Perdón por el germanismo algo estrafalario, pero en alemán existe un término
muy gráfico para describir la angustia que se apodera de quienes sienten
que están perdiendo su última oportunidad. El término es el título de
esta nota: Torschlusspanik. Con esa facilidad que tienen los germanos para
"armar" palabras casi a placer, ésta se compone de tres términos:
Tor que significa "puerta", "portón",
"portal"; Schluss, que significa "fin"; "cierre";
"término"; y Panik, que – como cualquiera puede adivinar –
significa "pánico". Torschlusspanik significa, pues, algo así
como "Pánico ante el cierre de las puertas".
La palabra remite a la Edad Media. A la puesta del sol en ciertos centros
urbanos se cerraban las puertas de la ciudad por motivos de seguridad. Las
personas que no habían conseguido entrar a la ciudad hasta esa hora debían
pernoctar fuera de sus muros y quedaban por consiguiente expuestas a los
ladrones, a los lobos y a las inclemencias del tiempo. La puesta del sol
significaba, así, la última oportunidad para ingresar al perímetro de
seguridad que brindaban los muros y las fortificaciones que normalmente
rodeaban a las concentraciones urbanas.
La cuestión viene a cuento porque últimamente estamos asistiendo a una
versión actualizada de esta clase de pánico en lo referente a la, en
apariencia interminable, crisis de Medio Oriente. Frente a quienes
intentan explicar esta crisis de un modo objetivo, la propaganda oficial
insiste en sostener que las teorías conspirativas son pura fantasía, y
que los EE.UU. y sus aliados luchan por permitir el desarrollo de la
democracia y por la eliminación de las armas de destrucción masiva. Y
por supuesto, también por la vigencia de los derechos humanos.
Adicionalmente, para los algo más suspicaces, se sugiere tímidamente que
todo es una cuestión de petróleo.
Por de pronto, es cierto que existen teorías conspirativas realmente
descabelladas, o por lo menos increíblemente fantasiosas; aunque ello no
implique necesariamente que no existen las conspiraciones. También es
cierto que la implantación de la democracia liberal resulta ventajosa
para la plutocracia financiera internacional por la facilidad con que los
regímenes democráticos son manipulables debido a su dependencia del
dinero. No menos cierto es que, mientras más desarmadas e inermes estén
estas democracias, más fácilmente cederán ante las presiones de las
potencias que ni en sueños piensan deshacerse de sus propias armas de
destrucción masiva. Y, por último, no es un secreto para nadie que el
petróleo sigue siendo todavía un tremendo negocio al cual sus operadores
no piensan abandonar de un día para el otro.
Pero, así y todo, el análisis en profundidad de lo que está ocurriendo
en Medio Oriente y su zona de influencia revela que, además de estos
factores, hay otra cosa en juego. Lo revela, más que nada, el nerviosismo,
la insistencia – uno casi estaría tentado a decir la histeria – de
los principales actores participantes en hacer estallar una nueva guerra.
Si recurrimos un poco a los antecedentes, este notorio nerviosismo y este
apuro empiezan a tener explicación.
Los vaticinios de Ariel Sharon
Apenas algunas semanas antes de la guerra de Irak, en febrero de 2003, una
delegación de legisladores norteamericanos y el entonces embajador de los
EE.UU. ante la ONU John Bolton, se reunieron con los dirigentes israelíes
Benjamín Netanyahu y el entonces primer ministro Ariel Sharon,
oficialmente para discutir las estrategias tendientes a "prevenir la
proliferación de armas de destrucción masiva". Poco después de esa
visita, Bolton declaró que, una vez completado el cambio de régimen en
Irak, "será necesario tratar las amenazas provenientes de Siria, Irán
y Corea del Norte". [[1]]
Dejando de lado lo de Corea del Norte que no fue sino una expresión de
deseos entremezclada por el propio Bolton, esas palabras no hacían más
que reflejar y repetir las declaraciones de Sharon. "Después de Irak,
hay que despojar a Irán, Libia y Siria de las armas de destrucción
masiva" – había dicho Sharon agregando que – "Israel está
preocupado por la amenaza a su seguridad que representa Irán". Más
aun: insistió en que había que ocuparse de Irán incluso mientras la
atención norteamericana estuviese enfocada sobre Irak. Es que, según la
visión estratégica de los israelíes, en ese momento y en las palabras
del propio Sharon, "una acción exitosa de los norteamericanos en
Irak como modelo hará que ello (la neutralización de Irán, Libia y
Siria) será más fácil de lograr". [[2]]
Pues bien, como suele suceder muchas veces en política y especialmente en
política internacional, las cosas no resultaron exactamente tan fáciles
como se creyó en aquél momento. En sí misma, la operación militar
contra Irak no representó demasiadas dificultades para los
norteamericanos. Pero la consolidación política de esa operación
militar terminó en una pesadilla que casi resulta inmanejable.
