VARGAS LLOSA Y EL NACIONALISMO por Alberto Asseff (*)
Mario Vargas Llosa es talentoso. Escribe de maravillas. Es bienvenido a Buenos Aires y es digno de abrir la Feria del Libro del mes próximo. Dicho esto, paso a criticar parte de su pensamiento, expuesto en la edición de LA NACIÓN del 13-3-11. Dice que el nacionalismo es cerril, racista, autoritario y reñido con la cultura. Y expresa que tiene orfandad de ideas, que es incompatible con el diálogo y la diversidad, que es insolidario con los otros humanos y que no produjo un solo tratado filosófico o político, en contraste con “el liberalismo, el socialismo y la democracia” (sic). En una palabra, para el escritor el nacionalismo es lo peor que hay en la tierra. Según el peruano (¿ex?) es execrable sin apelación ni recurso. Mi respuesta es breve y concisa: El nacionalismo es puro amor, sin una pizca de odio. Es humanista, sin un micrón de racismo; es dialoguista, sin un milímetro de autoritarismo; es solidario, sin nada de egoísmo individualista; es el que ayudó a organizar el mundo -si es que podemos decir que está organizado-, sustrayéndolo de la vida tribal o feudal y tiene una montaña -casi una cordillera- de ideas, pensamiento, doctrina y filosofía. El nacionalismo, sí, aprecia el orden y la autoridad, incluyendo la de los padres de familia. ¿Esto es represor? Mal nos ha ido y sigue yendo demoliendo la autoridad y engendrando la anarquía. Es inadmisible que autoridad sea sinónimo de su exacerbación autoritaria o que orden se asimile a represión ilegal. El nacionalismo honra al pasado y se embebe de él, pero jamás se dejará atrapar por lo pretérito por la sencilla razón de que el nacionalismo tiene todas sus energías puestas en el futuro. Se basa en la armonía de clases en lugar de la lucha interna constante entre ellas. Nada más civilizado que la unión en vez del conflicto permanente. En lugar de favorecer la individualidad en detrimento de lo colectivo, busca compatibilizar a ambos, articularlos. El nacionalismo no ignora que el conflicto es parte de la vida, pero su empeño empecinado es licuarlo mediante el proyecto común que enlaza a todos los sectores de la Nación. Articula los proyectos sectoriales en un PROYECTO NACIONAL COMÚN. Es un ‘colectivismo’ humanista y respetuoso de la libertad y personalidad de cada uno. El nacionalismo venera hoy mismo a los indios, negros, mulatos y gauchos que dieron su sangre por la Independencia. Todavía rememora con unción al regimiento pardo de San Martín o a los gauchos de Güemes. ¿Cómo, pues, ser reprochados de racismo? Sólo la ligereza y el prejuicio pueden enrostrarle al nacionalismo una mácula que no tuvo ni tiene en la Argentina. Como ama al país lo quiere integrado a su vecindad y al mundo. Lo único que dice es que para estar y ser parte del planeta PRIMERO HAY QUE TENER SOLIDA PERSONALIDAD o IDENTIDAD PROPIA. El nacionalismo argentino es la corriente de pensamiento que más ama al Paraguay, Uruguay y Bolivia porque al tener CONCIENCIA HISTÓRICA sabe que fueron parte de la misma nación hoy fracturada y por eso mismo el nacionalismo intenta y propende a reconstruirla sobre la base de la confederación de estados pertenecientes a la gran patria compartida. El nacionalismo querría borrar las fronteras con su vecindad ya mismo. Inclusive esa borrada debería abarcar hasta el río Bravo, allá en el deslinde de México con su vecino norteño. Empero, ¿cómo hacerlo sin desmedro de la seguridad? Es innegable que existen amenazas como el narcotráfico, el tráfico de bebés y personas, el de armas, el contrabando a gran escala. El nacionalismo se propone la Unión Sudamericana en los hechos, no sólo en las proclamas. ¿Hay que decir más para probar que no es de capilla ni de aldea, sino de catedral? Es solidario absoluto ante la pobreza y la exclusión. El nacionalismo no es ni demagogo ni populista. Por eso no quiere clientes dependientes – la industria político-electoral de la pobreza -, sino CIUDADANOS DIGNOS, EDUCADOS, ENTRENADOS para el TRABAJO, PREPARADOS PARA SER PROTAGONISTAS DE LA EPOPEYA CÍVICA DE TODOS LOS DÍAS. El nacionalismo es FAMILIERO, es decir apuesta a la primera y esencial base de la arquitectura social y nacional ¿Quiérese más filosofía que ésta? ¿Cuántas ‘doctrinas’ que se mofan de la familia pueden esgrimir más fortaleza filosófica que el nacionalismo? El nacionalismo se inspira en la filosofía del bien común. Es un sistema de pensamiento riquísimo. Es, políticamente, oro puro. ¿Quién puede exhibir una concepción filosófico política superior al bien común? Obsérvese que ‘bien común’ no es comunidad de bienes, sino algo mucho más trabajado, ensamblado y equilibrado. Es la libertad combinada con la justicia. El