SOMBART, EL CAPITALISMO Y LOS JUDIOS

  por Claudio Mutti (*)

 

Además de ocuparse de la aportación hecha por los judíos a la construcción del capitalismo en Die Juden und das Wirtschaftsleben, editado en Lipsia en 1911, Sombart estudió el caso en Zukunft der Juden (Lipsia, 1912), en un capítulo de Der Bourgeois (Munich-Lipsia, 1913), en la segunda edición de Der Moderne Kapitalismus (Munich-Lipsia, 1916) y en las ediciones sucesivas de esta misma obra.

            La presencia de un capítulo sobre los judíos como vehículos del espíritu capitalista en las ediciones definitivas de Der moderne Kapitalismus - estudio de carácter histórico, económico y sociológico sobre la formación del capitalismo - reviste un valor emblemático acerca de las conclusiones sugeridas al Autor sobre las investigaciones precedentemente realizadas sobre el papel desempeñado por los judíos en la vida económica: investigación de la que aparecen orgánicamente expuestos los resultados, concretamente en Die Juden und das Wirtschaftsleben, y tales conclusiones vienen resumidas al principio de dicho capítulo, el sexagésimo segundo del primer volumen:

"Creo haber demostrado en mi libro sobre los hebreos que su importancia específica para la historia moderna hay que buscarla en el empujón dado por ellos a esa forma del desarrollo capitalista que yo llamo comercialización de la vida económica, cuya generación marca el paso a la época del capitalismo maduro. La particular y decisiva importancia de los judíos debe pues hallarse en el hecho de que a su actividad se atribuye la aceleración del paso de las formas económicas del primitivo capitalismo a las formas del capitalismo maduro ."

            Sombart, empero, ha demostrado en Die Juden und das Wirtschaftsleben que la contribución hebraica a la instauración del capitalismo no se reduce a la mencionada transición, sino que se manifiesta en los mismos comienzos de la economía moderna, toda vez que ya el período precapitalista presenta, con particular evidencia, formas de actividad económica características de los judíos. La intervención de la actividad hebraica en la época de principios del capitalismo, sobre todo desde el alejamiento de las corrientes del tráfico de las áreas mediterráneas hacia las del Norte de Europa, consistió principalmente, según Sombart, en la notable participación cuantitativa de los judíos en el volumen de los negocios, y todavía más en la calidad de su comercio, que se ocupaba especialmente de mercancías de lujo, productos de consumo a largo plazo, artículos nuevos que subvertían los procedimientos tradicionales.

            La participación empresarial de los judíos se manifestó, además, en la aportación masiva de los mismos a la colonización de las Américas, donde ya desembarcaron a fines de 1492: en tercer lugar, a la función llevada a cabo por los mercaderes judíos como proveedores de los ejércitos durante los siglos en los que se formaron los estados modernos.

            Tampoco se limita Sombart a subrayar, en lo que se refiere a la aportación judía a la formación del capitalismo, este papel de pioneros llevado a cabo por los judíos: él consideraba como imprescindible su actividad en el sector crediticio, ejercitada y perfeccionada en el curso de siglos y siglos de práctica usurera. Sombart, de hecho, atribuye al crédito "una de las más importantes raíces del capitalismo" hasta el punto de que puede, tranquilamente, y con toda objetividad, atribuir a la moderna civilización occidental una matriz cultural judía, de acuerdo con el judío Karl Marx, del cual cita, en Deutscher Sozialismus (Berlín, Charlottenburg, 1934) estas famosísimas afirmaciónes: "el espíritu judío se ha convertido en el espíritu práctico de los pueblos cristianos", "los judíos se han emancipado en el mismo sentido que los cristianos se han convertido en judíos", "la verdadera esencia de los judíos se ha realizado en la sociedad burguesa".

