EUGENESIA Y EUTANASIA EN CHILE

Por Alexis López Tapia

Trabajo de Investigación para el Taller de Ética
Escuela de Periodismo y Comunicación Social
Universidad Bolivariana

Profesor: Carlos Donoso P.

Santiago, Agosto 2006


 Índice

1.- Eutanasia, Ética y Bioética

2.- La Eutanasia en la Antigüedad

3.- La Eutanasia en el Siglo XX

a)          Eugenesia y Eutanasia en Alemania

b)          Eugenesia y Eutanasia en EE.UU

c)           Eugenesia y Eutanasia en Chile

4.- Proyecto de Eutanasia en Chile

5.- Análisis y Discusión

6.- Conclusiones

7.- Bibliografía

 


 
1.- Eutanasia, Ética y Bioética

La palabra eutanasia deriva del griego eå q§natoj “eu tanatos”, literalmente buena muerte.

El Diccionario de la Real Academia la Lengua española la define como:

  • Del gr. , bien, y q§natoj, muerte.

1. f. Med. Muerte sin sufrimiento físico.

2. Acortamiento voluntario de la vida de quien sufre una enfermedad incurable, para poner fin a sus sufrimientos.

Los criterios fundamentales utilizados en la definición son:

  1. Que se considera “buena muerte” aquella que se produce sin sufrimiento físico.

  2. Que con ella se pone término anticipado de la vida.

  3. Que está referida a quien sufre de una enfermedad incurable.

  4. Que es un acto voluntario.

  5. Que tiene por objetivo poner fin al sufrimiento.

Por su parte, citando al Filósofo Alberto Buela, la ética es la disciplina filosófica que se ocupa del fenómeno de la moralidad. El término ética proviene del griego hqoV , que significa tanto morada como carácter y  que,  a su vez, viene de eqoV que se traduce por costumbre.

Al respecto hay un párrafo de Aristóteles que dice: “la virtud moral (hqoV) es producto de la costumbre (eqoV) de la cual ha tomado su nombre por una ligera inflexión del vocablo” [1]. Lo cual significa que el carácter deriva del hábito.

La ética se divide en tres grandes ramas: la que pone el acento en la doctrina de los bienes y que busca responder sobre aquello que todos apetecen, la de las virtudes que estudia las actitudes o hábitos en que se expresa la conducta  y la de los deberes que se ocupa de las exigencias que el hombre en su obrar debe cumplir.

Al decir que la ética, en tanto disciplina filosófica, estudia el fenómeno de la moralidad, termino que provine de latino mors –moris (costumbre) queremos decir que es una ciencia que estudia obrar humano vinculado a las costumbres desde el punto de vista racional, sin supuestos y que lleva implícito la exigencia de validez universal. Estas son las pretensiones de la ética como la de toda filosofía: ser un saber racional (conocimiento por las causas), sin supuestos y con validez universal.

La diferencia con la moral es que ésta es un sistema de preceptos que tienen vigencia en un grupo humano determinado. Así tenemos la moral musulmana, budista o cristiana. Morales hay muchas ética una sola.

Las morales, a través de preceptos y mandamientos, prescriben qué se debe hacer, la ética, por el contrario, no enseña qué debe hacerse sino que sólo pretende mostrar, describir, como está configurado el deber ser. No enseña juicios hechos sino a juzgar. Se dirige a lo creador que hay en el hombre, y en este aspecto es lo que trata de formar y educar.

La pregunta por el bien es más amplia que la pregunta por el deber, pues no puedo saber qué debo hacer si no sé qué es el bien. A su vez, los bienes son tales en la medida en que tienen un valor encarnado. Y así el valor moral no se funda en el deber sino que, por el contrario, todo deber presupone la existencia de valores morales.

El valor moral de un acto “se realiza a espaldas de la acción”, de ahí que un hombre no sea bueno porque realiza por deber actos buenos, sino que realiza actos buenos porque es bueno.

La ley en ética es la órthos lógos, la recta razón. Esta recta razón se vuelca luego en los principios más generales sobre el obrar humano:

Hacer el bien y evitar el mal (obrar moral) o dar a cada uno lo suyo (justicia).          

De estos principios primeros se derivan luego principios o derechos derivados en los distintos órdenes del obrar y del hacer.

Así en medicina, el principio básico que la une a la ética es aquel que dice: Primum non nocere = Lo primero es no dañar.

Nocere es el infinitivo del verbo noceo que significa daño. De esta forma verbal se derivan los términos nocentia = malicia, noxia = culpa, delito, y noxius = nocivo. Y también  nox = noche.

Es la ética de la vida humana, y de los conocimientos prácticos y técnicos relativos a ella –medicina, genética, embriología, ingeniería genética, etc.-. Como tal, la bioética no puede tener primeros principios diferentes a los de la ética; es más, es sólo una ética aplicada a un conocimiento y acción específicos.

Por su parte, el término bioética fue acuñado por el médico oncólogo norteamericano Potter, de la Universidad de Wisconsin, quien lo utilizó por vez primera en 1970.

Según su  concepción la bioética trataría de analizar las implicancias que para la salud humana tienen los descubrimientos biológicos, a cuyas aplicaciones trata de dar un sentido moral, mediante la distinción de lo que es bueno o malo. Su papel sería el de procurar dar solución a los conflictos de valores en el dominio de la vida y de la muerte.

La ética entiende de todo lo que concierne a la conservación del cuerpo propio y el de los demás. En ese sentido, la medicina es la profesión más ética. Así como la cortesía puede definirse como darle el lugar al cuerpo del otro, vgr. cediéndole el asiento otro, la generosidad en medicina, es la dignidad para el cuerpo del paciente.

En teoría no debería haber contradicciones entre la técnica y la ética; por la sencilla razón que ambas derivan de una misma razón práctica. Ahora bien, tenemos experiencia –muchas veces dolorosa -, de que la técnica muchas veces se contrapone a la ética.

La contradicción se produce cuando la técnica contradice el fin último.

Es sabido que el Informe Belmont en 1978 de la National Commission for the Protection of human Subjects of Biomedical and Behavioral Research, y los Principles of Biomedical Ethics en 1979 por Tom L. Beauchamps y James F. Clildress son los textos preliminares donde se  establecen los principios desde el punto de vista ético, para dirigir la investigación con seres humanos.

En el primer informe se dan tres: Respeto por las personas, Beneficencia y Justicia.

Y en el segundo son cuatro: beneficencia, autonomía, no maleficencia, justicia.

Estudiados detenidamente podemos afirmar que todos ellos se reducen al principio del Primum non nocere, pero bajo una interpretación utilitarista en caso de conflicto entre ellos.

Veremos cómo surgieron estos principios, y cómo se expresaron desde la antigüedad hasta hoy.

 

 2.- La Eutanasia en la Antigüedad

En Grecia, Hipócrates (S. V a.C.), en su juramento, afirmó que el médico “no dará medicamento mortal por más que se lo soliciten”.

En el juramento Hipocrático, la santidad de la persona y el verdadero bienestar del paciente es central: nadie puede asignar el valor paciente porque él tiene valor inherente.

Reconoció, sin embargo, que se podría violar fácilmente esta ética, ya que los médicos no tienen sólo el poder para curar, sino también para matar.

Por esta razón hizo que los médicos juraran que nunca usarían su conocimiento y experimentarían para matar, incluso ante la propia demanda de un paciente. El juramento permitió a la medicina proteger al paciente vulnerable.

Por su parte, el filósofo Platón, (427-337 a.C.) sostuvo en “La República”: "Se dejará morir a quienes no sean sanos de cuerpo".

En Roma, la práctica es múltiple: “Muerte sin dolor por miedo a afrontar conscientemente el sufrimiento y la propia destrucción” (Tácito en sus Anales)

Séneca: "Es preferible quitarse la vida, a una vida sin sentido y con sufrimiento"

El filósofo estoico Epicteto (55–135 a.C.) predica la muerte como una afirmación de la libre voluntad.

Cicerón le da significado a la palabra como "muerte digna, honesta y gloriosa".

Durante la Edad media y los comienzos del Renacimiento predomina el pensamiento de la Doctrina Cristiana.

El término Eutanasia se cita por vez primera en la “Utopía” de Tomás Moro (1478 a 1535, año en que fue decapitado). Aparece el concepto médico y moral de la Eutanasia:

"...Cuando a estos males incurables se añaden sufrimientos atroces, los magistrados y sacerdotes, se presentan al paciente para exhortarle, tratan de hacerle ver que está ya privado de los bienes y funciones vitales... y puesto que la vida es un puro tormento, no debe dudar en aceptar la muerte, no debe dudar en liberarse a sí mismo o permitir que otros le liberen... [2]

Tomás Moro establece: la existencia previa de una atención esmerada a los enfermos. La existencia de una enfermedad intolerable, que legitima la muerte voluntaria y la eutanasia. Se toman en cuenta los derechos de la persona: la responsabilidad moral, la libertad, y la noción de que los sacerdotes son intérpretes de la voluntad divina.

David Hume, (711 a 1776) refiere que:

"Si el disponer de la vida humana fuera algo reservado exclusivamente al todopoderoso, y fuese infringir el derecho divino el que los hombres dispusieran de sus propias vidas, tan criminal sería el que un hombre actuara para conservar la vida, como el que decidiese destruirla" [3]

Justifica la eutanasia en términos prácticos al decir que se puede aplicar:

"una vez que se admite que la edad, la enfermedad o la desgracia pueden convertir la vida en una carga y hacer de ella algo peor que la aniquilación. Creo que ningún hombre ha renunciado a la vida si esta mereciera conservarse."

Para Kant (1724 a 1804), el suicidio es malo, porque viola los deberes y el respeto para consigo mismo.

Frente a la eutanasia tiene en cuenta la potencialidad de ese ser humano que se quita la vida, las posibilidades de desarrollo de sus capacidades:

"La vida no vale por sí misma, sino en función de un proyecto de vida ligado con una libertad y una autonomía, ésta se justifica si permite la base material para una vida digna".

