CENTRO EVOLIANO DE AMÉRICA
EN EL NOMBRE DE LA TORÁ: HISTORIA DE LA OPOSICIÓN JUDÍA AL SIONISMO
por Marcos Ghio
Tal es el título de la obra que en nuestra lengua y por razones comerciales ha sido traducido como Contra el Estado de Israel (Ediciones Martínez Roca, 2008) y cuyo autor de origen hebreo, Yakov Rabkin, es un importante catedrático de historia en la Universidad de Montreal. Este texto brillante de más de 300 páginas llena una laguna inmensa existente hasta nuestros días y es la de la carencia de un pormenorizado estudio de todo ese importante movimiento que, en el seno de la colectividad judía, durante más de un siglo luchó hasta las últimas consecuencias en contra del sionismo, habiendo entregado muchos de sus integrantes su vida y habiendo sido condenados al anonimato, cuando no a la execración colectiva aun hasta nuestros días. Debido al inmenso valor que tiene dicho texto nos remitiremos a hacer una síntesis del mismo en sus elementos esenciales, aunque dejando en claro que ello no exime para nada de su lectura, debido a la inmensa riqueza conceptual y erudición demostradas en abundancia por el autor.
a) Diferencias entre Judaísmo y sionismo
El gran acierto de la obra de Rabkin es el de haber señalado que el conflicto entre sionismo y judaísmo se comprende en el contexto del que a un nivel más universal se desarrolla entre la modernidad y la tradición. Es decir entre una concepción que pone el acento en lo sagrado y metafísico y aquella otra que en cambio lo sitúa en lo que es meramente humano y secular. En este sentido lo propio del judío ortodoxo (ya se explicará que no tiene aquí nada que ver con aquellos grupos que en su fanatismo en contra de los árabes acuden a la religión) ha estado caracterizado por la búsqueda incesante de una fidelidad lo más absoluta posible hacia la Torá, es decir hacia la ley o tradición heredada directamente de su Dios. Y desde tal perspectiva ha considerado que ha sido justamente por haberse apartado de la misma y por haber seguido a falsos profetas que el judío ha recibido diferentes sanciones a lo largo de la historia, comenzando por el exilio en Egipto, pasando luego por el cautiverio de Babilonia hasta arribar a la destrucción del Templo por parte de los romanos, siendo la consecuencia de todo ello su largo exilio o Diáspora por todo el mundo que continúa durando desde dos mil años. Que por lo tanto, así como la pérdida de su nación y el exilio han representado un castigo, la restauración del Templo y el regreso a la Tierra Prometida sólo le puede ser devuelta al judío por el mismo Dios que se lo ha previamente quitado y que es efectuado sólo en el momento en que corrobora el retorno de su pueblo a un estado de obediencia plena, lo cual se hará expreso a través de un 'enviado' o Mesías que llegará el día del perdón por las faltas cometidas. Es interesante constatar también que tal sector no fija fecha con respecto a tal acontecimiento ya que lo considera en última instancia como dependiente de la conducta que el hombre haya asumido en relación a su Dios. De este modo el ortodoxo, al no caer en fatalismo, tampoco cae en una conducta mesiánica y milenarista propia en última instancia del movimiento sionista. Todas estas cosas que habrán de suceder estarán en última instancia determinadas por el hecho de que el judío haya cumplido adecuadamente con una conducta piadosa y de obediencia hacia su Creador.
Y esta actitud implica necesariamente dos cosas: 1) por un lado saber padecer con dignidad el largo exilio, manteniendo la propia identidad sin mezclarse con otros pueblos aun viviendo en el seno de éstos. Y por el otro -y aquí es donde se inscribe la lucha en contra del sionismo- 2) en rechazar y combatir todos aquellos conatos de rebeldía consistentes en la adoración de ídolos y de falsos profetas, cuya presencia no solamente obstaculiza y retrasa la llegada del tan anhelado Mesías, sino que, por reacción del mismo Dios ante tal rebeldía, los padecimientos de tal pueblo serán mucho mayores que los acontecidos hasta ese momento.
