BOLIVIA: VOCACION DE SUICIDIO
por el Prof. Pedro Godoy P. Centro de Estudios Chilenos CEDECH http://educacionueva.blogspot.com
Se analiza la gestión de Félix Patzi en la Cartera de Educación y las tesis de García Linera, titular de la Vicepresidencia, y sorprende como esa república boga hacia su atomización. En el primero de los personeros nombrados hay una prosa enrevesada y miseria conceptual. En el otro, la convicción dogmática y la certidumbre altanera de estar siempre en lo cierto y los demás equivocados. Ambos concuerdan en un indigenismo frenético. Ello implica el plan de fragmentar el país en 36 estancos. Hay en tal postura una mezcolanza de ese cantonalismo que ya en el XIX hizo estragos en España y del separatismo del XX que, en 1936, legitima el alzamiento de Francisco Franco y el pronunciamiento del general José Mena Aguado, en el 2005, cuando se aprueba el Estatuto confiriendo a Cataluña el rango de “nación”.
Es fácil. Muy fácil, tachar de “franquistas” o de “fascistas” a quienes formulan estas consideraciones. Se equivocan por apresurados. Por otro lado, esta España del PSOE que participa de la invasión a Irak, se desliga de la tarea de descolonizar Gibraltar y ayer -aliada de Londres- opera contra Argentina en Malvinas, de esa España hoy arriban como artículos que deslumbran –entre otros- una reforma escolar que aquí se calca y, de yapa, fracasa, el “matrimonio” gay y el autonomismo que da máscara jurídica al desmenuzamiento. Estos espejos y cascabeles son hipnótico para este mundo nuestro que, dando la espalda a Simón Rodríguez, se equivoca, porque plagia y no crea. Entonces los “progres” convierten etnias en naciones. No saben si ese pandemonium de “nacionalidades” lo organizarán en una federación o una confederación. Es posible que crean que ambos conceptos sean sinónimos.
Ignoro cómo van a compaginar los atomizadores indigenistas estas iniciativas autonómicas con los forcejeos de Tarija, Pando, Beni y Santa Cruz por autonomías no basadas en la etnia, sino en las comarcas. El Presidente Evo ha sido objeto de vejámenes en la capital de lo que se conoce como la “nación camba” y se habla del “imperialismo colla” para referirse a los bolivianos andinos que se asoman a las regiones tropicales. A estas escisiones de raíz etnológica y geográfica se añade la sempiterna escisión -en vertical- entre oligarcas, mesócratas e indigentes con su ingrediente pigmentocrático que no logra superar la revolución movimientista de 1952. Sin embargo, y esto no debe omitirse, el MNR -dada su mestizofilia- pugna por bolivianizar a Bolivia, lo cual según, nuestro enfoque es lo conveniente.
En La Paz el delirio autodestructivo se asila en la Asamblea Constituyente… Allí se profiere un promedio de diez discursos por jornada. Su plazo de deliberaciones se extiende. Eso es propio de nuestra condición hispanoamericana. Es la “puna” o “soroche” de la oratoria. Fácil es hablar y difícil hacer. Mejor la verborragia ante público y con aplausos. Miel sobre hojuelas si por tal “trabajo” el pobre Fisco paga honorarios. Allí la bancada de los centrifugadores es potente, pero para entenderse –cosa curiosa- recurren al castellano que -de la Patagonia a México- es la lengua nacional. Las alocuciones se suceden. Al estilo criollo mientras un “constituyente” ocupa la tribuna, los otros colegas no lo escuchan, sino preparan sus propias intervenciones. La logomaquia suele amalgamarse con fugaces pactos entre las facciones.
Palacio Quemado imprime un franqueo –en Chile, “estampilla”- con el retrato de Evo con el título “Primer Presidente Indio”. Es el error mixturado con el delirio. El mandatario no es aymará, sino un mestizo como los 400 millones de nuestro mundo. No confesarlo, sino asumir como propia únicamente la condición autóctona es una impostura. Desde otro ángulo, eso de “indio” constituye una usurpación de gentilicio. Es indispensable exaltar las raíces y exhibir con orgullo las semillas originarias, pero no castrar nuestra herencia omitiendo o renegando del legado ibérico. Es observable lo anotado en lo atinente a Andrés Santa Cruz. Coinciden –con estrategias antagónicas- blanquistas contrabolivarianos e indigenistas esquizoides. Unos lo atacan porque programa resurreccionar el imperialismo incaico y para los otros lo alaban como glorioso Inca.
