SAN
MARTIN Y ROSAS
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Antecedentes
Mientras San Martín permaneció en Mendoza, retirado en su chacra, Rivadavia
y el gobierno de Buenos Aires lo hostilizó de todas formas. Primero le
puso un mucamo como espía de sus movimientos y luego hasta le violaba su
correspondencia privada. El propio San Martín se lo confiesa a O´Higgins
en carta del 2º de octubre de 1827:
“...Mi separación voluntaria del Perú parecía me ponía al
cubierto de toda sospecha de ambicionar nada sobre las desunidas
Provincias del Plata. Confinado en mi hacienda de Mendoza, y sin más
relaciones que algunos vecinos que venían a visitarme, nada de esto bastó
para tranquilizar la desconfiada administración de Buenos Aires; ella me
cercó de espías; mi correspondencia era abierta con grosería....”
(Altamira, Luis Roberto: “San Martín. Sus relaciones con don Bernardino
Rivadavia”. Impresiones Pellegrini 1950. Museo Histórico Nacional. Su
Correspondencia)
El 16 de agosto de 1828 el mismo O´Higgins lo confirmaba en carta a San
Martin:
“...ejerzan enhorabuena su rabia inquisitorial en nuestra
comunicaciones privadas que ellos no encontrarán otra materia más que la
misma firmeza y honradez que no han podido contradecir de nuestra vida pública.
Hasta la evidencia se podría asegurar que las ocho o diez cartas que veo
por su apreciable del 29 de septiembre del año pasado se han escamoteado
como las que he escrito a Ud. paran en poder del hombre más criminal que
ha producido el pueblo argentino. Un enemigo tan feroz de los patriotas
como Don Bernardino Rivadavia estaba preparado por arcanos más oscuros
que el carbón para humillarlos y para degradación que su desastrosa
administración ha dejado a un pueblo generoso, que fue la admiración y
baliza de las repúblicas de América Sudeste. Hombre despreciable que no
solo ha ejercido su envidia y encono contra Ud. no queda satisfecha su
rabia, y acudiendo a la guerra de zapa, quiso minarme en el retiro de este
desierto, donde por huir de ingratos busco mi subsistencia y la de mi
familia con el sudor de mi frente...”(Altamira, Luis Roberto.
Ibidem) (JS.p.36)
También a Chilavert
le refiere San Martín sobre los ataques y calumnias que recibía por
parte de la prensa rivadaviana. En carta del 1° de enero de 1825 le decía:
“...A mi regreso de Perú establecí mi cuartel general en mi chacra
de Mendoza, y para hacer más inexpugnable mi posición, corté toda
comunicación (excepto con mi familia), y me proponía en mi
atrincheramiento dedicarme a los encantos de una vida agricultora y a la
educación de mi hija, pero ¡vanas esperanzas! En medio de esos planes
lisonjeros, he aquí que el espantoso “Centinela” (periódico
rivadaviano) principia o hostilizarme; sus carnívoras falanges se
destacan y bloquean mi pacífico retiro. Entonces fue cuando se me
manifestó una verdad que no había previsto a saber: que yo había
figurado demasiado en la revolución para que se me dejara vivir
tranquilamente” (Comisión Nacional del Centenario. Documentación
del archivo San Martín. Tomo I )
San Martín decide trasladarse a Buenos Aires a darle el último adiós a
su esposa que agonizante reclamaba su asistencia. Pero San Martín debe
postergar su viaje ante la certeza de un complot para interceptar su viaje
para prenderlo o asesinarlo, y en carta a Guido del 27 de abril de 1828,
da cuenta de ello:
“¿Ignora Ud por ventura que en el 23, cuando por ceder a las
instancias de mi mujer de venir a Buenos Aires a darle el último adiós,
resolví en mayo venir a Buenos Aires, se apostaron en le camino para
prenderme como a un facineroso, lo que no realizaron por el piadoso aviso
que se me dio por un individuo de la misma administración”. (Altamira,
Luis Roberto: “San Martín. Sus relaciones con don Bernardino Rivadavia”.
(Impresiones Pellegrini 1950. Museo Histórico Nacional. Su
Correspondencia)
El 12 de agosto falleció la mujer de San Martín en ausencia de su
esposo.
Así agradecían los “civilizados” al libertador de medio continente,
mientras los “bárbaros”, (según la definición sarmientina), le
ofrecían su ayuda y gratitud; el gobernador “bárbaro” Don
Estanislao López le remite al siguiente correspondencia:
“Sé de una manera positiva por mis agentes en Buenos Aires que a la
llegada de V.E. a aquella capital será mandado juzgar por le gobierno en
un consejo de guerra de oficiales generales por haber desobedecido sus órdenes
en 1817 y 1820, realizando en cambio las gloriosas campañas de Chile y
Perú. Para evitar este escándalo inaudito y en manifestación de mi
gratitud y del pueblo que presido, por haberse negado V.E. tan patrióticamente
en 1820 a concurrir a derramar sangre de hermanos con los cuerpos del Ejército
de los Andes que se hallaban en la provincia de Cuyo, siento el honor de
asegurar a V.E. que a su solo aviso estaré en la provincia en masa a
esperar a V.E. en El desmochado para llevarlo en triunfo hasta la plaza de
la Victoria”. (Altamira, Luis Roberto. Ibidem) (JS.p.37)
En esta agradecida y emotiva carta, Estanislao López se refería a la
desobediencia de San Martín a Rivadavia, que pretendía que regresara con
su ejército para aplastar a las provincias del interior. San Martín en
cambio prefirió libertar medio continente, dejando las manos libres a López
y Ramírez para que destrozaran a Rondeau en Cepeda.
San Martín en esta oportunidad, tal vez debió aceptar el ofrecimiento de
López, y aplastar a “Rivadavia y sus satélites” que tanto mal le harían
a la América toda. Decide en cambio su regreso solo, vestido de poncho,
en una diligencia que por precaución desvía su camino, entrando en
silencio en Buenos Aires el 4 de diciembre de 1823, sin desfile triunfal
ni saludo de una Buenos Aires ingrata. Es el camino al exilio, con su hija
en brazos.
