LA RELIGIÓN DEL HOLOCAUSTO
“El holocausto del pretendido judeicio está en el Libro de Esther y en la venganza del Purim, forma parte de la identidad judía de víctima-verdugo, pre y postraumático, y es la base de un trastocamiento teológico, en que el judío se convierte en su propio Dios, mediante un deicidio subrogado, al que rinde culto ritual, base de su “yo” sacrílego y de todas sus atrocidades en la historia”. Gilaz Atzmun (músico, escritor y activista judío antisionista)
Breve Introducción José Luis Ontiveros El texto que se presenta a continuación es obra de un muy penetrante y valeroso judío antisionista, Gilaz Atzmun, perseguido por el Estado de Israel y el Mossad (servicio de inteligencia hebreo), mismo quien vive en el exilio para combatir implacablemente la falsedad histórica del dogma intocable de la atroz mentira del holocausto, forma de imponer en el mundo, el rentismo victimatorio judío, y arma aplicable a cualquiera –entre quien me cuento yo, objeto de la persecución y el ostracismo- que se atreva a desafiar la mixtificación de tal mentira histórica, y que en otras circunstancias ya hubiera ameritado mi encarcelamiento, la incautación de mis libros, el retiro de los que he escrito, multas, y una condena moral ubicua de la tiranía mediática, o bien, otro de sus crímenes rituales, en esa embriaguez por la crueldad y el genocidio que ha caracterizado el sionismo, y que se encuentra en el alma misma de la cultura judía como lo denunció ya a principio del pasado siglo, el genial judío, Otto Weininger, en su imprescindible obra Sexo y carácter. Quien lea sin prejuicios este magnífico ensayo elaborado dentro de las entrañas del Leviatán sionista podrá darse cuenta puntual de que el holocausto es la religión secular del judaísmo y la renuncia explícita a la tradición profética de su religión para trasformarse en un medio vicario de adoración al ser judío, enterrando toda noción metafisica, por el endiosamiento etnocentrista, de un excluyente racismo totalitario que es la marca del Estado pirata de Israel en el mundo y de sus siervos como el genocida y terrorista Bush y el declinante imperialismo judeo-norteamericano, en que el “destino manifiesto” reside en considerarse el “pueblo elegido” por el histérico y paranoico de Jehová, suplantado ahora por un racismo implacable, con la mayor maquinaria de propaganda que ha existido en la historia, en lo que el escritor francés Louis-Ferdinand Céline denuncia como “progroms de goims” (ver Bagatelles pour un massacre, éditions Denoél, Paris, 1938, y su novela póstuma Rigodon, editorial Barral editores, colección Breve biblioteca de literaturas, Barcelona, España, 1973) Atrévase a leerlo, que no es obra de ningún nazi-hereje-hiperbóreo como se me ha tratado de etiquetar, sino de un muy lúcido y demoledor judío antisionista. Especialmente en lo referente a los mitos de Auschwitz (ver al respecto The Leuchter Report, The first examination of Auschwitz, whit a Forework by David Irving, Focal Point Publications, London, 1989, las diversas declaraciones del presidente de la República Islámica de Irán, Muamur Ahdmanidejad y el reciente Congreso revisionista sobre el holocausto, efectuado en Teherán, así como las postura sobre el tema del conductor de la Revolución Bolivariana socialista nacional, Hugo Chávez, acusado por la comunidad judía de “antisemita”) y de Ana Frank, (ver sobre el particular El mito de Ana Frank, Cartas, Pedro Varela, perseguido político y objetor de conciencia, num. 10, Otoño-Invierno, 1990, Barcelona, España) mismos que nunca existieron, más que en el imaginario judío, elevado como criterio de las buenas conciencias, de lo “políticamente correcto”, de la izquierda domesticada, de la derechona plutocrática-demoliberal,-pro sionista y droga preferida de una civilización materialista, idolátrica y gangrenada. GILAD ATZMON: EL LIBRO DE ESTER DA LAS CLAVES PARA ENTENDER EL ACCIONAR DE LA JUDEIDAD.
El intelectual y músico judío GILAD ATZMON ha declarado (en Cuadernos de Jazz, 12-5-2005):
Básicamente, estoy aportando ideas que pueden considerarse ilegales, un
delito. Pero esto pasa hasta en Europa. Si dijeras que en el Holocausto no
murieron seis millones de judíos sino 5.999.999, cometerías un delito.
Y de hecho, puedo probar que fueron menos de tres millones y en realidad no
importa porque aunque sólo se tratara de una familia aniquilada, su
sufrimiento sería suficiente para fundamentar un argumento o para provocar empatía.
Lo que yo sostengo es que los sionistas fueron los mayores colaboradores de
los nazis, y lo podemos respaldar con hechos más que probados. También
sostengo que Israel no tiene derecho a existir, que el antisemitismo es una
invención judía y respaldo cualquier forma de resistencia contra Israel.
Según explica GILAD ATZMON en el ensayo que transcribimos a continuación,
el bíblico Libro de Ester viene a ser el código que muestra las claves para
entender arquetípicamente a la judeidad antigua y moderna: una cultura del
exilio, del desarraigo, desarrollando permanentemente las habilidades de la
condescendencia y el camuflaje para adaptarse a los poderosos de los lugares donde están.
Habilidades que se expresan en las figuras arquetípicas de la reina Ester y
de Mordecai: Ester, la integrada, la asimilada, la encubierta, la embozada,
la que no sabemos que es judía pero que está ahí, esperando ser despertada
para torcer los destinos. Y Mordecai, el que se mantiene distinto y
distante, el que está atento a lo que está en juego, el que mueve los hilos
para generar influencia, el que hace lobby, aquel cuyo rostro es visible
pero que no deja ver lo que hacen sus manos para despertar a Ester.