Es dentro de tal contexto que el movimiento tradicional judío rechaza lo acontecido con la Revolución Francesa que ve como uno de los verdaderos antecedentes del sionismo. En lo relativo a la propia colectividad tal movimiento moderno en la medida que ha producido la propia emancipación ha simultáneamente a ello retrasado la llegada del Mesías. Esa pretendida libertad adquirida por el judío al salir del guetto, lejos de haber representado una conquista, ha significado por el contrario la fuente de una verdadera esclavitud mucho más terrible que la segregación que se padecía desde la misma antigüedad. Mientras que vivía en la interioridad del guetto, el judío podía cultivar libremente sus propias tradiciones, sin interferencias de ningún tipo que lo coartasen e introdujesen presencias extrañas a su propia identidad; en cambio al salir afuera hacia el mundo, ha acontecido que esta especificidad fue siendo eliminada lentamente a través del proceso de secularización que ha consistido principalmente en haber vaciado de contenido sagrado a las propias creencias religiosas para utilizarlas en cambio con una finalidad espuria. El laicismo, el liberalismo y el socialismo, ideologías propias de la modernidad que han sido verdaderos cánceres para el mundo occidental han terminado contaminando también el espíritu tradicional judío justamente con la excusa de la tan mentada emancipación, la que ha sido ensalzada como una verdadera conquista cuando ha significado exactamente lo contrario.
Es a partir de esta desviación que puede explicarse la aparición del sionismo y su condena como una intromisión no judía en el seno de la propia colectividad. Este movimiento ha traído consigo todas las distintas expresiones de contaminación moderna acontecidas en el seno de diferentes comunidades y culturas. En primer lugar por su nacionalismo. Mientras que una concepción tradicional pone el acento en el factor metafísico y religioso subordinando al mismo todo lo demás, el nacionalismo, lo mismo que el liberalismo y el socialismo, por el contrario subordina tales cosas a una finalidad política. La frase de un pensador sionista grafica magníficamente esta desviación. "Dios no existe, pero nos ha prometido una tierra". Es decir que el sionista en el fondo no es religioso ni creyente, pero en función del nacionalismo que lo convoca está dispuesto a utilizar para sus fines la propia religión en tanto le asigna un valor positivo que hay que rescatar en función de sus metas políticas; por lo tanto es el encargado de vaciar a la religión de su contenido metafísico y solamente se interesa por ésta en tanto proporciona un vínculo social y espiritual adecuado para los fines buscados. El autor hace aquí una interesante analogía con la figura del francés Charles Maurras. Bien sabemos que este último era positivista y no creía en religión alguna, sin embargo exaltaba del catolicismo su valor de cohesión social del espíritu francés. El sionista hace lo mismo con la religión judía, le interesa no por su valor veritativo, sino por el lazo que genera entre las personas a fin de utilizarla para su fin propio.
b) La lucha entre judaísmo y sionismo
El autor nos hace notar un hecho que hoy en día suele silenciarse: que el movimiento sionista, debido a su carácter marcadamente secular y laicista, generó desde sus inicios un profundo rechazo por parte de la colectividad judía milenaria que siempre se ha caracterizado por su carácter tradicional. Y este conflicto fue muy agudo desde fines del siglo XIX hasta la primera mitad del XX y que a su vez el sionismo fue durante mucho tiempo minoritario recibiendo condenas categóricas de parte de la inmensa mayoría de los judíos. Es interesante señalar aquí las razones por las cuales el mismo fue creciendo cada vez más hasta llegar a nuestros días en que la situación se ha invertido totalmente en modo tal que se ha terminado identificando como un mismo hecho el ser judío con el ser sionista, siendo algo sumamente inusual, pues nadie identificaría por ejemplo ser argentino con peronista o ruso con comunista o cualquier ideología que fuese. La gran habilidad manifestada por los sionistas ha sido el haber logrado identificar su causa, que es propiamente la perteneciente a una determinada ideología, con la de una comunidad entera. Si bien el creador del sionismo fue Teodoro Hertzl y es de origen alemán, de acuerdo al autor la gran cuna de tal movimiento y su desarrollo hay que hallarla principalmente en Rusia. Y aquí es dable señalar un hecho histórico significativo. El zarismo ruso, en razón de los influjos liberales recibidos, durante la segunda mitad del siglo XIX fue sumamente abierto hacia la comunidad judía permitiéndole integrarse más que a las otras a la propia comunidad nacional. Sin embargo, a raíz del atentado que costara la vida del zar Alejandro y que fuera efectuado por un judío, esta tendencia se revirtió repentinamente y se desencadenaron varias persecuciones y pogroms en contra de tal comunidad. En el seno del judaísmo ruso fueron confrontando entonces dos tendencias contrapuestas. La de aquellos que achacaban a la emancipación la crisis y persecuciones que estaban sufriendo los judíos y la de los otros que consideraban que por el contrario lo que confabulaba más con su represión era el carácter habitualmente manso y sumiso que éste había asumido durante siglos de diáspora. La idea de estos últimos era que el judío debía hacerse respetar con una actitud de fuerza, a lo que los tradicionalistas le contestaban que el exilio y la exclusión eran una condición natural de un pueblo que se había rebelado contra su Creador y que tal situación podía compararse a la que pudiese vivir una oveja rodeada de 70 lobos feroces. Si ésta quería sobrevivir a fin de asegurar el retorno del Reino y del Mesías había que evitar cualquier tipo de confrontación y tratar de pasar desapercibidos. Una oveja no debe tratar de morder a un lobo por más de que éste se encuentre dormido o enfermo, es lo que decían los tradicionalistas a los sionistas que trataban de aprovecharse de las crisis que vivían en ese entonces los pueblos no judíos.