De este modo, las ideas fundamentales acerca de la Eutanasia se ampliaron hacia la concepción de que el valor de la vida estaba determinado no en función de sí misma, sino de la “calidad de vida”. De allí que conceptualmente, la Eutanasia y Eugenesia se puedan considerar como concepciones ideológicamente paralelas.

Con el desarrollo de las tesis neodarwinistas, ambas concepciones encontrarían una amplia base científica que daría paso a su legitimación ética.

Si para los darwinianos, todos los seres humanos, al margen de su raza o status cultural, descendían de los simios, esto abría la posibilidad de que los rasgos físicos y mentales que habían permitido al hombre adaptarse a un ámbito salvaje, fuera en el pasado remoto (el cazador Neanderthal) o en el presente (el guerrero watusi), pudieran legarse inadvertidamente a descendientes modernos y civilizados.

El zoólogo darwiniano, Henry Maudsley, lo explicaba con la observación de que existe “realmente un cerebro bestial dentro del hombre”, lo cual permitía “identificar el salvajismo en la civilización, así como podemos identificar el animalismo en el salvajismo”.

Precisamente, los biólogos del siglo XIX hablarían de “atavismo” para referirse a esta supervivencia bestial, por la palabra latina atavus, antepasado remoto. El atavismo enseñaba que todo organismo tenía ciertas características “perdidas” que podían reaparecer en ciertas condiciones y se legarían a los descendientes. La teoría atavista existía antes de Darwin, pero su teoría de la evolución parecía confirmarla, al igual que la genética mendeliana posteriormente.

En definitiva, el atavismo seria la piedra fundamental de la teoría de la degeneración.

Conforme a esto, el atavismo presentaba la aterradora posibilidad de que una saludable familia de clase media de pronto engendrara un bruto retrógrado. Si bien la mayoría de los teóricos convenían en que esta clase de atavismo era poco frecuente, surgía la pregunta, ¿Qué sucedería si de repente ciertas condiciones específicas hacían aflorar esas características perdidas en toda la especie, que luego las legaría a sus descendientes?

De darse tal posibilidad, el proceso de la herencia podía obrar súbita e inexplicablemente contra los intereses de la especie. La selección natural se convertiría en una trampa. Lo peor reproduciría indiscriminadamente más de lo peor en una disolución atávica de la raza humana. En definitiva, tal acontecer podía generar un proceso de degeneración de la raza humana y caída radical de la civilización humana. En consecuencia, el estudio de la evolución no sólo podía rastrear el ascenso de las especies a través del tiempo sino, como lección fundamental, en el caso de los antiguos imperios y civilizaciones, su declinación y caída.

De esta forma, las ideas Neodarwinistas fueron la base teórica sobre la cual se desarrollaron las políticas Eugenésicas y Eutanásicas en el Siglo XX. 

 

3.- La Eutanasia en el Siglo XX

a) Eugenesia y Eutanasia en Alemania

Siguiendo la política eugenésica definida desde el siglo XIX, los legisladores de la liberal y democrática República de Weimar, para demostrar preocupación pública respecto de la degeneración racial, en enero de 1920 aprueban una “Ley de Asesoramiento Matrimonial”, complementada con indicaciones que subrayaban los peligros hereditarios de padecimientos tales como la tuberculosis, enfermedades venéreas y la debilidad mental.

Luego, ya en el marco de la política del Tercer Riech, el 14 de julio de 1933 el gobierno alemán dictó la “Ley para la Prevención de la Progenie Genéticamente Enferma”, siendo promulgada en noviembre de 1933 y entró en vigor el 1 enero de 1934.

La ley señalaba:

“Toda persona afectada de una enfermedad hereditaria podrá ser esterilizada por medio de una operación quirúrgica si, con arreglo a las experiencias de la ciencia, es de suponer con la mayor probabilidad que los descendientes de estas personas estarán afectos de males hereditarios graves que influyan en su constitución mental o corporal”.

Precisa la norma legal:

“Son considerados como atacados de una enfermedad hereditaria, en el sentido de esta Ley, todas las personas afectadas de una de las siguientes enfermedades: Imbecilidad congénita, esquizofrenia, folia circular (manía depresiva), epilepsia hereditaria, mal de San Vito hereditario (Corea de Huntington), ceguera hereditaria, sordera hereditaria, graves deformidades físicas hereditarias. Pueden ser igualmente esterilizadas todas las personas sujetas a crisis graves de alcoholismo”.

Determina asimismo la ley:

“Puede hacer la petición de esterilización el que haya de ser objeto de la misma.... su representante legal... el médico oficial (y) para los individuos internados en un hospital, sanatorio o asilo o en una casa de corrección, el director del establecimiento respectivo... La solicitud debe ser hecha ante el Tribunal Eugenésico, ya sea por escrito, o verbalmente... El Tribunal Eugenésico estará adscrito a un juzgado de primera instancia...”. 

Aún más, la “Ley de Sanidad Matrimonial” dictada en Alemania el 29 de Noviembre de 1935 establece un reglamento que dispone:

“El otorgamiento del Certificado de aptitud matrimonial es una parte de la “Eheberatung” y se entrega por la oficina de sanidad competente (consultorio de eugenesia). Por “Eheberatung” se entienden todas las funciones diversas ejercidas por una especie de consultorio que abarca todas las cuestiones del matrimonio, consejos prenupciales, de puericultura, economía doméstica...

Para obtener el certificado de aptitud matrimonial, cada uno de los contrayentes se hará examinar en la oficina de sanidad en cuya jurisdicción tiene su domicilio... La oficina de sanidad puede negar el otorgamiento del certificado de aptitud matrimonial, si los contrayentes no acatan debidamente las exigencias de dicho organismo de presentar las pruebas necesarias para juzgar sus casos...

Si la oficina de sanidad tuviera conocimiento de impedimentos matrimoniales, según cláusula 1 de la ley, posteriores al otorgamiento del certificado, puede anular dicho certificado, siempre que la boda no se haya realizado... Todo contrayente puede apelar al Tribunal de Sanidad Hereditaria contra la negación o la anulación del certificado de aptitud matrimonial”.

Es necesario hacer notar que las políticas Eutanásicas y Eugenésicas siempre avanzaron de la mano.

De hecho, el programa original de eutanasia en Alemania fue una creación de algunos médicos, y no del entonces naciente Nacional Socialismo.

En 1920 se publicó un libro titulado "El Permiso para Destruir la Vida Indigna”, por Alfred Hoche, M.D., profesor de psiquiatría en la Universidad de Freiburg.

El defendió en su libro a los pacientes que pedían "ayuda de muerte", debía ser autorizado por un médico, bajo determinadas condiciones:

  • Debía ser autorizado por tres expertos.
  • El derecho del paciente para retirar su demanda en cualquier momento.
  • La protección legal de los médicos que lo ayudarían a terminar con su vida.

Alfred Hoche explicó como la ayuda de muerte era congruente con la ética médica más alta y era esencialmente una solución compasiva a un problema doloroso. Se aplicaría a pacientes en coma, con daño cerebral, en algunas condiciones psiquiátricas, y en retraso mental.

Adujo que los beneficios a la sociedad serían grandes, el dinero previamente consagrado al cuidado de "vida del sin sentido" se encauzaría a aquellos que más lo necesitaran.

El Ministerio de Justicia describió la propuesta "como lo que haría posible para los médicos acabar con las torturas de pacientes incurables, en los intereses de verdadera humanidad". Y los ahorros redundarían en las personas alemanas si el dinero ya no se tira con el inválido, el incurable, y "aquellos en el umbral de vejez".

El primer caso conocido de la aplicación de esta propuesta en ese momento aceptada involucró "el Bebé Knauer."

El padre del niño pidió directamente a Adolph Hitler que a su hijo se le permitiera la muerte, ya que había nacido ciego, con atraso mental y sin un brazo y una pierna. Hitler derivó el caso a su médico personal, Karl Brandt, y en 1938 la demanda se concedió.

Durante los próximos meses, se establecieron los medios prácticos por los que podrían concederse tales "muertes de misericordia" a otros niños que no tenían ninguna perspectiva para la vida.

El hospital a Eglfing-Haar, bajo la dirección de Hermann Pfannmuller, M.D., dejó sin alimentos a muchos de los niños inválidos a su cuidado hasta que ellos murieran de "causas naturales."

Otras instituciones siguieron el ejemplo, algunos privaron a sus pacientes pequeños de calor, en lugar de la comida.

A los médicos que no estaban de acuerdo con lo que les pedían se les decía que ellos no los estaban matando sino simplemente deteniendo el tratamiento y "permitiendo que la naturaleza siguiera su curso". Con el tiempo, Pfannmuller preparó la Hungerhauser (la inanición para el anciano).

Al finales de 1939, Hitler firmó esta carta:

"Reichleader Bouhler y Dr. Brandt se comisionaron para extender la autoridad de los médicos para ser designados responsablemente para que pudieran conceder una muerte de misericordiosa a los pacientes que, según el juicio humano, están incurablemente enfermos según la evaluación más crítica del estado de sus enfermedades".

No se pidió que los médicos participaran, simplemente era una cuestión privada entre el médico y su paciente (o la familia si el paciente fuera incapaz de hablar).

Brandt testificó en Nuremberg después de la guerra:

"El motivo [de la aplicación de la Eutanasia] era el deseo de ayudar a individuos que no podían ayudarse y podrían estar prolongando sus vidas así en tormento. ... Citar Hipócrates hoy es proclamar: que nunca debe darse veneno a los inválidos y las personas con gran dolor. Pero cualquier médico moderno que hace tan retórica esa declaración es un mentiroso o un hipócrita... Yo nunca pensé que estaba haciendo algo mal, sino que estaba abreviando la existencia torturada de tales criaturas infelices".

Hubo internistas que ayudaron a vaciar los hogares para ancianos. Luego algunos médicos salieron a la calle, sacaron de sus hogares a muchos viejos y discapacitados y los mataron. Para 1945 estos médicos habían eliminado, incluso, a muchos veteranos de la Primera Guerra Mundial.

Pocos saben que los médicos que participaban en el "Programa Alemán de Eutanasia" lo hacían voluntariamente. Algunos abandonaron el programa sin sufrir represalias de ningún tipo.