PETRAS, 10-3-2007.
Del bíblico Libro de Ester a Birkenau y de éste al AIPAC
A propósito de la fiesta judía del Purim*
Gilad Atzmon
CounterPunch
Traducido por S. Seguí y Manuel Talens. Ilustración de Ben Heine.
En ciertos contextos, la memoria puede ser subversiva; en otros, puede
proteger el statu quo. Cuando las personas y las comunidades se ven
investidas con la memoria como una forma de la identidad y de
diferenciación, otro sufrimiento amenaza con reemplazar la primordialidad de
nuestra experiencia. En vez de un vínculo solidario con otros seres que
sufren en el presente, el sufrimiento en el pasado puede llegar a ser una
coraza que nos protege de los desafíos que tenemos ante nosotros.
Entonces nuestro testigo, originalmente sólido y capaz de cuestionar a Dios y al
poder, se diluye, puede parecer falso, afectado, incluso intencionadamente.
Una industria crece entonces en torno a uno, lo enaltece y al mismo tiempo
utiliza su testimonio para otras razones. El resultado final es una
confusión tanto externa como interna, hasta que el propio testigo es incapaz
de diferenciar entre el mundo de la interpretación que él mismo ayudó a
articular y el mundo que ahora habla en su nombre. ¿Es esto lo que le
sucedió a Wiesel o es exacto el análisis más mordaz de Finkelstein? [1]
La judeidad es un término bastante amplio. Hace referencia a una cultura con
muchas caras, grupos distintivos, creencias diferentes, posiciones políticas
enfrentadas, clases distintas e identidades étnicas diversas. Sin embargo,
la conexión entre esas multitudes que se identifican a sí mismas como judías
es algo enigmático. En los párrafos que siguen, trataré de adentrarme en la
búsqueda de la noción de judeidad. Intentaré seguir la huella del vínculo
intelectual, espiritual y mitológico que convierte a la judeidad en una sólida identidad.
Es evidente que la judeidad no es una categoría racial ni étnica. A pesar de
que la identidad judía está orientada racial y étnicamente, el pueblo judío
no es un grupo homogéneo. No hay en él ninguna continuidad racial o étnica.
Algunos pueden considerar la judeidad como una continuación del judaísmo. Yo
afirmaría que esto no es necesariamente así. Aunque la judeidad toma
prestados algunos elementos judaicos fundamentales, no es el judaísmo e
incluso es categóricamente distinta de éste. Además, como sabemos, más de
unos pocos de quienes se definen orgullosamente como judíos desconocen casi
todo del judaísmo, muchos son ateos, no religiosos y se oponen abiertamente
al judaísmo o a cualquier otra religión. Muchos de esos judíos opuestos al
judaísmo mantienen su identidad judía y están sumamente satisfechos de ésta
[2]. Dicha oposición al judaísmo incluye obviamente al sionismo (al menos en
su versión inicial), pero es también la base de buena parte del socialismo
socialista judío antisionista.
Incluso si la judeidad es diferente del judaísmo uno todavía se pregunta qué
constituye la judeidad: si es una nueva forma de religión, una ideología o sólo un “estado de ánimo”.
Si la judeidad es, efectivamente, una religión, las siguientes preguntas que
deben plantearse son: ¿Qué clase de religión? ¿Qué implica esa religión? ¿En
qué creen sus seguidores? Si se trata de una religión, uno podría
preguntarse si es posible divorciarse de ella como lo es del cristianismo o el Islam.
Si la judeidad es una ideología, entonces las preguntas que hay que hacer
son: ¿Qué pretende esta ideología? ¿Constituye un discurso? ¿Es un discurso
monolítico? ¿Representa un nuevo orden mundial? ¿Busca la paz o la
violencia? ¿Es portadora de un mensaje universal para la humanidad o es sólo
otra manifestación de algunos preceptos tribales?
Si la judeidad es un estado de ánimo, entonces la pregunta a plantearse es
si es racional o irracional. ¿Está dentro de lo expresable o de lo inefable?
Llegados a este punto, puedo sugerir la remota posibilidad de que la
judeidad sea un híbrido extraño, todas esas cosas a la vez, es decir, una
religión, una ideología y un estado de ánimo.
La religión del Holocausto
El filósofo Yeshayahu Leibowitz, que era un judío ortodoxo creyente, me dijo
una vez: “La religión judía murió hace 200 años. Ahora lo que unifica a los
judíos del mundo es el Holocausto”. (Uri Avnery) [3]
El filósofo Yeshayahu Leibowitz, catedrático de la Hebrew University nacido
en Alemania, fue probablemente el primero en sugerir que el Holocausto se
haya convertido en la nueva religión judía. El Holocausto es mucho más que
un relato histórico, contiene la mayoría de los elementos religiosos
esenciales: sacerdotes (Simon Wiesenthal, Elie Wiesel, Deborah Lipstadt,
etc.), profetas (Shimon Peres, Benjamin Netanyahu y aquellos que avisan del
judeocidio iraní que está por venir); mandamientos y dogmas (“nunca más”,
“seis millones”, etc.; rituales (días conmemorativos, peregrinación a
Auschwitz etc.); establece un orden simbólico esotérico (kapos [3a], cámaras
de gas, chimeneas, polvo, Musselmann [3b], etc.); santuarios y templos (Yad
Vashem, el Museo del Holocausto y, ahora, la ONU). Por si no fuera bastante,
la religión del Holocausto también está mantenida por una enorme red
económica e infraestructuras financieras mundiales (la industria del
Holocausto, tal como la expuso Norman Finkelstein). Lo más curioso es que la
religión del Holocausto es tan coherente que define a los nuevos
“anticristos” (los negacionistas) y tan poderosa que los persigue (mediante
las leyes contra la negación del Holocausto).
