El protagonista de esta historia se llamó Enrique Delorme, fue mi tío y jefe de la estación del pueblo Gerónimo Cortés, a unos tantos kilómetros de la ciudad de Córdoba y de otro pueblo llamado Altos de Chipión, cerca de Mar Chiquita. Mi tío, al que todos conocían como el tio Quico, vivió en ese pueblo con su mujer tía Gilda y sus tres hijos (que actualmente viven en Altos de Chipión).
Cuando su esposa falleció muy joven del Mal de Chagas, sus hijos se casaron, se fueron y él se jubiló... la estación cerró, y con ello el pueblo desapareció junto con sus habitantes.
La
empresa de Ferrocarriles Argentinos le dio dos vagones como vivienda, ya
que nunca pudo comprarse una, esos vagones están hoy en la entrada del
pueblo de Altos de Chipión, vivió ahí hasta que falleció a los 82 años.
Sus dos hijas viven cerca de Altos de Chipión, junto con unos 2.000
habitantes...
Es una triste realidad: al desaparecer el tren, con él desaparecen los pueblos. Es increíble la indolencia e incapacidad de los gobiernos de turno, el tren fue, es y será fuente de comunicación y progreso, por esto, el dolor que producen estas noticias.