San martín en el exilio
A raíz de la reincorporación de la Banda Oriental a las Provincias
Unidas, el 10 de diciembre de 1825, brasil le declara la guerra. Desde el
exilio, San Martín el escribía a Guido:
“...cuando se declaró la guerra no me pareció regular ofrecer mis
servicios por temor de exponerme a un nuevo insulto...por otra parte, yo
estoy seguro que si diese este paso se creería sospechoso, tanto más,
cuanto el empeño que se ha puesto en hacer creer que el General San Martín
no ha tenido otro objeto en su viaje a Europa que el de intrigar a fin de
establecer monarquías en América. Los miserables que han hecho circular
tan indignas imposturas (Rivadavia y su grupo), no conocen que los
sentimientos que francamente he manifestado sobre el particular, nada
tienen que ver con los respetos que se deben a la mayoridad de la nación
por la cual me sacrificaría gustoso...”
Argentina derrota a Brasil, pero Inglaterra no permitiría que una sola
nación dominase ambas márgenes del Río de la Plata. Rivadavia, empleado
a sueldo ingles, hace la paz “a cualquier precio” según
manifiesta textualmente el negociador Manuel José García, que aun
habiendo triunfado en la guerra, acepta el dominio brasilero sobre la
banda Oriental, con el nombre de Provincia Cisplatina.
En carta a Guido, el 13 de febrero de 1827, San Martín manifiesta:
“Veo por la de Ud. se habían hecho por ese gobierno de Buenos Aires
proposiciones de paz bajo la base de la independencia de la Bandas
Oriental...no nos hagamos ilusiones, la independencia de la Banda
Oriental, es en mi opinión quimérica, sin más razón, que porque carece
de bases para serlo: su aproximación al Brasil, y porque sus mismos desórdenes
le harán buscar un apoyo, y que está en el orden, sea en el más fuerte,
y en este caso se presentarán dificultades inmensas para la organización
de esa República Argentina, ya débil por las ricas y pobladas provincias
que se le han separado, como por la ubicación que la condena a ver
obstruido el día menos pensado el único canal de su propiedad, por el
bloque del río.” (Piccinali, Héctor Juan. “San Martín y Rosas”.
Edit. Colección Estrella Federal. Bs.As. 1988) (JS.p.40) Fue tan
escandaloso el tratado de paz, que Rivadavia se vio obligado a renunciar.
Enterado San Martín, le escribe a O´Higgins el 20 de octubre de 1827:
“Me dice Ud. no haber recibido más carta mías; se han extraviado, o
mejor dicho se han escamoteado ocho o diez cartas mías que le tengo
escritas desde mi salida de América; esto no me sorprende, pues me consta
que en todo el tiempo de la administración de Rivadavia mi
correspondencia ha sufrido una revista inquisitorial la más completa. Yo
he mirado esta conducta con el desprecio que merecen sus autores....ya
habrá sabido la renuncia de Rivadavia. Su administración ha sido
desastrosa y solo ha contribuido a dividir los ánimos. Yo he rechazado
tanto sus groseras imposturas como su innoble persona. Con un hombre como
este al frente de la administración no creí necesario ofrecer mis
servicios en la actual guerra con el Brasil por el convencimiento en que
estaba, de que hubieran sido despreciados” (Altamira Roberto. Op.cit.
Museo Histórico Nacional.. Piccinali.Op.cit. cap. XII) (JS.p.41)
El 25 de agosto de 1844 le escribe al chileno Don Pedro Plenzueos:
“Si yo viese a su afortunada patria dar oídos a los visionarios y
precipitar sus reformas, confieso a Ud. me alarmaría por su futura suerte;
tenga Ud. presente la que se siguió en Buenos Aires por el célebre
Rivadavia que empleó sólo la madera para hacer andamios para componer la
fachada de lo que llaman Catedral, 60 mil duros, que se gastaron ingentes
sumas para contratar ingenieros en Francia y comprar útiles para la
construcción de un pozo artesiano al lado de un río y en medio de un
cementerio público, y todo ello se hacía cuando no había un muelle para
embarcar y por el contrario se deshizo y destruyó el que había de piedra
y que había costado 600 fuertes en tiempo de los españoles, que el ejército
estaba sin paga y en tal miseria que pedían limosna los soldados públicamente.
El fin que estableció el papel moneda que ha sido la ruina del crédito
de aquella República Argentina. Sería de no acabar si se enumeraran las
locuras de aquel visionario y la administración de un gran número de mis
compatriotas, creyendo improvisar en Buenos Aires la civilización europea
con sólo los decretos que diariamente llenaba lo que se llama el Archivo
Oficial. Yo espero que Chile seguirá la marcha sólida que ha emprendido
y que sus reformas las hará con pasos de tortuga”
Desaparecido Rivadavia, Dorrego
asume el gobierno de Buenos Aires. Este intenta desconocer el vergonzoso
tratado de paz rivadaviano, pero el banco, dominado por los ingleses le
retacean todo recurso ( ver Dorrego:
Incentivado San Martín por los cambos producidos, decide regresar al país;
pero al llegar Río de Janeiro se entera del derrocamiento de Dorrego por
parte de Lavalle, y al llegar a Montevideo se entera de su trágico final,
y decide permanecer a bordo”
El pasquín unitario “El Pampero” le tira la primera piedra, bajo el título
“Ambigüedades”: “En esta clase reputamos el arrobo inesperado a
estas playas del General San Martín...este General ha venido a su país a
los cinco años de su ausencia, pero después de haber sabido que se han
hecho las paces con el Emperador de Brasil”. Así es como la prensa
unitaria acusaba de cobarde al libertador de medio continente”
El propio General Paz, Ministro de Guerra, le escribe a Lavalle el 9 de
febrero de 1829:
“Mi querido Lavalle...otro incidente tengo que contar a Ud. Este es
la llegada de Sanmartín...el 7 le escribió a Díaz Vélez....él hasta
la fecha no ha desembarcado y por el temor y espíritu de su carta es de
esperar que no lo hará. Sin embargo calcule Ud. las consecuencias de una
aparición tan repentina. Es probable que la oposición desahuciada
desesperada por la falta de un conductor que la guíe se fije en este
hombre y le haga propuestas seductoras, ellas nada valdrán si quiere como
dice, no pertenecer a ningún partido...pero si esto no sucede nos costará
más trabajo el cumplimiento de las obras que hemos empezado”
Nótese el miedo que le tenían a San Martín y la desconfianza de
dificultades para “el cumplimiento de las obras que hemos empezado”,
que no eran otras que los asesinatos y persecuciones de federales por
parte de Rauch y Estomba a las órdenes de Lavalle, “la
espada sin cabeza” .
