SOBRE EL PUDOR (TRAS LA HUELLA DE MAX SCHELER) por Alberto Buela (*) La obscenidad está vinculada al millonario negocio internacional de la prostitución, la pornografía, la esclavitud de las mujeres, el robo y compra-venta de personas. A ello debemos sumar una cultura mediática donde lo obsceno, lo vulgar y la exhibición indiscriminada de la intimidad, es moneda de todos los días. Un remedio, un antídoto profundo ante este flagelo de nuestros días es, creemos, rescatar y promover la meditación sobre el pudor. Y así respecto al tema que vamos a tratar distinguió claramente entre tres órdenes de fenómenos: el impulso sexual, el amor sexual y el amor espiritual. Partió de dos proposiciones, debidas a dos grandes maestros opuestos a la fuerte tradición kantiana de la filosofía alemana de su tiempo, el de la naturaleza intencional de la conciencia descubierta o redescubierta por Franz Brentano (1838-1917) y que esa intencionalidad se da también en los sentimientos superiores cuyos objetos son los valores, según mostrara Rudolf H. Lotze (1817-1881). Así, al sostener Scheler que además de la intuición intelectual existe en el hombre
una intuición emocional que nos permite captar los valores, su propósito fue encontrar las leyes de sentido de los actos y funciones superiores de la vida emocional, donde los sentimientos con significado ético y social son: la simpatía, el pudor, la angustia, el miedo y el honor. El origen del pudor es la conciencia de ese oscuro contacto entre el cuerpo como “la carne” y el espíritu. Pero el pudor no es como el asco, una pura oposición a la cosa, sino que junto a esa oposición existe una oculta atracción a la cosa misma. Es una oposición a objetos atrayentes. Así, la mujer por pudor cubre su belleza pero su belleza no deja de atraerla. Se pierde el sentido del pudor en la masificación, en la existencia meramente pública, con el llamar la atención propia del vanidoso que solo quiere que hablen de él con halago. A diferencia del orgulloso, que seguro de sí, desprecia a quienes lo adulan. El sentido estrecho del concepto de pudor se vincula al cuerpo y, específicamente, a la sexualidad y en un sentido amplio a la espiritualidad. El pudor del cuerpo se manifiesta cubriendo la desnudez con el vestido, que es una extensión del ocultamiento de los órganos sexuales producido por el pudor. En una palabra, el pudor no nace del vestido, como algunos piensan, sino el vestido del pudor. El pudor corporal está presente desde el nacimiento con el descubrimiento de las zonas erógenas, pasa luego al nacimiento del impulso sexual en la adolescencia dirigido hacia sí mismo. La función primaria del pudor en esta etapa consiste en desviar o frenar la función de la libido y ser el principal freno a la masturbación. En la mujer aparece el instinto de cría. Pasa luego a la simpatía sexual que es la capacidad de comprender la vida de los otros y así en el mismo acto sexual que el otro tenga la misma dicha que uno experimenta y finalmente, puede pasarse al pudor del “amor sexual” donde una persona elige a otra persona, donde “yo no puedo existir más que donde estás tú”. Del sentimiento del pudor participan ambos sexos pero es vivido de manera diferente: en el varón es más anímico y en la mujer más corporal. Es que la mujer está más vinculada al genio de la vida. La capacidad de preveer, de presentir, de tacto la posee la mujer con mayor grado que el varón. Allí Platón cuenta que Zeus envió a Hermes para repartir entre los hombres los elementos fundamentales de la ciudad, el aidoos=pudor y la diké=justicia, diciéndole: “Dales de mi parte una ley: que al incapaz de participar de aidoos y diké lo eliminen como a una peste de la ciudad”. Por el aidoós el hombre libre reconoce la humanidad de los otros y los trata como semejantes y no como instrumentos, mientras que por la diké, ese mismo hombre, garantiza la protección de los otros y da a cada uno lo que le corresponde. En cambio la vergüenza se siente: a) ante los demás o b): al hacer uno algo ridículo o humillante. Este último aspecto es el rescatado por Aristóteles cuando la define como: “el sentimiento que se produce en el hombre cuando cae en la cuenta que su razón no controla su expresión corpórea”. Mientras que el primer aspecto, es rescatado por Sartre cuando afirma que: “sentimos vergüenza ante la mirada de los otros cuando somos descubiertos in fraganti en situaciones oprobiosas.” El otro, tanto en el pudor como en la vergüenza, juega un papel importante pero mientras que uno puede sentir “vergüenza ajena”, no puede sentir “pudor ajeno”. La vergüenza es fácilmente objetivable no así el pudor que tiene su anclaje en el núcleo aglutinado de la persona.
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