Los eruditos críticos que refutan la noción de “religión del Holocausto”
sugieren que aunque la nueva y cada vez más importante religión parece
conservar muchas características de una religión organizada, no establece
una figura divina externa a la que señalar, venerar o adorar. Yo estoy en
total desacuerdo con esto. Insisto en que la religión del Holocausto expresa
la esencia de la cosmovisión democrática liberal. Está ahí para ofrecer una
nueva forma de culto. Se transfiguró en una creencia dogmática a través de
la cual el creyente se venera a sí mismo. En la nueva religión los judíos
veneran al “judío”. Su objeto es el “Yo”, el sujeto del sufrimiento
interminable que logra la redención.
Sin embargo, bastantes eruditos judíos en Israel y en el extranjero aceptan
la observación de Leibowitz. Entre ellos, Marc Ellis, el ilustre teólogo
judío que sugiere una reveladora nueva introspección respecto en la
dialéctica de la nueva religión. “La teología del Holocausto”, señala,
“produce tres temas que coexisten en tensión dialéctica: el sufrimiento y la
obtención del poder, la inocencia y la redención, el carácter especial y la normalización” [4].
Aunque la religión del Holocausto no reemplazó al judaísmo, sí que le ha
dado un nuevo significado a la judeidad. Establece un discurso moderno que
inserta al sujeto judío en un proyecto donde tiene asignado un papel
principal dentro de su propio universo, en el que constituye el centro.
Tanto el “sufridor” como el “inocente” avanzan en él hacia la “redención” y
el “poder”. Dios, obviamente, está fuera del juego, expulsado, puesto que
fracasó en su misión histórica, que era la de salvar a los judíos.
Dentro de la nueva religión, el judío se convierte en el nuevo Dios de “los judíos”,
un Dios que se redime a sí mismo.
El judío devoto de la religión del Holocausto idealiza la condición de su
existencia. Establece entonces el método de una futura lucha por el
reconocimiento. Para el devoto sionista de la nueva religión, las
implicaciones parecen ser relativamente duraderas: está ahí para “atraer” a
todos los judíos del mundo a Sión a expensas del pueblo palestino
originario. Para el judío socialista, el proyecto es algo más complicado.
Para él (o ella), la redención implica el establecimiento de un nuevo orden
mundial, a saber, un refugio socialista. Un mundo dominado por la política
dogmática de la clase obrera en la que los judíos serían sólo una minoría
entre muchos. Para el creyente humanista, la religión del Holocausto
significa que los judíos deben situarse al frente de la lucha contra el
racismo, la opresión y el mal en general. Aunque esto suena prometedor, es
problemático por razones obvias: en el orden mundial actual Israel y USA
están a la cabeza de la opresión. El esperar que los judíos se pongan al
frente de la lucha humanista enfrenta a este grupo de creyentes tanto a sus
hermanos como a su única superpotencia amiga. Sin embargo, está claro que
las tres iglesias del Holocausto asignan un proyecto muy importante con
algunas implicancias mundiales a los judíos.
* * *
Como puede verse, el Holocausto funciona como una interfaz ideológica. Le
proporciona un logos a su feligresía. En el ámbito de la conciencia, sugiere
una visión puramente analítica del pasado y del presente, pero no se queda
ahí, ya que también define la lucha futura. Define una visión de un futuro
judío. No obstante, como consecuencia satura el inconsciente del sujeto
judío con la ansiedad definitiva: la destrucción del “Yo”.
Huelga decir que una fe que estimula la conciencia (la ideología) y controla
el inconsciente (el espíritu) es una muy buena receta para el éxito de una
religión. Este vínculo estructural de la ideología y el espíritu es
fundamental para la tradición judaica. El vínculo entre la claridad legal
del halacah (la ideología) y el carácter misterioso de Yahvé o incluso de la
kabala (el espíritu) convierte al judaísmo en una totalidad, un universo en
sí mismo. El bolchevismo -el movimiento de masas, no la teoría política-
está construido sobre la misma estructura: la lucidez del materialismo
pseudocientífico junto con el miedo del apetito capitalista. La política
neoconservadora del miedo se basa asimismo en bloquear al sujeto en el
abismo entre la supuesta lucidez forense de las armas de destrucción masiva
y la pesadilla inefable del “terror futuro”.
Este vínculo mismo entre lo consciente y lo inconsciente recuerda la noción
lacaniana de lo “real”. Lo “real” es lo que no se puede simbolizar, es
decir, expresar con palabras. Lo real es lo “inefable”, lo inaccesible. En
palabras de Zizek, “lo real es imposible”, “lo real es el trauma”. Sin
embargo, es este trauma lo que da forma al orden simbólico. Es el trauma lo
que constituye nuestra realidad.
La religión del Holocausto se ajusta al modelo lacaniano. Su núcleo
espiritual está profundamente arraigado en lo inefable. Su predicación
enseña a ver en todo una amenaza. Es la conjunción final entre la ideología
y el espíritu que se ha materializado en puro pragmatismo.
Lo curioso es que la religión del Holocausto va más allá del discurso
interno judío. De hecho, la nueva religión funciona como una misión.
