RUMANIA:
TRAS LA SOMBRA DE CODREANU por
Marcos Ghio Centro
de Estudios Evolianos Estamos
en Rumania, en mayo del 2008, más precisamente en la provincia de
Bucovina en el norte del país. Nos sentimos atraídos por esa explosión
religiosa, contenida tras décadas de comunismo ateo, que hoy inunda la
región. Centenares de monasterios de credo ortodoxo enclavados en un espléndido
paisaje montañoso atestiguan un renacer espiritual como no se percibe en
otras partes. Sus instalaciones se encuentran colmadas. Multitudes de
fieles hacen colas para ingresar y participar de sus ritos, muy diferentes
de los nuestros, aunque con profundas semejanzas en los íconos. Mónica,
la guía rumana que nos conduce en la visita, nos explica en un inglés
perfecto las circunstancias en que fueron creados dichos templos a lo
largo de la historia de su país. Fundar un monasterio era un verdadero
acto de gobierno. A través del mismo un rey exaltaba su condición de
pontífice y su grandeza y eficiencia solía medirse por la cantidad de
los mismos que hubiese creado. Nos hace notar también que en todas las
instalaciones, en un costado, como contemplando su obra, reposaba sentada
la estatua del monarca en una acción de custodio milenario. Era la función
principal del que gobernaba conducir a sus súbditos hacia el cielo y no
la de llenarles el estómago tal como se concibe ahora. Rumania
es una verdadera reserva espiritual de nuestra especie, es un oasis en
Europa, en medio de tanto materialismo. Es de recordar que Dacia, tal el
nombre originario del país, fue el último de los impulsos conquistadores
del Imperio romano antes de llegar a su decadencia. Fue integrada al mismo
por el emperador Trajano y su idioma es un derivado del latín que, a
diferencia de los otros, aun conserva las declinaciones, si bien, a raíz
del influjo de otras lenguas, como la turca y la rusa, se nos hace fonéticamente
incomprensible cuando se lo habla. Mientras
escucho las explicaciones de mi joven guía arribo a la cuenta de que he
elegido un momento muy especial en mi visita. Se cumplen en estos días
los 70 años en que en este mismo suelo se produjera el encuentro entre
las dos más grandes cumbres de la Tradición en el pasado siglo, el filósofo
italiano Julius Evola y el legionario rumano Corneliu Codreanu, en ocasión
de un intento fallido por sentar las bases de un movimiento alternativo en
uno de los momentos de mayor tensión en la historia occidental. Tal como
relatáramos en un folleto editado hace unos diez años (1) en este histórico
coloquio Crodreanu, con un lenguaje preciso y contundente, explicaba que,
del mismo modo que el hombre, la sociedad era un compuesto de tres
principios diferentes, cuerpo, alma y espíritu, y que la modernidad, ese
movimiento motorizado especialmente hacía unos 200 años a partir de la
Revolución Francesa, había generado un estado de verdadera subversión
en los mismos en un impulso diabólico y sucesivo tendiente a degradar a
nuestra especie hasta los límites propios de la masificación democrática,
tal como vivimos en nuestros días. Que ante tal anomalía un movimiento
tradicional, a diferencia exacta de los partidos políticos
consuetudinarios, debía efectuar una obra intensa de verdadera
rectificación del ser humano que lo fuera saneando del influjo deletéreo
de tantas décadas de incesante perversión. En relación a ello
consideraba que el siglo XX en que le tocaba vivir había afortunadamente
producido dos movimientos rectificatorios. El primero, el nacional
socialismo, había modificado el elemento cuerpo de la sociedad en la
medida que restableciera el orden en la esfera de la economía
sustituyendo la usura y la primacía de la finanza por la del trabajo y la
producción. Luego el fascismo había significado la segunda revolución
al sanear el elemento alma en tanto que instaurara en el cuerpo social un
orden jerárquico consistente en la soberanía del Estado sobre la nación.
Faltaba concretarse la tercera revolución, la más decisiva e importante,
la revolución legionaria que promovía Codreanu, aquella que abarcara el
concepto mismo del espíritu haciéndolo primar sobre las restantes
funciones, dando preponderancia, por sobre la masa o el mero individuo, al
elemento persona, es decir a la condición de ente libre y autosuficiente
que diferencia al hombre de las demás especies vivientes. Y
agregaba también que, si no llegaba a operarse esta tercera revolución,
todo lo emprendido anteriormente estaba destinado al fracaso y si ello
acontecía entonces la decadencia a sobrevenir luego iba a ser mucho mayor
de la que se estaba viviendo. Fiel a tales premisas el movimiento
legionario se caracterizaba por ser una verdadera escuela de formación
espiritual estableciendo en su seno la práctica de virtudes y acciones
ascéticas y heroicas, tales como el ayuno o la castidad, el doblegamiento
de la parte inferior de sí, a fin de que el espíritu fuese capaz de
dirigir al alma haciendo en modo tal que ésta pudiese gobernar al cuerpo.
