EL SUICIDIO DE KIRCHNER Por Marcos Ghio
Quizás nunca como en estos últimos días pueda hallarse un analogía tan grande como la que existiría entre el actual presidente argentino y su homónimo del siglo pasado, el pintor suizo alemán Kirchner, famoso exponente de la escuela expresionista, heredera del impresionismo francés y cercana por estilo al cubismo de Picasso. Se recuerda del mismo que, luego de un minuto de fama en la Alemania en crisis de la primera guerra mundial, lentamente, con el avance del nazismo y con el consecuente resurgir en la pintura de una corriente neoclasicista, fue paulatinamente segregado una vez que tal partido tomara el poder, hasta que finalmente sus obras, que habían figurado antes en las principales galerías de arte de su país, terminaron decorando la exposición oficial de “Arte degenerado” en la cual se lo utilizaba como un indicador de lo que significaba un arte expresivo de una sociedad decadente de la cual tal movimiento intentaba liberar a su tierra. Por no poder soportar el descrédito en que había incurrido en su tiempo, en 1938, el homónimo de nuestro actual presidente se quitó la vida de manera violenta, aunque su obra ha perdurado y hoy, gracias a que alguien con su mismo apellido ocupa la presidencia de un país, podemos recordarlo mejor. Si bien no podemos decir que un final tan trágico será el que le sobrevendrá a nuestro Kirchner vernáculo, sin embargo hay un hecho muy curioso de su obra que llama la atención por las analogías que suscita con nuestro presente más actual. Uno de sus más famosos cuadros se titula “La Cabalgata circense” y en el mismo el autor, duro crítico de la sociedad política de su tiempo, quiso dirigir una mirada irónica respecto del medio que lo circundaba, como tratándose de un verdadero circo ecuestre en el que todos contemplaban como espectadores a unos jinetes que trotaban haciendo piruetas para distraer y divertir; queriendo referirse con ello a la clase política del propio país. Pero lo sugestivo del cuadro es que aparecen allí dos figuras de ambos sexos con notorias semejanzas fisiognómicas con las de nuestra pareja presidencial, los que emprenden una cabalgata en un escenario bajo la atenta mirada de los espectadores, los cuales, a similitud del público que en la semana pasada se concentrara en el teatro Argentino de La Plata para el lanzamiento de uno de ellos a la presidencia, observa con silencio y atención las piruetas de ambos jinetes. La cabalgata es por supuesto en un escenario cerrado por lo que se trata de un número acotado y que durará muy poco tiempo y que, una vez que la misma termine, los espectadores se retirarán concluyendo el espectáculo sin más pena ni gloria que un suspiro. Este hecho sugestivo se vincula además con lo siguiente: en la Argentina de estos días ha llamado poderosamente la atención que, a poco de anunciarse la candidatura de Kristina, de manera inmediata y fulminante, han estallado escándalos de corrupción sobre las figuras de las tres únicas ministros mujeres que había en el gabinete, habiéndose obligado a una de ellas a presentar ya su renuncia. Ante este hecho curioso hemos escuchado decir que ello ha sido producido por un cierto boicot que, a la manera de un mensaje mafioso, en el seno del mismo gobierno se ha querido lanzar en contra de la candidata por lo que se ha exteriorizado el repudio saboteando a las mujeres que en el gobierno detentan funciones de poder. Esta visión llamativamente conspirativa ha resultado sumamente significativa especialmente por provenir de periodistas reputados como “serios” y pertenecientes a los principales medios de prensa del país. Les contestaremos acudiendo a los mismos argumentos que ellos han aplicado con nosotros en otras circunstancias. A nuestro entender se trata de una interpretación que se excede totalmente en las suspicacias puesto que no alcanza a verse cómo a través de tal procedimiento pueda mínimamente alcanzarse el resultado pretendidamente buscado. Nosotros, sin negar lo llamativo de este hecho que no puede ser sin más reducido al azar, consideramos que el mismo tiene en