Establece santuarios en regiones lejanas. Como podemos ver, la nueva
religión ya se está convirtiendo en un nuevo orden mundial. Es el Holocausto
lo que ahora se utiliza como coartada para bombardear con armas nucleares a
Irán [5]. Evidentemente, la religión del Holocausto le sirve tanto al
discurso político judío de derechas como de izquierdas, pero también les
resulta atractiva a los goyim [5a], sobre todo a aquellos comprometidos en
matanzas despiadadas en nombre de la libertad [6]. Hasta cierto punto, todos
estamos sometidos a esta religión, algunos somos fieles, otros sólo están
sometidos a su poder. Curiosamente, aquellos que niegan el Holocausto
también están sometidos a abuso por parte de los sumos sacerdotes de esta
religión. La religión del Holocausto constituye lo “real” de Occidente. No
se nos permite tocarla o investigarla, igual que les sucedía a los
israelitas, que podían obedecer a su Dios, pero nunca cuestionarlo.
* * *
Los eruditos comprometidos en el estudio de la religión del Holocausto
(teología, ideología e historicidad) trabajan con formulaciones
estructurales, sus significados, su retórica y su interpretación histórica.
Algunos investigan la dialéctica teológica (Marc Ellis), otros formulan
mandamientos (Adi Ofir), otros aprenden su evolución histórica (Lenni
Brenner), otros sacan a la luz su infraestructura económica (Finkelstein).
Curiosamente, la mayoría de los eruditos cuyo objeto de estudio es la
religión del Holocausto investigan una lista de acontecimientos que
ocurrieron entre los años 1933 y 1945. La mayoría de ellos, si no todos, son
fieles practicantes ortodoxos. Aunque pueden ser críticos con diferentes
aspectos de la explotación del Holocausto, aceptan la validez del judeocidio
nazi y tanto sus implicaciones como sus interpretaciones dominantes. La
mayoría de ellos, si no todos, no ponen en entredicho el discurso sionista,
concretamente el judeocidio nazi, si bien no son pocos los que critican la
manera en que los institutos judíos y sionistas utilizan el Holocausto.
Incluso si algunos pueden refutar las cifras (Shraga Elam) y otros
cuestionar la validez de la memoria (Ellis, Finkelstein), ninguno llega
hasta el revisionismo, ni uno solo de los eruditos de la religión del
Holocausto se atreve a entablar un diálogo con los denominados
“negacionistas” para discutir de su visión de los acontecimientos o de
cualquier otra erudición revisionista.
Lo que resulta mucho más interesante es el hecho de que ninguno de los
eruditos de la religión del Holocausto se haya preocupado por estudiar el
papel del Holocausto en el devenir judío. A partir de aquí, sostendré la
tesis de que la religión del Holocausto estaba bien establecida mucho antes
de la Solución Final (1942), antes de la Kristalnacht (1938) [6a], antes de
las leyes de Nuremberg (1936), antes de que la primer ley antijudía fuera
anunciada por la Alemania nazi, antes de que el Congreso judío usamericano
(American Jewish Congress) declarase una guerra económica contra la Alemania
nazi (1933) e incluso antes de que Hitler naciera (1889). La religión del
Holocausto es probablemente tan vieja como los judíos.
Arquetipos judíos
En un trabajo previo he definido la noción de “Síndrome de estrés
pretraumático” [7]. En dicho síndrome, el estrés se debe a un episodio
imaginario fantasmático situado en el futuro, es decir, a un acontecimiento
que nunca ha tenido lugar. A diferencia del Síndrome de estrés
postraumático, en el que el estrés es la reacción directa a un
acontecimiento que (puede) haber tenido lugar en el pasado, en el Síndrome
de estrés pretraumático el estrés nace de un acontecimiento imaginario
potencial, esto es, una ilusión se adelanta a los acontecimientos y la
fantasía del terror futuro da forma a la realidad actual.
Al parecer, la dialéctica del miedo domina la existencia y la manera de ser
de los judíos desde hace más tiempo del que estamos dispuestos a admitir.
Aunque los líderes étnicos judíos han explotado políticamente el terror
desde los primeros días de la emancipación, la dialéctica del miedo es mucho
más antigua que la historia judía moderna. De hecho, la herencia del Tanach
(la Biblia hebrea) está ahí para sumir al judío en un estado pretraumático.
Es la Biblia hebrea la que establece un entramado binario de
inocencia/sufrimiento y de persecución/poder. En particular, el miedo al
judeocidio está inmerso en el espíritu, en la cultura y en la literatura de los judíos.
Me atrevo a afirmar aquí que la religión del Holocausto estaba ahí para
transformar a los antiguos israelitas en judíos.
El antropólogo usamericano Glenn Bowman, que se especializó en el estudio de
las identidades del exilio, nos ofrece una introspección fundamental en el
tema del miedo y su contribución a la política de la identidad. El
“antagonismo”, dice Bowman, “es fundamental para el proceso de fetichización
que subyace a la identidad, porque uno tiende precisamente a hablar de quién
o de qué es cuando se siente en peligro. Empiezo a considerarme verbalmente
como tal o cual persona o como tal o cual representante de una comunidad
imaginada en el momento en que algo parece amenazar con rechazar al ser que
representa el nombre que hablo. Los términos de identidad entran en uso
precisamente en el momento en que por alguna razón uno empieza a sentir que
significan un ser o una entidad que uno debe luchar por defender.” [8]
En pocas palabras, Bowman hace hincapié en que es el miedo lo que
materializa la noción de la identidad. Sin embargo, una vez que el miedo ha
madurado en un estado de estrés pretraumático colectivo la identidad se
moldea. En lo tocante a los judíos, la Biblia está ahí para sumirlos en un
estado de estrés pretraumático. Es la Biblia la que inicia el miedo al judeocidio.
* * *
Cada vez hay más eruditos de la Biblia que refutan su historicidad. En su
libro The Canaanites and Their Land [Los cananeos y su tierra], Niels Lechme
afirma que la mayor parte de la Biblia fue “escrita después del exilio
babilónico y que tales escrituras reescribieron (y en gran medida
inventaron) la historia israelita anterior con el propósito de reflejar y
reiterar las experiencias de los que regresaron del exilio babilónico” [9].