Este argumento es el que hoy los ortodoxos sostienen en contra del sionismo. Cuando éste asume actitudes de violencia en contra de los árabes lo que consigue no es tanto hacerse respetar sino que con el tiempo los setenta lobos que rodean al judío resuelvan unirse todos juntos en contra de la oveja.
c) Los grandes sostenes que han permitido el triunfo del sionismo
En este punto es donde viene la parte más significativa e interesante de la obra. Trataremos de señalar los puntos esenciales. El autor demuestra con una bibliografía contundente 1) que no fueron sionistas los primeros judíos que poblaron Palestina y que por el contrario cuando los primeros colonos de tal ideología arribaron a tales territorios fueron tratados con mucha hostilidad por su propia comunidad. 2) Que antes de la llegada del sionismo en Palestina los árabes y los judíos coexistían en manera pacífica sin ningún tipo de enemistad y ello también quedaría corroborado por la coexistencia que las dos colectividades tuvieron en España antes de la Reconquista. Si en el Occidente pudieron existir brotes de antisemitismo, éstos eran inexistentes totalmente en territorio palestino oriental en donde dos comunidades semíticas, palestinos y judíos sefaraditas coexistían pacíficamente. Fue la utopía sionista del Estado de Israel que debía constituirse sobre las ruinas de las comunidades palestinas lo que estableció el primer gran conflicto que se desarrolló en los albores de la segunda guerra mundial. 3) El autor nos agrega otro detalle significativo. Él nos dice que la emigración hacia territorio palestino que fue sostenida como la gran meta del sionismo de posguerra, justamente en razón de esta enemistad generada artificialmente, impidió que se pudiese realizar en el momento adecuado y necesario y por lo tanto terminó facilitando así el tan mentado Holocausto, el cual fue explícitamente inducido por los sionistas con la finalidad de encontrar un mito justificativo o una excusa para fundar su propio Estado. En tal aspecto no sólo por su nacionalismo extremo, sino también por su solución del problema judío nazismo y sionismo coincidían en lo mismo desde planos diferentes. Los dos consideraban que existía un 'problema judío' en Europa y que debían irse a otra parte formando su propio Estado. Al sionismo el 'antisemitismo' le vino como un anillo al dedo y son varios los autores antisionistas judíos que consideran que el nazismo y el Holocausto fueron expresamente inducidos. Para el sionismo es indispensable que en el mundo exista un ‘problema judío’ pues de tal modo el Estado de Israel sería la solución.