            La diferencia entre Marx y Sombart, aunque ambos estuvieran lucidamente convencidos de la equivalencia que progresivamente se fue estableciendo entre mentalidad judaica y mentalidad occidental, consiste en la absoluta e irreductible antítesis del juicio de valores expresado por ellos sobre la civilización capitalista bajo el signo de la usura. Marx, de hecho, en razón del fundamental criterio progresista e historicista que condiciona toda su elaboración ideológica, ve un factor de adelantamiento histórico, es decir, un acontecimiento positivo, en la expansión planetaria de la civilización burguesa y que se revela, más coherentemente que aquellos de sus epígonos que se pretenden "anti-imperialistas" y promotores del "Tercer Mundo", un convencido fanático partidario del colonialismo, como cuando exalta la obra de devastación anti-tradicional proseguida por el Imperialismo británico en la India, o como cuando, en ocasión de la guerra entre Estados Unidos y México, se declara abiertamente a favor de los primeros, pronunciándose, en un artículo aparecido en la "Rheinische Zeitung", contra los "salvajes mexicanos" y, generalmente, contra los movimientos de liberación latinoamericanos ("miserables y canallas" es, por ejemplo, el epíteto dedicado por Marx a Simón Bolivar).

            Sombart, al contrario, en destacada polémica con determinados contemporáneos exaltadores de la expansión occidental como condición de la hegemonía mundial de la "raza blanca", encuentra en el colonialismo un vehículo de exportación de la decadencia. Su condena del fenómeno colonial es, pues, neta e incondicional: "Los europeos occidentales no pueden ofrecer a los pueblos sometidos por ellos nada más que los valores problemáticos de su civilización, por ejemplo cañones, pólvora, agua corriente, W.C., tranvías, máquinas, instalaciones telefónicas, constituciones parlamentarias, etc.; mientras destruyen preciosas civilizaciones en África, América y Asia. Se han comportado como elefantes en un almacén de porcelanas; en el lugar de una variopinta diversidad han colocado la gris uniformidad de su incultura. Este desagradable periodo de la historia humana es, cabe esperarlo, algo a punto de acabarse. El dominio de la raza blanca en la tierra se aproxima a su fin; pero no porque los europeos occidentales hayan reconocido sus equivocaciones, sino porque los otros pueblos empezaran a pensar por si mismos y en su naturaleza particular. El pensamiento nacional se difunde cada vez más y va encontrando sus apóstoles".

            Y así fue como, en los años en los que Sombart formulaba tales opiniones, los "apóstoles del pensamiento nacional" - si queremos usar también nosotros esa brutal expresión con la que se pretende designar a los exponentes de las diversas formas tradicionales - se fijaron fielmente en aquel mismo "socialismo alemán" del que el economista de Ermsleben esperaba una superación de la "era económica"; así fue como los ambientes más instruídos y representativos del hinduismo, de la tradición nipona y del Islam se adhirieron a la guerra llevada a cabo por el Tercer Reich contra las potencias dominadas por la Usura, confiriendo un carácter de "guerra santa" a la lucha del nacionalsocialismo y transformando el duelo impar entre Alemania y los Aliados en un combate entre el mundo de la Tradición y el mundo moderno.

            Considerada a la luz de tales acontecimientos históricos, la obra de Sombart - desde Der moderne Kapitalismus hasta Die Juden y al ponderado ensayo antropológico Vom Menschen - aún cuando puedan parecer limitados y parciales sus horizontes específicos, adquiere el valor de un manifiesto que, articulándose en el mismo talante espiritual del que surgió Der Untergang des Abendlandes, anuncia, con un tono análogo, la decadencia del sistema instaurado por el hombre fáustico y, entre los modelos que se presentan como alternativa del estado capitalista - representados en aquélla época por el estado soviético y el estado völkisch -, se orienta hacia las soluciones propuestas por el segundo modelo.

            Die Juden ejerció también una notable influencia sobre los ambientes völkisch, como confirma un autorizado estudioso judío, Mosse, que escribe a este respecto: "Los presupuestos económicos, siempre populares en los círculos antisemitas, obtendrán el sello académico con el ensayo de Werner Sombart (...) Sombart no pronunciaba contra los judíos un juicio condenatorio: su intención era simplemente formular un análisis histórico en la evolución del capitalismo, pero autores y propagandistas nacional-patrióticos aprendieron rápidamente a utilizar su obra, adaptándola a sus propios fines. Esta, grosso modo, coincidencia con la imagen elaborada por ellos, de los judíos como seres incapaces, desarraigados, desleales, intermediarios y especuladores, preocupados sólo de acumular oro y desangrar Alemanna”.