En otras palabras, al haber sido redactada por quienes regresaban al hogar,
la Biblia incluye parte del núcleo de la ideología del exilio en un relato
histórico, lo cual es algo muy parecido a lo que sucedió en el caso del
ideólogo sionista inicial, que consideraba la asimilación como una amenaza
de muerte: “Las comunidades que se unieron bajo el liderazgo del sacerdocio
de Yahwehist (en la época del exilio babilónico) vieron la asimilación y la
apostasía no sólo como la muerte social para sí mismos como judeos, sino
también como un intento de deicidio. Resolvieron mantener un compromiso
total y exclusivo con Yahvé, pues estaban seguros de que los conduciría de
regreso a la tierra de la que habían sido expulsados. Prescribieron la
pureza de sangre como medio de mantener las fronteras de la comunidad
nacional y, por lo tanto, prohibieron el matrimonio fuera de ésta.
También establecieron una serie de rituales exclusivos que los aislaban de sus
vecinos y que no sólo incluían una forma sustitutiva de culto al templo,
sino también un calendario distinto que de manera ritual les permitió
existir en uno tiempo diferente al las comunidades con las que compartían el
territorio. Todos estos dispositivos de diacríticos les sirvieron para
marcar y mantener la diferencia, pero no les impedían comerciar y poder así
sobrevivir entre los babilonios.”
La espectacular lectura que Bowman y Lechme hacen de la Biblia y del
discurso judaico como manifestación una identidad marginal y del exilio
puede explicar el hecho de que la judeidad florezca en el exilio, pero
pierda bastante de su incentivo cuanto se convierte en una aventura
nacional. Puesto que la judeidad se centra en una ideología de la
supervivencia colectiva del emigrado, sus seguidores prosperan en el exilio.
Sin embargo, lo que mantiene la identidad colectiva judía es el miedo. Al
igual que sucede en el caso de la religión del Holocausto, la judeidad
inserta el miedo al judeocidio en el centro de la psique judía, pero ofrece
asimismo las medidas espirituales, ideológicas y pragmáticas para combatir dicho miedo.
El Libro de Ester
La celebración del Purim, que es probablemente la fiesta judía más gozosa,
se basa en el relato bíblico del Libro de Ester, que cuenta la historia de
un intento de judeocidio, pero también cuenta una historia en la que los
judíos logran cambiar su destino. En dicho libro, los judíos se las arreglan
para rescatarse a sí mismos e incluso para vengarse.
Sucede en el tercer año de Asuero, durante el reinado de un rey persa a
quien se suele identificar con Jerjes I. Es la historia de una conspiración
palaciega, un intento de judeocidio y una hermosa y valiente reina judía
(Ester) que consigue salvar a su pueblo en el último momento.
En este relato, el rey Asuero está casado con Vasti, a la que repudia cuando
ésta rechaza su invitación a visitarlo durante una fiesta. Ester es entonces
la candidata elegida para convertirse en su nueva esposa. A medida que
avanza la historia, el primer ministro de Asuero, Hamán, conspira para que
el rey ordene matar a todos los judíos, sin saber que Ester es una de ellos.
En el relato, ésta, junto a su primo Mordecai, consigue al final salvar a su
pueblo, a riesgo de poner en peligro su propia seguridad, Ester previene a
Asuero de la sangrienta conspiración antijudia de Hamán, que será ahorcado
junto a sus hijos en los cincuenta cadalsos que había preparado en un primer
momento para Mordecai. Más tarde, Mordecai toma el puesto de Hamán y se
convierte en el primer ministro. Sin embargo, el edicto de Asuero en el que
decreta el asesinato de los judíos no puede ser revocado, por lo que dicta
otro que permite a los judíos tomar las armas y acabar con sus enemigos, lo que llevan a cabo.
La moraleja de la historia está bastante clara. Si los judíos desean
sobrevivir deben contar con aliados introducidos en los vericuetos del
poder. Teniendo en cuenta la historia de Ester, Mordecai y el Purim, el
AIPAC [9a] y el concepto de “poder judío” aparecen como una materialización
de una ideología bíblica y cultural profundamente enraizada.
Sin embargo, hay un matiz interesante. Si bien esta historia está
considerada como un relato histórico, la mayor parte de los estudiosos
modernos de la Biblia consideran muy discutible su realidad histórica.
Lo que se conoce de Historia persa, en sus fuentes clásicas, no confirma los
hechos narrados en el Libro de Ester, por lo que la mayoría de los eruditos
han llegado a la conclusión de que buena parte de ella, si no en su totalidad, es ficción.
En otras palabras, si bien la moraleja es evidente, el supuesto intento de
genocidio es ficticio. Aparentemente, el Libro de Ester coloca a sus
seguidores en un “trastorno de estrés pretraumático” colectivo.
Transforma una fantasía de destrucción en una ideología de supervivencia. No cabe duda
de que algunos ven en el texto una alegoría de los judíos perfectamente
asimilados que descubren que son objetivo deantisemitismo, pero que a la vez
están situación de salvarse a sí mismos y a su raza.
La lectura de Bowman puede aportar alguna luz. El Libro de Ester está ahí
para formar la identidad del exilio e imponer el estrés existencial: es la
introducción a la religión del Holocausto. Establece las condiciones que
transforman el Holocausto en realidad.