San Martín recibe a bordo las visitas de algunos amigos, como Tomás
Guido, Manuel de Olazábal y Álvarez Condarco, y se retira a Montevideo
desde donde escribe varias cartas, esperando por dos meses un buque para
regresar a Europa.
El 6 de abril de 1829 le escribe a Guido:
“Las agitaciones de diez y nueve años de ensayos en busca de una
libertad que no ha existido...hacen clamar a lo general de los hombres por
un gobierno vigoroso, igualmente convienen para que el país pueda existir
es de necesidad absoluta que uno de los dos partidos desaparezca...al
efecto se trata de buscar un salvador que reuniendo el prestigio de la
victoria, el concepto de las demás provincias, y más que nada un brazo
vigoroso que salve a la Patria de los males que la amenazan....”
Nótese que San Martín ya hablaba de la necesidad de “un gobierno
vigoroso” y de buscar “un salvador” con “un brazo
vigoroso". San Martín no quiere ser “el gente de pasiones
desatadas” y se excluye de la candidatura, y concluye a Guido:
“Mi amigo veamos claro, las situación en nuestro país es tal que el
hombre que la mande no le queda otra alternativa que el apoyarse sobre la
facción o renunciar al mando”( Guzmán, Carlos Alberto.”San
Martin 1824-1850” Rdit. Círculo Militar. Biblioteca del Oficial. 1993)
(JST.p.44)
Las alusiones de San Martín a la necesidad de “un brazo vigoroso”,
parecería la premonición de la llegada de Juan
Manuel de Rosas.
El 14 de abril de 1829 recibe en Montevideo una comitiva que le trae una
propuesta de Lavalle, que San Martín rechaza en los siguientes términos:
“Montevideo, abril 14 de 1829. Los señores Trolé y Juan A. Nelly me
han entregado la de Ud. del 4 del corriente; en ellos le dirán cual ha
sido el resultado de nuestra conferencia; por mi parte siento decir a Ud.
que los medios que me han propuesto no me parece tendrán las
consecuencias que Ud. se propone para terminar los males que la afligen a
nuestra patria desgraciada...” y termina la carta con esta sentencia
que seguramente atormentó a Lavalle hasta su muerte: “una sola víctima
que pueda economizar a su país le servirá de un consuelo inalterable...”
La propuesta de Lavalle
queda en claro en carta que San Martín le envía a O´Higgins el 19 de
abril, con copia de su respuesta:
“...su objeto era que yo me encargase del mando del ejercito y
provincia de Buenos Aires y transase con las demás provincias a fin de
garantir por mi parte y el de los demás gobernadores a los autores del 1°
de diciembre (asesinato de Dorrego) ...por otra parte los autores
del movimiento del 1° de diciembre son Rivadavia
y sus satélites y a Ud. le consta los inmensos males que estos hombres
han hecho no solo a este país sino al resto a América con su infernal
conducta. Si mi alma fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía
esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido
de estos hombres; pero es necesario señalarles la diferencia que hay de
un hombre de bien, a un malvado...Digo a Ud. en la mía del 5 que para le
próximo paquete (paquebote) de mayo me marcharía a Europa, pero lo
certificaré en el que sale a fines de éste. Adiós otra vez, por siempre
su invariable San Martín” (Picianeli, Hector Juan. Op.Cit.)
Así se ponía nuevamente por encima de ese grupo de “iluminados”, y
antes de alejarse definitivamente, le dice a Iriarte: “Sería un loco
si me mezclase con estos calaveras. Entre ellos hay alguno, y Lavalle es
uno de ellos, a quien no he fusilado de lástima cuando estaban a mis órdenes
en Chile y en Perú...son muchachos sin juicio, hombres desalmados....”
(García Mellid, Atilio. “Proceso al liberalismo argentino”. Edit.
Theoría. 1988) (JST.p.45)
San Martín durante el 1° gobierno de Rosas
Fusilado Dorrego y exiliado Lavalle en la banda oriental, el protagonista
político natural pasa a ser Juan Manuel de Rosas. Por sugerencia suya
vuelven a la legislatura los mismos representantes que estaban antes del
derrocamiento de Dorrego; comienza a ser “El Restaurador de las leyes”.
El 1° de diciembre de 1829 (a un año del fusilamiento de Dorrego)
comienza reunirse la legislatura. El 4 de diciembre en Guardia del Salto,
el coronel Smith intenta sublevar a algunos oficiales para unirse a Paz
que se sostenía en el interior. Sofocado el movimiento, se le requisa una
fuerte suma de dinero en onzas de oro, supuestamente ara pagar sobornos de
nuevas sublevaciones.
Ante los hechos, en la Legislatura comienza a hablarse de otorgar
“Facultades Extraordinarias” al nuevo gobernador que se designe. No
era una figura nueva; el propio gobernador Viamonte tenia amplios poderes
que también fueron usados durante los gobiernos de 1812, 1815, 1820,
1821, 1822 y 1823.
El 8 de diciembre asume el nuevo gobernador, Juan Manuel de Rosas, ante la
euforia de la multitud reunida en al plaza mayor, que inclusive desata el
carruaje y lo lleva a pulso.
Entre las primeras medidas de gobierno se ordena los funerales de Dorrego,
a la que asiste una multitud. Otra de las medidas fue el traslado de los
complotados en Guardia del Salto a Buenos Aires. Los implicados fueron
confinados al pontón Cacique, y el propio Smith, fusilado por orden de
Rosas. Se comenzaba a sentir el “brazo vigoroso” que antes
sugiriera conveniente San Martín.