            En efecto, Die Juden constituye un importante punto de referencia para Theodor Fritsch, - el cual tuvo la idea de la ciudad-jardín -, el cual, en su "compendio de la cuestión judía", un texto que alcanzó las cuarenta ediciones y fue considerado por los nacionalsocialistas como la obra de un "Altmeister" utilizó en diversos puntos el ensayo sombartiano sobre los judíos, para describir el papel jugado por estos en la economía de la moderna sociedad: y el libro de Fritsch, juntamente con Die Juden und das Wirtschafsleben, figura entre los títulos más citados en un opúsculo de Dietrich Eckart, publicado después de su muerte, en el cual algunos han creído encontrar una fuente de la polémica antijudía de Hitler .

            A pesar de esto hay quien ha negado la posibilidad de definir la obra de Sombart como un "preludio intelectual del nazismo" o ha definido las diferencias entre la "ideología del nacionalsocialismo" y el "espiritualismo de estampa romántica y religiosa" de un Sombart, es decir, "de un hombre de cultura, y no de acción" , como si las doctrinas de las que toma forma el fenómeno nacionalsocialista no hubieran sido elaboradas por hombres de cultura. Ahora, dejando aparte la intención fraudulenta, transparente en una cierta sociología, sobre todo católica de recuperar e instrumentalizar algunos aspectos del pensamiento sombartiano - intención que implica la necesidad de separar artificialmente las "responsabilidades" de Sombart en la del nacionalsocialismo no es ciertamente en tales términos simplistas que debe plantearse la cuestión. En vez de ello, se trataría de ver qué corrientes, en qué fenómeno no homogéneo cual fue el nacionalsocialismo alemán que se ha reconocido como más afines al espíritu que se insinúa en la obra de Sombart y qué elementos de esta última han influido sobre las diversas tendencias del movimiento histórico en cuestión. Para poner un ejemplo: no se puede excluir que el ya citado juicio sombartiano sobre el colonialismo si no será ciertamente compartido por el ala occidentalista y anglófila del nazismo haya podido contribuir a la formación de una posición anticolonialista entre los ambientes de las SS, ya que en la época de la acción en Etiopía el diario oficial de la Orden, "Das Schwarze Korps", criticó duramente la iniciativa italiana haciéndose eco de los motivos expuestos por Sombart.

 Un punto en el cual los mencionados "recuperadores" se han esforzado en ver un contraste irreductible entre Sombart y el nacionalsocialismo es el que se refiere a la raza, cual si los teorizantes nazis del racismo no se hubieran dislocado sobre una variedad de posiciones. Según Rizzo, por ejemplo, Sombart formularía "un formidable argumento contra el racismo" cuando observa que la población alemana está formada por cinco razas diferentes y de un número impreciso de sub-razas : el académico en cuestión cita luego, en apoyo de su tesis, el siguiente pasade de Deutscher Sozialismus: "No se puede científicamente demostrar ni que una determinada raza pueda habitar en un solo espíritu, ni que un determinado espíritu pueda albergar solamente en una determinada raza. Un espíritu alemán en un negro es posible, como un espíritu negro en un alemán. Se puede únicamente demostrar que hombres con espíritu alemán son bastantes más numerosos en el pueblo alemán que en el pueblo negro y viceversa".

            Pues bien, ¿qué diferencias esenciales existen entre la política de Sombart y la mejor doctrina de la raza, la que sabe negar o superar el materialista racismo biológico para reconocer en el hombre un ser compuesto no sólo de cuerpo y considera, por ende, todos los elementos de que el ser humano se compone? El "formidable argumento contra el racismo" triunfalmente esgrimido por Rizzo, Sombart lo deduce propiamente de la clasificación antropológica formulada por un exponente de primer rango en los estudios raciales: Hans F. K. Günther, profesor de antropología social en la universidad de Friburgo, que en 1942 es declarado por Evola "uno de los más notorios y citados racistas alemanes". ¿Formidable argumento contra el racismo también el de Günther? En cuanto al pasaje del Deutscher Sozialismus ya mencionado, los puntos de vista que en él se encuentran constituyen propiamente una adhesión a las orientaciones más positivas que la doctrina de la raza sepa exprimir. ¿Qué diferencias esenciales, preguntamos una vez más, existen de hecho entre tales puntos de vista y los que sostiene la psicoantropología de Ludwig Ferdinand Clauss? ¿Y puede, seriamente, ser considerado Clauss, con la contribución rectificativa por él aportada a la doctrina de la raza, un adversario del nacionalsocialismo?