Por parte de la prensa aliada y los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, la aplicación de la Eutanasia durante el Tercer Reich ha sido continuamente presentada como un elemento condenable más, específico y propio de la ideología racista del nacionalsocialismo alemán.

Veremos que esta condena carece de toda validez.

b) Eugenesia y Eutanasia Estados Unidos

En lo referente al concepto de superioridad racial, bastaría con recordar la filosofía y la praxis de las oligarquías rectoras del Imperio Británico para constatar que, tal concepto, estuvo profundamente arraigado en la mentalidad burguesa prácticamente desde el mismo instante en que ésta se convirtiera en la ideología dominante. Y los procedimientos con que el sentido de superioridad racial anglosajón se llevó a la práctica fueron, cuando hizo falta, drásticos y contundentes.

Lo que ocurre es que esa "raza superior" siempre ha dispuesto de la desvergüenza suficiente y de los medios propagandísticos necesarios para presentar sus exterminios genocidas como hazañas épicas (el caso de los aborígenes amerindios de Norteamérica no es más que una muestra).

Por lo demás, esas ínfulas de "pueblo elegido" y de "civilización superior" características del espurio mesianismo anglosajón, han sido en todo momento el sustento ideológico del imperialismo y la depredación anglo-yanqui.

Cuando Cecil Rhodes [4] escribió: "sostengo que [los ingleses] somos la primera raza del mundo y que cuanta mayor porción del planeta esté habitada por nosotros tanto más se beneficiará la humanidad", no estaba sino expresando con meridiana claridad una parte de esa filosofía racial.

Pero aún queda un segundo aspecto de esta cuestión, más sórdido si cabe que el ya expuesto, y en el que la burguesía angloparlante también sería pionera, como veremos seguidamente.

El darwinismo social fue una corriente ideológica que, si bien no llegó a cristalizar como programa político de forma explícita, mantuvo en todo momento un acusado arraigo entre los círculos dirigentes de la burguesía decimonónica anglosajona, aunque sus efectos también se dejaron sentir en la Europa continental.

Dicha corriente no sólo sentaba la superioridad biológica de unas razas sobre otras, sino también (y aquí viene ese segundo matiz aludido en el párrafo anterior) la de determinados individuos sobre los restantes dentro del propio cuerpo social de la "civilización superior". Por otra parte, tales tesis fueron sostenidas indistintamente por elementos dirigentes tanto de la derecha como de la izquierda burguesa.

Como un simple avance de lo que nos encontraremos más adelante, pueden citarse las palabras pronunciadas por Jules Ferry, líder de la izquierda republicana francesa, en el Parlamento galo (julio 1885): "Señores, hay que hablar más alto y proclamar la verdad. Hay que decir abiertamente que las razas superiores tienen un derecho ante las razas inferiores; y hay un derecho para las razas superiores porque hay un deber para ellas, que es el de civilizar a las razas inferiores".

Las tesis del darwinismo social, entre cuyos más conspicuos doctrinarios sobresalieron los ingleses Herbert Spencer y Walter Bagehot y el norteamericano W. Graham Summer, fueron ampliamente esgrimidas como soporte del capitalismo liberal basado en el "laissez faire", así como para justificar la estratificación social en razón de las desigualdades biológicas existentes entre los individuos.

De acuerdo con dichas tesis, la riqueza y la posición social no eran sino el “resultado de la adaptación al medio [capitalista] de los mejor dotados”, por lo que la competitividad debería mantenerse sin restricción alguna como medio para garantizar la selección natural.

Llegados a este punto, no estará de más hacer un pequeño inciso para preguntarse por qué razón los abanderados de tan ingeniosos planteamientos no propugnaron también, como hubiera sido lo lógico, la abolición de los derechos sucesorios, para que así, partiendo de cero, los herederos de las grandes fortunas pudieran demostrar su superioridad biológica en igualdad de condiciones con los más "inadaptados".

En el plano internacional el darwinismo social fue esgrimido como argumento o soporte ideológico del imperialismo y del colonialismo, dos conceptos fundamentados sobre la idea de la superioridad biológica y cultural de anglosajones.

Debemos insistir una vez más en que todos estos planteamientos, tan brillantemente llevados a la práctica por el imperialismo anglo-norteamericano, formaban parte del catecismo ideológico burgués con muchas décadas de adelanto a la aparición del fascismo alemán, al que después se le adjudicaría su invención 

Sin embargo, el asunto no acaba aquí.

Si en un principio los doctrinarios del darwinismo social estimaron que las leyes de la competitividad capitalista bastarían para garantizar la debida selección biológica y para cribar a los individuos más débiles, no tardaron en surgir una serie de adelantados que consideraron oportuno ayudar activamente a que esa criba se acelerara.

Fue así como comenzaron a tomar cuerpo las tesis eugenésicas en pro de la esterilización de individuos considerados como un peligro para la salud de la raza, tesis que se trasladaron a la práctica en la patria pionera de la filantropía moderna y de los derechos humanos: los Estados Unidos de Norteamérica.

En efecto, fue en la colonia virginiana de Lynchburg donde se puso en marcha por primera vez un concienzudo programa de esterilización, la mayor parte de cuyas víctimas no fueron precisamente deficientes mentales, como rezaba el proyecto oficial , que de esa forma pretendía adoptar una imagen más favorable, sino desarraigados sociales, indigentes, vagabundos y huérfanos, todos ellos de raza blanca.

Sólo en la colonia de Lynchburg fueron esterilizados entre 1924 y 1932 alrededor de ocho mil personas, en su mayoría adolescentes sin taras de ningún tipo, pero pobres y sin domicilio fijo.

El término eugenesia había sido acuñado en 1883 por el científico británico sir Francis Galton, primo de Charles Darwin y acérrimo doctrinario del darwinismo social.

El soporte de sus tesis fueron las leyes de la herencia, según las cuales los progenitores cretinos o deformes producían sucesores de idénticas características. Se hacía preciso por ello, concluyó el tal Galton, que desde el Estado fueran adoptadas las medidas oportunas para impedir el declive de la raza británica.

Por otro lado, no es menos importante destacar que la esterilización eugenésica fue defendida desde principios de siglo por las más destacadas figuras del socialismo fabiano, como H.G.Wells o George Bernard Shaw entre otros precursores del actual Mundialismo, así como por varios líderes del conservadurismo británico, Winston Churchill entre ellos.

En los Estados Unidos dichas tesis gozaron pronto de una favorable acogida , tanto por parte de la población (Hollywood se volcó en su apología), como de las autoridades políticas y judiciales.

Aunque su puesta en práctica comenzó ya en la primera década del siglo XX, el espaldarazo definitivo no llegaría hasta 1926, con la aprobación en la Corte Suprema estadounidense de una ley de esterilización.

El borrador de dicha ley había sido elaborado por un equipo de prestigiosos biólogos, e incluía a ciegos, sordos, deformes, alcohólicos, tuberculosos, sifilíticos, leprosos, criminales, idiotas, pobres y personas sin domicilio fijo.

En cuanto al objetivo perseguido, el proyecto legal lo enunciaba sin ambages: "preservar la pureza de la raza blanca".

La decisión de la Corte Suprema fue adoptada a raíz del caso Carrie Buck, una adolescente pobre y madre de una niña engendrada tras una violación, y a la que se consideró "imbécil moral" por tener un hijo sin estar casada, siendo condenada por ello a la esterilización. Igualmente digno de mención es el papel decisivo jugado en favor de la constitucionalidad de las prácticas eugenésicas por el juez Holmes, un miembro del Tribunal Supremo conocido por su apasionada militancia ideológica, en la izquierda liberal norteamericana.

A raíz de aquella disposición legal se abrió la veda, y 27 Estados de la Unión emprendieron una carrera de esterilizaciones masivas practicadas en un principio sobre residentes en establecimientos mentales, y aplicadas inmediatamente después a pobres y marginados sociales.

Las leyes y tesis eugenésicas estadounidenses sirvieron luego de base a la normativa racial del Tercer Reich, cuyas autoridades rindieron homenaje público al doctor Harry Laughlin, cerebro del programa eugenésico norteamericano, reconociéndole como a su gran inspirador. Por otro lado, durante la década de los treinta fueron numerosas las voces que, desde las más altas instancias científicas, académicas y políticas estadounidenses, elogiaron las medidas eugenésicas adoptadas por el régimen hitleriano, llegando incluso a lamentar el hecho de que aquél hubiera tomado la delantera en tan encomiable labor de profilaxis social.

Significar por último que después de la 2ª Guerra Mundial las prácticas eugenésicas continuaron a buen ritmo en los Estados Unidos, donde todavía hoy gozan del estatuto de constitucionalidad.

Sobre las mismas bases en se fundaron las prácticas eugenésicas en Inglaterra, EE.UU. adoptó desde un inicio esas tesis.

En la actualidad, las asambleas legislativas juegan con la aprobación legal de proyectos de ley, mientras en el estado de Washington y en California, peticiones de iniciativa legislativa popular han tratado por una sencilla votación mayoritaria de convertir el matar al paciente, que actualmente aún es un crimen en los 50 estados, en un procedimiento legalizado, medicalizado y no criminal. A la fecha, el Estado de Oregon legalizó el suicidio asistido.

A causa de propaganda aliada contra el Tercer Reich que equiparó la palabra "eutanasia" con el nazismo, el moderno movimiento pro-eutanasia de EE.UU. ha tratado de restarle importancia al término, y ya no se habla de “eutanasia” sino de "elección" en el morir, es una maniobra semántica típica del deconstruccionismo que precede a la maniobra social, es decir, a la legislación e imposición estatal del “nuevo” criterio.

De esta forma, el suicidio se convierte en "elección racional", e incitar al suicidio (aún ilegal en la mayor parte de los estados,) se convierte en "ayuda en el morir".

Así, por acción u omisión, uno puede acabar fácilmente con su vida. Y en EE.UU. ya se ha acabado con las vidas de pacientes, tanto conscientes como en "estado vegetativo persistente" de una manera y en un tiempo predecible cortando todo alimento y agua.

