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1806  -  2006  :  BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA ARGENTINA

En este año 2006 celebramos el auténtico comienzo de la Independencia Argentina. En 1806  se rechaza la invasión inglesa que se prolongaría hasta 1807. El 25 de junio de 1806 el Comodoro inglés Popham desembarca en Quilmes y el 12 de agosto del mismo año rinde sus tropas William Carr Beresford al mando de las fuerzas británicas que habían tomado Buenos Aires. El héroe indiscutido de estas jornadas y del despertar de la Independencia Argentina fue Santiago de Liniers y Bremond.

Recordemos que el 25 de mayo de 1810 lo que se produjo fue un "golpe de estado" cuyos principales protagonistas fueron Cornelio Saavedra y Mariano Moreno. Pero para comenzar estas celebraciones veamos la biografía de este héroe indiscutido del despertar de la Argentina.

(Agradecemos muy especialmente la colaboración de D. Fernando Arroyo que desde España nos ha enviado esta valiosa información)

Cecilio Jack Viera y Fernando M. Fluguerto Martí

Viernes 23 de junio de 2006


SANTIAGO DE LINIERS Y BREMOND (1753 - 1810)
 

Nació en Niort, en la antigua provincia de Poitou, hoy capital de Deux-Sèvres, Francia, el 25 de julio de 1753. Su padre fue Santiago José Luis de Liniers, Subrigadier de Guardias Marinas y señor de Cran-Chaban; su madre, Enriqueta Teresa de Bremond. Ambos eran de puro linaje provinciano y pertenecían a la aristocracia militar. Recibió sus primeras letras de los padres del oratorio de Niort y, a los doce años, se decidió por la carrera militar, la que, según la tradición familiar, cursó en la Soberana Militar Orden de Malta, llamada también San Juan de Jerusalén.

Después de tres años de permanencia en Villeta, habiendo participado en alguna expedición contra los piratas berberiscos, dejó la isla. Regresó a su patria condecorado con la Cruz de Malta. Había decidido ingresar en la Marina, pero luego optó por la Caballería. Como Subteniente del Regimiento de Royal Pièmont, en 1768 partió hacia Carcassonne, asiento de esa unidad, donde permaneció seis años. Por entonces tuvo conocimiento de que la España borbónica había iniciado una expedición contra los piratas moros que asolaban las costas del Mediterráneo.

El Pacto de Familia de 1761 le permitía intervenir en las empresas militares de los españoles con iguales derechos y obligaciones que éstos, pese a ser francés. Se trasladó entonces a Cádiz, ingresó en la armada española y, en mayo de 1775, fue destinado como oficial al puerto de Cartagena. Allí integró la flota de Pedro González Castejón, con 46 buques y 28.000 tripulantes bajo las órdenes del General irlandés Alejandro O´Reilly. Fue asignado al navío "San José" como edecán del príncipe Camilo de Rohan. La escuadra zarpó de Cartagena con destino a Argel, lugar al que atacaron  a comienzos de julio. Habiendo regresado a la península, ingresó en la Real Compañía de Caballeros Guardias Marinas en noviembre de ese año. En marzo de 1776, con los despachos de Alférez de Fragata, participó del patrullaje naval del Mediterráneo. El 3 de noviembre de 1776, zarpó de Cádiz integrando la escuadra que comandaba Pedro de Cevallos con destino al Río de la Plata. Liniers actuó a bordo del bergantín "Hoope", asistiendo a la toma de Santa Catalina, Maldonado, Montevideo, Colonia del Sacramento e Isla de San Gabriel. Ésa había sido la máxima experiencia de su carrera hasta entonces y le significó el ascenso a Alférez de Navío el 23 de mayo de 1778. Regresó con la flota a España, donde arribó en agosto de ese año. Inició, casi de inmediato, el período más intenso de su carrera, cuando la alianza franco-española movilizó a la flota contra el Imperio Británico.

Después de algunas acciones menores, en 1779, fue embarcado en el "Concepción", formando parte de la escuadra del Almirante Luis de Córdoba. Tuvo una acción destacada cuando, frente al Cabo Santa María, esa escuadra sorprendió a un convoy británico de 55 naves con un valioso botín.

En agosto de 1781, participó de la expedición española dirigida hacia la reconquista de Menorca, en las Baleares, posición defendida por los ingleses desde la fortaleza de Mahón. A sus puertas, resolvió una audaz operación de desembarco y, luego, tomó por asalto dos navíos enemigos cargados de víveres y municiones.