            La idea, herética tanto para el racismo "zoológico" como para el antirracismo democrático de una "raza del alma", idea que se encuentra en la base de la teoría de Clauss y está sintéticamente expuesta en el pasaje citado más arriba, es fundamental para comprender la noción sombartiana del "espíritu judío". Como es posible encontrar un "espíritu negro en un alemán" y viceversa, también es posible encontrar un espíritu judío en muchos "goim": "Los más grandes magnates de la finanza mundial son de la más pura sangre aria y muchos de los más colosales escándalos bursátiles o bancarios están ligados a nombres no judíos".

            En los más lejanos orígenes del capitalismo no cuentan tanto los judíos como individuos o como realidad colectiva que actúa sobre la historia, sino como una idea platónica (Sombart la llama "Geist") la cual da lugar a una particular tendencia del espíritu, a una particular conformación psíquica (Sombart la llama "Gesinnung"): es, ésta, la "raza del alma" a la cual Otto Weininger - "el único hebreo digno de vivir" según un juicio del Führer - dá el nombre de "Judenheit" (“hebraicidad”): esta – escribe Weininger - representa para todo hombre una posibilidad, y en el hebraísmo histórico ha tenido solamente su realización más grandiosa. Idea, ésta última, que reaparece en Sombart: "Este espíritu (el espíritu hebraico, n.d.r.) toma, en los primeros tiempos, raíces en el pueblo judío y se difunde ampliamente, porque, como es lícito suponer, correspondía a un carácter congénito o de "sangre" bastante frecuente en el pueblo judío".

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            No obstante, la hebraicidad no es, para Sombart, la única fuente de la mentalidad capitalista.

 "No estamos tan desprovistos de sentido crítico como para atribuir todas las peculiaridades del hombre económico moderno al influjo de la moral judaica (por considerable que esta pueda haber sido".

            Junto al espíritu judío han actuado, en tal sentido, otros factores, como ciertas filosofías, ciertas religiones y ciertas iglesias, además de las conquistas intelectuales, tales como la técnica, factores psicológicos cual la envida social, el nietzscheano "Ressentiment", de los burgueses y otras fuerzas más, en primer lugar el Estado, una entidad que ninguna explicación racional puede explicar, porque: "La comprensión del sentido del Estado entra en el campo de la trascendencia" .

            El hecho de que Sombart se esfuerce en no enfatizar ninguna de estas causas -ni siquiera la representada por el espíritu judaico- sino que se preocupe de subrayar la eficacia conexa a cada uno de los diversos factores induce a establecer una relación entre el autor de Die Juden y el autor de Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus. Max Weber, de hecho, atribuyendo una atención particular al papel jugado por la ética protestante en la formación de la mentalidad capitalista, hubiera podido igualmente captar el significado convergente revestido por otras fuerzas espirituales. En vez de ello, Weber estableció una relación de filiación casi exclusiva entre ética protestante y mentalidad capitalista, lo que redujo la importancia del judaísmo dentro de los términos de una limitada aportación moral proporcionada por este último al Puritanismo: "El Judaísmo se encontraba en la parte del capitalismo de los aventureros, orientado en un sentido político y especulativo: su ética era, en una palabra, la del capitalismo del paria: el Puritanismo aportaba el Ethos de la industria nacional burguesa y de la organización racional del trabajo. Formada de la ética judaica sólo lo que le convenía dentro de estos límites.

            Tal punto de vista es confirmado por Weber en su escrito sobre la profecía y la ética judía, donde el capitalismo judío es netamente distinto del protestante, considerado como el único precursor del capitalismo moderno.