El papelón de Irak
Por de pronto, las supuestas "armas de destrucción masiva" de
Saddam Hussein no aparecieron jamás, lo cual significó un descrédito
muy difícil de disimular para la política exterior norteamericana. Pero,
aparte de ello, aunque menos difundido, también está el hecho que la
"democracia" falló estrepitosamente en concitar el entusiasmo,
o siquiera la adhesión, de los iraquíes. Con ello, quedaron invalidados
objetivamente los dos grandes argumentos esgrimidos por el Departamento de
Estado y sus aliados para tratar de justificar el ataque a Irak. Al final,
los anglo-norteamericanos se retiraron de Irak sin haber hallado las armas
de destrucción masiva y sin haber conseguido implantar una democracia ni
siquiera remotamente coherente en dicho país.
La pregunta es: si en realidad no consiguieron presentar como trofeo
ninguno de los objetivos esgrimidos para justificar la guerra, ¿por qué
se retiraron?
Lo de las armas de destrucción masiva puede ser dejado de lado. Todo el
mundo sabía que Saddam no las tenía, y la CIA, el MI5 y el Mossad lo sabían
mejor que nadie. Quizás alguien en su momento especuló con "plantarlas"
pero nadie consiguió imaginar una manera creíble de hacerlo. Sucede
sencillamente que no es suficiente poner un artefacto nuclear en alguna
parte y luego proclamar muy suelto de cuerpo: "¡Aquí está!".
Cualquiera con dos dedos de frente se preguntará inmediatamente con qué
y cómo llegó a fabricarse ese artefacto. Y, si no hay instalaciones ni
estructura técnico-científica para mostrar, toda la historieta se vuelve
automáticamente increíble. Dicho sea de paso: ése es el error que ahora,
en función de la experiencia iraquí, se corrigió en el caso de Irán.
En esta oportunidad lo primero que se hizo fue acusar a los iraníes de
querer utilizar con fines militares su programa de desarrollo nuclear. De
esta manera ha quedado fijada en las conciencias de la población mundial
que Irán realmente tiene instalaciones y estructuras tecno-científicas
nucleares; algo que permitiría el día de mañana hacer creíble el
"hallazgo" de algún artefacto nuclear bélico sobre suelo iraní
– y esto en la medida en que la constante amenaza internacional no
empuje a los iraníes a cometer el error de desarrollar efectivamente algún
arma nuclear por iniciativa propia.
Lo de "llevar la democracia a Irak" ya es algo más escurridizo.
Por de pronto el concepto de "democracia" es tan elástico que,
a los efectos prácticos, abarca desde monarquías más o menos
constitucionales hasta republiquetas meramente formales, casi totalmente
carentes de soberanía. En consecuencia, discutir si el actual Irak es –
o no – una "democracia" implica entrar en vericuetos semánticos
y argumentos bizantinos de los cuales no hay salida coherente posible. Lo
concreto en el caso de Irak es que los norteamericanos, después de muchas
idas y vueltas, finalmente consiguieron imponer allí un régimen débil,
virtualmente paralizado por sus propios conflictos internos, sin poder político
propio, con una economía fuertemente dependiente y sin ninguna capacidad
de maniobra real a nivel internacional. Lo cual, con casi total certeza,
fue el objetivo estratégico principal a lograr desde el principio. Con
ello, el negocio petrolífero está asegurado, así como lo está también
el control financiero. Entre ambos el control económico del país es, de
este modo, completo. A lo cual se agrega que, si bien Irak nunca tuvo
armas de destrucción masiva, la situación actual garantiza que tampoco
las tendrá en el futuro. En resumen: la actual política iraquí tiene
claramente marcados sus límites y ya no representa un factor relevante
para la estrategia norteamericana e israelí en Medio Oriente.
Ésa es una parte de la realidad que explica en buena medida la retirada
de los norteamericanos de Irak en Diciembre 2011. La otra parte se explica
por la necesidad de un empleo racional de los recursos. A la pregunta de:
"¿Por qué se retiraron los norteamericanos de Irak?" podría
responderse sencillamente con: "Porque se estima que pueden llegar a
hacer falta en otra parte".
Esa "otra parte" se desprende claramente de los últimos
acontecimientos de la llamada "primavera árabe". Si recordamos
las palabras de Sharon de 2003, después de Irak tenían que venir Libia,
Siria e Irán. No vinieron tan rápidamente como se especulaba hace nueve
años atrás. Pero vinieron. Después del interregno egipcio como
disparador y catalizador, Libia terminó siendo liquidada. Las operaciones
en Siria se hallan en pleno desarrollo. Solo faltaría Irán, el tercer
objetivo, anunciado por Sharon en su momento e insistentemente proclamado
desde entonces por todos los canales de difusión del sistema.