Mientras tanto, dentro de la medicina misma, la eutanasia y el llamado suicidio racional encuentran un foro cada vez más hospitalario.

En las revistas médicas más prestigiosas de EE.UU, el Journal of the American Medical Association (Revista de la Asociación Médica Americana, JAMA) y el New England Journal of Medicine (NEJM, Revista de Medicina de Nueva Inglaterra) ha aparecido una serie de artículos que proponen el concepto de eutanasia y "suicidio racional".

Por ejemplo en "It's over, Debbie" ("Ya acabó, Debbie", JAMA, 1988), se detalla un caso de eutanasia deliberada por un joven médico residente anónimo.

En "Physician's responsibility toward hopelessly ill patients -a second look", (La responsabilidad del médico hacia los pacientes desahuciados -una segunda mirada, NEJM, 30/3/89), 10 a 12 respetados médicos mantienen que "no es inmoral para un médico asistir en el suicidio racional de un paciente enfermo terminal" y publican un llamamiento a favor de una discusión abierta de par en par del suicidio asistido.

Por su parte, el Dr. Timothy Quill, en "Death and Dignity" ("Muerte y Dignidad", NEJM, 1/3/91), informa que asistió en un suicidio como "tratamiento médico" mientras que admite francamente que engaña intencionadamente al examinador médico, negándose a conceder información. El New York Times (17/3/91) aprobó en un editorial la acción del Dr. Quill.

Mientras tanto, el inconformista Dr. Jack Kevorkian (conocido como El “Doctor Muerte”) publicó un llamamiento a favor de una nueva especialidad médica a la que denominó "obitiatría", y utilizando su “máquina del suicidio”, eufemísticamente apodada el "mercitrón", logró efectuar cuatro muertes provocadas en pacientes que no eran enfermos terminales. Procesado dos veces, en ambos casos se le encontró inocente de conducta criminal.

En el segundo proceso a Kevorkian, el juez Davie Breck del Circuit Court -Tribunal de distrito o circuito- de Michigan, volviéndose a hacer eco de una postura adoptada por el juez Compton en el caso Bouvia, mantuvo en su decisión (21/7/92):

"Si una persona se puede negar a un tratamiento que le mantenga con vida, entonces esta persona debiera tener derecho a insistir en un tratamiento que le cause la muerte con tal que el médico esté dispuesto a asistir y el paciente esté lúcido y satisfaga criterios racionales." Además, "la distinción entre suicidio asistido y la retirada del apoyo vital es una distinción sin merito."

No obstante, el Dr.Kevorkian fue posteriormente declarado culpable y encarcelado por ayudar a suicidarse a un gran número de otros pacientes.

Dr. Leo Alexander, un reputado cirujano de origen judío, comentó sobre EE.UU. unos meses antes de su muerte hace varios años: "Es exactamente como Alemania en los años treinta, se están rebajando las barreras contra el matar."

Efectivamente, los notables paralelos entre las ideas de las elites en la medicina y el derecho en el Tercer Reich y en los EE.UU. son evidentes.

Ambas corrientes denigran las vidas de seres humanos con defectos físicos o mentales; ambos están de acuerdo en que ciertas vidas no son dignas de ser conservadas; ambas creen que la medicina y el derecho debieran cooperar en acabar con la vida "sin valor".

Así, El ritmo del avance de la eutanasia en los EE.UU. es tal que uno puede predecir con toda confianza que -a no ser que sea detenido ahora-, el matar deliberadamente a los pacientes por decenas de miles llegara dentro de los próximos 10 o 20 años.

Las primeras víctimas continuarán siendo los que son caros de cuidar -"desahuciados" en los "márgenes de la vida", que tienen pocos o ningunos defensores. Será tan racional que, como la rana en agua cada vez más caliente, no se percibirá ningún cambio hasta que sea demasiado tarde.

Como señalamos antes, el Nacional Socialismo alemán heredó una guerra médica hecha contra "comedores inútiles" y "Lebens unwerten Leben" -vidas que no son dignas de ser vividas".

En los casos ante los tribunales y la literatura médica en EE.UU., ocurre hoy del mismo modo una deshumanización de los pacientes humanos con pocos comentarios adversos.

Un artículo en el The Wall Street Journal pregunta, "¿Por qué no podemos dormir a mamá? -justo como hacemos a nuestros perros.

De este modo, sin pegar un tiro, en los últimos 20 años ha ocurrido una revolución: 27 millones de niños aún no nacidos ni deseados han sido asesinados legalmente en Estados Unidos (el aborto estaba duramente penalizado en el Tercer Reich) y ahora, la "ayuda en el morir" se mueve al escenario central, con la “ética” de la Economía de Libre Mercado decidiendo quién continuará viviendo y quién será matado.

De hecho, el propio Dr. Leo Alexander -quien fue especialista en psiquiatría del Ministerio de la Guerra en el llamado “proceso de Nürenberg” a los médicos nazis a mediados de los años cuarenta-, en un artículo publicado en "Medical science under a dictatorship" ("La ciencia médica bajo una dictadura, NEJM 39, 39-41, 1949) hizo una advertencia a la cual no se le prestó mucha atención en aquel entonces, pero que tiene importancia profética actualmente.

"Cualesquieras que sean las proporciones que estos crímenes [de guerra alemanes] asumieron finalmente, se hizo evidente a todos los que los investigaron que habían empezado desde comienzos pequeños.

Los comienzos al principio fueron meramente un sutil cambio en el énfasis en la actitud básica de los médicos. Empezó con la aceptación de la actitud, básica en el movimiento en pro de la eutanasia, de que hay tal cosa como una vida que no es digna de ser vivida. Esta actitud en sus primeras etapas se preocupó meramente por los enfermos graves y crónicos.

Gradualmente la esfera de los que tenían que ser incluidos en esta categoría fue ampliada para abarcar a los que no producen en la sociedad, los ideológicamente no deseados, los racialmente no deseados y finalmente todos los que no eran alemanes.

Pero es importante darse cuenta de que el primer paso hacia adelante infinitamente pequeño del que recibió su impulso toda esta tendencia mental, fue la actitud hacia los enfermos no rehabilitables".

Hace poco más de veinte años, si uno hubiera predicho que con las actitudes públicas y leyes cambiantes el útero humano en EE.UU. pronto se convertiría en el lugar más peligroso de este mundo para el humano aún no nacido, seguramente habría habido una negación masiva.

Sin embargo, los 27 millones de abortos registrados en EE.UU. desde 1973 -más de 4.000 por día-, dan actualmente trágica resonancia a un hecho indiscutible.

Hoy, uno puede predecir con toda confianza que a menos que se detenga pronto la eutanasia por razones económicas, dentro de poco se convertirá en la manera en que la sociedad norteamericana se librará de personas "onerosas" en el otro extremo de la vida.

A cientos de miles se les dará muerte deliberada y legalmente por la profesión médica, que extraerá sus imperativos éticos del Manifiesto Humanista y la encuesta más reciente, antes que del Decálogo y la ética hipocrática.

 

c) Eugenesia y Eutanasia en Chile

En 1933 -el mismo año en que Adolfo Hitler se transformaba en Canciller de Alemania-, en Chile, el joven médico Salvador Allende Gossens entregaba su tesis de grado con la que se tituló de doctor, titulada: “Higiene mental y delincuencia”.

De este modo, Allende se situaba precisamente en el horizonte cultural de los herederos de Lombroso y los Neodarwinistas, abogando activamente por la Eugenesia y la “salud racial”.

De hecho, aún una década antes de que se dictaran las primeras leyes alemanas al respecto, en Chile se dictó el Decreto Ley Nº 355, del 21 de marzo de 1925.

En esta norma legal se establece que “es función del Gobierno luchar contra las enfermedades y costumbres susceptibles de causar degeneración de la raza y adoptar los medios que juzgue adecuados para mejorarla y vigorizarla”.

Se dispuso por tanto, la constitución de una “División de Higiene Social”, dependiente del Ministerio de Higiene, Asistencia, Previsión Social y Trabajo. El decreto ley establecía que confiere a la “División de Higiene Social el cuidado de la raza”. A este efecto la norma legal consideraba el establecimiento de una estructura nacional basada en “Brigadas de Higiene Social”. Se disponía así mismo la organización de una “policía sanitaria”. 

Aún más, se decretó que “los varones que desearen contraer matrimonio deberán presentar al oficial del registro civil, respectivo, un certificado de salud, dado por la autoridad de higiene social… sin cuyo requisito (el) funcionario no podrá proceder a la celebración del matrimonio”.

Asimismo, en el mensaje presidencial del 21 de mayo de 1939, el Presidente Pedro Aguirre Cerda, líder de la alianza comunista- socialista-radical del “Frente Popular”, proclama:

“Os conjuro a creerme que sabré respetar fielmente mi juramento Constitucional y que será mi preocupación constante fortificar la raza”.

Luego, teniendo a la vista la experiencia de “Dopolavoro” de la Italia fascista y después la de “Kraft durch Freude” [Fuerza por la Alegría] en la Alemania nazi, en Chile nace la iniciativa oficial denominada: “Institución para la Defensa de la Raza y aprovechamiento de las Horas Libres”.

El decreto orgánico N.° 4.157, del 18 de Agosto de 1939, establece:

“Considerando: Que es deber del Estado velar por el desarrollo y perfeccionamiento de las cualidades que constituyen las virtudes de la raza;

Que estas virtudes pueden fortalecerse especialmente por el ejercicio de la cultura física y la enseñanza de la vida del hogar y la relación social... Decreto:

Artículo 1.° - Créase una institución nacional que se denominará Defensa de la Raza y Aprovechamiento de las Horas Libres... Las finalidades de esta institución, serán las siguientes: cultivo de la conciencia del valer nacional y del honor patrio; práctica de la cultura física como medio de conservar el vigor y la aptitud para el trabajo; observancias de las costumbres higiénicas; culto al trabajo, a la paz y a la solidaridad humana; estímulo del sentimiento de la dignidad y de la superación del individúo en la vida ciudadana y del hogar; y aprovechamiento de las horas libres por medio de entretenimientos y actividades honestas y educativas. Esta institución dependerá directamente del Presidente de la República”.

