“Vosotros ...
“Vosotros, que invadisteis nuestros pueblos y ciudades,
“Vosotros, que incendiasteis nuestras iglesias y templos,
“Vosotros, por Enrique Guillermo Avogadroque quemasteis
nuestras cosechas,
“Vosotros, que matasteis a nuestros padres,
“Vosotros, que esclavizasteis a nuestros hijos,
“Vosotros, que violasteis a nuestras mujeres e hijas,
“¡No abuséis!, ¡No abuséis!”
La decadencia moral de la sociedad argentina nunca ha quedado tan
palmariamente demostrada como en estos tiempos, por la tolerancia
generalizada a los mayores estropicios que, contra ella misma, se
perpetran día a día. Parafraseando a Lugones, la nación argentina
está muy escasa de laureles.
Porque, reconozcámoslo, hemos perdido cualquier freno y toda
repugnancia ante lo que nos sucede. Permitimos que nuestro futuro sea
hipotecado y saqueado permanentemente, y las adiposidades que hemos
desarrollado –plasmas, decodificadores, automóviles, motos, cocinas
y calefones- nos impiden ver la realidad, esa que los Kirchner
construyen ladrillo tras ladrillo, ante una oposición que, al menos
hasta ahora, se ha mostrado como incapaz de frenar los abusos, las
arbitrariedades y los crímenes de la pareja imperial.
Veámoslo, desordenadamente, de esta manera:
¿Hasta cuándo permitiremos que los amigos del poder continúen quedándose
con empresas que, en otras circunstancias, estarían invirtiendo
verdaderamente en el país, creando empleos y pagando impuestos?
¿Hasta cuándo permitiremos que la caja de la ANSeS, que deberá
pagar nuestras jubilaciones, sea saqueada para incrementar el gasto público?
¿Hasta cuándo nuestros actuales jubilados, que han aportado más de
treinta años para gozar de una vejez tranquila, deberán soportar
que, por clientelismo, se jubilen quienes nunca han aportado?
¿Hasta cuándo las exangües arcas del Estado deberán pagar por las
obras públicas muchísimo más de lo que ellas valen?
¿Hasta cuándo las provincias que “hacen los deberes” deben
soportar el despilfarro de aquéllas que sólo consiguen recaudar, en
impuestos, el 10% de sus gastos?
¿Hasta cuándo el “federalismo” constitucional deberá depender
de la voluntad del tirano de Olivos?
¿Hasta cuándo la sociedad deberá soportar que, negándolo, el
ajuste se haga por la vía de una inflación ya descontrolada?
¿Hasta cuándo los más pobres deberán seguir subsidiando, por la vía
de impuestos indirectos, el derroche estatal?
¿Hasta cuándo estaremos conformes con una industria nacional cara y
poco eficiente a la cual hay que sostener, permanentemente, con
subsidios o con protecciones para-arancelarias?
¿Hasta cuándo estaremos dispuestos a permitir que nuestro país se
haya convertido en una entidad indefensa, incapaz de garantizar
siquiera la seguridad de sus fronteras?
¿Hasta cuándo estaremos dispuestos a tolerar que, embutidos en
discursos revolucionarios con olor a naftalina nuestras Fuerzas
Armadas sigan condenadas a la desaparición?
¿Hasta cuándo estaremos dispuestos a ignorar que están llegando a
nuestro país las peores lacras sudamericanas: carteles de drogas,
guerrillas indigenistas y maras?
¿Hasta cuándo los “barones” del Conurbano, campeones del
clientelismo político y de su negociación en las mesas políticas,
estarán dispuestos a tolerar la infiltración de la Tupac Amaru en La
Matanza?
¿Hasta cuándo toleraremos que la política se financie mediante la
falsificación de medicamentos para enfermedades terminales?
¿Hasta cuándo miraremos para otro lado mientras nuestros organismos
de control del lavado de dinero permiten que los narcotraficantes
compren propiedades y políticos?
¿Hasta cuándo toleraremos que el narcotráfico financie las campañas
electorales del kirchnerismo?
¿Hasta cuándo permitiremos que sigan volando valijas con dólares
generados por las coimas venezolanas?
¿Hasta cuándo los argentinos, en general, y los santacruceños, en
particular, seguirán preguntándose dónde están los fondos
desaparecidos?
¿Hasta cuándo diremos que vivimos en democracia, mientras se nos
convierte en una monarquía absoluta y corrupta?
¿Hasta cuándo permitiremos que los Kirchner y sus cómplices se
compren, a precio ruin, el país y sus empresas?
¿Hasta cuándo consentiremos que, con nuestro dinero, hagan
autobombo, compren radios e inventen diarios?
¿Hasta cuándo seguiremos oyendo impávidamente que tenemos fútbol
gratis cuando sabemos que se gastan en él mil millones de pesos por año,
sólo para la publicidad del Gobierno?
¿Hasta cuándo dejaremos que don Néstor se haga dueño del petróleo,
de la electricidad, del gas, del juego, y del país entero, con el
producto de sus coimas y aprietes?
¿Hasta cuándo los empresarios argentinos tolerarán los modos y las
amenazas de Guillermo Moreno?
