YPF por Marcos Ghio
Un par de reflexiones respecto del reciente anuncio de la estatización de YPF. De la misma manera que pensamos en su momento cuando se había desencadenado el conflicto con el campo por las retenciones que era justo que las mismas existieran, pero que, en manos de un gobierno corrupto, se convertían en una cosa mala, de acuerdo al famoso aserto aristotélico de que la degeneración de lo óptimo es lo pésimo, sucede exactamente igual en este caso. El petróleo en manos de un matrimonio que ha hecho desaparecer mil millones de dólares en regalías en su provincia, puede llegar a significar una nueva estafa de grandes dimensiones para el país. A esto agreguemos que la partidocracia que nos viene gobernando desde hace casi 30 años y que fuera espasmódicamente repudiada con consignas tales como 'que se vayan todos', es una verdadera institución delictiva. Agreguemos también los negociados que existieran bajo el anterior gobierno peronista con la privatización de esta misma empresa y que sin lugar a dudas se repetirán ahora cuando el fenómeno se invierte. Una segunda reflexión se refiere al momento en el cual se resolvió tomar esta medida. Junto a la gran crisis económica, que es también energética, que se está viniendo, se asociaba además el escándalo de proporciones en que había caído la figura del vicepresidente Boudou con sus verdaderos latrocinios a partir de la función pública, especialmente con el caso de la imprenta Ciccone. El barullo internacional generado por la nacionalización de YPF ha servido para que este acontecimiento judicial pasara totalmente a un plano secundario, convirtiéndose así tal justa epopeya en un símil de lo que fuera la guerra de Malvinas gestada por un gobierno militar inepto que buscaba afanosamente un acontecimiento distractivo para su crisis terminal. Repetimos lo mismo de lo que dijéramos años atrás cuando se trajo el cadáver de Rosas al país. Un Rosas traído por un gobierno peronista iba a terminar convirtiéndose en un prócer disminuido y menoscabado en su esencia fundamental, alguien encargado de ornamentar el mausoleo del liberalismo o del populismo, los dos fenómenos en que se ha manifestado la democracia moderna repudiada por el Restaurador. Hoy, luego de haberlo visto en billetes junto a Sarmiento, su monumento se encuentra sin pena ni gloria en un pequeño rincón contemplándolo a Urquiza, el gran fundador del Estado burgués contra el que luchó en vida. De la misma manera el petróleo, una de nuestras principales riquezas, en manos de Cristina y Kiciloff se nos esfumará como humo. Ninguna esperanza nos despierta tal 'nacionalización'.
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