En el correspondiente discurso, el Presidente de la República, Pedro Aguirre Cerda, indica:

“Conciudadanos: Comprendo, sí, que hay ideas básicas en las cuales coinciden o deben coincidir la colectividad toda…

Entre estos sentimientos patrióticos está el amor a la raza, a la raza chilena, a ese conjunto social que para nosotros es todo nuestro orgullo, que lo admiramos y queremos, a pesar de los defectos que pudiera tener, como se quiere a la madre y a la bandera...

Fortificar, pues, la raza, formarla sana y pujante, proporcionarle la alegría de vivir; el orgullo de sentirse chileno, es un sentimiento que nadie debe negar a nadie, cualquiera que sea el medio que unos u otros conceptúen como el más apropiado”.

También en esta perspectiva se establece un proyecto de ley de educación física. Entendiendo que se trata de una “campaña sagrada en favor de la fortificación de nuestra raza”, se define la “educación física (como) parte integrante de la educación general y debe ser atención preferente del Estado en cuanto propende a la salud y vigor del pueblo.

La Educación Física será obligatoria para los escolares de uno y otro sexo y deberá ser impartida a los no escolares que la presente ley señala. Establécese como obligatorio el control biotipológico…

La Junta Central de Beneficencia Pública y Asistencia Social pondrá a disposición del Ministerio de Educación Pública con cargo a la suma que se encuentra acumulada en su poder la construcción del Instituto de Reeducación Mental”. 

Del mismo modo, en 1940, hasta la organización comunista “Comité Popular del Deporte” celebraba la creación del comité oficial “Pro Salvación de la Raza”.

A la época, el juez de menores de Valparaiso, Luis Vicuña Suarez, postulaba:

“(Llega) el momento de recordar a tanto criminal inconsciente que no hay derecho alguno para crear y seguir creando ciudadanos de sanatorio; vidas indefensas e inermes en medio del mundo fiero donde, a mayor acumulación de Códigos se contrapone más brutal predominio de  la fuerza; y a mayor suma de asistencia social cobran más impía recrudescencia los fueros del lobo y las leyes de la selva. ¿No tenemos -Ud. médico y yo Juez-, la historia fichada de familias marcadas con el prontuario del “vermoulu” inscrito en su principio germinal y que han desenvuelto sus obscuras existencias larvadas en la colmena de nuestra ciudad común, ambulando con fardos de dolor entre el Consultorio del Seguro Obrero los Juzgados penitenciales y el Lazareto, como en un ansia, inconsciente de regresar a la Nada?”.

Agregaba el juez Vicuña Suarez:

“Toda la piedad y la compasión del mundo para ellas, pero ¡qué gran negocio para la sociedad si no existieran esas frecuentes aleaciones de histeria y de males venéreos! ¡y qué ganancia para la contabilidad del bienestar humano si el manantial de tanto sufrimiento hubiera visto cegada su fuente! Por lo mismo que se ama a los que sufren, se desea con fervor que no hubieran comenzado a padecer; y ese sentimiento se traduce científicamente en el vocablo... Eugenesia".

Postula por tanto:

“Eugenesia, antes que lástima... Eugenesia, primero y mejor que allanamientos y carcelazos... Eugenesia, más interesante y mas lógica que el veronal o la morfina, para esos pobres degenerados “de boite” presuicidas que mitigan falsamente las taras con que sus padres los pusieron sobre el mundo, imaginando acaso que los indemnizaban de verdad dejándoles dinero para cubrirlas... Conciencia eugenésica, valdría emanciparla de una servidumbre de mortal ceguera y levantar saludablemente los declives en que verifica su evolución biológica e histórica”.

La Segunda Conferencia Panamericana de Eugenesia y Homicicultura, celebrada en Buenos Aires, Argentina, el año 1934 acordaría, entre otras mociones:

"Considerando que las cualidades propias de cada nación y las generales de América están condicionadas por las características del estado social y, sobre todo, biológico de su masa pobladora, y que el conocimiento de estas cualidades es esencial para el presente y, sobre todo, para el porvenir del continente, resuelve:...

Que se solicite de la Unión Panamericana, en la forma más respetuosa, que proceda a organizar y mantener en su "Oficina Principal un Instituto de Investigaciones de la Población Americana", que se dedicará a dicho estudio en sus aspectos históricos, geográficos, antropológicos, estadísticos, económicos, culturales y eugenésicos”.

Es entonces, en este ambiente político, cultural y científico, donde durante 1933, el descendiente de judío por madre, socialista y masón, Salvador Allende Gossens, publica su memoria de título profesional titulada: “Higiene Mental y Delincuencia”.

En ella, el futuro presidente de la república proponía la esterilización de los enfermos mentales, fustigaba a los homosexuales y se refería de este modo a los judíos: "Los hebreos se caracterizan por determinadas formas de delito: estafa, falsedad, calumnia y, sobre todo, la usura."

Y agregaba: “La revolución es un ‘delito colectivo patológico’ y un revolucionario es en realidad un sicópata peligroso, tanto más cuanto que los movimientos masivos y violentos que él genera provocan locuras colectivas peligrosamente contagiosas”.

En 1939, en calidad de Ministro de Salud, Salvador Allende Gossens anuncia al país el tratamiento obligatorio contra alcoholismo, alcaloides y enfermedades venéreas como parte del “trípode legislativo en defensa de la raza”.

El proyecto de ley sobre contagio venéreo del 8 de noviembre de 1939 disponía la obligatoriedad del tratamiento y certificado prenupcial.

En éste se consigna:

“Del Certificado prenupcial: Las personas que padezcan de una enfermedad venérea en peligro de contagio no podrán contraer matrimonio. Los Oficiales del Registro Civil no autorizarán la celebración de matrimonio si los contrayentes no acompañaren un certificado de salud venérea, otorgado por el organismo respectivo del Consejo Nacional de Salubridad...

El que contagiare a otra persona de un mal venéreo sufrirá la pena de reclusión… Se refiere a la conservación de la virilidad y desarrollo de la raza, a la salud de los habitantes y a un sinnúmero de hechos sociales que pueden considerarse fatales dentro del desenvolvimiento del estado sanitario de la nación”.

Anuncia asimismo un programa de “esterilización de los alienados mentales” cual instrumento de acción en “defensa de la raza con aspecto coercitivo compuesto por medidas eugenésicas negativas” que, si bien no alcanzó a debatirse en el Congreso, de hecho consideraba la creación de “Tribunales Esterilizadores autorizados para ordenar el uso de la fuerza pública en caso de rebeldía por parte de los pacientes”. 

En éste se disponía:

“Toda persona que sufra de una enfermedad mental que, de acuerdo con los conocimientos médicos, pueda transmitirla a su descendencia, podrá ser esterilizado, en conformidad a las disposiciones de esta ley...

Serán consideradas enfermedades mentales transmisibles por vía hereditaria, especialmente, las siguientes: esquizofrenia (demencia precoz), psicosis maníacodepresiva, epilepsia esencial, Corea de Huntington, idiocía, imbecibilidad y debilidad mental profunda, locura moral constitucional y alcoholismo crónico...

Podrán solicitar la esterilización: los directores de establecimientos manicomiales, públicos y privados; directores de Hospitales donde existan secciones para enajenados; los enfermos mentales, cuando sean mayores de edad; y los representantes legales de enfermos mentales incapaces”.

Proponía entonces, Salvador Allende Gossens:

Créanse Tribunales de Esterilización de Primera Instancia, que funcionarán en las capitales de provincias y un Tribunal Superior de Esterilización, con asiento en Santiago...

El Tribunal Superior de Esterilización estará integrado por el Presidente de la Excma. Corte Suprema, el Decano de la Facultad de Biología y Ciencias Médicas de la Universidad de Chile y el profesor titular más antiguo que dicte la Cátedra de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile... Todas las resoluciones que dicten los Tribunales de Esterilización serán obligatorias para toda persona o autoridad, y se llevarán a efecto, en caso de resistencia, con el auxilio de la fuerza pública” 

Si uno revisa la Ley promulgada al respecto durante el Tercer Reich que hemos citado antes, podrá verse que la propuesta por Salvador Allende casi parece una copia.

De este modo, es posible advertir que el impacto de la eugenesia trascendía la posición ideológica particular de los sujetos, respondiendo a una convicción profunda y fuerte en los hombres de aquel tiempo.

Como hemos señalado antes, la Eugenesia es ideológicamente equivalente a la Eutanasia, en tanto relativiza el valor de la Vida y promueve la muerte como una “solución final” a problemas que finalmente son sociales.

 

4.- Proyecto de Ley Sobre Eutanasia

Moción sobre Eutanasia (Texto Completo)

El siguiente es el texto completo de la moción de los Diputados Fulvio Rossi, Carolina Tohá, Juan Bustos y otros, sobre reforma al Código Sanitario:

La moción agrega, en el Libro I del Código Sanitario, el siguiente título VI con sus párrafos y artículos, 54 bis a 54 bis Ñ.

Art. 54° bis.- Para los efectos de esta ley se entenderá como eutanasia la terminación de la vida que lleva a cabo un médico a petición del paciente, cumpliendo los requisitos y manifestando su consentimiento en los términos que se señala en los siguientes artículos.

Párrafo 1° De la eutanasia pasiva

Art. 54° bis A.- De la eutanasia pasiva. Es derecho de todo paciente terminal otorgar o denegar su consentimiento a cualquier procedimiento médico que estime invasivo, complejo o innecesario cuando:

Se trate de un paciente en estado terminal, esto es, que padezca un precario estado de salud, debido a una lesión corporal o una enfermedad grave e incurable, que haga prever que le queda muy poca expectativa de vida. Que los cuidados que se le puedan brindar al paciente sean innecesarios, en cuanto éstos solo persigan prolongar su agonía.