El 6 de abril de 1830 desde Bruselas, San Matin le escribe a Guido:
“...noto con placer que la marcha del gobierno es firme...En mi opinión
el Gobierno en las circunstancias difíciles en que se ha encontrado, debe
si la ocasión se presenta, ser inexorable con el individuo que trate de
alterar el orden, pues si no se hace respetar por una justicia firme e
imparcial, se lo merendarán como si fuera una empanada, y lo peor del
caso es que el país volverá a envolverse en nuevo males...Aunque no sea
fácil juzgar a la distancia, me atrevo a extender mi juicio apoyándome
solamente en la experiencia de nuestra revolución y en la moral que se
caracteriza a nuestro bajo pueblo, para opinar que jamás se ha hallado en
la provincia en situación mas ventajosa para hacer su prosperidad que la
presente. Me explicaré en pocas palabras. Todos los movimientos acaecidos
en Buenos Aires desde el principio de la revolución han sido hechos
contado con queso dilatada campaña seguiría la impulsión que el daba la
capital, como ha sucedido hasta la revolución, digo que el gobernador y
sus ministros no tienen perdón; no crea Ud. por esto que soy de emplear
medios violentos para mantener el orden, no mi amigo, estoy distante de
dar tal consejo, lo que deseo es el gobierno siguiendo una línea de
justicia severa haga respetar las leyes de un mido inexorable; sin más
que esto yo estoy seguro que el orden se mantendrá. Yo no conozco al señor
Rosas pero según tengo entendido tiene un carácter firme y buenos
deseos; esto basta, pues la falta la experiencia en el mando adquirirá
(que no es mala escuela la de mandar ese pueblo) bajo la dirección de sus
ministros.” (Mondragón A – Sulé Jorge: La reciprocidad entre
Rosas y San Martin. Edit.CEA. Bs.As.1980)
Predecía así San Martín el futuro gobierno de Rosas.
A los dos años de gobierno, el interior era dominado por Facundo Quiroga
y "El manco Paz" caía prisionero de Estanislao López (Ver).
El 4 de enero de 1831 se firmaba el Pacto Federal. San Martín, optimista,
le escribe nuevamente a Guido el 1° de noviembre de 1831:
“....y bien señor Don Tomás ¿Ha llegado o no la oportunidad?
Afortunadamente para el hijo de m madre, que ha habido almas caritativas
que me han puesto al corriente de los acontecimientos. Por ellos puede
calcularse que la guerra fraticida que tanto ha deshonrado y destruido a
esas desgraciadas provincias es concluida...” (Ibidem)
Ante la inestabilidad que lo había precedido desde 1810, concluye Rosas
su período de gobierno. La legislatura le ofrece nuevamente el gobierno
por tres veces consecutivas, que Rosas declina porque tiene la intención
de hacer la campaña del desierto que juzgaba necesaria. El gobierno
entonces cae en brazos “no tan vigorosos” como las de Balcarce y
Viamonte, y vuelve la anarquía por el enfrentamiento de unitarios y
“lomos negros” enfrentados con los federales “apostólicos”,
partidarios de Rosas.
San Martín, desde Europa, le trasmitía a Tomás Guido sus impresiones:
“El general Balcarce me ha merecido y merece la opinión de hombre de
bien y con buenas intenciones pero sin talentos administrativos...y al
mismo tiempo muy fácil de dejarse dirigir...su administración tuviese un
feliz resultado si como me lo persuadí se rodeaba de hombres próvidos y
talentos. Pero ¡cual sería mi sorpresa cuando supe que la flor y la nata
de la chocarrera pillería, de la más sublime inmoralidad y de la
venalidad la más degradante, es decir el ínclito y nunca bien ponderado
Enrique Martínez había sido nombrado a un de los Ministerios...pero aún
me acompañaba la esperanza de que los otros dos Ministros (para mi
desconocidos) pondrían un dique a las intrigas y excesos de su colega y
manifestarían a Balcarce la incompatibilidad de la presencia de un hombre
como Martínez; pero esas esperanzas desaparecieron completamente al ver
que estos ministros fueron reempleados por los doctores Tagle y Ugarteche;
con esa trinidad no me quedó otra cosa que entonar el oficio agonizante
por nuestra desdichada Patria...” (Sierra, Vicente: “Historia
Argentina” Edit. Científica Argentina. Bs.As..1984)
El descontento desemboca en la revolución de los restauradores, y asume
Viamonte, que tampoco domina la situación, mientras San Martín describía
acertadamente la situación política desde Europa, haciendo profecía en
la citada carta a Guido:
“El foco de las revoluciones, no solo en Buenos Aires sino en las
provincias, ha salido de esa capital; en ellas se encuentra la crema de la
anarquía de los hombres inquietos y viciosos, de los que no viven más
que de los trastornos porque no teniendo nada que perder todo lo esperan
ganar en el desorden: porque el lujo excesivo multiplicando las
necesidades, se procuran satisfacer sin reparar en los medios; ahí es
donde un gran número no quiere vivir sino a costa del estado, y no
trabajar, etc. etc.
Estos medios de desorden que encierra la capital deben desaparecer en
lo sucesivo. Que sepan los díscolos y aun los cívicos y las demás
fuerzas aradas de la ciudad, que un par de regimientos de milicias de
campaña, impidan la entrada de ganado por días, y yo estoy bien seguro
que el pueblo mismo será el mas interesado en evitar todo trastorno, so
pena de no comer, y esto es muy normal.
A esto se me dirá que el que tiene más ascendiente en la campaña será
el verdadero jefe de estado; y en este caso no existirá el orden legal.
Sin duda señor Don Tomas, esta es mi opinión, por el principio bien
simple que el título de un gobierno no está asignado a más o menos
liberalidad de sus principios, pero si a la influencia que tiene en el
bienestar de los que obedecen...