cambio un valor sintomático en un doble significado. En primer término porque una vez más confirma una circunstancia que ha sido una norma en la política argentina y al parecer, mirando a nuestro vecino Chile con Bachelet, al menos lo sería en Sudamérica en los últimos tiempos. Se trata del hecho de que a las mujeres no les va bien cuando acceden a la política y ello a pesar de que el sistema hoy en vigencia posea caracteres definidamente matriarcales y femíneos. Así pues, desde que ha retornado la democracia en ningún caso se ha dado aquí con una funcionaria simultáneamente relevante y exitosa y hasta hubo el de una de ellas en el gobierno menemista que ha tenido que pasar luego varios meses en prisión. Con esto no queremos manifestar de ninguna manera que la corrupción sea una característica femenina. Consideramos que ello es un hecho común a la dirigencia política en general dentro de los sistemas democráticos imperantes, pero lo que aquí se agrega es un elemento complementario. Tal como bien sabemos la mujer, caracterizada en razón de su mayor voluntarismo por otorgar una cuota superior de entusiasmo y apasionamiento a las actividades que realiza, posiblemente entregue también a la política un elemento mayor de fanatismo y espontaneidad que el hombre por lo que aquello que en éste sucede de manera ordinaria, con la mujer alcanzaría en cambio un nivel extraordinario. Pero habría un segundo aspecto que no tendríamos que descartar y que ya lo hemos mencionado en otras circunstancias cuando analizamos el acceso al poder de los dos últimos presidentes constitucionales, el de De la Rúa como el del mismo Kirchner. Una comprensión metafísica de la realidad, diferente de la física, habitual y común propia del moderno, puede considerar además del valor causal e inmediato que poseen ciertos hechos, también el carácter simbólico de algunos acontecimientos y reputar que los mismos nos están indicando, en una esfera en la cual no existe la sucesión temporal y todo sucede en forma inmediata y simultánea, aquello que en una dimensión de temporalidad “va a suceder”. El moderno, acostumbrado como se encuentra a una visión unidimensional de los acontecimientos, e infatuado de materialismo, reputará tal cosa como mera superstición o hechicería. Sin embargo vayamos a los hechos. En 1999 señalamos que una repentina e inesperada indisposición pulmonar del candidato triunfante días antes de asumir su función, podía estar señalando un final abrupto de su presidencia (1), cosa que efectivamente aconteció dos años más tarde. Del mismo modo que dijimos que los sucesivos accidentes físicos acontecidos por el nuevo presidente en el mismo acto de su asunción en 2003, así como su grotesca agitación del bastón presidencial, podían estar indicando un resultado violento e inesperado (2). En este caso, agregaríamos, similar simbólicamente al de su homónimo pintor alemán y en donde el abrupto final de varias figuras femeninas de su gobierno podrían estar también anticipándolo. Sólo aquí quizás estos hechos puedan vincularse con la decisión también sorprendente de haber elegido como heredera a su propia esposa para efectuar un camino sin retorno parecido también al de la “Cabalgata circense” emprendida por ambos jinetes y con un final preanunciado. (1) Así pues dijimos en noviembre de 1999, cuando éste estaba a punto de asumir que “pronosticamos grandes males para el país futuro, grandes cataclismos en todos los niveles, los que ya pueden verse para los que observan atentamente”... “La reciente intervención de urgencia a la que ha sido sometido el presidente electo... por haber quedado interrumpida su capacidad respiratoria, es un síntoma de lo que nos espera”. Y agregamos a la manera de una explicación de este hecho junto a otros del mismo tenor: “De acuerdo a la armonía que existe entre el macro y el microcosmos, los desórdenes que acontecen a nivel natural preanuncian simbólicamente el desenlace que ocurrirá en el ámbito histórico”. (El Fortín N.º 14). Nuestros amigos lectores dirán si nos hemos equivocado. (2) Véase nuestra nota El cualquierismo del 9-6-03. |