            El capitalismo de los judíos es considerado como "típico de un pueblo paria" porque este "se encontraba en su apogeo, además de en el comercio y la usura, en aquellas formas proscritas por el Protestantismo, es decir, en el capitalismo de estado y en el capitalismo predatorio".

Weber se proponía analizar acto seguido, de manera profunda, el papel jugado por los judíos en el desarrollo de la moderna economía occidental, porque no consideraba satisfactorio el tratamiento sombartiano de la cuestión. El problema, no obstante, no fue abordado, a causa de la muerte de Weber, sobrevenida en 1920; una vuelta a los motivos sintéticamente expuestos en el fragmento citado se encuentra empero, en "Economía y Sociedad", en un pasaje que explica cómo debe atribuirse a los judíos la introducción en Europa de formas de actividad económica entre las que destaca el empréstito.

            En realidad, si prescindimos de la especial consideración que atribuyeron Sombart y Weber, respectivamente, al judaísmo y a la ética protestante, vemos que las teorías formuladas por los dos sociólogos, a pesar de la particular pretensión a la exclusividad que hemos observado en Weber, pueden muy bien complementarse, sin que la una dañe esencialmente a la otra. No obstante, podemos suscribir lo que afirma Rizzo en el sentido de que: "La investigación de Weber de elementos precapitalistas en lo profundo de la cultura protestante y la de Sombart sobre las consecuencias del sello de los heréticos se entrecruzan y se convierten en complementarias: la descripción de Sombart asume en este punto el aspecto de una "continuación" del análisis de Weber".

            Rizzo habla de sello de los "heréticos", pero debe tenerse presente, para evitar todo malentendido, que Sombart coloca a los judíos grosso modo en la categoría de los heréticos: "los heréticos en Europa eran, primordialmente protestantes (y judíos)”.

De manera que podemos concluir que, en la panorámica compuesta por los estudios de Weber y de Sombart, al trabajar como vehículos históricos del espíritu capitalista son los extranjeros, los heréticos, los judíos, los emigrantes, los perseguidos por motivos religiosos, es decir todos aquellos que, animados por el deseo de una nueva vida y del espíritu de revancha se han ejercitado en las capacidades individuales de continuos encuentros con ambientes hostiles, y ven en el país al que han llegado una tierra extraña, desalmada y desolada.

            Un ambiente tal sólo puede ser considerado como un objeto de disfrute, como un medio para conseguir el fin, que es la riqueza, y que por tal motivo, pueden ser tranquilamente empleados los métodos más abyectos, como la usura. Entre todos los "extranjeros" son los judíos los que practican tales métodos como un deber religioso, pues así se lo prescribe el versículo del Deuteronomio: "Exige interés al extranjero, pero no a tu hermano, con objeto de que el Señor, tu Dios bendiga todos tus actos sobre la tierra en la que entrares y de la que tomares posesión" .

            Es obvio que el estudio de la aportación judía a la construcción capitalista no puede considerarse terminado con la obra de Sombart sobre Die Juden und das Wirtschaftsleben. Con esto no se quiere ciertamente decir que, una vez plenamente aclarada la función que le toca al "pueblo elegido" en relación a la instauración del capitalismo, a su consolidación y a su expansión, el complexo significado del fenómeno capitalista ya quede automáticamente resuelto. Tal fenómeno puede ser, de hecho, representado como una ecuación con varias incógnitas, para el cual la solución de una única incógnita no significa, de hecho, la solución de toda la ecuación.

 

(*) Claudio Mutti:  Licenciado en líteras antiguas, a traducido y comentado operas de autores griegos del periodo helenístico (Arato, Plutarco, Porfirio, Juliano, Salustio etc.). Especializado en filología finougra, se ocupo también de la cultura húngara en el contexto de la región carpático-danubiana.

En 1978 a fundado las Edizioni all’insegna del Veltro, en cuyo catálogo figuran más que cien libros.

Es redactor de la revista de estudios geopolíticos “Eurasia” (www.eurasia-rivista.org).

Sus libros han sido editados en Italia, Francia, Alemania, Rumania, Hungría.