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DE NOVIEMBRE DE 1972: PERÓN VUELVE !
A
35 años del retorno del General Perón a la Patria
enviado
por Acción Popular Nacionalista
La
lluvia se precipitaba con una intensidad desusada sobre Buenos Aires ese
viernes 17 de noviembre de 1972 que el gobierno de Lanusse había
proclamado feriado. Una multitud, difícil de dimensionar, pugnaba por
llegar al aeropuerto. Los tanques del ejército lo impedían.
Por un momento, mientras todos sostenían el aliento conmovido, tenso el
ánimo, suspendidos en el aire de sus almas, envueltos los espíritus en
fe y esperanza, punzado el ser por la emoción, el mítico avión de
Alitalia carreteó finalmente sobre una de las pistas de Ezeiza. Si bien
no era negro como lo había imaginado la fantasía popular, se estaba
concretando el sueño añorado por millones: después de dieciocho largos
años el general Perón volvía a su patria, y pronto al poder,
desmintiendo el destino inexorable que lo condenaba -como a San Martín, a
Artigas y a Rosas entre tantos- a morir en el exilio. Los peronistas que
llegaban empapados al río Matanza no iban solos: los acompañaba la
historia, los ausentes, la Providencia.
Seguía cayendo el aguacero, sin embargo, el cielo plomizo podía ocultar
el sol, pero no la luminosa alegría popular. Ese día culminaba una larga
pulseada protagonizada por Perón y Lanusse, una apasionante partida de
ajedrez. El presidente militar, un gorila de la primera hora que había
pasado cuatro años con traje a rayas en la cárcel patagónica de Rawson,
era un hombre inteligente y audaz. La agitación social que conmovía al
país no podía solucionarse con la proscripción, había que negociar con
el exiliado en Madrid, devolverle los salarios caídos, la condición
militar y el cuerpo embalsamado y ultrajado de Evita. Entonces propuso el
GAN (Gran Acuerdo Nacional), con la idea que ambos –Perón y Lanusse–
renunciaran a sus aspiraciones presidenciales. Perón le respondió con
ironía: “que Lanusse renuncie a la presidencia, es lo mismo que yo
renuncie al trono de Inglaterra”. Lanusse a su vez lo provocó con
aquella frase histórica: “Perón no vuelve porque no le da el cuero”.
Cuando El Cano tenía que conjurar las críticas de su propio frente
interno totalmente antiperonista, afirmaba con pedantería: “nosotros no
llevamos la espada de adorno”. Perón le respondía: “tiene razón el
general Lanusse, no es la espada lo que tienen de adorno, es la
cabeza”... Y así hasta el furcio del homenaje del Día del Maestro en
San Juan a Juan Domingo Sarmiento.
Pero todo eso ya era historia pequeña ese 17 de noviembre en que soplaban
aires de victoria y la lluvia se confundía con infinidad de lágrimas
emocionadas. La foto de Rucci, el secretario general de la CGT, con el
paraguas protegiendo al líder, formará parte para siempre de la galería
de imágenes paradigmáticas del peronismo. Luego vendrían la reclusión
en el hotel Internacional, las ametralladoras montadas para impedir la
salida, el traslado a la casa de la calle Gaspar Campos en Olivos, el
desfile incesante, el encuentro con Balbín, las reuniones en la confitería
Nino de Vicente López y su viaje a Asunción donde se proclamó
orgullosamente “general del glorioso ejército paraguayo” para
irritación escandalizada de sus pares argentinos.
Sí. El milagro se había consumado.
Perón había regresado en la plenitud de la primavera. En esos días de
un optimismo inexpugnable, la historia parecía abrazar el futuro.
Las contiendas internas del peronismo, dirimidas en forma feroz entre
“la patria peronista” y “la patria socialista”, se exteriorizarían
trágicamente recién en el segundo regreso del 20 de junio de 1973. En un
día luminoso, como contrapartida de la intensa lluvia del 17 de
noviembre, la fiesta concluyó en la masacre de Ezeiza: un anuncio de los
días que vendrían.
Pero como diría Chesterton, “eso... Eso ya es otra historia”.
Otra historia que sin embargo el propio Perón parecía vislumbrar cuando
escribió lo siguiente:
A
MI PUEBLO
(Mensaje
de Perón al pueblo argentino al emprender su retorno a la patria después
de dieciocho años de exilio, publicado en el diario Crónica el 16 de
noviembre de 1972)
Compañeros
peronistas:
Pocos podrán imaginar la profunda emoción que embarga a mi alma ante la
satisfacción de volver a ver de cerca a tantos compañeros de los viejos
tiempos, como a tantos compañeros nuevos de una juventud maravillosa que,
tomando nuestras banderas para el bien de la patria, están decididos a
llevarlas al triunfo.
También, como en los viejos tiempos, quiero pedir a todos los compañeros
de antes y de ahora que, dando el mejor ejemplo de cordura y madurez política,
nos mantengamos todos dentro del mayor orden y tranquilidad. Mi misión es
de paz y no de guerra. Vuelvo al país después de dieciocho años de
exilio, producto de un revanchismo que no ha hecho sino perjudicar
gravemente a la nación. No seamos nosotros colaboradores de tan fatídica
inspiración.
Nunca hemos sido tan fuertes. En consecuencia, ha llegado la hora de
emplear la inteligencia y la tolerancia, porque el que se siente fuerte
suele estar propicio a prescindir de la prudencia.
El pueblo puede perdonar porque en él es innata la grandeza. Los hombres
no solemos estar siempre a su altura moral, pero hay circunstancias en que
el buen sentido ha de imponerse. La vida es lucha y renunciar a ésta es
renunciar a la vida; pero en momentos como los que nuestra patria vive,
esa lucha ha de realizarse dentro de una prudente realidad.
Agotemos primero los módulos pacíficos que para la violencia siempre hay
tiempo. Desde que todos somos argentinos, tratemos de arreglar nuestros
pleitos en familia porque si no serán los de afuera los beneficiarios.
Que seamos nosotros, los peronistas, los que sepamos dar el mejor ejemplo
de cordura.
Hasta pronto y un gran abrazo para todos.
15
de noviembre de 1972
Juan
Domingo Perón
Tal
vez la mítica generación de la Resistencia, la generación del Retorno
que el viejo y sabio general llamaba la generación de emergencia y de
excepción, se explique toda entera desde la simple vivencia de aquel 17
de noviembre de 1972 y su estoica marcha a Ezeiza bajo la lluvia.
Tal vez la mítica generación de la Resistencia se explique toda entera
desde esa sencilla frase del mejicano Octavio Paz:
“Quien
ha visto la esperanza no la olvida: la
busca, bajo todos los cielos y en toda la gente”
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