Para ejercer este derecho, los profesionales tratantes están obligados a proporcionar, previamente y en lenguaje comprensible para el paciente, información completa respecto de la enfermedad, sus implicancias y posibles tratamientos. Esto se hará en forma oral y también por escrito, en un acta que deberá firmar la persona o su representante legal. En caso de pacientes cuyo estado impida obtener su consentimiento, pero se presume que prontamente podrá prestarlo de forma libre y espontánea, se entenderá que acepta el tratamiento hasta que su voluntad pueda ser conocida.

Art. 54º bis B.- No obstante lo señalado en el artículo anterior, la voluntad del paciente no tiene efecto alguno cuando:

La no aplicación de los procedimientos o intervenciones señaladas precedentemente suponen un riesgo para la salud pública, debiendo dejar el médico tratante expresa constancia de configurarse esta causal en la respectiva ficha clínica.

Se trate de atenciones médicas de emergencia o urgencia, esto es, cuando la condición de salud o cuadro clínico del paciente implique riesgo vital y/o secuela funcional grave de no mediar atención médica inmediata e impostergable.

Art. 54º bis C.- La voluntad del paciente podrá manifestarse verbalmente pero de ésta deberá quedar siempre constancia por escrito. El consentimiento deberá prestarse a lo menos ante dos testigos, siendo uno de éstos el cónyuge, ascendiente o descendiente mayor de edad del paciente. En caso de encontrarse el paciente internado en un recinto hospitalario oficiará de ministro de fe el director del establecimiento o quien le subrogue. El consentimiento siempre podrá prestarse ante Notario Público. En caso de no existir el cónyuge, ascendientes o descendientes mayores de edad, o bien ante negativa de éstos, el consentimiento deberá prestarse a lo menos ante cinco testigos.

Art. 54º bis D.- En caso de menores de edad la decisión de someter o no al paciente a los tratamientos indicados en el numeral 2º del artículo 3º será adoptada por los padres de común acuerdo si existiesen ambos. A falta de uno de los padres, la decisión será tomada por él que existiese. A falta de ambos, la decisión será adoptada por la mayoría de los parientes consanguíneos presentes de grado más próximo en la línea colateral, hasta el tercer grado inclusive.

Art. 54º bis E.- En caso de los legalmente incapaces la decisión de someter o no al paciente a los tratamientos indicados en el numeral 2º del artículo 54º bis B será adoptada por el representante legal.

Artículo 54º bis F.- En caso de muerte cerebral, entendiendo por tal la definida en la ley 19.541, la decisión de someter o no al paciente a los tratamientos indicados en el numeral 2º del artículo 54º bis B será adoptada por el cónyuge siguiendo, cuando corresponda el orden que establece el art. 983 del Código Civil, con la exclusión del Fisco.

Art. 54º bis G.- El médico tratante deberá consultar siempre la opinión de una Comisión Ética de comprobación que se establece en el párrafo 3° de este titulo.

Párrafo 2° De la eutanasia activa

Art. 54° bis H.- De la eutanasia activa. Todo paciente que sufra una enfermedad incurable o progresivamente letal que le cause un padecer insufrible en lo físico y que se le representa como imposible de soportar podrá solicitar por razones humanitarias, y de conformidad a las normas que esta ley establece, que la muerte le sea provocada deliberadamente por un médico cirujano.

Para ejercer este derecho, los profesionales tratantes están obligados a proporcionar, previamente y en lenguaje comprensible para el paciente, información completa respecto de la enfermedad, sus implicancias y posibles tratamientos. Esto se hará en forma oral y también por escrito, en un acta que deberá firmar la persona o su representante legal.

Art. 54º bis I.- La voluntad del paciente podrá manifestarse verbalmente pero de ésta deberá quedar siempre constancia por escrito. El consentimiento deberá prestarse a lo menos ante dos testigos, siendo uno de éstos el cónyuge, ascendiente o descendiente mayor de edad del paciente En caso de encontrarse el paciente internado en un recinto hospitalario oficiará de ministro de fe el director del establecimiento o quien le subrogue. El consentimiento siempre podrá prestarse ante notario. En caso de no existir el cónyuge, ascendientes o descendientes mayores de edad, o bien ante negativa de éstos, el consentimiento deberá prestarse a lo menos ante cuatro testigos.

Artículo 54º bis J.- En caso de menores de edad la decisión será adoptada por los padres de común acuerdo si existiesen ambos. A falta de uno de los padres, la decisión será tomada por el que existiese. A falta de ambos, la decisión será adoptada por la mayoría de los parientes consanguíneos presentes de grado más próximo en la línea colateral, hasta el tercer grado inclusive.

Art. 54º bis K.- En caso de los legalmente incapaces será adoptada por el representante legal.

Párrafo3°. De la Comisión Ética de comprobación.

Art. 54º bis L.- En cada región del país existirá una Comisión Ética de comprobación cuya integración, subrogación, funcionamiento y atribuciones estarán especificadas en un reglamento que, para estos efectos, dictará la autoridad competente.

Artículo 54° bis LL.- La Comisión, de a lo menos cinco miembros, estará necesariamente integrada por:

a)     Un médico cirujano designado, de entre sus afiliados, por la directiva del Colegio Médico procurando que éste ejerza la profesión en la región respectiva.

b)     Un médico psiquiatra designado, de entre sus afiliados, por la directiva del Colegio Médico procurando que éste ejerza la profesión en la región respectiva.

c)     Un abogado designado, de entre sus afiliados, por la directiva del Colegio de Abogados, procurando que éste ejerza la profesión en la región respectiva

d)     Un profesor de derecho penal, con el grado de doctor, que ejerza la docencia en una Universidad afiliado al Consejo de Rectores.

Art. 54º bis M.- Corresponderá a la Comisión Ética velar por el adecuado cumplimiento de los requisitos que hacen procedente la eutanasia y, verificados fehacientemente éstos, autorizarla.

Art. 54º bis N.- La Comisión sesionará, a requerimiento de interesado, en un plazo no mayor a cinco días desde que se hubiese presentado ante ésta una solicitud de eutanasia que cumpla con todos los requisitos formales.

Art. 54º bis Ñ.- Para sesionar, la Comisión requerirá la presencia de todos sus miembros o quienes subroguen a éstos y sus acuerdos se adoptarán por mayoría absoluta. La Comisión Ética, dentro del plazo de cinco días hábiles, otorgará la correspondiente autorización cuando la solicitud cumpla con todos los requisitos. La aprobación o rechazo de la solicitud deberá siempre fundarse por escrito y no será susceptible de recurso alguno. La solicitud rechazada no podrá interponerse nuevamente sino en el plazo de tres meses y siempre que contemple nuevos antecedentes. Otorgada la autorización correspondiente está le será comunicada al Juzgado de Garantía y a la Fiscalía Local, correspondiente al lugar donde se practicará la eutanasia.

Artículo 2°. Sustituyese el art. 393 del Código Penal en el siguiente sentido:

Art. 393. El que quitare la vida a otra, según el deseo expreso y serio de la misma será castigado con pena de presidio mayor en su grado mínimo. El que induzca a otro a suicidarse sufrirá la pena de presidio menor en su grado máximo.

El que con conocimiento de causa preste auxilio a otro para que se suicide será castigado con la pena de presidio menor en su grado medio. Las penas previstas en este artículo sólo se impondrán si se efectúa la muerte del suicida. El supuesto al que se refiere los incisos anteriores no será punible en el caso de que haya sido cometido por médico que haya cumplido con los requisitos de cuidados recogidos en el título VI del Código Sanitario y se lo haya comunicado a la comisión ética de comprobación.

 

 5.- Análisis y Discusión

Hemos sostenido antes que la Libertad del Ser Humano es producto de su propia naturaleza.[5] Quienes argumentan a favor de la Eutanasia lo hacen –aparentemente- a partir precisamente de la defensa de la Libertad como un valor fundamental.

Como hemos visto, los modernos fundamentos teóricos de la Eutanasia –al igual que los de la Eugenesia-, derivaron de las tesis neodarwinistas.

Sin embargo, precisamente para las tesis neodarwinistas –de las que devino la moderna “sociobiología”-, el ser humano NO es Libre, precisamente a causa de su naturaleza biológica y genética.

En efecto, para los modernos neodarwinistas, los sociobiólogos, el ser humano es simplemente una “máquina de transporte de genes”, que actúa fundamentalmente en forma egoísta para preservar esos genes. Así, la conducta estaría básicamente predeterminada, y en realidad no existiría libertad.

A lo sumo, la única “libertad” que tendríamos en términos bioéticos, sería la libertad de transmitir nuestros genes a la próxima generación, y –consecuentemente-, las tesis eugenésicas tendrían razón al intentar “proteger” el legado genético de la humanidad. Lo mismo vale para la Eutanasia.

De allí nace la inconsistencia argumental de defender la eutanasia como parte de la Libertad, y –a la par-, de sostenerla como solución del determinismo vital que nos lleva a la muerte.

La libertad en este caso, está además condicionada por la determinación médica de que la vida de un paciente no es viable, o –si lo vemos en términos de la Ley propuesta para nuestro país: “la terminación de la vida que lleva a cabo un médico a petición del paciente, cumpliendo los requisitos y manifestando su consentimiento”.

Pero, ¿cómo se determina esto en términos médicos? Al respecto, el filósofo argentino Alberto Buela sostiene [6]:

“El acto médico es un acto complejo pues no sólo implica conocimiento, la primera obligación del médico es saber (principio de beneficencia), pues si no sabe no puede cumplir con su deber por más compasión y bondad  que pudiera tener. Y al mismo tiempo el acto médico lleva implícito un acto moral. Es decir, es un acto científico y ético al mismo tiempo.

Científico porque exige el conocimiento de su ciencia a la perfección o al menos de la manera menos dañosa para el paciente (principio de maleficencia), y ético porque su materia específica es el cuerpo humano que no es un cuerpo más de los que componen el mundo, sino que tiene el extraño privilegio de ser el único cuerpo que es fin en sí mismo y no medio para otra cosa”.