Ya es tiempo de dejarnos de teorías, que 24 años de experiencia no han
producido más que calamidades. Los hombres no viven de ilusiones, sino de
hechos: ¿qué me importa que se me repita hasta la saciedad que vivo en
un país de libertad si por el contrario se me oprime?... ¡Libertad! désela
usted a un niño de tres años para que se entretenga por vía de diversión
con un estuche de navajas de afeitar, y usted me contará los resultados.
¡Libertad! Para que un hombre de honro se vea atacado por una prensa
silenciosa, sin que haya leyes que lo protejan y si existen se hagan
ilusorias. ¡Libertad! Para que si me dedico a cualquier género de la
industria, venga una revolución que me destruya el trabajo de muchos años
y la esperanza de dejar un par de bocados a mis hijos. ¡Libertad! Para
que se me cargue de contribuciones a fin de pagar los inmensos gastos
originados porque a cuatro ambiciosos se les antoja por vía de la
especulación, hacer una revolución y quedar impunes. ¡Libertad! ¡Libertad!...Maldita
sea la libertad, ni será el hijo de mi madre el que vaya a gozar de los
beneficios que ella proporciona, hasta que no vea establecido un gobierno
que los demagogos llamen tirano y me proteja contra los bienes que me
brinda la actual libertad.
Talvez usted dirá que esta carta está escrita por un humor bien
soldadesco. Usted tendrá razón, pero convenga usted que a los 53 años
no puede uno admitir de buen fe el que le quieran dar gato por liebre.
No hay una sola vez que escriba sobre nuestro país, que no sufra una
irritación. Dejemos este asunto y concluyo que el hombre que establezca
el hombre que establezca el orden de nuestra patria, sea cuales sean los
medios para que para ello emplee, es el solo que mereciera el noble título
de su libertador” (Sierra, Vicente: Historia Argentina.)
Mientas tanto volvía la anarquía con una serie de hechos graves. El
gobernador de salta, Latorre, es asesinado, y en Barranca Yaco es
asesinado Quiroga y toda su comitiva. Rosas se entera del asesinato de Facundo
Quiroga en su estancia de San Martín (actual La Matanza), en momentos
que escribía una carta de instrucciones al capataz de su estancia:
“Mi querido don Juan José: esta es solo para prevenirle que a
Pascual le de entre veinte bueyes aparentes, como para las carretas. Deseo
que le haya ido bien en su viaje”...y allí seguramente recibió la
noticia de Barranca Yaco, porque cambiando de tema y de caligrafía,
continúa: “Política: el señor Dorrego fue fusilado en Navarro por
los unitarios. El general Villafañe, compañero de Quiroga lo fue en su
tránsito de Chile para Mendoza por los mismos. El general Latorre lo ha
sido a lanza después de rendido y preso en la cárcel de Salta, sin darle
un minuto de término para que se dispusiera, lo mismo que el coronel
Aguilar que corrió igual suerte. El general Quiroga fue degollado en su
tránsito de regreso para ésta, el 16 del pasado último de febrero, 18
leguas antes de llegar a Córdoba. Esta misma suerte corrió el coronel
Dr. Santos Ortiz y toda la comitiva en número de 16, escapando solo el
correo que venía y un ordenanza que fugaron entre la espesura del
monte... ¡Que tal! ...¿He conocido o no el verdadero estado de la
tierra? Pero ni esto va a ser bastante para los hombres de las luces y de
los principios. ¡Miserables! ¡Y yo insensato que me metí con semejantes
botarates! Ya lo verán ahora. El sacudimiento será espantoso y la sangre
argentina correrá en porciones” (Irasusta, Julio, “Vida Política
de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia”)
La Junta de representantes se reunió en sesión permanente, de distintos
represenetantes se escucharon frases como: “El nublado se nos viene
encima”...”el pueblo aspira a que mande el ciudadano Juan Manuel de
Rosas”...” Pero que mande sin reatos y despliegue todo ese genio que
la naturaleza le ha dado ...todo el pueblo lo marca...creo que él solo
puede arar y trillar el campo para que la felicidad vuelva a nuestro país...no
quiere límites el pueblo...”
Renuncia el gobernador interino, Dr. Maza, y la Junta de Representantes
designó gobernador a Rosas, ya no con “Facultades Extraordinarias”
sino con la “Suma del Poder Público”, sin más restricciones que la
de conservar y proteger al religión católica y sostener la causa de la
Federación.
Rosas pidió algunos días para contestar y respondió que solo podía
aceptar previo plebiscito en el que quedara consultada toda la ciudadanía,
expresando su voto “Precisa y categóricamente, quedando esto
consignado de modo que en todos los tiempos y circunstancias se pueda
hacer constar el libre pronunciamiento de la opinión general”
El plebiscito se realizó los días 26, 27 y 28 de febrero de 1835.
Concurrieron al sufragio 9.320 personas, con solo 8 votos en contra. El
propio Sarmiento lo reconoce con el tiempo:
“No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar
(Plebiscito del 26, 27 y 28 de marzo de 1835 en Buenos Aires por el cual
la ciudadanía se pronunció en concederle la Suma del Poder Público a
Roas) Debo decirlo en obsequio de la verdad histórica, nunca hubo un
gobierno más popular y deseado ni más sostenido por la opinión...que el
de Don Juan Manuel de Rosas” . (Domingo F. Sarmiento. En su libro
“Civilización y Barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga“. Santiago de
Chile, 1845.)
Y agregará:
“..(Rosas). era un republicano que ponía en juego todos los
artificios del sistema popular representativo. Era la expresión de la
voluntad del pueblo, y en verdad que las actas de elección así lo
muestran. Esto será un misterio que aclararán mejores y más imparciales
estudios que los que hasta hoy hemos hecho. No todo era terror, no todo
era superchería. Grandes y poderosos ejércitos lo sirvieron años y años
impagos. Grandes y notables capitalistas lo apoyaron y lo sostuvieron.
Abogados de nota tuvo en los profesores patentados del derecho.
Entusiasmo, verdadero entusiasmo, era el de millares de hombres que lo
proclamaban el Grande Americano. La suma del poder público, todas
palabras vacías como es vacío el abismo, le fue otorgada por aclamación.
