El Taijitu es una de las representaciones del Yin y yang atribuida a Zhou Dunyi, sin embargo se cree que fue creado a través del tiempo gracias a diversas aportaciones, añadiendo diagramas según trascurría la historia china. Estudiado e interpretado tanto por los taoistas como los neoconfucionistas, representa un camino bidireccional del “Todo” al “todos”, la vía hacia la trascendencia o hacia la realidad pluriforme, según el sentido de la lectura. Su arquitectura metafísica y filosófica ha ayudado a comprender, estudiar y analizar diversos problemas y realidades desde la antigüedad en Oriente.
Samuel Huntington presentó la teoría del Choque de Civilizaciones en 1993 y publicó el libro con el mismo nombre tres años después. En él, Huntington explicaba que los principales conflictos del siglo XXI no serán ideológicos o nacionales, sino el resultado de los distintos choques entre distintas culturas -civilizaciones-, más allá del mero territorialismo geopolítico toynbeeliano. Tras el 11 de Septiembre muchos se apresuraron a exaltar esta teoría, difundiendo la “buena nueva” geoestratégia planetaria y el inminente conflicto entre Occidente y el Islam. Pese a que no se han cumplido prácticamente ninguno de los pronósticos de Huntington, los gobiernos a través de los mass media han inculcado este nuevo método -cuyo paralelismo podría encontrarse en las cruzadas- para explicar el presente y el futuro, así como preparar a la adormecida ciudadanía y sus correspondientes gobiernos para los nuevos conflictos mundiales -que responderían siempre a este pensamiento-. A través de la clave Taijitu analizaré brevemente la realidad de esta teoría así como su aplicación actual y futura.
La insostenibilidad de la teoría del choque de civilizaciones
Según Huntigton, serán los distintos bloques culturales los que precipitarán los conflictos internacionales; ideologías, naciones y estados pasan a un segundo plano en la geoestrategia, si bien dice creer que los estados-nación seguirán siendo los actores más poderosos. Este análisis es miope y carece de amplitud, pues es sabido que los principales motores de los conflictos actuales nada tienen que ver con la cultura o el choque de civilizaciones (a nivel mundial, no local), sino las necesidades y objetivos de distintas industrias y corporaciones que señalan y financian la hoja de ruta de los distintos gobiernos.
El empirismo así lo demuestra: basta echar un vistazo a los últimos conflictos emprendidos por Estados Unidos para derribar la teoría del choque. La última guerra de Iraq es el penoso ejemplo de la fuerza de la necesidad económica frente a la falsedad de la confrontación metapolítica, pues no se trataba de ningún modo de dos civilizaciones colindantes ni geográficamente enfrentadas, tampoco de dos culturas fluctuantes ni de filosofías que chocaban (según el esquema de Huntigton el choque es repetitivo y acaba cuando una de las dos fuerzas destruye a la otra al intensificarse los choques a cada golpe), sino de la necesidad de un país (Estados Unidos) y una industria (armamentística) de suministro y control petrolífero y a la vez de aumentar el mercado (un conflicto supone un crecimiento expotencial de la demanda de materiales armamentísticos y de su cuota presupuestaria en los países “interesados”) de una industria hegemónica en EEUU.
La realidad de los conflictos mundiales actuales -sin caer en el materialismo histórico- emprendidos por Occidente es la del intereses economicista. La inercia de las condenas, designación de enemigos, ataques comerciales o militares, responden únicamente a la motivación económica. El capitalismo, transmutado en su fase imperialista -y su dualidad estado/industria-, es el factor desencadenante y no la diferencia cultural ni el choque de civilizaciones.
Tao, Taijitu y la existencia y de las civilizaciones
El Yin y el Yang es la representación simple de una confluencia eterna de distintas energías, que son a la vez antagonistas y complementarias, pues de su diferenciación existe la otra, y juntas el todo; sirva de ejemplo simple el que no podría existir el frío sin el calor, ni el miedo sin el valor. Los opuestos dan sentido al todo y a cada una de las partes, y a la vez demuestra que no son opuestos pues su existencia es de misma raíz. El círculo vacío en la clave Taijitu de arriba es la fase donde todos los elementos son uno sólo.