Y es un fin en sí mismo porque el cuerpo humano constituye una unidad psicofísica con el espíritu. Esta unidad se expresa en la idea de persona, la que a su vez es definida como: un ser, moral y libre. Único e irrepetible. Un argumento muy poco conocido acerca de la dignidad del cuerpo es el que nos recuerda el  filósofo Maurice Merlau- Ponty:

No podemos tratar el cuerpo como se estudia una cosa cualquiera del mundo. El cuerpo es a la vez visible  y vidente. No hay aquí dualidad sino unión indisoluble. El mismo cuerpo es quien ve y quien es visto”.

De este modo, la especificidad del acto médico es que se trata de un acto voluntario y libre.

Si lo involuntario es, en ética, determinado, producto de la fuerza y la ignorancia, lo voluntario es -por contraste- aquello cuyo principio está en el agente (el médico) que conoce las circunstancias particulares de la acción.

Y es libre porque es un acto responsable que viene de respuesta, pero no cualquiera, sino de una respuesta demorada, producto de la deliberación que termina en la elección.

Sin embargo, en este caso la libertad no es “poder hacer lo que se quiere”. Esa es la libertad del loco, esclavo de sus propias pasiones o desvaríos.

La libertad está íntimamente vinculada a la responsabilidad. A la capacidad de dar respuestas.

Entonces se puede afirmar que el irresponsable es al obrar, lo que el necio es al saber. El primero cree que es libre cuanto más alocado es y el necio cree que sabe cuando en realidad no sabe.

El hombre es antes que nada persona. Esto es, un ser, único, singular e irrepetible marcado por los rasgos de moral y libre.

En el acto voluntario utiliza su libertad para decidir qué hacer o cómo obrar. Este acto tiene dos momentos: uno, primero, el de la deliberación y otro, segundo, el de la elección o decisión.

El hombre no delibera sobre todas las cosas, pues no se delibera sobre lo necesario, lo que no puede ser de otra manera, sino que se delibera sobre las cosas que dependen de nosotros y es posible hacer. Entendiendo por posible aquello que podemos hacer por nuestra propia intervención.

No hay deliberación sobre aquellos temas de la ciencia que han sido resueltos y que han quedado fijado como por  ejemplo las letras de abecedario o el principio de Arquímedes, pero sí la hay sobre las cosas que se verifican no siempre del mismo modo como sobre problemas de medicina o de negocios.

Incluso se delibera más en las artes (la medicina es un arte) o las técnicas, que en las ciencias, porque en las artes y en las técnicas se le presentan al hombre mayores perplejidades.

Deliberamos sobre las cosas que ocurren de un cierto modo en la mayoría de los casos pero cuyo resultado no siempre es el mismo.

En una palabra, deliberamos no sobre los fines sino sobre los medios. Y así puede afirmar Aristóteles: “No delibera el médico si curará, ni el orador si persuadirá... ni nadie sobre el fin, sino que una vez que se han propuesto el fin, examinan todos ellos  por qué medios alcanzarlo. Si pareciera que por muchos medios se puede lograr, se buscará el más fácil y el mejor” [7]

Es que el médico como el orador del ejemplo no tienen dudas acerca del fin que persigue su actividad y su disciplina: el curar la enfermedad y el persuadir al oyente.

La mayoría de los procedimientos de tomas de decisiones médicas consideran aspectos parciales a tener en cuenta. Así Sackett da prioridad a la utilidad, Thomasma a los valores, Siegler la calidad de vida y Drane los factores socioeconómicos.

Esto pone de manifiesto la importancia del tema de las decisiones médicas desde el punto de vista de la moralidad de sus acciones.

La pregunta que surge entonces, es precisamente bajo qué criterios éticos, valóricos y científicos un médico tomará la decisión de asesinar a un paciente -con previo consentimiento de este-, y en qué medida esta será una libre determinación para ambos.

En el caso del médico, es claro que sus decisiones estarán determinadas por los valores, principios y ética con las que haya sido formado. Si estos valores son utilitarios y materialistas, la vida será entendida de este modo por él.

En el caso del paciente, la Muerte no es una opción, ya que este hecho está biológicamente determinado.

La muerte es considerada por la filosofía como un “aún no” o “como la posibilidad de la absoluta imposibilidad”. Es el acto más personal y solitario que ejecuta el hombre, pues nadie muere por otro, pero a la par, es el acto menos voluntario de todos, ya que ocurrirá vocatus atque non vocatus [8]. Es decir, no somos “libres” de morir, sino que estamos absolutamente determinados a morir.

Ante esto se argumenta que la libertad consistiría en elegir cuándo y cómo morir: sin embargo también se trata de una ilusión. Un paciente que tuviese oportunidad de sanar nunca elegiría morir, y –de hecho-, biológicamente la única “libertad” es precisamente resistirse a la muerte.

Visto en una perspectiva más amplia y consecuente con los fundamentos de la actual biología, la teoría general de sistemas y el devenir físico del universo, la vida es “libre” en cuanto constituye la única alternativa al determinismo materialista de la entropía universal.

Una roca, un líquido, un gas, un planeta o una estrella no tienen ninguna “opción” frente al aumento de la entropía universal determinada por la segunda Ley de Termodinámica: “La entropía de un sistema cerrado aumentará”.

Los “sistemas cerrados”, están condenados a la “muerte térmica”, independientemente de cuánto tiempo puedan mantener sus estructuras moleculares estables.

Los seres vivos no son sistemas cerrados, y gracias a ello, pueden escapar momentáneamente –durante sus propias vidas-, y hereditariamente –durante la evolución de sus especies-, de la entropía.

Sin embargo, una vez que el fenómeno de la vida se inicia, queda precisamente determinado por esa “libertad” frente a la entropía: “un ser vivo sólo puede elegir vivir” y por ende la muerte no es una “opción”.

Como corolario de lo anterior, es clave considerar que en la discusión sobre la Eutanasia uno de los principales aspectos sostenidos a su favor ha sido el evitar “dolor innecesario” al paciente.

La lógica subyacente es la misma que opera respecto a la Eugenesia: vistas así, estas acciones son decisiones “caritativas” y “piadosas”, que evitan al paciente (y a la humanidad), el dolor de cargar con los aspectos menos agradables de ser Seres Vivos (una piedra no “sufre”).

A medida que la tecnología médica aumenta, la supresión del dolor ha llegado a establecerse como un parámetro estándar de una buena atención médica. De hecho, pacientes terminales con tratamientos adecuados pueden evitar todo el dolor asociado a su padecimiento.

De esa forma, el límite entre la Eutanasia como “alivio final” del dolor se vuelve difuso.

Entonces, si la Eutanasia no es en realidad una “libre elección”, si no se trata de “eliminar el dolor”, y si en realidad, no constituye una premisa ética de la Vida en su conjunto, ¿sobre qué bases podría sostenerse?

Los que fluye de todo el análisis desarrollado, indica que los fundamentos verdaderos de la Eutanasia tienen directa relación con los valores sociales predominantes, la concepción acerca de la calidad de vida, la utilidad de la misma y –sobre todo-, los factores socioeconómicos involucrados en su mantenimiento.

Se trata en suma, de argumentos totalmente materialistas, cuyo único efecto es relativizar el valor de la vida y minimizar la responsabilidad social en el sostenimiento del altruismo, privilegiando el egoísmo y los criterios de mercado.

Una sociedad sana es una sociedad donde la Vida en su conjunto, y la de cada persona que la forma, son protegidas y fomentadas por toda la sociedad.

En una sociedad sana, las condiciones socioeconómicas nunca determinarán el “valor” de una vida, ni la necesidad de ponerle término anticipado, y por definición, promoverá conductas que favorezcan la salud –biológica, mental, social, económica y valórica-, de todos sus miembros.

De este modo, una sociedad sana no se preguntaría acerca del “costo” de mantener a un paciente con vida, porque la Vida no puede ser reducida a un criterio de mercado, y –de hecho-, el valor de un Ser Humano no se mide por la “calidad” del funcionamiento de su cuerpo.

Adicionalmente, la salud en términos ecológicos no es precisamente la “ausencia de enfermedad”, sino la capacidad de las poblaciones del ecosistema, de resistir y superar la presión selectiva que las enfermedades representan: para ello, una población debe ser genéticamente diversa –la endogamia y la mono especificidad son formas rápidas de llegar a la extinción-, y con ello también se invalidan las tesis Eugenésicas.

De hecho, la salud de un ecosistema puede medirse en términos de su biodiversidad, así como la salud de una población humana, puede ser establecida como la capacidad del pool genético presente, de resistir y sobrevivir a una pandemia.

Por ello, las políticas eugenésicas y su tendencia a establecer “tipos perfectos” a los cuales la “selección natural” tendería, son completamente contradictorias con el modo en que la adaptación opera: mientras más genéticamente homogénea es una población, menos resistente y capaz de sobrevivir a la presión selectiva se vuelve.

En síntesis, la discusión sobre la Eutanasia y su gemela, la Eugenesia, es fundamentalmente una discusión acerca de las concepciones ideológicas dominantes en nuestra sociedad y en el Planeta.

Nuestras conclusiones parten de esta última premisa.

 

6.- Conclusiones

De acuerdo a lo señalado, este autor desea expresar su completo rechazo a los fundamentos y proposiciones que han llevado a promover el establecimiento de una Ley de Eutanasia en Chile.

Se trata de una iniciativa que tiene claros antecedentes en concepciones utilitarias, egoístas y materialistas de la Vida, y que –por su propia naturaleza-, son completamente contrarias al ejercicio de la Libertad que nos otorga nuestra naturaleza como seres humanos.

Del mismo modo, estas ideas son consecuentes con un modelo de Civilización que está basado en la Cultura de la Muerte y en la negación del valor de la Vida, herencias directas del materialismo en todas sus formas.

La humanidad evolucionó durante toda la Prehistoria en plena coherencia estructural con la naturaleza.

En esa época, el hecho de que un recién nacido no pudiera sobrevivir no implicaba una actitud social “eugenésica”, ya que ante todo se intentaba preservar la vida.