Senatus consulto y plebiscito, sometiendo al pueblo la cuestión”. (Biografía
de Vélez Sarsfield)
San Martín durante el 2° gobierno de Rosas
Rosas inicia su segundo gobierno el 13 de abril de 1835, bajo una euforia
popular aún mayor que la de su primer gobierno.
Rosas tenía un respeto sagrado por los leyes, y pese a que le fuera
otorgada casi por unanimidad de plebiscito la “Suma del Poder Público”,
mantuvo la Legislatura que dictaba todas las leyes y aprobaba los actos
fundamentales de gobierno. Mantuvo también la justicia y siguió
funcionando el poder judicial, dictando personalmente algunas sentencias
en lo que hoy se llamaría como “ley marcial” o “juicio sumario”,
por delitos tomados “infraganti” o en casos que hoy podríamos llamar
“delitos federales”, que no correspondiendo a la justicia provincial,
eran resueltos por el poder ejecutivo, como el juzgamiento de los asesinos
de Quiroga que fueron juzgados y fusilados por el hecho.
Separó de la administración pública, militar o eclesiástica a los
unitarios más comprometidos, imponiendo al resto el uso de la divisa
punzo y el juramento de fidelidad a la “Santa Causa”
Desde Europa, enterado de los acontecimientos, el escribe a Tomás Guido
el 17 de diciembre de 1835:
“Mi querido amigo...hace cerca de dos años escribí a Ud. que yo no
encontraba otro arbitrio para cortar los males que por tanto tiempo han
afligido a nuestra desgraciada tierra, que el establecimiento de un
gobierno fuerte, o más claro, Absoluto, que enseñase a nuestros
compatriotas a obedecer...25 años en busca de una libertad que no sólo
no ha existido, sino que en este largo período, la opresión, la
inseguridad individual, destrucción de fortunas, desenfreno, venalidad,
corrupción y guerra civil ha sido el fruto que la Patria ha recogido
después de tantos sacrificios. Ya era tiempo de poner término a tantos
males de tal tamaño y para conseguir tan loable objetivo, yo miro como
bueno y legal todo gobierno que establezca el orden de un modo sólido y
estable, y no dudo que su opinión y la de todos los hombres que amen a su
país pensarán como yo...” (Piccinali, Héctor Juan. op. cit)
El 27 de abril de 1836, en Carta a Molina, le expresa “...veo con el
mayor placer la marcha uniforme y tranquila que sigue nuestro país: ella
solo puede cicatrizar las profundas heridas que han dejado la anarquía,
consecuencia de la ambición de cuatro malvados...” y el 26 de octubre
en otra carta a Guido “...veo con placer la marcha que sigue nuestra
Patria; desengañémonos, nuestros países no pueden (a lo mejor por
muchos años) regirse de otro modo que por gobiernos vigorosos...”
(Mondragón-Sulé. Op.cit)
La figura de Rosas, ya estaba en el pensamiento y en el corazón de San
Martín.
A raíz del bloqueo francés de 1838, el 5 de agosto, San Martín por
iniciativa propia principia un intercambio de correspondencia con Rosas
que no se interrumpirá hasta su muerte.
El 10 de junio de 1839, enterado del ataque francés apoyado por los
unitarios desde Montevideo, le dice en carta directamente a Rosas:
“...esta conducta (la agresión francesa) puede atribuirse a un
orgullo nacional, cuando puede ejercerse impunemente contra un estado débil...pero
lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu
de partido se unan al extranjero para humillar a su Patria y reducirla a
una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación
española: una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer
desaparecer...”
Fueron unos cuantos los traidores que se unieron al extranjero (franceses,
ingleses y luego brasileños) contra su Patria, antes y después de esta
sentencia del Libertador, que si se cumpliera, muchos monumentos se
achicarían y aún desaparecerían.
San Martín, Rosas y la agresión anglofrancesa.
Ante la inminencia de la intervención anglofrancesa, San Martín le
expresa Guido en correspondencia del 19 de abril de 1845:
"¡Que me dice Ud. de la intervención que se anuncia de la
Inglaterra, Francia y el Brasil, en nuestra contienda con la Banda
Oriental! No puede persuadirme traten de emplear la fuerza para hacerla
efectiva; yo me inclino a creer sea más bien una mediación amistosa a la
que se trate de proponer; de lo contrario sería un abuso inicuo de la
fuerza, sin que por est consiguiesen los resultados que se propones, es
decir, la terminación de la guerra, por el contrario, ella se prolongará
por un tiempo indefinido y por consiguiente perjudicial a los intereses de
los beligerantes y neutrales...” (Pascuali, Patricia. “San Martín
confidencial. Correspondencia personal del Libertador con Guido
1816-1849.. Edit. Planeta. 2.000)
Y producida la agresión, San Martín denuncia el atropello el 20 de
octubre de 1845 en carta a Guido:
“....es inconcebible que las dos Naciones más grandes del universo
se hayan unido para cometer la mayor y más injusta agresión que puede
cometerse contra un Estado Independiente: no hay más que leer el
manifiesto hecho por el enviado inglés y francés para convencer al más
parcial, de la atroz injusticia con que han procedido: ¡La humanidad!
...Y se atreven a invocarla los que han permitido – por espacio de
cuatro años – derramar la sangre y cuando ya la guerra había cesado
por falta de enemigos, se interponen no ya para evitar males, sino para
prolongarlos por un tiempo indefinido: usted sabe que yo no pertenezco a
ningún partido; me equivoco, yo soy de Partido Americano, así que no
puedo mirar sin el mayor sentimiento los insultos que se hacen a la América.
Ahora más que nunca siento que el estado deplorable de mi salud no me
permita ir a tomar parte activa en defensa de los derechos sagrados de
nuestra Patria, derechos que los demás estados Americanos se arrepentirán
de no haber defendido por lo menos protestado contra toda intervención de
Estados Europeos...” (Ibidem)
San Martín, físicamente impedido de actuar directamente en la contienda,
lo haría contundentemente a través de la pluma, con su indiscutible
inteligencia.
