. Es lógico que así haya sido dada su amplitud y heterogeneidad. En 1998 estaba un punto por debajo del porcentaje del Estado español, pero es una diferencia irrelevante.

En el tramo de edad de más de sesenta y cinco años el porcentaje de población castellana, 18,36%, sobrepasa en dos puntos la media estatal. Otra vez los datos de la provincia de Madrid ocultan datos preocupantes como los cinco puntos de diferencia que hay entre la media estatal y la media de Castilla y León o los tres en Castilla-La Mancha.

 

Movimientos migratorios.

El proceso migratorio castellano ha sido, y es, especialmente empobrecedor para nuestra tierra. A partir de la década de los años ochenta se abrió el abanico de destinos, aunque los históricos siguen ocupando las primeras posiciones. Madrid sigue siendo la provincia más escogida, seguida por las provincias vascas y Cataluña, aunque estos últimos destinos experimentan un retroceso apreciable. Los destinos que surgen con fuerza son Canarias, Andalucía, Galicia y la Comunidad Valenciana.

Las migraciones no inciden por igual en todos los grupos de población. La mayor parte de las personas que intervinieron en los movimientos migratorios registrados entre 1986 y 1995 tenían de dieciséis a veinticuatro años, seguidos por los de veinticuatro a sesenta y cuatro años, si bien, este segundo es muy amplio, por lo que es probable que en la zona de menor edad exista un porcentaje similar al de las edades más jóvenes. Por otra parte, la inmigración exterior al Estado español, salvo en el caso de Madrid sigue siendo escasa y, por lo tanto, insuficiente para paliar la despoblación que sufre Castilla, en especial en el medio rural.

 

Densidad de población.

La densidad demográfica de Castilla es de 52 habitantes por kilómetro cuadrado, dato, como otros anteriores, sobredimensionado por los 634 habitantes por kilómetro cuadrado que registra la provincia de Madrid. Excluyendo estos datos, la densidad de población en Castilla sería de 27 habitantes por kilómetro cuadrado, muy lejos de la media estatal que es 78 y de la europea que es de 115. Estos datos genéricos son especialmente preocupantes en la provincia de Soria, cuya densidad de población solo asciende a 9 habitantes por kilómetro cuadrado o los 12 de Cuenca y 13 de Guadalajara. De las provincias en las que se sitúan las capitales de las respectivas comunidades autónomas, Madrid y Santander son las únicas que sobrepasan la media estatal con 634 y 99 hab./Km2 respectivamente, mientras que las de Valladolid, Logroño y Toledo son de 61, 52 y 34.

La mayor parte de la población se concentra en los núcleos urbanos más importantes, por lo que los datos deben ser revisados. Así, en la provincia de Burgos las tres ciudades más pobladas: la capital, Aranda de Duero y Miranda de Ebro abarcan una extensión de 336 Km2 y una población de 227.022 personas, así, el resto de la provincia, 13.956 km2, con 119.333 habitantes tiene una densidad de 8 habitantes por km2.