EL
PROGRESISMO Y SU FALTA DE PROYECTO por
Alberto
Buela (*) Al
menos en Nuestra América la oleada de gobiernos neoliberales de los años
90 fue seguida por una serie de gobiernos progresistas de corte socialdemócratas
quienes son los que hoy nos gobiernan.
Y la crítica teórica más escuchada hacia estos gobiernos es que
“carecen de proyecto político”. Así, Kirchner gobernó durante
cuatro años Argentina sin esbozar o siquiera enunciar cuales eran las
tres o cuatro ideas fuerza de su proyecto político. Pasa lo mismo con Vázquez,
Bachelet, Lula y tantos otros. (1) Todos gobiernan sobre las
circunstancias. Son gobiernos que no resuelven los conflictos sino que más
bien los administran. Y
esa crítica a la falta o carencia de proyecto político es lo que
pretendemos explicar en esta breve meditación. Razones
filosóficas
El
hombre y la mujer progresista, en general, se sitúa siempre en el éxtasis
temporal del futuro, ni el presente, ni mucho menos el pasado tiene para
él significación alguna, y si la tuviera siempre está en función del
futuro. No le interesa el ethos de
la Nación histórica, incluso va contra este carácter histórico-cultural.
Y esto es así, porque el progresista es su propio proyecto. El se instala
siempre en el futuro pues ha adoptado la vanguardia como método. Nadie ni
nada puede haber delante de él, de lo contrario dejaría de ser
progresista. Así se explica que el progresista no se pueda dar un
proyecto de país ni de nación porque éste se ubicaría delante de él,
lo cual implica y le crea una contradicción. Y
así como nadie puede dar lo que no tiene, el progresista no puede darse
ni darnos un proyecto político porque él mismo es su proyecto político. Razones
políticas
En
las época del Estado de Bienestar, allá por la segunda mitad del siglo
XX, los proyecto políticos expresados en los planes trienales o
quinquenales eran moneda corriente de la política de antaño. Por el
contrario, los proyectos han desaparecido de la política hodierna. Es
que en aquella época todavía existía la posibilidad de una política
soberana, autónoma respecto de los poderes indirectos, cosa que hoy se
presenta como imposible de ahí
que se explique que nuestros gobiernos progresistas se transforman en
convalidadores de decisiones ajenas. Y por este hecho político, trágico
para nuestros pueblos de América, es que nuestros progresistas no se dan
políticamente un proyecto de nación, pues tendrían que enfrentar
intereses contrapuestos como son los del imperialismo y la multinacionales
de la industria, el comercio y la banca. Y eso es imposible porque ellos
parten del no conflicto, de
la negación de la conflictividad del ser humano y sobre todo de la política
como actividad agónica (de lucha). Así, al dejar de lado el carácter agónico
de la política los gobiernos progresistas desprecian la política
exterior (la única y verdadera política). Su gran mecanismo, entonces,
es el del consenso entendido como “mito
político al servicio de las oligarquías que se presentan como
representantes de la sociedad”
(2). Y cuando se habla de las oligarquías lo son tanto las
partidarias (las que integran los partidos políticos), las empresariales,
las sindicales, las financieras, de las colectividades, las culturales,
etc. Hace
ya muchos años que lo venimos afirmando una y otra vez: “sólo el disenso puede en nuestras sociedades dependientes crear teoría
crítica, pues al proponer el disenso como método proponemos buscar
“otro sentido”, un sentido diferente portan las cosas y las acciones
de los hombres sobre ellas”
(3) Para
los partidarios del consenso, los progresistas en general,
la opinión pública es la opinión publicada mientas que para los
sostenedores del disenso, éste debe funcionar como ruptura con la opinión
publicada, para ir a la recuperación de la genuina opinión pública. Quede
pues como conclusión de este breve artículo, que la carencia de proyecto
político en los gobiernos progresistas se debe a una incapacidad de la
propia índole del progresismo mismo. En una palabra, su falta de proyecto
político es su proyecto, siempre dependiente, nunca liberador. (*)
CeeS- Fed. del Papel Casilla
3198 - (1000) Buenos Aires
(1) Se aplica también a gobiernos europeos del tipo de Zapatero en España, Merkel en Alemania o Prodi en Italia. (2) Negro Pavón, Dalmacio: Desmitificación del consenso político, en Razón Española N° 145, Madrid, sep-oct 2007, p.152 (3) Buela, Alberto: Teoría del disenso, Ed. Cultura et Labor, Buenos Aires, 2004, p. 10
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