Las culturas y civilizaciones provienen de un mismo todo, de elementos primigenios comunes que han progresado, interrelacionado, desaparecido o revivido de formas dispares. En el diagrama Taijitu pueden verse esos elementos representados en el centro por 5 elementos, es el Hehe, fusión o división según se lea desde arriba o desde abajo. Los elementos comunes en este caso son la pertenecencia a una misma especie animal, la vida en estructuras parecidas que determinan la vida del hombre (agua, fuego, tierra, gravedad, tiempo etc.) y el intercambio entre distintos grupos entre otros. El estudio de la historia nos ha enseñado como culturas y civilizaciones se creaban a partir de la suma de otras -o de diversos elementos como diría Splenger-, de la interelación, o desaparecían por conquista o simplemente por el propio devenir. No existe ninguna que haya salido de la nada, toda tiene sus orígenes y estos a la vez los suyos propios.
Las civilizaciones son conjuntos de saberes, conocimientos, morales y comportamientos. Todos ellos encuentran en la realidad del pensamiento -sea filosófico o ético- su contrario, tanto dentro de su propia civilización como en otras civilizaciones que lo representen. Así, el cristianismo vió al paganismo como su contrario -y viceversa- tanto dentro de sus límites geográficos como asignando la perversidad pagana a otras civilizaciones, creando así su particular “Yin” (oscuridad) frente a lo que ellos representaban, el Yang (luz). A través del taoismo explica la realidad en forma de la metáfora de la montaña, donde habría siempre un lado soleado y otro en la oscuridad, sin embargo todo sería siempre la montaña: el Tao. Y así, en la realidad de las religiones, se vió como el cristianismo en realidad no era un completo opuesto al paganismo, sino una corriente abrahámica -es decir, a su vez un Yang de otro Yin- de otra religión, bebiendo y recogiendo ritos y esencias del paganismo, desde festividades hasta formas de sentir la espiritualidad (objetos mágicos, panteísmo divino etc.).
En el gráfico del Taijitu -estamos leyendo desde abajo- llegamos así al penúltimo trigrama (el segundo desde arriba), Kan, el cual muestra la interrelación de todas las fuerzas y la necesidad de la existencia de las otras para su propio ser. Ninguna ideología, nación, religión o idea existe sin que exista otra que la contraponga. El último círculo es el Wiji, la liberación del todo, el lugar del total entendimiento. Es el punto donde se comprende de un modo global que todas las cosas son a la vez una misma. Esto contradice el sentido hegeliano del fin de la historia y la hegemonía occidentalista en el mundo, donde deberán existir siempre otras formas, ideas y mundos. Jamás ha existido en la historia una uniformización total, por mucho que los distintos imperialismos lo hayan intentado. Los diferentes componentes han creado el propio mundo, y no será el hombre quién sea capaz de romper esta ley de la naturaleza.
La teoría del choque de civilizaciones como justificación para la guerra
Estados Unidos, tras el descrédito de las anteriores justificaciones de las últimas guerras emprendidas, ha encontrado un revulsivo para obtener apoyo para sus conflictos armados. Dentro de la teoría de Huntington, se centran en el choque entre el bloque Occidental y el bloque islamista. Así, sus ataques responderían a la necesidad de defensa ante el peligro de una civilización antagónica y enemiga de la UE y EEUU, creando que el miedo se apodere de las mentes de los ciudadanos de ese primer mundo y haciéndoles permeables a sus mensajes bélicos contra otros países, por mucho que estos no fuesen una amenaza real, sino en potencia según la teoría.
Porque es precisamente en la potencialidad del peligro donde radica esta máxima. Y esa potencialidad se basa en la diferenciación, alimentada por la incapacidad humana para comprender las diferencias entre culturas. De ahí que el término “ataque preventivo” calase tan bien en las sociedades occidentales (mal que nos pese a los manifestantes contra la guerra), que muchos vean a las culturas diferentes -en sus lugares de origen- como algo negativo, peligroso e incluso ofensivo por el simple hecho de existir. Todo esto unido a la campaña de financiación de EEUU de los movimientos más extremistas de esas “culturas contrarias” o directamente la invención de supuestos grupos, lo cual alimenta la ya de por sí atemorizada conciencia occidental.
Por último, no hay que olvidar que EEUU históricamente ha creado un precedente en el autoatentado como forma de crear un enemigo. La explosión del acorazado Maine es un hecho que sirve de precedente, un modelo de construcción Yin artificial y, sin embargo, efectiva.