DIRIGENTES
YANQUIS Y EL INGLÉS
Desde el mundo de la cultura le levantaron mil voces para condenar el utilitarismo del juicio de Summers y dar otros mil argumentos a favor del bilingüismo vinculado al mejoramiento de las actividades cognitivas, políticas, culturales y religiosas. El hecho brutal está marcado por el juicio: Así como el dólar es la moneda internacional, así el inglés es el idioma mundial. Y el resto, a aprenderlo o quedarse mudo. ¿Tenemos algo que decir nosotros que formamos parte del mundo hispano parlante que sumamos, hoy en el 2012, de alrededor de 550 en castellano más 270 en portugués, lo que hace un total de 820 millones de habitantes? Hoy, con las cifras en la mano y actualizadas, y no las que nos llegan vía Internet desde los centros de producción de sentido de lengua inglesa como Google o Yahoo, el castellano supera al inglés en 70 millones de hablantes. Pero este dato es cuidadosamente ocultado y tergiversado. El castellano es la lengua occidental más hablada, luego el inglés con 480 millones y luego el portugués con 270. Y como Gilberto Freyre enseñara que el hombre hispano habla o al menos lee sin esfuerzo cuatro lenguas: el castellano, el portugués, el catalán y el gallego, nosotros nos convertimos, sin saberlo o sin tomar conciencia de ello, en el grupo humano o ecúmene más compacta y homogénea lingüísticamente del mundo. La lengua es poder y si yo convenzo a mi interlocutor de usar mi lengua lo estoy, de facto, dominando. Allí va dirigido el juicio falso e ideológico de Larry Summers. Además para los casos de decisiones graves, fundamentales y medulares siempre se debe utilizar la lengua maternal en la elaboración o presentación del juicio que se quiere sostener frente al interlocutor. La traducción posterior es una anécdota. Si nuestros dirigentes tuvieran en cuenta este consejo liminar para todo dirigente, cuántos malentendidos y errores evitaríamos. Cuántos juicios internacionales dejaríamos de padecer. Cuántas anfibologías, tergiversaciones y frustraciones nos evitaríamos y evitaríamos. La actitud más genuina es la que usó siempre el presidente argentino Roque Sáenz Peña, quien sabiendo inglés se hacía traducir al castellano en las reuniones o congresos internacionales. Además, si uno habla castellano y otro italiano o francés no es necesario recurrir al inglés en ningún lugar del mundo. Es una actitud de “preferencia de nosotros mismos” la que debemos adoptar como norma del obrar y del hacer. Es una manera eficiente de reducir la complejidad en las relaciones internacionales. Hay que abandonar definitivamente la capitis diminutio del hablar en luso-castellano y la autodenigración por pertenecer a la cultura hispánica. El juicio de Larry Summer es tanto ideológico (la lengua es poder y el que impone la suya domina) como falso (el inglés no es la lengua mundial porque el mundo siempre va a ser más extenso). El mundo no es un universo sino un pluriverso y las ecúmenes de que está compuesto (la eslava, la oriental, la arábiga, la anglo-americana, la ibero-americana, et alii) nos muestran que, más allá de las miles de lenguas que se hablan, existen media docena de lenguas ecuménicas que tienen que convivir, y saber hacerlo, sin el patronato de ninguna lengua franca o universal. Si así ocurriera se terminaría dañando el equilibrio del mundo con la primacía de una ecúmene sobre las otras. Y eso sí que sería fatal por nefasto.
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