En mérito a esa acción, obtuvo el grado de Teniente de Fragata. Consolidada la conquista de Menorca, participó del bloqueo a la plaza de Gibraltar. Por sus méritos, en marzo de 1782 fue ascendido a Teniente de Navío. Cumplió una breve misión en las costas berberiscas de Tánger y, de regreso en Cádiz, pudo intervenir en la magnífica empresa de la alianza franco-española, dirigida a recuperar el peñón de Gibraltar. Fue aquélla una gran batalla, que, si bien terminó en desastre para los aliados, le permitió a Liniers un brillante desempeño, reconocido como heroico por el Almirante Luis de Córdoba.

El 21 de diciembre del mismo año, fue promovido a Capitán de Fragata. En febrero de 1783, en Málaga, contrajo matrimonio con Juana Úrsula de Membielle y de esa unión nació su primogénito, llamado Luis de Liniers y Membielle. Entre los años 1785 y 1788, acompañó al prestigioso astrónomo y cartógrafo español Vicente Tofiño de San Miguel en sus viajes de estudios para realizar el primer gran atlas marítimo de las costas españolas, islas Azores y adyacentes.

Las escasas oportunidades que por entonces le ofrecía Europa para desarrollar su carrera forzaron a Liniers a aceptar la posibilidad de trasladarse a las colonias españolas en América. Su nuevo destino fue el apostadero del Río de la Plata. Se embarcó con su familia en la isla de León, en septiembre de 1788; en diciembre, arribaron a Montevideo. Se desempeñaría como segundo comandante de la Armadilla del Río de la Plata. Para entonces, la Corte alertaba al Virrey sobre el aumento de armamento de Inglaterra y la consecuente necesidad de reforzar las defensas en los puntos vulnerables de su jurisdicción. A ello obedecieron las obras que se iniciaron en Montevideo y el plan que elevó Liniers advirtiendo acerca de la necesidad de complementar esa línea defensiva con un adecuado apoyo naval.

El año 1790 fue de enorme pesadumbre para Liniers. Fallecieron su esposa, Juana Úrsula, y su pequeña hija. Liniers se instaló entonces en Buenos Aires, donde se casó, en julio de 1791, con la joven María Martina de Sarratea. Al año siguiente, fue ascendido al grado de Capitán de Navío. Después de  que fracasara la empresa comercial que llevaba adelante en sociedad con su hermano, el conde de Liniers, decidió retomar la carrera militar en 1796.

Su nuevo destino fue el apostadero de la Real Armada de Montevideo. Durante algunos años, tuvo el mando de las lanchas cañoneras que patrullaban las costas para proteger los barcos de cabotaje del ataque de los navíos ingleses que solían merodear las aguas del Río de la Plata. Pero su situación económica se fue deteriorando sensiblemente; recién iniciado el nuevo siglo, con una prole numerosa, debió requerir al Virrey un cargo más redituable. En octubre de 1802, del Pino lo designó interinamente gobernador político y militar de los 30 pueblos de las misiones guaraníticas. Previo a la partida, buscó asesoramiento sobre las características de su nuevo destino con el dominico Julián Perdriel. Ideó entonces un plan de defensa de los pueblos de las misiones para aplicarlo en caso de que se produjera una invasión portuguesa. En marzo de 1803, arribó con su familia a la  Candelaria. En una copiosa correspondencia dirigida al virrey del Pino, Liniers señaló, desde el comienzo de su gestión, la existencia de numerosos problemas por resolver, debido a la desidia en que permanecían aquellos dominios, y su preocupación por superarlos. La precaria defensa de esos territorios frente a la expansión lusitana mereció todo su empeño. Observó y trató de subsanar también la  falta de asistencia sanitaria para los pobladores y naturales, la explotación de éstos, su hambre y desnudez, la carencia de instrucción, etc. No recibió estímulo ni apoyo alguno, pese a sus reclamos, y tampoco fueron atendidas sus necesidades económicas elementales. Para entonces, tenía una numerosa descendencia y no había cobrado la totalidad de sus sueldos.

El carácter interino de su cargo permitió que fuera reemplazado, sin atención a sus méritos, en marzo de 1803, por Bernardo Velasco. Esta resolución llegó a su conocimiento recién en el mes de septiembre, cuando, apremiado por su precaria situación familiar, solicitaba al Monarca algún destino donde pudiese continuar con sus servicios. Cumplidas las formalidades del relevo, partió hacia Itapuá en octubre de 1804. Arribó el día 13; desde allí, a bordo de la sumaca "Nuestra Señora del Pilar", inició una penosa travesía hacia Buenos Aires. Una grave enfermedad asoló la nave y cobró la vida de su joven esposa, de una de sus hijas y de una joven esclava  que los servía. En mayo de 1805, regresó al Río de la Plata con sus ocho hijos.