Líneas que no se deberían cruzar
El enorme nerviosismo que se percibe últimamente entre los promotores de
esta escalada de violencia se debe, en último análisis, a dos probables
motivos.
Por un lado, la operación en Siria se está complicando. Bashar el Asad
está resultando ser un hueso algo más difícil de roer que Gaddafi. En
parte porque quienes se le oponen no consiguen ponerse de acuerdo en el
reparto del posible botín. Ni Burhan Ghalioun, ni los Hermanos Musulmanes,
ni Haytham Manna, ni Rial al Asad, ni Mustafá Ahmad al Sheikh consiguen
ponerse de acuerdo en quién debería liderar a la oposición y
convertirse eventualmente en el sucesor de Asad. Pero en buena medida
también porque – a diferencia de Libia en donde la OTAN hizo prácticamente
lo que le vino en gana – en Siria la cosa es un poco más compleja.
Hacia fines de noviembre 2011 Rusia decidió enviar tres destructores
acompañados por el portaaviones lanzamisiles "Almirante Kuznetsov"
al puerto sirio de Tartus, donde ya trabajaban unos seiscientos militares
rusos. [[3]] A esto se agrega que hace algunos días Irán también envió
dos de sus buques de guerra a la misma región y al mismo puerto. [[4]] Si
tenemos presente, además, que Rusia ha estado suministrando armas y
pertrechos al gobierno sirio en forma regular [[5]] la pregunta surge casi
por si sola: ¿representa Siria la línea que Rusia decidió no permitir
cruzar?
Por el otro lado, el embargo petrolero que se le ha querido imponer a Irán
no funciona demasiado bien con China que depende fuertemente del petróleo
de Medio Oriente. Tampoco funciona demasiado bien con la India que se
halla en una situación similar. Sea como fuere, en Beijing no están para
nada entusiasmados con la idea de abandonar Irán a su suerte aunque,
pragmáticos como son los chinos, si los saudíes compensaran a China por
la pérdida del petróleo iraní quizás las posiciones chinas se vuelvan
algo más flexibles. [[6]] De todos modos, la reticencia china de depender
de un solo proveedor hace surgir otra pregunta: ¿será Irán la línea
que China, y quizás también la India, decidieron que las potencias
occidentales no deben cruzar?
Con todo lo anterior, lo único indudable es que el conflicto amenaza con
estirarse – o, peor todavía, quedar fuera de control – y ello
necesariamente repercute negativamente en la estrategia de Israel contra
Irán. Una estrategia que desde el punto de vista militar y político, si
bien ya está adecuadamente instalada en los medios masivos de difusión,
resulta incomparablemente más difícil de llevar a cabo que la
oportunamente decidida contra Irak. Poniéndolo en términos simples: si
el operativo iniciado con la "primavera árabe" llegara a
terminar en un completo e incontrolable caos en Medio Oriente, el
proyectado ataque a Irán se hará más difícil todavía de lo que ya es,
al punto que hasta puede llegar a resultar imposible.
Las presiones de un tiempo que se acaba
Pero, más allá de las complicaciones en Siria, el segundo – y en mi
modesta opinión principal – motivo que explica el Torschlusspanik de
norteamericanos e israelíes es que se les está acabando el tiempo.
La configuración del poder en el mundo se está reacomodando. Después de
la desaparición de la Unión Soviética el sistema bipolar de la guerra
fría fue reemplazado por un sistema de hegemonía norteamericano-israelí.
Si recordamos los discursos acerca de "el fin de la Historia" y
el "Nuevo Orden Mundial", es evidente que muchos creyeron poder
mantener esta hegemonía de un modo indefinido. Sin embargo, el sistema
financiero internacional – que es el talón de Aquiles del capitalismo
plutocrático – les ha jugado una mala pasada a quienes veían el futuro
en términos de una globalización capitalista y demoliberal. Porque la
codicia y la usura – que constituyen el talón de Aquiles del sistema
financiero internacional – provocaron una sucesión de crisis después
de 1989.
Solo para mencionar algunas: la crisis financiera asiática de 1997, la
burbuja financiera e inmobiliaria del Japón de 1980/1990; la crisis
bancaria de Venezuela de 1994 y el "tequila" mexicano del mismo
año, la crisis financiera rusa de 1998; la crisis financiera dominicana
de 2003/2004, el colapso de la burbuja inmobiliaria norteamericana en 2006
con la crisis de las hipotecas de 2007; la crisis bursátil norteamericana
de enero 2008 y la mundial de octubre del mismo año que se extiende hasta
nuestros días; todas ellas erosionaron el prestigio, la credibilidad –
y, por lo tanto, el poder – de quienes se creían depositarios de una
hegemonía inconmovible.
