Colonos que se atrincheran en la ciudad, muros que engullen olivos, gente que vive con la amenaza de una nueva invasión… Hebron, Ni’lin y Nablus son tres de los lugares donde se evidencia de forma más clara el apartheid con que el estado Israel somete los territorios palestinos ocupados.PALESTINA: POSTALES CONTRA EL APARTHEIDNi’lin Ni’lin tiene una larga historia de reivindicaciones. Cada semana el pueblo se alza para protestar contra la construcción del muro, que se ha apropiado del 40% de su territorio y de decenas de olivos, como los de Ahmed, que nos conduce hasta la concentración vecinal. Nos vamos cuando es hora de rezar (en nuestro grupo hay dos mujeres). Nuestro amigo Miles tampoco quiere problemas: hace poco a una activista estadounidense el ejército israelí le reventó un ojo en una manifestación. Desde la colonia judía de Hasmona’in (aquí no hay ejército, sino seguridad privada) vemos cómo soldados israelíes disparan balas de goma contra los manifestantes al otro lado del muro. Al rato, deciden penetrarlo.
Nablus En Nablus se ven otro tipo de huellas del conflicto. Aquí hay retratos y memoriales de muertos durante la segunda intifada. Allí hay un solar abandonado: antes había una fábrica de jabones de más de 400 años de antigüedad. Fue bombardeada por el ejército israelí en 2002, porque supuestamente en ella se fabricaban armas. Casi todos los comercios lucen en sus escaparates un adhesivo de boicot a Israel: “Aquí no se venden productos elaborados en los asentamientos judíos”. Subimos con May Abdelhadi, trabajadora de la ONG Care, a uno de los puntos más altos de Nablus. Desde allí nos señala dos cimas más altas: “Allí no podemos entrar, están controladas por el ejército israelí, ellos pueden entrar en la ciudad cuando quieran”. May habla de recuerdos duros con una naturalidad inverosímil: “Hace 7 años cuando iba a la escuela había un tanque a la entrada. Hasta que no se apartaba, no podíamos pasar. Estuvimos 3 meses sin poder salir de nuestras casas ni de la ciudad, y sin poder ir a la escuela o la universidad”. En el hostal donde dormiremos nos atienden dos jóvenes palestinos. Maruf, el más tímido, ha sido utilizado tres veces como escudo humano por el ejército israelí, una práctica habitual prohibida por la Convención de Ginebra. Yihad habla más. “Es más fácil para vosotros viajar aquí que para nosotros entrar en Jerusalén. Si entramos sin el permiso, casi imposible de conseguir, y nos detienen iríamos a la cárcel por seis meses “. Al conocer nuestra procedencia, vuelve a salir el tema del fútbol. “¿No tenéis un campeonato aquí?”, preguntamos. Yihad sonríe (“inocentes”, debe pensar):’‘Es imposible. Con tantos checkpoints, con la intifada y los ataques del ejército, los equipos no se pueden desplazar’‘.
Hebrón Hebrón es la única ciudad palestina que tiene un asentamiento judío en su centro y una de las que ha vivido más episodios violentos en los últimos años. Los colonos se empezaron a instalar en 1967, en la guerra de los seis días. En 1994, uno de ellos asesinó 29 palestinos mientras rezaban en la mezquita. Ahora las calles del centro que llevan a los asentamientos están controladas por el ejército israelí, que las ha “limpiado” con mucha dedicación. Donde antes había vida y actividad comercial, ahora sólo hay polvo, puertas cerradas y checkpoints. El 76,6% de los comercios han cerrado y el 41,9% de las viviendas se han vaciado, según un estudio de la ONG B’Tselem. Es un barrio fantasma. Las viviendas palestinas que quedan tienen los balcones enrejados, porque a menudo reciben pedradas de los colonos. Algunas han sido cerradas con las familias dentro: para pisar la calle tienen que salir por la azotea. Lo mismo sucede en la casba: de techo sus callejuelas tienen una inmensa red que detiene la basura que tiran los colonos desde sus casas. La primera vez que intentamos entrar lo queríamos hacer con Breaking The Silence, una ONG formada por ex soldados del ejército israelí que, entre otras cosas, denuncian la impunidad con que los colonos acosan y agreden a los palestinos que viven. No fue posible la visita por razones de seguridad: la noche anterior había habido incidentes y la policía no podía asegurarnos protección. A cambio, nos llevaron a los alrededores de la ciudad para contarnos in situ cómo se realizan los asentamientos y qué consecuencias tienen para los palestinos. Resulta desalentador ver cómo se agarran a cualquier treta legal para apropiarse de lo que no es suyo. Allí visitamos una familia palestina rodeada de colonos. La ONG B't Selem ha suministrado cámaras de vídeo a sus miembros para que documenten las ilegalidades y el acoso que sufren.
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