Es interesante destacar que el Libro de Ester (en su versión hebrea) es uno
de los dos libros de la Biblia que no menciona directamente a Dios (el otro
es el Cantar de los Cantares). En el Libro de Ester los judíos confían en sí
mismos, en su poder, en su unicidad, en su sofisticación, en su habilidad
conspiratoria, en su capacidad para apoderarse del reino, en su capacidad
para salvarse. El Libro de Ester trata, todo él, del poder y de los judíos
que confían en sus propias fuerzas.
De la fiesta del Purim a Birkenau
En un artículo titulado “A Purim Lesson: Lobbying Against Genocide, Then and
Now ” [10], el doctor Rafael Medoff comparte con sus lectores lo que
considera la lección aprendida por los judíos en el Libro de Ester.
Concretamente, si lo que Ester y Mordecai nos enseñan en él es el arte del
cabildeo, Medoff afirma que “la fiesta del Purim celebra el exitoso empeño
de prominentes judíos en el Capitolio de la antigua Persia, que impidieron
el genocidio del pueblo judío”. Pero Medoff no se detiene ahí. Este
ejercicio concreto de lo que algunos llaman “poder judío” se prolonga en el
tiempo y ha sido llevado a cabo por modernos judíos emancipados: “Lo que no
es tan conocido es que una campaña de cabildeo comparable tuvo lugar en
nuestra época, en Washington DC, en el momento culminante del Holocausto”.
En su artículo, Medoff analiza las similitudes existentes entre el cabildeo
de Ester en Persia y el de sus modernos hermanos ante el gobierno de
Franklin Delano Roosevelt, en el momento culminante de la Segunda Guerra
Mundial. “La Ester del Washington de los años cuarenta fue Henry Morgenthau
Jr.” afirma Medoff, “un judío de origen alemán rico e integrado, que -como
más tarde afirmaría su hijo- deseaba a toda costa ser considerado
usamericano al cien por cien. Disimulando su judeidad, Morgenthau pasó de
ser amigo y consejero de Roosevelt a secretario del Tesoro de su gobierno.”
Evidentemente, Medoff ha localizado también al moderno Mordecai, “un joven
emisario sionista de Jerusalén, Peter Bergson (nombre real: Hillel Kook),
que dirigió una serie de campañas de protesta para promover el rescate de
los judíos de manos de Hitler por parte de USA. La publicidad del periódico
del grupo de Bergson y sus actos públicos contribuyeron a llevar el
Holocausto al conocimiento del público, en particular con la marcha
organizada de más de 400 rabinos ante la puerta principal de la Casa Blanca
antes del Yom Kippur de 1943.”
La lectura que realiza Medoff del Libro de Ester nos proporciona una
iluminadora visión del código interno de la dinamica de supervivencia
colectiva de los judíos, en la cual la asimilada (Ester) y el practicante
(Mordecai) unen sus fuerzas, teniendo claramente presentes los intereses judíos.
Según Medoff, las similitudes son realmente chocantes. “La insistencia de
Mordecai convenció finalmente a Ester para que se dirigiese al rey; la
insistencia de los ayudantes de Morgenthau convencieron a esté para que se
dirigiera al Presidente, armado con un incisivo informe de 18 páginas
titulado Report to the Secretary on the Acquiescence of This Government in
the Murder of the Jews [Informe al secretario sobre la aquiescencia de este
Gobierno en el asesinato de los judíos].
Medoff está ya preparado para sacar sus conclusiones históricas: “El
cabildeo de Ester tuvo éxito, Asuero derogó el decreto de genocidio y
ejecutó a Hamán y a sus seguidores. El cabildeo de Morgenthau también tuvo
éxito. Una resolución del Congreso pidiendo medidas de rescate obtuvo
rápidamente la aprobación del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, lo
que le permitió a Morgenthau decirle a Roosevelt que tenía ‘que actuar con
mucha rapidez, de lo contrario lo haría en su lugar el Congreso de USA’.
Diez meses antes de las elecciones, la última cosa que necesitaba el
presidente era un comprometedor escándalo público en relación con el asunto
de los refugiados. En pocos días, Roosevelt hizo lo que se le pedía en la
resolución del Congreso: emitió una orden ejecutiva por la que se creaba la
War Refugee Board [Junta de Refugiados de Guerra], agencia gubernamental
destinada al rescate de refugiados de Hitler.”
Resulta muy evidente que Medoff considera el Libro de Ester como el manual
de instrucciones para un futuro judío próspero. Medoff termina así su
trabajo: “La afirmación de que nada podía hacerse para ayudar a los judíos
de Europa fue demolida por otros judíos, despojados éstos de sus miedos y
dispuestos a abogar por su pueblo… en la antigua Persia como en el moderno
Washington.” En otras palabras, los judíos pueden y deben actuar de manera
autónoma en su propio beneficio. Ésta es sin duda la moraleja del Libro de
Ester, así como de la religión del Holocausto.
Lo que los judíos deber ían hacer por sí mismos es sin duda una cuestión
abierta: las respuestas dependen de cada judío. Los neocon están a favor de
arrastrar a USA y Occidente todo a una guerra sin fin contra el Islam.
Emmanuel Levinas, por contra, cree que los judíos deberían liderar la lucha
contra la opresión y la injusticia. De hecho, el poder judío es sólo una
idea entre muchas, aunque sin duda es una idea importante y sin duda
peligrosa. Es particularmente peligrosa en un momento en que el American
Jewish Committee [Comité Judeo-usamericano – AJC] actúa como un Mordecai de
nuestros días y está comprometido públicamente en una amplia campaña de
guerra contra Irán.
Cuando analizamos las operaciones y la influencia del AIPAC en la política
usamericana, es el Libro de Ester el elemento que debemos tener en cuenta.