Por entonces, en la capital crecía la amenaza de un inminente ataque inglés. El virrey Sobremonte dispuso algunas medidas precautorias, entre las cuales incluyó el armado de una flotilla a cargo de Liniers. Ésta debía custodiar las costas y asegurar la libre navegación entre Montevideo y Buenos Aires. Comenzó entonces a protagonizar los hechos más trascendentes de su vida profesional y más caros a nuestra historia. El 25 de junio de 1806, desembarcó en las costas de Quilmes una fuerte expedición inglesa al mando de William Carr Beresford. Se dirigió a tomar la capital sin encontrar resistencia. Sólo Santiago de Liniers, al mando del fuerte de la Ensenada de Barragán, pudo detenerlos momentáneamente con un breve tiroteo.

Organizó la "Reconquista" desde Montevideo y, con aproximadamente 1.300 hombres, desembarcó en Tigre y avanzó, con el apoyo popular, hacia Buenos Aires. Intimó al enemigo rendición, la que se produjo el 12 de agosto. Dos días después, se supo que el virrey Sobremonte acudía  desde Córdoba en auxilio de la ciudad, ya libre. En tanto, se reunió un cabildo abierto que decidió pedir al Virrey que delegara en Liniers el mando militar del virreinato. Este reconocimiento general del gran desempeño de Liniers llegó a la Corona, que lo nombró Brigadier de la Armada.

De inmediato, comenzaron los preparativos para poder enfrentar una nueva invasión. Se organizaron batallones y compañías separados por castas  y provincias y se designaron oficiales con la aprobación de las tropas. En pocos meses, se movilizaron más de 8.000 hombres, se organizó la maestranza, se construyeron baterías y se disciplinó a la tropa.

A comienzos del año siguiente, los británicos tomaron Montevideo y, entrado el invierno, dirigieron un nuevo ataque a la capital del virreinato.   El centro de la resistencia fue la Plaza Mayor. Toda la población se unió a las tropas y participó de la encarnizada lucha que se libró en las calles de la ciudad. El 6 de julio, Whitelocke capituló, aceptando el ofrecimiento de Liniers. En ese mismo año, Liniers fue designado virrey en forma provisoria; meses después, fue confirmado.

Hizo manifiesta su negativa a reconocer a José Bonaparte como rey de España. Sin embargo, eso no impidió que una conspiración en su contra, fundamentada en su condición de francés, lo llevara a solicitar a la Junta Central de Sevilla un sucesor para su cargo y a declinar, entre tanto, su autoridad en la Audiencia. Si bien a instancias del Ejército y del vecindario más destacado retomó la presidencia de ese tribunal, la Junta Central, accediendo a su solicitud, nombró para reemplazarlo a Baltasar Hidalgo de Cisneros.

En virtud de la real orden del 13 de febrero de 1809, Liniers se hizo acreedor al título de conde de Buenos Aires, de una elevada pensión y de la  propiedad de tierras que heredarían sus hijos y sucesores; de esa manera, la Junta Central premiaba los méritos y el desempeño que Liniers había alcanzado como virrey. Los acontecimientos revolucionarios de mayo de 1810 lo sorprendieron en Córdoba, en viaje ya de Tucumán a la península. En Córdoba, las autoridades, con excepción del deán Funes, habían decidido desconocer a la Junta de Mayo y exhortar a los gobiernos dependientes (La Rioja y Cuyo) a tomar la misma actitud. Liniers, por su parte, solicitó refuerzos a Perú y Montevideo, los cuales no le fueron remitidos. Desconfiando de las tropas cordobesas, trató entonces de marchar al Perú con los pocos leales a la Corona que todavía quedaban y organizar allí un ejército para someter a los rebeldes de Buenos Aires. La Junta Provisoria, convencida de que los responsables del conato ponían en grave peligro a la revolución, resolvió castigarlos severamente.

Sólo permanecían junto a Liniers 28 oficiales, en su mayoría europeos, por lo que no le quedó ya más recurso que la fuga. El Coronel Antonio González Balcarce, a la cabeza de 300 hombres, fue comisionado para perseguirlos y los alcanzó en los bosques que rodeaban el camino a Córdoba y Santiago del Estero. La Junta dispuso que los prisioneros fueran pasados por las armas; destacó al doctor Castelli y a los comandantes French y Juan Ramón Balcarce para cumplimentar la orden. El lugar de la ejecución fue un pequeño bosque llamado Monte de los Papagayos, distante dos leguas de la posta Cabeza de Tigre. Salvo el obispo de Córdoba, Rodrigo Antonio de Orellana, beneficiado con un perdón de último momento en mérito a su jerarquía eclesiástica, fueron arcabuceados Santiago de Liniers, Juan Gutiérrez de la Concha, el Coronel Allende, el Oficial Real Joaquín Moreno y el  doctor Victorino Rodríguez. Inhumados primeramente en la iglesia de Cruz Alta, los restos de Liniers fueron más tarde trasladados a Cádiz, donde descansan en el mausoleo del Panteón de los Marinos IIustres de San Carlos.