Tanto las crisis financieras brevemente apuntadas como las tendencias del
mundo en general indican un retroceso progresivo de la hegemonía
norteamericano-israelí. Y ya que hemos citado a Ariel Sharon más arriba
quizás convenga recordar lo que éste le dijo a Shimon Peres el 3 de
octubre de 2001. Cuando Peres sugirió que Israel podría perder el apoyo
estadounidense si no detenía las incursiones israelíes en los
territorios ocupados, Sharon le respondió: "Cada vez que hacemos
algo, me dices que América hará esto o lo otro. Quiero decirte algo muy
claro: No te preocupes por la presión norteamericana sobre Israel.
Nosotros controlamos América y los americanos lo saben". [[7]]
Sucede, sin embargo, que por más control que tenga el lobby israelí
sobre la política exterior norteamericana, el mismo peso internacional de
los norteamericanos se está debilitando progresivamente. Y las sucesivas
crisis financieras han erosionado el poder real no solo de los EE.UU. sino
el de toda la plutocracia internacional.
Las tendencias que se observan en el mundo actual indican claramente que,
dentro de 10 o 20 años – como máximo – el tándem Israel- EE.UU. ya
no dispondrá de una hegemonía tan incontestable como el que tuvo hacia
fines del Siglo XX y durante los primeros años del XXI. De hecho, hoy
mismo ya no la tiene. A pesar de toda la ofensiva mediática dirigida a
presentar a Irán como "el malo de la película", los hechos
objetivos demuestran que ya no es posible atacar a Irán con la misma
facilidad y con los mismos argumentos infantiles que otrora se utilizaron
para invadir a Irak.
Dentro de una década o dos, China, Rusia, India y otros países que
vienen avanzando con fuerza podrán desafiar con éxito la hegemonía
norteamericano-israelí y una nueva configuración del poder internacional
amenaza con hacer imposible tanto el expansionismo israelí como la
continuación de las aventuras bélicas en Medio Oriente. Hay, realmente,
un "Nuevo Orden Mundial" gestándose. Pero no es el que
imaginaron los norteamericanos y quienes los controlan.
Con ello, norteamericanos e israelíes – pero especialmente estos últimos
– habrán perdido su última oportunidad para expandirse y lograr el
control de la región. Porque esa oportunidad es ahora. Para los israelíes,
la partida que se jugará en los próximos meses será una partida contra
reloj. No les queda mucho tiempo, les toca a ellos mover una pieza en el
tablero, y no se ve demasiado bien cual podría ser una jugada seguramente
ganadora.
Según Bobby Fischer – el eximio ajedrecista judío que, por una de esas
curiosas ironías de la Historia, también fue virulentamente antisionista
– solía decir: “Todo lo que importa ante el tablero de ajedrez son
las buenas jugadas”.
El gran problema está en que las jugadas forzadas, en medio del
Torschlusspanik de un tiempo que se acaba, no suelen ser las más
brillantes.
Y, en materia de ajedrez, los iraníes algo deberían saber.
Sus antepasados persas fueron los que inventaron el juego.
Notas
[1] )- Ian Williams, “John Bolton in Jerusalem: The New Age of
Disarmament Wars,” Foreign Policy In Focus, February 20, 2003.; cita en:
http://rightweb.irc-online.org/profile/bolton_john
Consultado el 17/02/2012
[2] )- http://www.haaretzdaily.com/hasen/pages/ShArt.jhtml?itemNo=263941
- citado en: http://www.rense.com/general34/nesxt.htm
Consultado el 17/02/2012
[3] )- Cf. http://www.abc.es/20111128/internacional/abci-rusia-barcos-guerra-siria-201111281750.html
- Consultado el 21/02/2012
[4] )- http://america.infobae.com/notas/44582-Buques-iranies-que-se-desplazaban-por-el-mar-Mediterraneo-llegaron-a-Siria
- Consultado el 21/02/2012
[5] )- http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/02/120201_siria_rusia_armas.shtml
- Consultado el 21/02/2012
[6] )- http://cambiopolitico.com/china-iran-la-ambivalente-carta-petrolera/4571/
- Consultado el 21/02/2012
[7] )- Declaración difundida por la emisora Col Israel y recogida
posteriormente por The Independent Palestinian Information Network, The
Washington Report on Middle East Affairs y el diario ruso Pravda, en su
edición del 4 de octubre 2011.
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