Del mismo modo, una enfermedad –incluso grave-, no constituía una sentencia de muerte inmediata: existen registros arqueológicos de individuos Cro magnon de avanzada edad, que sobrevivieron a accidentes de gran magnitud. También hay amplia evidencia de trepanaciones cerebrales a las cuales los pacientes sobrevivían largos años, demostrando que las operaciones tenían por objetivo reestablecer la salud de los afectados.

La cultura prehistórica era una continua celebración de la Vida, y la muerte se entendía como parte integral del mismo proceso cíclico.

Fue con el surgimiento de las ideas socráticas y su moderna expresión en el cartesianismo, que la fundamental unidad entre Dios, Hombre y Naturaleza se vio cuestionada.

Así, la sentencia “cogito ergo sum”, implicó la separación entre Cuerpo y Mente, extensiva a la separación entre Hombre y Naturaleza.

En esta dualidad, la muerte dejó de ser parte fundamental del ciclo de la Vida, y se constituyó como un hecho rechazado y resistido culturalmente.

Paralelamente, la Vida dejó de tener sentido en tanto unidad indivisible entre espíritu y materia, y pasó a ser considerada desde una perspectiva únicamente materialista: el funcionamiento del cuerpo humano fue equiparado con el de una máquina, y –consecuentemente-, la enfermedad y la muerte fueron equiparadas con “fallas de diseño”, “fatiga de materiales” y “término de la vida útil”.

Esta moderna actitud de negación de la muerte se expresa –entre otros ejemplos- menos conspicuos, en los actuales “parques del recuerdo”: cementerios donde la lápidas se encuentran a ras de tierra y el entorno aséptico nos evita la ominosa presencia de los tradicionales mausoleos.

Entonces, si el cuerpo es equivalente a una máquina, y está determinada por la “resistencia de materiales”, la “vida útil” está también limitada por sus “condiciones materiales”: es decir, por la “calidad de vida”, por la “utilidad” y por el “costo económico”.

Así, la muerte natural no es “legítima” si se pueden evitar sus aspectos desagradables: el suicidio asistido se vuelve una salida “rápida, indolora y eficiente” frente a la enfermedad, el dolor, y por cierto, los costos económicos asociados. Paralelamente, a partir de la afirmación nietzscheana sobre la “Muerte de Dios”, la dimensión espiritual de la Vida se encuentra completamente ausente.

De este modo, el resultado de todo el proceso metafísico de Occidente nos lleva en una secuencia lógica que puede ser brevemente resumida como sigue [9]:

  • Pérdida de la noción de Divinidad: Del panteísmo, al politeísmo, al monoteísmo, al antropocentrismo, al racionalismo, al materialismo, a la muerte de Dios, al estructuralismo y al deconstruccionismo.
     
  • Pérdida de la noción de Espiritualidad: De la Muerte de Dios a la ausencia de la espiritualidad, y el fin del concepto de hombre como unidad substancial de cuerpo y espíritu, quedando resumido en una dimensión puramente material e intrascendente.
     
  • Pérdida del sentido de la Vida: La muerte de Dios y la pérdida de la espiritualidad remiten a un mundo sin una causa u origen primero, y a la consecuente inexistencia de una dimensión espiritual. Esta pérdida se refleja a su vez en la carencia de un sentido de finalidad, y –por ende- a la pérdida del sentido de la Vida.
     
  • Si la realidad actual carece de un sentido trascendente y queda reducida a las cosas en sí mismas o en sus estructuras, es porque hoy prima un contenido, significado y sentido de mera inmanencia de la realidad. Se ha producido un cambio en el sentido del sentido, y se ha deconstruido la realidad.

De esta situación fluyen las siguientes tendencias sociales dominantes, presentes en nuestra sociedad:

  • Desazón – Desesperanza – Desesperación – Desilusión – Desamparo
     
  • Confusión – Soledad – Angustia – Ansiedad – Asfixia – Depresión – Melancolía – Miedo
     
  • Vacío – Aburrimiento – Hastío – Aislamiento – Inabarcabilidad
     
  • Individualismo -  Insensibilidad – Impenetrabilidad
     
  • Apatía – Ausencia – Cinismo – Arrogancia – Impiedad
     
  • Insatisfacción – Frustración – Evasión - Olvido

El resultado de estas tendencias se expresa en:

Aniquilación: de las tendencias establecidas se infiere un estado social de aniquilación o intención de terminar con la realidad dolorosa e insoportable mediante la eliminación de la racionalidad que la capta, o sea, destruyendo o arruinando completamente las cosas y la realidad misma, intentando reducirla a la nada. Implica el renacimiento de la existencia de un estado de impotencia o carencia de potencia, que corresponder a la incapacidad de virtud generativa de bien.

Suicidio: De las tendencias establecidas se infiere un estado social suicida o con la intención de terminar con la propia vida humana, ante el cansancio o falta de fuerzas que produce la imposibilidad de adaptarse o superar la realidad dolorosa o insoportable.

El suicidio corresponde a la acción y efecto de suicidarse o buscar suicidio [10], es decir, de matarse a sí mismo de modo inmediato, o de manera gradual y progresiva.

El suicidio surge como aniquilamiento del ser en una búsqueda de plenitud no lograda, castigo a la realidad y respuesta a la pérdida e incapacidad de lo significativo que confiere contenido, significación, valor y sentido a la vida.

Entonces, en una realidad que no existe más que en nuestra mente, y donde la vida no tendría ningún sentido ni significado trascendente, la Eutanasia resulta la respuesta lógica de un modelo cultural que ha logrado cuestionar las bases mismas de la evolución humana, y que lleva implícita la tendencia al suicidio de la especie, esto es, a nuestra propia Extinción.

En términos más amplios, esta lógica se encuentra claramente expresada en nuestra actitud hacia el Planeta y la Naturaleza: hoy estamos aplicando una verdadera Eutanasia Planetaria Masiva, extinguiendo más de 40 especies por año, depredando hasta el último rincón de la Tierra, contaminando polucionando y envenenando todos los ecosistemas, alterando el Clima global, y provocando sistemática y consistentemente, las condiciones necesarias para un proceso de extinción masiva de la actual biota planetaria, incluido el propio Ser Humano.

Entonces, decir NO a la Eutanasia es la única respuesta ética de quienes sostenemos que Dios, Hombre y Naturaleza son un todo único e indivisible, y la última respuesta a la entronización absoluta del materialismo, y su corolario de muerte, aniquilamiento y extinción. 

Alexis López Tapia

 

  7.- Bibliografía

  • Buela, Alberto; “Notas sobre ética y Bioética”, Buenos Aires, 2005.
     

  • Gafo J: "Eutanasia", en Diez palabras claves en Bioética, Ed. Verbo Divino, Navarra, 1993, p.p. 91 – 135.
     

  • Gracia, D: "Historia de la eutanasia", en Gafo J (Ed.): La eutanasia y el arte de morir, UPCM, Madrid, 1990, p.p. 13 – 32.
     

  • Heinecke Scout, Luis; “Método de intelección estratégica”, Santiago, 2005.
     

  • Kottow M: “Introducción a la Bioética”, Ed. Universitaria, Santiago, 1995, p.p. 154 – 157.
     

  • Kuhse H: "La eutanasia", en Singer P (Ed.): Compendio de Ética, Alianza Editorial, Madrid, 1995, p.p. 405 – 416.
     

  • Lavados M: "Decisiones ético – clínicas en el caso de un paciente terminal con cáncer metastásico. El problema de la eutanasia", Rev. Méd. Chile 122: 563 - 571, 1994.
     

  • López E: "La eutanasia y el derecho a morir con dignidad", en Etica y vida, 2ª. ed., Ed. Paulinas, Madrid, 1990, p.p. 219 – 236.
     

  • López, Alexis; “Raza, racismo, antirracismo y Evolución”, Editorial Excálibur, Santiago, 1998, versión digital Revista Acción Chilena, Sección Ensayos (www.accionchilena.cl)

    “La Libertad como consecuencia fundamental de la Naturaleza Humana”, en Revista Acción Chilena en Internet, Sección Ecofilosofía, Santiago, 1998.

    “Ecofilosofía y Política de Patria Nueva Sociedad”, Tercera parte “PNS frente al Deconstruccionismo”, en Revista Acción Chilena en Internet, Sección Doctrina, Santiago, 2006.
     

  • Lozano, M; “El Nuevo Orden Mundial: Génesis y Desarrollo del Capitalismo Moderno, Alba Longa Editorial, 1996
     

  • Reichel W, Dyck AJ: "La eutanasia: Un dilema moral contemporáneo", The Lancet (Ed. Esp.) 16 (4): 255 - 257, 1990.
     

  • Roa A: "La eutanasia y las nuevas concepciones sobre la muerte", Revista de Filosofía 47/48: 37 - 48, 1996.
     

  • Sánchez M: "La calidad de vida en la toma de decisiones sobre enfermos terminales", Quaderni di Bioetica e Cultura 3: 87 - 101, 1995.


 

  • [1] Aristóteles, “Etica Nicomaquea”, 1103 a 17
     

  • (2) Vida, M.. Marciano citando la “Utopía” de Tomás Moro en “Bioética”, Segunda edic. Ed. Tecnos Pág. 69
     

  • (3) Angelo Papacini citando a Hume en "Kant y el Derecho a la Vida", Pag, 83, Cali, Colombia, 1993.
     

  • [4] Cecil Rhodes: Capitalista e Imperialista británico, dueño de las minas de Diamantes de Sudáfrica, miembro de la secta Skull & Bones y de la American Eugenics Society.
     

  • [5] López, Alexis; “La libertad como consecuencia fundamental de la Naturaleza Humana”, en Sección Ecofilosofía de  Revista Acción Chilena en Internet, www.accionchilena.cl/ecofilosofia
     

  • [6] Buela, Alberto; “Apuntes sobre ética y bioética”, Sección Filosofía de Revista Acción Chilena en Internet: www.accionchilena.cl/filosofia
     

  • [7] Etica Nicomaquea, 1112 b 11-15).
     

  • [8] “Quiéralo o no”
     

  • [9] Heinecke Scout, Luis, “Método de Intelección Estratégica”, Santiago, 2005.
     

  • [10] Del latín sui, de sí mismo, y cadere, matar.