nacionalismo ama la ley y la Constitución. Hasta tal punto que su esfuerzo es por RESTAURAR su vigencia, esa que agrietaron o destruyeron los otros ‘pensamientos’. El nacionalismo exige un régimen con controles y equilibrios, en el que sobresalga la independencia del poder judicial. Ni admite los privilegios de los más poderosos ni tolera la acción directa -justicia por mano propia- de piquetes y escraches. El nacionalismo es genéticamente federal. Sus contrincantes de la hora inicial y de ahora son unitarios. ¿Quién es más respetuoso de la libertad y de la autonomía de los pueblos? El nacionalismo es pensamiento estratégico en estado puro. Es la única corriente política que actúa teniendo en la mira dos generaciones largas, esto es 50 años. El cortoplacismo- tan repudiable – riñe absolutamente con el nacionalismo. El nacionalismo no sólo abreva en la cultura, sino que ‘peca’ de erudito. Sus máximos exponentes del pasado fueron pensadores exquisitos, llenos de sapiencia. En la historiografía, Julio Irazusta es insuperable. En la cultura nacional, el podio lo posee el talentoso Arturo Jauretche. Es el día de hoy en que uno se sienta a una mesa con alguno de estos pensadores sapientes y aprende sobre derecho indiano, historia patria, doctrina social de la Iglesia y mil materias propias de la cultura, esa que Vargas Llosa desecha como parte del acervo del nacionalismo. El nacionalismo ha provisto al país -y lo sigue proveyendo- de los más eximios oradores y si bien todos apetecemos ‘más hechos y menos palabras’, bien sabido es que el verbo es guía e ilumina el camino. Al nacionalismo tanto le place el diálogo que estaría orondo -más que feliz- si Gustavo Sylvestre, Bonelli, Nelson Castro, Lanata, Grondona, Longobardi y demás tuvieran la dignidad de practicar la DIVERSIDAD que predican (pero no ejercen) y lo invitaran a dialogar y exponer, sobre todo pensamiento estratégico. Más aún, mucho le placería que el diario LA NACIÓN brindara una columna para explicitar cuánta filosofía de vida y de política porta el nacionalismo genuino. El nacionalismo al ser amor es honrado ¿Pueden decir lo mismo las restantes corrientes de ‘pensamiento’? La corrupción imperante con los regímenes no nacionalistas habla por sí misma sin necesidad de que me explaye y abunde más. Onganía, Lanusse, Videla, Viola, Galtieri, Bignone no fueron nunca nacionalistas. La clave se la encuentra en quiénes fueron sus ministros de Economía y cómo destrataron a la industria (y por ende al valor agregado del trabajo), incluyendo a la ligada al agro. Endeudar exprofeso a YPF hasta arruinarlo como hizo Martínez de Hoz (y Videla) es la antítesis de nacionalismo. Videla preparó el festín que luego usufructuaron Menem y Kirchner con la catastrófica liquidación de YPF. Quiero y debo aclarar que nacionalismo NO es estatismo a la violeta y a la bartola. Estado regulador y vigilante, pero no interventor y empresario. El nacionalismo cree a pie juntillas en la fuerza de la iniciativa privada y en la formidable promoción que significa el CAPITAL DE RIESGO (el único combate anticapital debe librarse contra el corrupto y/o prebendario y/o especulativo-volátil tipo burbuja). El nacionalismo aspira a atraer inversiones cuantiosas, comenzando por los capitales del ahorro nacional. Es el único modo de movilizar genuinamente la actividad y de crear trabajo no asistencialista ni estatal. El nacionalismo es industrioso y tecnológico y es defensor de los INTERESES NACIONALES. Por eso no quiere que se desbaraten sus recursos como el AGUA, el ORO, LOS MINERALES, el PETRÓLEO, la TIERRA, el AMBIENTE. Tampoco acepta que se aprovechen de nuestros CEREBROS, tal como alegremente se viene produciendo desde hace años, casi sin reacción y producto de las políticas omisivas, carentes de pensamiento estratégico. El nacionalismo es SERIO. Huye despavorido ante los adictos a las payasadas, disparates o dislates desde la conducción política. Es serio porque se siente responsable. Jamás creará un litigio artificial y falaz con EE.UU. ni con nadie por motivos de interés electoral doméstico. La reacción ante la amenaza no es CERRARNOS, SINO ROBUSTECERNOS COMO PAÍS, es decir vigorizarnos CULTURALMENTE, INSTITUCIONALMENTE, POLÍTICAMENTE. En fin, hay mucho hilo en el carretel. Sólo, como colofón, quiero decir que al nacionalismo lo tienen SILENCIADO y/o DESFIGURADO (no sé qué es peor…). Es lo contrario de la LIBERTAD que dicen honrar. El nacionalismo AMA LA LIBERTAD. Y es un sentimiento NOBLE, rara avis en la política. Y es campeón nacional del PROGRESO. Sirva de broche final.
* Docente, abogado, político. Dirigente del partido nacional UNIR
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