Bajo la bandera de la “democracia”, la Casa Blanca utiliza sus enormes recursos militares y económicos para minar la soberanía de los demás países en propio beneficio. Ese estandarte no es sino el símbolo del internacionalismo capitalista.
Según el analista estadounidense William Plaff “el gran peligro que acecha a Estados Unidos es la ideología pseudomarxista de hegemonía agresiva sobre la seguridad mundial”. Sin embargo la realidad es que el peligro es en sí el gobierno de la Casa Blanca y que su agresividad no es nada nuevo ni hunde sus raíces en el marxismo, sino que se nutre de la propia concepción capitalista de la globalización, de su ambición por dominar todos los mercados para poder al fin “liberar” la economía, a costa de las personas y los pueblos por supuesto.
El capitalismo se destapa como el nuevo colonialismo, y es preciso recordar que gran parte de los países ricos en recursos naturales o cuya situación fuese valiosa en el plano estratégico estuvieron gobernados y sometidos por un conjunto de potencias coloniales que ahora se hacen llamar Unión Europea. Fueron esas riquezas las que les hicieron perder su independencia, y el interés del capitalismo -parapetado en Estados Unidos principalmente- en “democratizar” sus países les infunde el mayor de los miedos. La experiencia y la historia son los valores pedagógicos de los pueblos, y estos difícilmente se dejan engañar de nuevo por mucho que la forma de vender la colonización sea distinta.
El papel que está jugando Estados Unidos actualmente es completamente opuesto al jugado durante la Guerra Fría, cuando estaban considerados como una barrera frente a las injerencias soviéticas. Después de la Segunda Guerra Mundial, Rusia (la URSS) trataba continuadamente de cambiar los sistemas políticos de otros países mediante revueltas o directamente interviniendo militarmente. Actualmente son los Estados Unidos los principales enemigos de los demás países, minando su soberanía utilizando sus poderosos recursos militares, económicos y culturales. Y es ahora Rusia quién parece convertirse en el baluarte de la soberanía nacional frente a la subversión internacionalista.
El pasado Martes 16 de Octubre Putin visitó Irán, primer viaje a Teherán de un líder ruso desde 1943; aquella vez fue Stalin. Con este gesto Rusia está mandando un mensaje al mundo, concretamente a los países que ven amenazada su soberanía, su implicación en la lucha por mantener la independencia de los estados no alineados con EEUU. Este mensaje se ve reforzado por sus anteriores visitas y acuerdos con la Venezuela de Chávez, que a su vez ha recibido hace no mucho la visita del presidente de Irán Mahmud Ahmadineyad.
El intento de Estados Unidos de aislar a los países que no siguen sus directrices ha tenido un efecto opuesto en la disidencia antiestadounidense. Por todo el mundo se están asociando países que no tienen nada más en común que el deseo de mantener su libertad, independencia y soberanía frente a la desestabilización alentada por el internacionalismo capitalista con sede en Estados Unidos.
El eje Moscú-Teherán-Caracas no es un frente que se constituya para crear otro polo de dominación mundial, sino una respuesta lógica ante los incesantes ataques del internacionalismo capitalista a los pueblos del mundo. Desde posiciones políticas antagónicas, los rusos, los venezolanos y los iraníes comprenden la necesidad de trascender y sobrepasar las diferencias políticas para hacer frente a un enemigo superior y común. Y, al mismo tiempo, crear un contrapoder económico donde las relaciones comerciales no dependan del yugo capitalista, donde dar salida a grandes cantidades de riquezas naturales de forma bidireccional, atender necesidades materiales y de recursos de todo tipo para poder seguir edificando la respuesta de los pueblos frente al mundialismo.