Lamentablemente 1938, una vez más hace 70 años, la muerte
prematura de Codreanu junto a los principales dirigentes de su organizacíon,
víctimas de una artera emboscada, significará en consecuencia el fracaso
del intento por constituir un gran movimiento legionario multinacional. Y
en consecuencia, tras la quiebra de la tercera revolución necesaria,
sobrevendrá, tal como se previera, el retroceso y derrota de las
anteriores llegándose así a la Rumania comunista. Como
si estuviera leyendo mis pensamientos la joven me manifiesta casi
textualmente: "El comunismo fue una verdadera tragedia para nuestro
pueblo; ha sido como una termita que se ha alimentado de las mejores energías
de nuestra nación". He
dejado atrás la zona de los monasterios y ahora me encuentro en
Transilvania la región que hiciera famosa el conde Drácula. Aquí no
solamente hay templos ortodoxos, sino también católicos, evangélicos y
judíos. Las calles de las principales ciudades se encuentran tapizadas de
propaganda electoral. Vivimos en democracia y en vísperas de elecciones
luego de que terminara la pesadilla totalitaria. De manera singular, tal
como le sucediera con el notorio vampiro, Rumania vivió el comunismo en
modo diferente de los otros países. Mientras que en Chequia, Polonia,
Hungría o Eslovaquia no se ven estatuas recordatorias de la caída de
dicho sistema y quien visita esos países tiene la sensación de que no
hubiese existido nunca tal opresión o que el mismo se hubiese desmoronado
de manera espontánea luego de un fracaso en el ordenamiento de la economía,
en Rumania en cambio el comunismo no se cayó solo sino tras una verdadera
revolución. En todas las ciudades hay monumentos relativos al
acontecimiento y en alguna de ellas, como Brasov, aparecen las tumbas de
los caídos expuestas en señal de homenaje. Se me dice que fueron
centenares y hasta miles los muertos en la revolución de diciembre de
1989 que terminara con la tiranía de Ceausescu y con las destrucción de
los cuarteles de su odiada fuerza, la Securitate. Nicolai
Ceausescu, que fuera exaltado entre otros por Perón como un exponente de
la "Tercera Posición", fue fusilado finalmente junto a su
esposa dándose así fin a su tiranía. Pero, a pesar de la Revolución,
el comunismo no ha desaparecido en Rumania. Se lo percibe claramente en
plena campaña electoral. Los eurocomunistas, es decir los comunistas que
se han enriquecido y que disponen por lo tanto de muchos euros gracias al
régimen anterior, siguen conservando el color rojo que los distinguiera,
pero ahora lo hacen repartiendo una costosa propaganda electoral; se
regalan en las calles cajitas de fósforos y almanaques. Hay dos partidos
euro-comunistas en la pugna, uno de ellos hasta tiene el nombre de
Liberal. Pero
qué otra cosa ha venido luego de tal régimen. Junto a las
manifestaciones de fe que reseñáramos al comienzo otra forma de
religiosidad se viene instalando de a poco en el país: el consumismo, ese
gran virus que ataca a nuestro tiempo. Al lado del hostal en que me alojo
hay un ciber. Es imposible utilizar el internet por la cantidad de jóvenes
que allí juegan desenfrenadamente. Son las siete de la tarde y el humo de
cigarrillo hace el lugar también irrespirable. Se me aconseja concurrir a
la mañana temprano pues lo hallaría vacío. Sin embargo a la madrugada
del día siguiente están todavía esas mismas personas atrapadas por una
máquina de la que no pueden zafar. Metros más adelante, tapando la
imagen de una iglesia, en actitud de desafío y sacrilegio, aparece el
letrero de un sex shop en donde se practica la masturbación con
materiales pornográficos. El comunismo ha sido suplantado por otra opresión
más dura y escandalosa que es la del occidente degradado. Pero
hay más. Varias personas me confirman que a pocos kilómetros de donde
estoy, en Timosoara, hay una cárcel ya no secreta de la CIA en donde se
tortura a los mujaidines que luchan en Afganistán contra la invasión de
40 países; del mismo modo que en Polonia se encuentra una similar en la
localidad de Szymany. ¡Qué paradoja! El comunismo pudo caer gracias a la
derrota que le infligieran los afganos en febrero de 1989. Hoy los países
que lograron liberarse brindan su territorio para torturar a sus
verdaderos benefactores. Rumania es la única nación europea que, además
de invadir a Afganistán, conserva tropas en Irak. Sus gobernantes hacen
esfuerzos estrafalarios por caer bien a los norteamericanos. Quiero
continuar, 70 años más tarde, con el razonamiento de Codreanu. Tras la
derrota de los fascismos sobrevino la etapa de la degradación
multiplicada. Primero se atacó la función cuerpo con el comunismo. El
hombre fue amordazado, pero su alma pudo mantenerse intacta. A través de
la religión el espíritu pudo seguir existiendo como en catacumba en el
interior del yo para luego volver a eclosionar. Hoy le ha arribado el
turno al segundo momento, el de la opresión del alma. Al "opio por
lo trascendente" que denunciara Marx se le trata de imponer ahora un
sustituto, esta vez es el opio por lo inmanente. El peligro es mucho mayor
pues se invade la esfera más profunda del hombre para convertirlo en un
verdadero zombi. Es indispensable pues ahora más que nunca la Tercera
Revolución. No
quiero abandonar el país sin visitar nuevamente la tumba de los mártires
de Brasov. No deben estar conformes con lo que acontece. Parecen querer
reprender a sus compatriotas por haber muerto en vano. Podrían estar
repitiéndoles estas inmortales palabras de Nietzshe: "¿Te dices
libre? Quiero conocer los pensamientos que en ti predominan. Han sido
muchos los que han expulsado de sí el último valor en el mismo momento
en que dejaron de servir. ¿Libre respecto de qué cosa? Esto no le
interesa a Zarathustra. Tu ojo debe anunciar sereno: ¿Libre para hacer qué
cosa?” Pero
¿por qué no despedirme de ellos con esta invocación que el joven
legionario Ian Motza le dirigera a Codreanu antes de morir en España
luchando contra los mismos enemigos? "Haz Cornelio de nuestra Patria
una tierra hermosa como el sol, poderosa y obediente a Dios. ¡Viva la
Legión!" (1)
Marcos Ghio, "El espíritu legionario", Ed. Heracles
1999. |