Jorge Federico Dickson, prominente comerciante ingles, conocedor de la
inteligencia del Libertador, le dirige una carta requiriendo su opinión
sobre la intervención. San martín, sin pérdida de tiempo le responde el
28 de diciembre de 1845 con un brillante análisis:
“Señor de todo mi aprecio: se me ha hecho saber los deseos de Ud.
relativos a conocer mi opinión sobre la actual intervención de
Inglaterra y Francia en la República Argentina; no solo me presto gustoso
a satisfacerlo sino o lo haré con la franqueza de mi carácter y la más
absoluta imparcialidad.
No creo oportuno entrar a investigar la justicia o la injusticia de la
citada intervención, como los perjuicios que de ello resultarán a los súbditos
de ambas naciones con la paralización de las relaciones comerciales,
igualmente de la alarma y desconfianza que habrá producido en los Estados
Sudamericanos (obsérvese la sagacidad de San Martín al decir que no se
pone a investigar pero ya está adelantando algunos resultados que
acarreará la intervención europea)..., solo me ceñiré a demostrar si
las dos naciones interventoras conseguirán por lo medios coercitivos que
han empleado el objeto que se han propuesto, es decir , la pacificación
de las riberas del Plata; según mi íntima convicción, desde ahora diré
a Ud. no lo conseguirán; por el contrario, la marcha seguida...no hará
otra cosa que prolongar por un tiempo indefinido, males que tratan de
evitar...Me explicaré ... bien es sabida la firmeza del carácter del
Jefe que preside la República Argentina; nadie ignora el ascendiente que
posee en la basta campaña y resto de las demás compañas de las
provincias interiores y, aunque no dudo que en la capital tenga un gran número
de enemigos personales, estoy convencido que, bien sea por orgullo
nacional, o bien por la prevención de los españoles contra el
extranjero...la totalidad se le unirá y tomarán parte activa en la
contienda...Si las dos potencias en cuestión quieren llevar más adelante
sus hostilidades, es decir declarar la guerra, yo no dudo que ...se
apoderen de Buenos Aires (sin embargo la toma de una ciudad de una ciudad
decidida a defenderse, es una de las operaciones más difíciles de la
guerra) pero aún en este caso estoy convencido que no podrán sostenerse
por mucho tiempo en la capital....El primer alimento, o por mejor decir el
único, es la carne, y es sabido con que facilidad pueden retirarse todos
los ganados en pocos días a muchas leguas de distancia, igualmente que
todas las caballadas y todo medio de transporte, en una palabra, formar un
desierto dilatado imposible de ser atravesado por una fuerza europea, la
que correría tanto más peligro cuanto mayor sea su número...En conclusión,
con siete u ocho mil hombres de caballería...fuerza que con gran
facilidad puede sostener el general Rosas, son suficientes para tener en
un cerrado bloqueo terrestre a Buenos Aires, sino también impedir que un
ejercito europeo de veinte mil hombres saga a más de treita leguas de la
capital sin exponerse a una ruina competa pro al falta de recursos, tal es
mi opinión y la experiencia lo demostrará a menos (como es de esperar)
que el nuevo ministro ingles no cambie la política seguida por el
precedente.” (Otero Pcífico, cit.por Jorge Sulés en “La
coherencia política de San Martin.p.61)
La carta de San Martín fue publicada en Europa el 12 de febrero de 1846
en el “Morning Chronicle” de Londres y causó gran revuelo. Luego sue
publicó en Paris en el “La Presse”, cuyo director Emilio Giradín
admiraba el genio y la actuación de Rosas que se enfrentaba a las dos
potencias.
Al poco tiempo los ministros europeos venían con proposiciones y se volvían
con la manos vacías, ante la tenacidad de Rosas, que finalmente se salió
con la suya “sin retroceder un tranco de pollo” (según
palabras del propio Rosas) "El que las hace las paga ...y al son
que me tocan bailo" San Martín se enteró de la acción de Vuelta
de Obligado, donde los cañoncitos de Mansilla y Thorne hicieron
estragos, no tanto en los acorazados de guerra como en la flota mercante,
sino sobre todo en el ánimo de los interventores. En carta a Gudi del 10
de mayo de 1846 le expresa:
“...ya sabía la acción de Obligado, donde todos los interventores
habrán visto por este echantillon, que los argentinos no son empanadas
que se comen sin más trabajo que abrir la boca. A un tal proceder no nos
queda otro partido que el de no mirar el porvenir y cumplir con el deber
de hombres libres, sea cual fuere la suerte que depare el destino, que por
íntima convicción no sería un momento dudoso en nuestro favor si todos
los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá sobre nuestra
Patria, si la Naciones europeas triunfan en la contienda, que en mi opinión
es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España.
Convencido esta verdad, crea Ud. mi buen amigo, que jamás me he sido tan
sensible, no tanto mi avanzada edad como el estado precario de mi salud,
que me priva en esta circunstancia de ofrecer a a Patria mis servicios, no
por lo que puedan valer sino para demostrar a nuestros compatriotas, que
aquella tenía aún a un viejo servidor ciando se trata de resistir la
agresión, la más injusta de la que haya habido ejemplo...”
San Martín con estas cartas pone al descubierto al ceguera de los
unitarios que se unían al extranjero en una contienda que era “de
tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España.”
Pero San Martín confiaba en que los diplomáticos europeos, que iban y
venían de Europa tratando de “safar” de la mejor maera posible, se
estrellarían con la sagacidad y tenacidad de Rosas, y así si lo
expresaba en carta a Guido el 27 de diciembre de 1847, despojado de todo
formalismo:
“...Dirá a Ud. que orejeo cada vez que veo dirigirse a nuestras
playas a estos políticos y a pesar de de lo que se dice de los sinceros
deseos de estos dos gobiernos tienen de concluir definitivamente las
diferencias con nuestro país, de todos modos yo estoy tranquilo en cuanto
a las exigencias injustas que puedan tener estos gabinetes, porque todas
ellas se estrellarán contra la firmeza de nuestro Don Juan Manuel...”