d) El sionismo cristiano
Pero la obra además de tener el valor de haber roto con el mito tan adentrado en nuestros tiempos de identificar al Estado de Israel con los judíos del mundo entero, también ha logrado romper con otro no menos siniestro que es el de concebir que solamente los judíos pueden ser sionistas. La abundante documentación presentada sobre la existencia, especialmente en los Estados Unidos, del movimiento cristiano sionista de origen protestante es una prueba irrefutable de tal concepto. El autor demuestra que tal lobby que agrupa a centenares de miles de personas representa el principal sostén que hoy tiene el Estado de Israel en el seno de la sociedad norteamericana, mucho más que la misma colectividad judía, respecto de la cual demuestra con cifras contundentes que en su inmensa mayoría no solamente es ajena a los avatares del Estado de Israel, sino que se ha opuesto masivamente a las aventuras bélicas recientes tales como la guerra de Irak o las posibilidades de una invasión a Irán. A su vez es también el fanatismo protestante el que ha alimentado a aquellos grupos judíos pretendidamente ortodoxos, pero calificados por el autor como 'nacional religiosos', que han asumido una actitud de exaltación religiosa del Estado de Israel confundiéndolo con la misma obra de Jehová, incurriendo así en una verdadera apostasía al identificarlo con una expresión humana y por lo tanto contraria a tal religión. Pero más interesante todavía es el fundamento teológico por el cual este importante sector del protestantismo apoya abiertamente al Estado de Israel y al sionismo desde una perspectiva 'cristiana'. Basándose en una antojadiza interpretación del texto evangélico éste afirma que como el fin de la historia está representado por la conversión de los judíos al cristianismo, el paso previo a tal acontecimiento estaría representado por el triunfo del Estado de Israel sobre las fuerzas idólatras que lo rodean, personificadas por los pueblos islámicos que representarían a las fuerzas del Anticristo. Israel es visto así, más que como un Estado de religión judía, como la avanzada de Occidente en el seno del Oriente, como un verdadero anticipo de la consumación de los tiempos.
Podemos agregar por cuenta nuestra que cuando el papado romano califica a los judíos como sus hermanos mayores e indica que sólo con éstos puede haber diálogo verdadero y no con el Islam que es una religión violenta, no se está muy lejos de este cristianismo sionista. De la misma manera que también lo estaría seguir sosteniendo como dogma la idea de que el fin de los tiempos pasa por la conversión de los judíos al cristianismo. Nosotros desde nuestro Centro y en coincidencia con lo afirmado en esta obra, creemos por el contrario que el judío debe convertirse a la propia religión, es decir dejar de ser sionista y hacerse propiamente judío. Pero junto a ello bregamos también para que la Iglesia católica y el 'occidente' dejen de ser sionistas.
Conclusión
En fin, el comentario pormenorizado de esta obra nos llevaría a un terreno inagotable por la gran cantidad de caminos que se nos abren para desarrollarlos hasta el final. Nosotros queremos agregar que desde nuestra postura aria y católica discrepamos con el punto de vista semita que allí se plantea. Nuestro Dios no es el Otro, sino la parte más profunda de nosotros mismos. Frente al crudo monoteísmo sea islámico como judaico contraponemos el trinitarismo en tanto síntesis y continuidad de la concepción greco-romana en la que Dios y hombre no eran cosas contrapuestas, sino complementarias e incomprensibles la una sin la otra. Pero somos respetuosos de otra forma diferente de concebir el vínculo con los sagrado y consideramos que así como el católico y el musulmán deben volver a su propia tradición, el judío no debe dejar de ser tal y que su verdadera conversión pasa por desprenderse de su degeneración sionista. Las religiones deben unirse en su fondo metafísico. La modernidad con su proceso de secularización y laicismo representa la gran oportunidad para que ello se consume. En algún momento, cuando formulamos la necesidad de unir al Islam con el catolicismo en el fundamentalismo, se nos preguntó si ello era también posible en el caso del judío. Diremos que sí siempre y cuando éste elija la Torá en vez del Estado de Israel.
Epílogo
No podemos dejar esta nota sin señalar algunas referencias puntuales. El judío ortodoxo considera al Estado de Israel como una verdadera aberración y que es el principal obstáculo para la venida del Mesías, que su simple existencia en vez de producir la liberación de los judíos terminará por el contrario determinando padecimientos aun mayores y un exilio aun más conflictivo. Tiempo atrás, gracias a un encuentro sobre el Holocausto que se hizo en Teherán, el mundo pudo enterarse de la existencia de un importante movimiento judío el Nature Karta dirigido por varios rabinos ortodoxos que denunciaban la utilización del Holocausto para fines políticos inconfesables. El autor nos señala las profundas persecuciones que tuvo que padecer tal movimiento con sede en Nueva York al cual le fue incendiado el local en plena sociedad democrática. Pero queremos también señalar la existencia entre tantos del rabino Moshe Hirsh de Mea Shearím que fuera Ministro de Asuntos judíos de Arafat cuando dirigía la Autoridad Palestina. Y tantos otros que han dado un verdadero ejemplo de heroísmo en tanto que muchos de ellos terminaron muertos por la tiranía sionista y a quienes queremos rendir nuestro homenaje con esta nota.
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