EL URANIO MATA A INVADIDOS E... INVASORES

por Enrique Oliva

extractado de www.bolinfodecarlos.com.ar/informes.htm

El uranio empobrecido es lo que podríamos llamar basura nuclear, que hasta hace unos años no servía para nada, además de un elemento de dificilísimo almacenamiento. Por ello se lo enterraba en países pobres o se lanzaba al mar, en particular frente a las costas africanas. 

Esto significa un riesgo potencial porque sus radiaciones duran por lo menos un siglo y por terremotos o maremotos, o simplemente por la acción del tiempo, pueden dañarse sus envases y provocar catástrofes humanas y ecológicas. Pero los norteamericanos descubrieron que podía utilizarse para revestir proyectiles convencionales aumentando así su potencia mortífera y, muy barato.

Todos los proyectiles utilizados durante el conflicto de 1991 como el actual (contra Irak) llevaban uranio empobrecido, no obstante haberse descubierto que su uso genera gravísimas lesiones simplemente por respirarse los restos contaminantes en la atmósfera. 

Así comenzaron a sentirse sus efectos en los soldados de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, como otros de aquella coalición. El mal se denominó “Síndrome de la Guerra del Golfo”. Este genera una variedad de enfermedades caracterizadas por dolores de cabeza, de articulaciones y músculos, así como fatiga, aturdimiento, náuseas, fiebre, inflamaciones de ganglios, etc. etc.

En la misma década del 90 los proyectiles con uranio fueron utilizados por los yanquis, y la OTAN en sus intervenciones en Kosovo y Bosnia, como otros pueblos de la ex Yugoslavia. Allí los gobiernos europeos que conformaron la coalición “pacificadora y humanitaria”, negaron la existencia del entonces llamado “Síndrome de los Balcanes”. Lo cierto fue que aumentaron las muertes de militares de todos los ejércitos intervinientes, con iguales síntomas a las víctimas del Síndrome del Golfo. Y los gobernantes del viejo mundo alegaron la no existencia del mal, como lo hicieran el Pentágono y sus médicos.

En mayo del 2002, un veterano inglés de la Guerra del Golfo de 1991, Shaun Rusling, ante la negativa del Ministerio de Defensa para acordarle una pensión, y con el apoyo de la Asociación Nacional de Familiares y Veteranos del Golfo, logró que el Tribunal de Apelaciones de Leeds (Gran Bretaña), determinara que el mal existía. Así empezó a concluir una lucha judicial de nueve años y comenzaron otros juicios por pensiones e indemnizaciones, aun no resueltos.

Dos meses después, en julio del mismo 2002, la Asociación de Veteranos Franceses Afectados por el Síndrome de la Guerra del Golfo (AVIGOLFE), con pruebas científicas irrefutables, logró en París que la jueza de instrucción Marie-Odile Bestella-Geoffroy abriera una instrucción sobre la investigación de la enfermedad  y la legalidad de pagar indemnizaciones. Es decir que enfermos y familiares han luchado más de 10 años contra las autoridades militares de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, que negaban la existencia del mal. La justicia de los dos países europeos comenzaran a darles  la razón. La demanda originaria en París la iniciaron doce damnificados, falleciendo pronto dos de ellos.

Hasta aquí hemos hablado de militares que absorbieron las radiaciones por poco tiempo y lejos del momento más peligroso que era cuando explotaban los explosivos. Es decir, que la situación de las poblaciones civiles afectadas que estaban en los lugares  intensamente bombardeados deben sentirse más perjudicadas. 

Alguna prensa europea, como medios y sitios de Internet de Medio Oriente, han difundido fotos y videos sobre muchos casos gravísimos de Kosovo, Bosnia, Afganistán e Irak y, lo más dramático, ejemplos de niños nacidos con malformaciones horribles. muestras insoportables de un verdadero genocidio trasmisible a otras generaciones. Es lo mismo que ocurre en Japón por las primeras bombas atómicas “sucias” arrojadas por los yanquis en Hiroshima y Nagasaki en 1945, consecuencias que la prensa  occidental ignora. 

Algo para pensar los argentinos

La Asociación inglesa declaró sobre el fallo de Leeds: “En términos legales ahora se acepta que existe el Síndrome de la Guerra del Golfo y los graves problemas de salud derivados de él. Los veteranos se han visto perjudicados económicamente y estaban incapacitados para trabajar. Debido al estrés, muchas familias y matrimonios se han roto, su salud se ha visto destrozada y, desgraciadamente, muchos soldados se han suicidado después  de que el Ministerio de Defensa les dijera que no existía el Síndrome de la Guerra del Golfo”.

Ahora bien, a fines del año pasado algunos medios argentinos difundieron una noticia proveniente de Londres, según la cuál se estaba investigando porqué los británicos veteranos de Malvinas estaban registrando un alto número de suicidas, como sucede a nuestros ex combatientes, en número impreciso pero si dudas elevado. Que los ingleses usaron armas y municiones de los Estados Unidos nadie puede negarlo.

El sitio de Internet de informaciones, Urgente 24, difundió una nota del 15 de enero último que, según lo declaró el Pentágono, “una de cada siete muertes de soldados estadounidenses en Irak, en el marco de acciones no hostiles, ha sido suicidio”.

Y agrega: “Otro dato escalofriante tiene que ver con que cuatro soldados en Fort Bragg, dependiente de la Fuerza Aérea, mataron a sus esposas en junio y julio 2002. Tres de ellos habían vuelto de Afganistán y dos se suicidaron después de los asesinatos”. En fin, un tema que vale la pena investigar