En 1844, seis años antes de su muerte, San Martin en su testamento,
otorga a Rosas el sable libertador:
“El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de la independencia
de la América del Sud, le será entregado al General de la República
Argentina Don Juan Manuel de Rosas, como prueba de satisfacción que como
argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido, el honor de la
República contra las injustas pretensiones de lso extranjeros que tratan
de humillarla”
Esto no fue reconocido por Mitre
y los unitarios, que trataron de ocultarlo, como lo demuestra la carta que
Valentín Alsina de dirige a Don Felix Frías el 9 de noviembre de 1850
desde Montevideo, y refiriénse a San Matin le dice: “...como militar
fue intachable; pero en lo demás era muy mal mirado de los enemigos de
Rosas. Ha hecho un gran daño a nuestra causa con sus prevenciones caso
agrestes y cerriles contra el extranjero, copiando el estilo y la
fraseología de aquel; prevenciones tanto más inexcusables, cuanto que
era un hombre de discernimiento. Era de los que en la causa de América no
ven más que la independencia del extranjero, sin importarle nada de la
libertad y sus consecuencias...Nos ha dañado mucho fortificando allá y
acá la causa de Rosas, con sus opiniones y con su nombre; y todavía lega
a Rosas, tan luego su espada. Esto aturde, humilla e indigna y...pero
mejor no hablar de esto. Por supuesto en el diario me he guardado de decir
nada de esto...” (JS.Op.Cit.p.77)
Asi escribienron nuestra "historia oficial". Tampoco se lo
perdonará Sarmiento, quien había visitado a San Martín en Europa, y
ante expresiones adversas que Sarmiento trató de hacer sobre Rosas, es
interrumpido por el dueño de casa:
“Ese tirano de Rosas que los unitarios odian tanto, no debe ser tan
malo como lo pintan cuando en un pueblo tan viril se puede sostener veinte
años...me inclino a creer que exageran un poco y que sus enemigos lo
pintan mas arbitrario de lo que es...y si todos ellos y lo mejor del país,
como ustedes dicen, no logran desmoronar a tan mal gobierno, es porque la
mayoría convencida está de la necesidad de un gobierno fuerte y de mano
firme, para que no vuelvan las bochornosas escenas del año 20 ni que
cualquier comandante de cualquier batallón se levante a fusilar por su
orden al Gobernador del Estado” (Galvez, Manuel. “Vida de
Sarmiento”. Emece Edit. 1945)
Sarmiento, despechado, le comenta en carta del 4 de septiembre de 1846 a
su amigo Antonio Aberastain:
“...va Ud. a buscar al opinión de los americanos mismos (en Europa)
y por todas partes encuentra la misma incapacidad de juzgar. San Martín
es el ariete desmontado ya que sirvió a la destrucción de los españoles;
hombre de una pieza; anciano batido y ajado por las revoluciones
americanas, ve en Rosas el defensor de la independencia amenazada y su ánimo
noble se exalta y ofusca...San Martín era hombre viejo, con debilidades
terrenales, con enfermedades de espíritu adquiridas en la vejez; habíamos
vuelto a la época presente nombrando a Rosas y su sistema. Aquella
inteligencia tan clara en otro tiempo, declina ahora; aquellos ojos tan
penetrantes que de una mirada forjaban una pagina de la historia, estaban
ahora turbios y allá en la lejana tierra veía fantasmas extranjeros,
todas sus ideas se confundían, los españoles y las potencias
extranjeras, la Patria, aquella Patria antigua, la estatua de piedra del
antiguo héroe de la independencia, parecía enderezarse sobre el sarcófago
para defender la América amenazada....” (Soler Cañas, Lusi: “San
Martín, Rosas y la falsificación”)
El crápula de Sarmiento
calumniaba de esta forma a San Martín y lo acusaba de disminuido mental
por la vejez, seis años antes de su muerte, siendo que San Martín
mantuvo hasta su muerte más lucidez que todos aquellos que trataron de
degradarlo.
San Martín se despide de Rosas
En carta a Rosas el 2 de noviembre de 1848, San Martín le expresa:
“A pesar de distancia que me separa de nuestra Patria, usted me hará
justicia de creer que sus triunfos son un gran consuelo pa mi achacosa
vejez”
“Así es que he tenido una verdadera satisfacción al saber el
levantamiento del injusto bloqueo con que nos hostilizaban las dos
primeras naciones de Europa: esta stisfacción es tanto más completa
cuanto el honro del país no ha tenido que sufrir, y por el contrario
presenta a todos los nuevos estados Americanos un modelo que seguir...jamás
he dudado que nuestra patria tuviese que avergonzarse de ninguna concesión
huimillante presidiendo usted a sus destinos...Esta opinión demostrará a
usted, mi apreciable general, que al escribirle, lo hago con la franqueza
de mi carácter y la que merece el que yo he formado de usted. Por tales
acontecimientos reciba usted y nuestra patria mis más sinceras
enhorabuenas.”
Finalmente, tres meses antes de su muerte, San Martin se despide de Rosas,
a quien nunca conoció personalmente, con una carta que le escribe desde
Boulongne, el 6 de mayo de 1850:
“...como argentino me llena de un verdadero orgullo al ver la
prosperidad, la paz interior, el orden y el honor, restablecidos en
nuestra querida patria: y todos esos progresos efectuados en medio de
circunstancias tan difíciles en que pocos estados se habrán hallado. Por
tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. sinceramente como igualmente a
toda la Confederación Argentina.
Que goce Ud. de salud completa y que al terminar su vida pública sea
colmado del justo reconocimiento de todo argentino. Son los votos que hace
y hará sierre a favor de Ud. éste su apasionado amigo y compatriota
Q.B.S.M “ (Que besa sus manos)
Firmado: Don José de San Martín.
La historia mitrista" haría todo lo posible porque no se cumplieran
los últimos deseos de San Martín, de que Rosas “sea colmado del
justo reconocimiento de todo argentino.”
El esfuerzo de muchos que incasablemente buscaron y buscan la verdad histórica,
lograron que muchos argentinos colmen a Rosas del “justo
reconocimiento”
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