La actitud de la diputada Graciela Camaño posee un impensado contenido político. El montonero Kunkel registró en su cara el inicio de un cambio de los tiempos. Las provocaciones ya no son soportadas y se confirman los reiterados presagios de descomposición del kirchnerismo. Se confirman los intentos de coimas para votar el presupuesto según el proyecto oficial. Crece la inflación, el reinado de una inquietud fundamentada e imparable. La incertidumbre.

LA TROMPADA

por Carlos Manuel Acuña para el Informador Público

 

Hay veces en que los pequeños actos resultan expresivos de cosas mayores. Pueden convertirse en símbolos representativos de circunstancias que aguardan dormidas hasta que salen a la luz y suele suceder que los propios protagonistas no dimensionan las consecuencias de sus actos. Éstos pueden ser buenos o malos pero cuando tienen contenido sus proyecciones se muestran con claridad y fuerza. Así sucedió ayer por la tarde durante el debate en la Cámara de Diputados de la Nación , cuando la diputada justicialista Graciela Camaño le dio una trompada a su colega Carlos Kunkel, una figura emblemática de la izquierda oficialista que participa del reducido entorno del poder. En medio de las duras palabras que caracterizaron a esta reunión legislativa, Kunkel se empeñó en manifestarse como vocero del Poder Ejecutivo, es decir, de Cristina Fernández de Kirchner, quien instruyó a los legisladores oficialistas para que se lograra la aprobación del Presupuesto Nacional de Gastos y Recursos para el nuevo ejercicio “sin modificar una coma” del proyecto que desea el Gobierno.

No vamos a entrar en detalles acerca de este remanido asunto, sino que consideramos conveniente detenernos en el hecho singular que afectó al hocico de Kunkel, un hombre representativo de quienes enlutaron a la Argentina durante los años setenta y sospechado de haber asesinado a conscriptos desarmados mientras se bañaban en dependencias de la unidad militar que fue atacada por los montoneros en la capital de Formosa en octubre de 1975, en plena guerra revolucionaria durante el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón. Kunkel nunca ocultó sus ideas extremistas, aunque mantuvo cierta reserva táctica acerca del papel que desempeña como símbolo de ese extremismo y del papel ejercido durante esos años. De hecho, este militante montonero es uno de los tantos que representan la violencia trágica y de la que, latente, existe en los meandros políticos de la Argentina y forma parte de las grandes preocupaciones que afectan a la sociedad. Más aún, Kunkel, al integrar el círculo áulico que rodea a Cristina Fernández, contribuye a dibujar el perfil que comienza a definir las ideas de la presidente de la República después de la muerte de su marido. De allí que la trompada recibida ayer por la tarde en el recinto de la Cámara de Diputados se convierta en un verdadero símbolo expresivo de la resistencias que despiertan entre sus propios correligionarios sus inclinaciones progresistas, el título bajo el cual se refugian los terroristas de antaño para poder actuar en los actuales momentos políticos.

Esto que comentamos es más grave que un simple entredicho entre legisladores enfrentados por disparidad de ideas. Lo ocurrido sirvió para reverdecer las acusaciones de coimas y presiones que señalan al gobierno como responsable de acudir a cualquier medio para aprobar el Presupuesto que necesita para contar con fondos que le permitan llevar adelante la política interna. En pocas palabras, lo que está en danza es todo un proceso de descomposición institucional que ahora se manifiesta cada vez con más fuerza y con interrogantes que aún carecen de respuesta.

Pero lo que desencadena estas reflexiones es el trompazo que la diputada Camaño le brindó a Carlos Kunkel, aun cuando lo quieran disimular como un simple cachetazo. Da lo mismo. Lo que importa es la actitud y lo sucedido. La señora Camaño es una mujer inteligente y de carácter, con una ponderable trayectoria que nadie niega y todos respetan. Además, es la mujer de un importante dirigente sindical, Luis Barrionuevo, que representa a una corriente adversa a la conducción oficial de la Confederación General del Trabajo (CGT), todavía aliada al kirchnerismo o lo que queda de él. Más aún, Barrionuevo es un dirigente más que próximo al ajedrecista de Lomas de Zamora, Luis Alberto Duhalde, quien sigue con detenimiento el complejo escenario político.

Todos estos componentes recuerdan viejas épocas, cuando la izquierda revolucionaria enfrentaba a la ortodoxia peronista; hoy sucede algo parecido, aunque los hechos se desenvuelven dentro de un aparente marco de mayor prudencia, menos agresivo en su superficie pero más intranquilo en su intimidad. Sin embargo, insistimos en que estos componentes del conflicto -de alguna manera hay que llamarlo- tienden a repetir la historia, con el agregado de otro factor importante: el crecimiento desmedido de la inflación, pese a los esfuerzos de Guillermo Moreno, del desprestigiado INDEC y del ministro de Economía, que ahora saca pecho después de la muerte de Néstor Kirchner, que ejercía ese papel aunque sin título formal.

Los hechos indesmentibles en sus formas y contenidos son abrumadores. El trompazo se muestra emblemático y expresivo de la ruptura prepotente de un Kunkel combativo, ligero de boca, que agravió durante muchas sesiones a la señora Camaño. Sin esfuerzo, podemos decir que este tema es un reflejo fiel de lo que ocurre en otros ámbitos, por lo que apreciamos que hay un antes y un después de la actitud decidida de una mujer que resolvió manifestarse acorde con la situación que otros habían creado desde hace mucho y que hoy no reparan en que los tiempos comenzaron a cambiar.