LA SANGRIENTA FIESTA JUDIA DEL PURIM por Andrés Orta Candal
Cada año, la pestífera judería internacional que infecta el Planeta celebra la Fiesta del Purim. Pero, ¿sabes tú, Cristiano que me lees, qué es lo que realmente conmemoran los judíos en esa efemérides? En la época de su pleno apogeo, el Imperio Persa se extendía desde las fronteras de la India hasta África. En su Capital, la Ciudad de Susa, tenía su Trono Imperial el Rey Asuero, quien ebrio de Poder y de Fortuna, buscaba, lujurioso, jóvenes muchachas para su Harén Palatino. Fué entonces cuando un proxeneta judío llamado Mardoqueo — pérfido y ruin como todos los de su maldita raza — pensó que había llegado la tan esperada oportunidad de ganar influencia sobre el poderoso Monarca por medio de una de sus bellas "pupilas": Esther. De la mano de Mardoqueo, Esther se presentó en el Palacio Imperial como candidata al Harén. Los esclavos eunucos la bañaron con fragancias y perfumes, cubrieron su cuerpo escultural con bellas vestiduras y la adornaron con joyas preciosas. Así, la llevaron a presencia del Rey, quien sucumbió ante la posesiva sensualidad de la joven prostituta judía. Poco tiempo después, comienza a desarrollarse dentro de los muros del Palacio Imperial, en las sombras tenebrosas del misterio y el secreto, la intriga conspirativa judaica: dos Consejeros del Rey, siempre leales servidores del Imperio, fueron injustamente ejecutados porque el diabólico Mardoqueo, a través de la no menos diabólica Esther — pronto convertida en la todopoderosa Preferida del Harén — había hecho llegar al Rey la falsa noticia de que dichos Consejeros estaban proyectando un atentado regicida. Como lo sentenció para la Eternidad el Divino Galileo: "los judíos son hijos del Diablo, Padre de la Mentira". Asuero se dejaba engatuzar por Mardoqueo. El Rey, absorto por las pornográficas hechicerías de Esther, no se daba cuenta de que aquella Masonería Judía que actuaba en el interior del Palacio Imperial, tramaba subversivas conjuras contra la Unidad y la Integridad del Imperio. Contrariamente al Rey, el Primer Ministro del Imperio, Amman, ejemplo de Lealtad y Patriotismo, conocía la perversidad intrínseca de los judíos y sabía, también, hasta que punto crecía en el Pueblo Persa la cólera contra los explotadores judíos enquistados en las altas esferas de la Corte Real. Amman se hizo portavoz de la voluntad popular y con toda sinceridad expuso al Rey sus preocupaciones nacionalistas: "En medio de nuestro Pueblo, en todas las Provincias de tu Reino, está dispersado un pueblo aparte, extranjero y perverso, que no respeta nuestras Leyes". Ante el temor de que sus siniestros planes fueran descubiertos y abortados, el judío Mardoqueo, utilizando una vez más a la meretriz Esther, preparó inmediatamente una respuesta a las leales advertencias del patriota Amman, con el fin de acelerar el proceso de dominación sobre aquel Rey pusilámine, entregado a vicios y perversiones. En medio de una bacanal etílica y sexual, completamente borracho, le concedió a Esther todo lo que la malvada ramera judía le pidió. Ahíto de vino y perturbado por las interesadas caricias de la impúdica mujerzuela, Asuero ordenó ahorcar a su fiel Amman y a sus jóvenes hijos, cometiendo así un espantoso Crimen de Estado. Y acto seguido, en medio de una alucinadora fornicación con Esther, Asuero firmó un Edicto Real en el que otorgaba plenos poderes ejecutivos al judío Mardoqueo. La primera medida adoptada por el encumbrado Tirano, fué la creación de una horda de sicarios judíos que en las 127 Provincias del Imperio desataron una Orgía Sangrienta contra la indefensa población civil nacional. Fué un verdadero Genocidio, un auténtico Holocausto. Más de 75.000 Persas (entre ellos mujeres, niños y ancianos) fueron salvajemente degollados, conforme al Ritual Koscher, por los terroristas judíos de Mardoqueo. Con la sangre de aquellas víctimas inocentes, los asesinos judíos amasaron el asqueroso pan ácimo que estos vampiros y sanguijuelas con forma humana comen en sus celebraciones sectarias. Así mismo, las propiedades de los masacrados, fueron confiscadas, ¡robadas!, en nombre de Sión. ¡Comunismo brutal, criminal y ladrón bajo la estrella sionista de seis puntas! Y en recuerdo de aquella jornada de terror, barbarie y saqueo, los rabinos judíos decretaron una fecha de festín y regocijo — la Fiesta del Purim — que desde entonces celebra la Sinagoga de Satanás. LA VERDAD NOS HARA LIBRES Miami, Florida U.S.A.
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