El AIPAC es algo más que un simple grupo político de presión; el AIPAC es un
moderno Mordecai. Y ambos, junto al AJC, siguen las directrices de la
escuela de pensamiento hebreo bíblico. No obstante, mientras que los
Mordecai son relativamente fáciles de detectar, las Ester, es decir, quienes
actúan a favor de Israel entre bastidores, son algo más difíciles de identificar.
Considero que una vez adoptado el punto de vista de observación del cabildeo
judío en los parámetros establecidos en el Libro de Ester y la religión del
Holocausto, nos podemos permitir tomar a Ahmadinejah por la figura actual
correspondiente a Haman/Hitler. El AJC es Mordecai, Bush is, evidentemente,
Asuero, pero Ester puede ser cualquiera, desde el último neocon hasta Cheney y otros.
Brenner y Prinz
En el primer párrafo de este estudio me pregunto qué viene a significar hoy
la judeidad. Si bien acepto la complejidad del concepto, tendería a aceptar
también la contribución de Leibowitz al respecto: el Holocausto es la nueva
religión judía. No obstante, a lo largo de mi trabajo me tomo la libertad de
ampliar el concepto de Holocausto. En lugar de limitarme a referirme
exclusivamente a la Shoah, es decir al judeocidio nazi, afirmo que el
Holocausto está realmente grabado en el discurso y el espíritu judíos.
El Holocausto es la esencia del trastorno de estrés pretraumático colectivo y
antecede a la Shoah. Ser judío significa ver al “Otro” como una amenaza y no
como a un hermano. Ser judío consiste en estar en alerta constante. Ser
judío supone haber internalizado el mensaje del Libro de Ester. Es dirigir
los esfuerzos hacia las más influyentes articulaciones de la hegemonía. Ser
judío es colaborar con el poder.
El historiador marxista usamericano Lenni Brenner está fascinado por la
colaboración entre sionismo y nazismo. En su libro Zionism in the Age of
Dictators incluye fragmentos del libro del rabino Joachim Prinz, publicado
en 1937, después de la salida del rabino de Alemania hacia USA.
“Todo el mundo en Alemania sabía que únicamente los sionistas podían
representar responsablemente a los judíos en las conversaciones con el
gobierno nazi. Todos dábamos por seguro que un día el gobierno organizaría
una conferencia de mesa redonda con los judíos, en la que -una vez
concluidas las algaradas y atrocidades de la revolución- se estudiaría el
nuevo estatuto de los judíos alemanes. ¡Era nuestro sueño sionista! Nosotros
nunca negamos la existencia de la cuestión judía. ¿Segregación? ¡Era lo que
pedíamos!… En un manifiesto notable por su orgullo y dignidad, pedíamos una
conferencia.” [11]
A continuación, Brenner incluye fragmentos de un memorándum enviado al
Partido Nazi por el grupo sionista alemán ZVfD el 21 de junio de 1933: “El
sionismo no se hace ilusiones respecto a la dificultad de la condición
judía, que consiste ante todo en un patrón ocupacional anormal y en la culpa
de una postura moral e intelectual sin raíces en nuestra propia tradición (…)
En las bases del nuevo Estado, que ha establecido el principio de raza,
deseamos insertar nuestra comunidad en la estructura global de manera que
también para nosotros, en el ámbito que se nos asigne, sea posible una
fructífera actividad en beneficio de la Patria.
Nuestro reconocimiento de la nacionalidad judía proporciona una relación
clara y sincera con el pueblo alemán y sus realidades nacionales y raciales.
Precisamente porque no deseamos falsear estos fundamentos, es por lo que
también nosotros nos oponemos a los casamientos mixtos y deseamos mantener
la pureza del grupo judío […]
Creemos en la posibilidad de mantener una honrada relación de lealtad entre
una judería consciente de sí misma como grupo y el Estado alemán […]” [12]
Brenner desaprueba tanto la postura de Prinz como la iniciativa sionista.
Lleno de desprecio, añade: “Este documento, una traición de los judíos a
Alemania, fue escrito siguiendo los clichés sionistas habituales: ‘patrón
ocupacional anormal’, ‘intelectuales desarraigados necesitados absolutamente
de una regeneración moral’, etc. El documento recoge la calculada
colaboración que los sionistas alemanes ofrecieron a los nazis, santificada
por el objetivo de un Estado judío. Viene a decir: no batallaremos contra
ti, sino contra los que se te resistan.”
Lamentablemente, Brenner, aprisionado por el dogmatismo obrerista y sin la
necesaria práctica académica de examen histórico transcultural, deja de ver
lo evidente: el rabino Joachim Prinz y el ZVfD no eran traidores, sino que
actuaban como auténticos judíos. Seguían precisamente el código cultural
judío. Seguían el Libro de Ester, adoptaban el papel de Mordecai. Intentaban
hallar un medio de colaboración con lo que correctamente identificaban con
un poder emergente de amplio alcance. En 1969, Prinz confesó que en todo
momento “desde el asesinato de Walther Rathenau en 1922 no nos cabía ninguna
duda de que la evolución en Alemanía conducía a un régimen totalitario
antisemita. Cuando Hitler comenzó a azuzar, a ‘despertar’ según él, en la
nación alemana la conciencia racial y la superioridad racial, no nos cupo
duda alguna de que este hombre, más tarde o más temprano, se convertiría en
jefe de la nación alemana.” [13]
Aunque disguste a Brenner, o a cualquier otro, el rabino Joachim Prinz
demustra ser un auténtico líder judío, demuestra poseer algún tipo de radar
de supervivencia altamente sofisticado que se ajusta pefectamente a la
ideología del exilio. En 1981 Lenni Brenner entrevistó a Joachim Prinz: he
aquí lo que dijo sobre el colaboracionista rabino:
“(Prinz) evolucionó visiblemente en los 44 años siguientes a su expulsión de
Alemania. Me dijo, off the record, que pronto se dio cuenta de que nada de
lo que había defendido tenía sentido en USA. Aquí se convirtió en un
progresista a la manera usamericana. En su momento, se le pidió que, como
jefe del American Jewish Congress, marchase junto a Martin Luther King, lo que hizo.”