Ese personaje es hijo de un oficial hispano y de una aymará. Contra cualquier duda se trata de un mestizo reciente. Habemos otros intermedios y no pocos consolidados. Su idioma es el de su padre. Interviene en esa gigantesca guerra civil que es la Independencia. Se bate como oficial en los ejércitos del Rey. Luego reconoce bandera bajo la tutela de José de San Martín y, posteriormente se pliega a Bolívar. El programa integracionista lo cristaliza en la Confederación Perú-Boliviana. Proyecta invitar a Ecuador y Chile a una asociación que supera al CAN y el MERCOSUR y es más concordante con el ABC de Perón y los esfuerzos unionistas de Centroamérica efectuados de Morazán a Arévalo pasando por Sandino. Sin embargo, Portales lo etiqueta de imperialista y como tal ese oligarca desmembrador le hace la guerra.
Lo expresado estaría demostrando la torpeza indigenista. Hay más aun, se repudian los colores patrios de la bandera de Bolivia y se insiste en “refundar” el país. Flota sobre la atmósfera una nostalgia incaica tan perniciosa como la virreinal de los “blanquistas”. Otra equivocación, pues el Tahuantinsuyo es obra de los quechuas quienes derrotando a los aymarás, los ponen al servicio de un proyecto político que no se origina en el mundo tiahuanacota ya agotado cuando resplandece el sol cuzqueño. Ello no más allá de tres siglos antes que se asomen Francisco Pizarro y Diego de Almagro encabezando una mesnada ecuestre representativa de Carlos V. Eso de imaginar como idílico el universo prehispánico es un infundio cuya raíz está en la Europa del XVIII con la teoría del “buen salvaje”.
Patzi y García Linera al opinar sobre lo indígena pareciera que comulgan con esa visión paradisíaca –aquella Edad de Oro sustituida por la Edad de Hierro que origina la desdicha- , sino también visualizan lo amerindio como homogéneo. No obstante, las colectividades precolombinas son heterogéneas lo cual constituye un enigma antropológico. Entre ellas no hay comunidad de nada. Aun más, en ese universo precolombino impera –como en cualquier sociedad- la discordia. Arahuacos viven huyendo de caribes, la periferia del Anahuac es expoliada por el Estado azteca, los mapuches apenas medio siglo antes de Valdivia invaden Chile. Proceden de la pampa platina. Son aborrecidos por los invadidos. El Incanato vive una guerra civil dinástica. El magnicidio de Huascar es perpetrado por Atahualpa.
Tal diversidad etnocultural y –de modo particular- las guerras intertribales o intestinas son aprovechadas por los conquistadores. Por ejemplo, las tropas auxiliares son muchedumbres indígenas que acuden a ponerse bajo las órdenes de los hispanos para sacudir un yugo o vengar agravios. Esto lo desconocen o encubren los indigenistas. Apoyándose en la hispoanofobia desencadenada por los emancipadores –todos blancos y tataranietos o bisnietos- de conquistadores y encomenderos- culpan a Madrid del sufrimiento indígena. Eso es falso, porque son las jóvenes repúblicas manejadas por las oligarquías las que empobrece y aniquilan a la población autóctona. La Campaña del Desierto, la Pacificación de la Araucanía y la deportación de los yaquis –verbi gracia- son modalidades de etnocido ordenados no por el Rey, sino por nuestros Presidentes.
No es sólo esto -repito- lo que ignoran u ocultan los indigenistas de allá y de aquí. Hay más, son nulos en geopolítica. El plurinacionalismo boliviano con 36 republiquetas cada una con su propia estructura económica, organización sociopolítica, dialectos propios… son un obsequio a los imperialismos cuyo negocio es “dividir para reinar”. En lo inmediato la oligarquía chilena -ese millón de blancos y blanquistas que gobiernan mi país- se interesa en aliviar supuestas presiones en su frente noreste haciendo picadillo a Bolivia y a Perú. Hay epidemia de estulticia si en La Paz y Lima no captan este mensaje. En cuanto a Patzi y García Linera a la tozudez se une la sordera. Germán Busch Becerra –héroe paradigmático, fruto de la fusión de lo teutón y lo camba- hoy se retuerce en la tumba. Contempla como su patria pierde otra guerra y esta vez sin cañones.
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