¿Hasta cuándo se morirán de miedo y correrán a cumplir las órdenes
más disparatadas que ese energúmeno les imparta?
¿Hasta cuándo dejaremos que jueces corruptos, comprados por dinero o
videos en prostíbulos masculinos, sean señores de nuestras vidas,
honras y haciendas?
¿Hasta cuándo permitiremos que los poderosos entren por una puerta a
los juzgados y salgan por otra diez minutos después, mientras que los
pobres ladrones de gallinas permanecen por años en las cárceles?
¿Hasta cuándo los desposeídos contemplarán en paz como los dineros
públicos terminan en los bolsillos y las empresas de cuatro vivillos?
¿Hasta cuándo seguiremos meramente sobreviviendo mientras vemos a
nuestros políticos y gremialistas y sus familiares llenarse de casas,
campos, joyas, aviones y yates?
¿Hasta cuándo los más míseros verán, sin reaccionar, como sus
hijos mueren de desnutrición mientras los aviones presidenciales
trasladan a los hijos del poder a fiestas patagónicas o viajan sólo
para llevar medialunas o diarios?
¿Hasta cuándo quienes carecen de salud verán cómo se dilapidan
fondos en subsidios a los más ricos, en gas y en luz o en créditos a
empresas que no los pagarán?
¿Hasta cuándo los argentinos deberán pagar un millón de dólares
diarios por la fiesta de Aerolíneas Argentinas?
¿Hasta cuándo los más pobres estarán dispuestos a pagar una
Universidad para ricos, en la que no se estudia pero cuesta millones?
¿Hasta cuándo quienes no tienen escuelas dignas permitirán que se
anuncien cientos de falsas inauguraciones de establecimientos de enseñanza?
¿Hasta cuándo los argentinos permitiremos que se nos envenene el
aire comprando un fueloil teóricamente venezolano, lleno de veneno de
azufre?
¿Hasta cuándo permitiremos que los Kirchner negocien con Hugo Chávez
para poder robar y coimear sin medida y sin control?
¿Hasta cuándo permitiremos que se combata contra el campo, nuestro más
importante sustento, como si se tratara el sexto jinete del
Apocalipsis?
¿Hasta cuándo permitiremos que, todos los días, se cercene nuestra
libertad de prensa y de opinión, en nombre de una democratización
falsa que pretende que la única palabra sea la oficial?
¿Hasta cuándo dejaremos que sigan falseándose las estadísticas
nacionales, sin las cuales resulta imposible realizar diagnósticos y,
mucho menos, pronósticos, indispensables para la inversión?
¿Hasta cuándo estaremos dispuestos a soportar el patoterismo de
Guillermo Moreno, de Aníbal Fernández o de Luis D’Elía?
¿Hasta cuándo permitiremos que los humores de don Néstor nos aíslen
del mundo civilizado?
¿Hasta cuándo consentiremos que este verdadero genio del comercio
exterior nos haga pelear con todos los países que nos compran mucho,
pero nos venden poco?
¿Hasta cuándo soportaremos que, en el espectro internacional, se nos
vincule a Nicaragua, Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia?
¿Hasta cuándo permitiremos que los artífices del “modelo”
kirchnerista y de todas las barrabasadas cometidas pretendan
“venderse” como intérpretes del cambio generacional, como el
camaleón Alberto Fernández?
¿Hasta cuándo seguiremos tolerando que se nos impida circular
libremente, exhibiendo capuchas y palos?
Obviamente, esta lista de “¿Hasta cuándo …?’s” no agota los
temas pendientes, que los argentinos nos debemos, pero corresponde que
la amplíe un poco con otros.
¿Hasta cuándo permitiremos que los opositores continúen con sus
personalismos y con sus egoísmos, sin ofrecer a la sociedad
propuestas concretas y planes para el futuro?
¿Hasta cuándo permitiremos que los opositores se comporten como vírgenes
vestales después de haber sido reiteradamente violados por el
oficialismo?
¿Hasta cuándo olvidaremos que la oposición es incapaz de diseñar
una agenda propia y, muchísimo menos, de poner frenos al despotismo
no ilustrado de los Kirchner?
¿Hasta cuándo las provincias elegirán como senadores a individuos
capaces de vender sus votos por dinero, por protección o por
prebendas de todo tipo?
¿Hasta cuándo estaremos dispuestos a esperar de la oposición planes
de gobierno serios y concretos, en lugar de meras poses para los
medios de prensa?
¿Hasta cuándo estaremos mirando por televisión –eso sí, plasmas
enormes, comprados a cincuenta cuotas sin interés- como la República
desaparece y el país deja de ser viable?
¿Hasta cuándo consideraremos que aún podemos legar un país a
nuestros hijos, del cual puedan sentirse orgullosos?
En la respuesta a todos esos interrogantes, y a otros muchos
similares, está el futuro de la Argentina que, como diría San Martín,
será lo que deba ser o sino, no será nada. ¡Qué pena que debamos
formularlos cuando ya han pasado casi doscientos años de historia y
estemos entrando en este malogrado Bicentenario!