Una vez más, Brenner deja de ver lo evidente: Prinz no había cambiado en
absoluto, no había evolucionado en esos 44 años. Fue y seguía siendo un
judío auténticamente genuino y, además, inteligente hasta la desmesura.
Era un hombre que había internalizado la esencia de la filosofía del emigrante
judío: en Alemania sé alemán, en USA, usamericano. Sé flexible, adáptate y
adopta un relativismo ético. Prinz era un devoto seguidor y Mordecai y, como
tal, entendía que todo lo que sea bueno para un judío es sencillamente bueno.
Me interesé y profundicé en las valiosas entrevistas de Brenner con Prinz
que hay en la Red [14]. Me chocó bastante darme cuenta de que, en realidad,
Prinz presenta su postura de una manera elocuente. Es Prinz, no Brenner,
quien nos ofrece una visión de la ideología judía y de su interacción con la
realidad circundante. Es Prinz, no Brenner, quien realmente entiende al volk
alemán y sus aspiraciones. Prinz presenta su actividad pasada como un judío
orgulloso. Desde su punto de vista, colaborar con Hitler era sin duda lo que
había que hacer. En este punto, seguía a Mordecai, a la espera,
probablemente, de la llegada de una Ester. Así, lo más natural es que más
tarde el rabino Joachim Prinz se convirtiese en presidente de Jewish
American Congress. Se convirtió en un destacado líder usamericano, a pesar
de su ‘colaboración con Hitler’. Y ello por una sencilla razón: desde el
punto de vista de la ideología, era lo que tenía que hacer.”
A modo de colofón sobre el sionismo
Una vez que hayamos decidido contemplar la judeidad como una cultura del
exilio, como incorporación del “otro definitivo” podremos comprender la
citada judeidad como una continuidad colectiva enraizado en una fantasía del
horror. La judeidad es la materialización de la política del miedo en un
programa pragmático. En esto consiste la religión del Holocausto, tan vieja
sin duda como los propios judíos. El rabino Joachim Prinz pudo prever el
Holocausto; tanto él como el ZVfD pudieron anticipar el judeocidio.
Así, desde un punto de vista ideológico actuaron adecuadamente. Estaban
comprometidos con su esotérica ética en el seno de un discurso cultural esotérico.
El sionismo era, sin duda, una gran promesa; su objeto: convertir a los
judíos en israelíes. Quería convertir a los judíos en un pueblo como
cualquier otro. Se proponía identificar y combatir la Galut (Diáspora),
rasgo de exilio en el pueblo judío y su cultura. Sin embargo, el sionismo
estaba destinado al fracaso por una razón obvia: en una cultura
metafísicamente enraizada en la ideología del exilio, la última cosa que
puede esperarse conseguir es un hogar real. Para cumplir su promesa, el
sionismo tenía que liberarse de la ideología judía del exilio, de la
religión del Holocausto. Pero es eso, exactamente, lo que no ha logrado
realizar. Con el exilio en la sangre, el sionismo tenía que convertirse en
antagonismo con los palestinos originarios a fin de mantener su fetiche de
la identidad judía.
Dado que el sionismo no ha conseguido desvincularse de la ideología judía
del émigré, ha perdido su oportunidad de evolucionar hacia otra forma de
cultura nacional. Por consiguiente, la cultura y la política israelíes
constituyen una extraña amalgama de indecisiones: mezcla de poder colonial y
de mentalidad victimaria de la Galut. El sionismo es un producto secular de
la ideología del exilio que no puede evolucionar hasta convertirse en una
percepción propia auténtica.
Notas
[*] La fiesta judía del Purim se refiere al relato bíblico descrito en el
Libro de Ester ( 8, 3-7). Se conmemora en el mes de adar, último de los doce
meses del calendario judío, que corresponde aproximadamente a los meses de
febrero y marzo. (N. de los T.)
[1] Marc Ellis, Marc Ellis on Finkelstein
[3]
[3a] Kapo era el nombre que se les daba a los prisioneros judíos con cierta
autoridad sobre sus propios compañeros en los campos de exterminio nazis.
(N. de los T.)
[3b] Musselmann es un concepto antropológico de difícil traducción que
describe a un ser humano totalmente degradado por sus congéneres pero que
sigue siendo humano. Primo Levi describe al Musselman como “aquel que ha
visto al Gorgón”, es decir, aquel que ha sucumbido a la ignominia más
profunda (véase, en inglés, http://www.brynmawr.edu/bmrcl/Fall2002/Agamben.html).
[4] Marc H. Ellis, Beyond Innocence & Redemption - Confronting The Holocaust
And Israeli Power, Creating a Moral Future for the Jewish People (San
Francisco: Harper & Row, 1990).
[5]
[5a] Goyim, en yiddish, apelativo despectivo que se les da a los no judíos,
es decir, los gentiles. (N. de los T.)
[6]
[6a] Kristalnacht, la noche de los cristales, en 1938. (N. de los T.)
[7] http://www.imemc.org/article/21744 (véase, en español,
[8] Glenn Bowman-Migrant Labour: Constructing Homeland in the Exilic
Imagination, Anthropological Theory II:4. December 2002 pp 447-468.
[9] Ibid.
[9a] AIPAC (American–Israeli Public Affaires Committee), es decir, Comité
usamericano–israelí de asuntos públicos. (N. de los T.)
[12] Ibid.
|